“¡Así
debe ser!”
Don Anselmo está de compras, y como no tiene carro
propio (En ese momento) pues decide contratar un taxis por horas, buscaba un
carro en perfecto estado, grande, cómodo, y eso fue lo que contrató.
Llega al primer mercado popular, entra y detalla todo a
su alrededor, (el calor es agobiante) se desabrocha el primer botón de su
camisa blanca, y se recoge las mangas, hace una mueca con su cara que denota
que el vapor es agobiante, pero casi dos segundos después agarra impulso y se
decide a entrar en dichos pasillos -que están atestados de gente que al
igual que él, acuden a hacer sus compras-
escoge el primer pasillo de su mano derecha y comienza a revisar todos
los locales.
Ausculta uno a uno. Todos los que están en su camino.
Aunque ya él, sabe a donde va a ir a comprar las diversas
verduras y frutas.
Al llegar, como ya lo conocen, le dan la bienvenida y
acto seguido le dan unas cinco bolsas, las cuales él toma y comienza a
clasificar…En el primer estante ve las papas, comienza a descartar las que no
le gustan y embolsa las que son de su agrado.
Y así continúa. Por lo general, compra mas de diez
kilos, -asegura que como tiene cuatro hijos, y que
ellos tienen “muy buena muela” es preciso escoger lo mejor de lo mejor- vio los tomates e hizo igual operación.
Ya cuando recorrió todo el local, ya el dueño que está
en la caja esperándolo, comienza con el momento del conteo.
(Son innumerables las bolsas, cajas y bultos.)
Le dieron la cuenta, pagó y pidió que le montaran todo (muy
voluminoso, por cierto.) en el carro que
ya él había alquilado, su chofer, lo espera y al verlo llegar, corre a abrir la
maleta de su carro y comenzaron a acomodar con mucho cuidado.
- Espéreme. Vuelvo porque aún no he comprado ni los
granos, ni la carne…Y otras cosas.
Al rato se apareció el señor con los diversos artículos
y como ya coparon la maleta, pues la metieron en el asiento de los pasajeros
(atrás) y como no estaba contento con todo, le indicó al mismo chofer que lo
trasladara a otro mercado.
- Tengo que conseguir un saco de caraotas negras, otro
de arroz, una caja de pastas, un queso completo semiduro y otro duro…Y otras
cositas mas.
El caso es que anduvieron por espacio de unas seis
horas en el proceso de compras.
Y ya al final, don Anselmo ya satisfecho le dio la
orden a su conductor que lo llevase a su casa para descargar toda lo adquirido y pagarle.
- Don Anselmo… ¿Este mercado es para dos meses? …Por lo menos… ¡Ufff!
- ¡No qué va! Dentro de poco tiempo debo volver a hacer
las compras.
- ¡Válgame Dios! Y disculpe mi pregunta: ¿Para cuantas
familias compra usted…?
- ¡Pues para mi señora, mis cuatro hijos y yo!
…Y además… ¡Ese no es su problema! – Le recriminó muy
molesto. El que estaba al volante, calló.
Se dio cuenta que su contratante estaba muy ofendido
por su pregunta.
No hablaron mas. Llegaron a la residencia y comenzaron
a bajar toda la compra.
¡Ah doña Concha! Estaba muy emocionada.
Se movía con soltura, contemplaba emocionada cada una
de las cajas que su marido había comprado para ellos.
Y en un momento de descuido, corrió al teléfono y
comenzó a llamar a su propia familia, para informarles que ya la comida estaba
en su casa y que en cuanto Anselmo esté dormido…Podían llegar.
En ese descuido el señor de la casa, se dio cuenta de
que su esposa estaba muy ocupada al teléfono, la escrutó con cuidado y ella a manera de respuesta le dijo…
- Me está llamando Amanda, mi hermana. Ya voy contigo.
– Y diciendo esto le dijo algo a su hermana y corrió a atender a su marido.
- Bueno. Ya te hice nuevamente la compra. Espero que te
dure por lo menos…Un mes.
Recuerda que mañana me voy de viaje y regresaré en tres
semanas…Si todo me sale bien.
- ¿Qué te apetece comer? – Le dijo mientras detallaba
lo que le había traído. Carne de todos los tipos, dos piernas de pernil, sacos
de diversos granos, todo tipo de verdura, y diversidad inmensa de todo cuanto
pudo verificar, así a “vuelo de pájaro”
- Quiero que me hagas algo rápido, me siento cansado y
deseo acostarme un rato. Mañana tendré que madrugar. Ya contraté al taxista que
me va a llevar al terminal de pasajeros.
- Ok. Vete a bañar y a ponerte cómodo, mientras te
cocino algo rico para que comamos.
- ¿Y los muchachos, ya comieron?
- Ya. Y están en sus labores habituales. Anda que yo te
avisaré cuando ya esté listo ¡No mejor
te lo llevo a la habitación y así podrás descansar mas! – Notó que su esposa
estaba muy melosa y contenta, en el fondo
se alegró, el verla satisfecha lo alentaba a seguir produciendo y trayéndole
todo lo mejor que consiguiera.
Suspiró de satisfacción, se encontraba recompensado.
- Ok. – Le respondió mientras comenzaba a desvestirse
camino a su cuarto matrimonial.
Doña Concha corrió nuevamente al teléfono y les indicó
a sus hermanas, que ya podían ir a recoger “sus compritas”, pero eso si, que
lleven sus bolsas.
Dicho esto, comenzó a prepararle la comida a su señor.
Pasado unos minutos, fue a la habitación y se cercioró
que su esposo ya se había bañado y estaba acostado en la cama, descansando. Le
dio muestras de su amor, lo besó y lo terminó de peinar.
