“¡No sé lo que me pasó…!”
Sofía se despertó
gritando y gesticulando, y era tanta su desesperación que pronto su marido la
vio levantándose con mucha fuerza.
Él alarmado, la siguió y
se le puso a su lado.
No entendía, el por qué al
igual que ella, ambos dormían, cuando sin razón aparente lo despierta el escándalo
que escuchó…Gritos, chillidos y hasta golpes, cuando se despertó la encontró frenética,
corriendo de un sitio a otro en un ataque te locura y era aún oscuro.
No le dio tiempo a
reaccionar en nada, atónito contemplaba todo y lo único que hizo fue acudir en
su auxilio y abrazarla.
Seguramente eran las cuatro o cinco de la
madrugada.
Apenas se escuchaba el
croar de alguna rana o el silbido del viento, que afuera movía las ramas de las
matas cercanas a su residencia.
Del resto, todo seguía
normal.
Veía que su esposa estaba
con su cara toda distorsionada, alarmada. Y eso lo alarmó.
Instintivamente miró a
todos los lados pensando que de repente alguien había entrado y la hubiese
querido ahorcar, ya que le veía que con desesperación se agarraba su cuello.
Ella le apuntaba con sus
manos, que algo le pasaba allí.
Corrió hacia ella y
trataba de indagar todo.
Le observó con detalle,
pensando que algún bicho raro la hubiese picado.
- …Pero: ¿Qué te pasó? –
Muchas veces le hizo esa misma pregunta, pero ella se encontraba en medio de un
ataque de nervios y no podía responderle.
- ¿Te traigo agua? – Le
preguntó con angustia. Pero ella seguía quejándose, tosía y se refugiaba en
todas partes, era presa de la angustia y la desesperación.
Se encontraba aterrada.
Poco a poco fue logrando
su calma, su marido la pudo sujetar y logró que se sentara.
Su conmoción emocional,
se lo impedía, pero ante la insistencia, cedió.
Poco a poco fue
recuperándose, hasta que a la final comenzó a llorar con desesperación…
Seguía presto a todo, con
recelo chequeaba a todos los rincones, temiendo que fuesen atacados de sorpresa…No
sabía con exactitud lo que había ocurrido.
Un ligero dolor de cabeza
se le estaba agudizando, seguramente por la ingrata impresión de verse rodeado
en semejante acción.
- Fue una pesadilla, mi
amor…. – Le dijo mientras trataba de calmarla.
- ¡No fue una pesadilla!
¡Fue realidad! ¡Mírame!
¿Me ves las huellas en el cuello? – Él la detalló. En efecto lo tenía muy
enrojecido, como si le hubiesen querido ahorcar con un hilo o con algo muy
fino, pero quiso minimizarlo para lograr que lograra su
Paz y así poder charlar…
- ¿Lo viste? ¡Yo no estoy
loca!
- Si. Si.
- ¿Ah no me crees? ¡Me
quisieron ahorcar!
¿Por qué tú no me quieres
creer? – Le protestó con mas angustia todavía, sin embargo él se la trajo hacia
su propio cuerpo y la abrazó.
Le acariciaba su
cabellera, la tranquilizaba, mientras seguía pendiente por si acaso.
- Lo importante es que no
lo lograron. Serénate para que me puedas contar. – La esposa guardó silencio, y
al transcurrir los minutos se fue comprobando a ella misma que ese peligro ya
no existía.
- ¿Quieres tomar agua?
- Si.- Le respondió ella,
pero de inmediato se fue tras él.
Abrió la nevera y fue
cuando se sorprendió al verla allí, junto a él.
No le quiso decir nada y
sacó un vaso y lo llenó de ese líquido que se encontraba bien frío.
- Tómatela con calma. –
Le dijo mientras le llevaba él mismo el vaso a su boca, ella ingirió a sorbos,
hasta que pudo tomar grandes tragos.
Fueron a la sala y él
colocó un casete con música que incitaba a la paz.
Se asomó por la ventana…Todo
afuera seguía normal. Su carro seguía en el mismo sitio y no vio a nadie cerca.
Esperó a que surtiera su
efecto y fue cuando la abordó.
- ¿Qué fue lo que te
pasó? – Ella aspiró profundamente, sabía que debía responderle, pero se llenó
de mas valor. Y cuando ya se sintió fuerte, arrancó confesándole…
- ¡No sé lo que me pasó!
– Le hizo señas con sus manos de que bajara su voz, ella obvió la sugerencia y
continuó…
- ¡Si! ¡Si, es cierto! Yo
estaba rendida y de repente siento que con algo puntiagudo ¡me estaban presionando aquí! – Y le
indicaba el mentor en su lado izquierdo.
- Y yo sentí que me lo
estaba enterrando.
¡Me querían matar!
- Pero ¿No viste quién
era?
- ¡No! Yo estaba dormida
y me estaban haciendo mucho daño, y fue cuando me desperté. ¡Te juro que me
estaban matando!
Y lo peor es que no vi a
nadie. ¡Nadie mas que nosotros dos! Y ¡te
vi, y vi! que seguías dormido.
¡Y me levanté muy
angustiada!
¡Te llamé varias
veces…Pero era que no me salía mi voz!
¡Porque me estaban
sujetando con mucha fuerza!
¡Ay Virgen Santísima! Yo
quería rezarle y pedirle a la virgencita y a Dios mismo que me ayudaran…Pero no
podía. ¡Era que no podía! – Y nuevamente comenzó a gemir y a lamentarse. El
marido se sintió impotente.
En sus adentros estaba
segurísimo que había sido una pesadilla, pero ella no se lo aceptaba.
Pronto se dio cuenta que
era mejor seguirle la corriente y eso hizo. La
trataba de calmar, pero era que en verdad, se encontraba en medio de esa
conmoción emocional, en esa tragedia que al parecer, no tenía fin.
Logró que ella posara su
cabeza sobre sus piernas y él comenzó a arrullarla en medio de la melodía de
violines y guitarras que ya había
colocado.
Le acariciaba su
cabellera, comprobaba que no sufriera fiebre, una y otra vez, le pasaba suavemente
su mano por su cara, por su cuello, mientras le susurraba que todo estaba bien,
y que lo que hubiese sido con toda seguridad salió huyendo.
Es indudable….Era muy
hermosa esa melodía.
Miró a través de su
ventana y vio que aún seguía de noche.
“La luna domina todavía.
Esperemos a que salga el sol” – Se decía entre dientes, tratando de que su
amada no lo escuchara.
El sueño lo seguía
dominando.
Pronto se pudo comprobar
que ella ya había caído dormida, intentó moverla para llevarla a la cama, pero
se lo pensó mejor y esperó a que saliera el sol.
- ¡Uff gracias a Dios,
que ya está dormida! – Se dijo a sí mismo, y continuó cantándole una canción de
cuna y esperó…
Ya con la luz del nuevo
día…
Todo volvería a renacer.
Como todos los días.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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