- Te estoy preparando algo muy rico. Y te vine a
preguntar, si deseas tomarte “un traguito” para que te des estreses. Te noto
muy agotado. – El hombre se la quedó mirando y pensándoselo mejor le agregó…
- ¡Es que adivinas mis pensamientos: Acepto el
traguito! – Se dieron un beso y ella, muy solicita fue a preparárselo y a
chequear lo que estaba haciendo en la cocina.
Preparó el vaso, colocó varios hielos en su interior,
el wiski, se comprobó a sí misma, que todo estaba normal. Chequeó el frente de
su casa, por si ya comenzarían a llegar sus familiares y al ver que nadie
estaba por allí, agitó el vaso y le colocó un pitillo, meneó los hielos y se
fue al cuarto.
Ya su marido estaba esperándola. Le dio un beso y
salió, con la excusa de que estaba cocinando.
Volvió a la puerta y nada que llegaban. Fue a su cocina
y se dedicó a seguir cocinando.
Como a los quince minutos, comenzaron a llegar sus
hermanas, venían con grandes bolsas y se les veía muy alegres.
- ¡Ay Concha! ¡Dios te lo pague! …Y recuerda: Tú
familia es Primero. Nunca nos puedes desamparar.
Porque mi marido, ¡nada que consigue empleo!
¡A ver, dime lo que me estás guardando para llevarme!
- ¡Baja la voz! ¿No ves que nos puede oír?
- ¿Y aquí está “el ogro ese”? – Le preguntó mirando
hacia la alcoba matrimonial.
- Está en el cuarto. Ya voy a llevarle el segundo
trago, y después su comidita… ¡Y listo, a dormir se ha dicho! – Y diciéndole
esto le hizo señas, de que se fuera sirviendo…En silencio…
La hermana comenzó a guardar y a embolsar todo lo que
ella creía que era de ella.
- Recuerda: Que también nosotros comemos.
No nos vayas a dejar sin nada. Todo equitativo.
- No te preocupes. Ve. Yo te esperaré aquí mismo
sentadita, mientras me voy sirviendo de la comida que estás preparando.
Doña Concha corrió al cuarto, con el segundo trago.
Cuando llegó ya su marido, se había tomado el primer
trago y estaba leyendo la prensa del día.
- Me pareció escuchar a una de tus hermanas.
¿Ya se enteró? – Le dijo mientras hojeaba el periódico,
pero con un ojo puesta en ella, para verle la reacción a su pregunta, ella se
hizo la desentendida y le resolvió así…
- ¿Una de mis hermanas? ¿Aquí, estando tú…?
¡No que va, nosotras tenemos “dignidad”! Nunca se te
pase por alto: ¡Ellas son mi familia, y son sagradas para mí! Y además recuerda
que son mis hermanas, sangre de mi sangre. – Y diciéndole esto le dio el nuevo trago y le
quitó el vaso ya vacío y dándole un beso, le dijo…
- Quédate tranquilo. Aquí se cumple: Tú voluntad
siempre. – Y luego suavizando su hablar, le miró con mucha ternura y le dijo…
- Nadie ha llegado, seguramente fui yo misma, que en
ocasiones me hablo a mí misma y me respondo yo misma. (Le hizo señas de que
ella estaba loca y que no le hiciera mucho caso.) – Le estampó otro beso y se
marchó.
Cuando cerró la puerta, posó su oído en la madera para
verificar que él no vendría tras ella.
Aguardó unos instantes, y cuando se cercioró de que
todo estaba normal. Se fue.
Cuando llegó a la cocina, vio que ya sus cuatro
hermanas se habían repartido “su compra” cada una de ellas.
- ¡Bueno yo no te quitaré mas tiempo!
Mejor me voy, mis muchachos me están esperando para
prepararles su comidita y ya se las estoy llevando. – Le dijo la
mayor, y luego una a una comenzaron a despedirse.
En el mayor silencio posible. “El ogro” estaba en el
cuarto y podía salir en cualquier momento.
Doña Concha suspiró cuando la última se hubo ido.
Se sintió aliviada de que ya se habían ido, y que él ni
cuenta se había dado. Luego volvió a sus labores.
Terminó de cocinar y comenzó a emplatar y a preparar la
bandeja para llevársela al cuarto…
Cuando de repente escuchó los pasos de su marido que
iba hacia donde ella estaba. Instintivamente chequeó por si acaso alguna de
ellas, hubiesen dejado “algo” que delatara su presencia.
Pero cuando lo hizo, se tropezó con la mirada de su
esposo, que la miraba con fijeza.
- ¿Todo bien? – Le preguntó mientras procedía a
sentarse (mientras “chequeaba” su entorno) en su puesto en la mesa, a esperar a
que le sirviese.
- ¡Si mi amor! Todo está perfecto. Y la comida que te
preparé… ¡Quedó exquisita! – Y le llegó y le preparó el tercer trago, mientras
muy melosa lo llenaba de besos y caricias.
Don Anselmo, suavizó su gesto y aceptó las muestras
espontaneas de amor de su amada.
- ¿Falta mucho?
- No ¡mi Rey! Ya
te estaba sirviendo, cuando entraste. ¡Ya te traigo la comida y así comeremos
los dos! – Y diciéndole esto, corrió a la cocina y comenzó a servirle.
El jefe familiar,
¡se dio tremenda comida!
Y ya satisfecho. Le dijo…
- Ven. Acompáñame a tomarnos unos traguitos mas y
después…Ya veremos…
Estoy muy satisfecho. Ya veo que acomodaste toda la
compra. ¡Qué buena esposita que me gasto!
Se sentaron a beberse unos tragos mas, ella encendió el
equipo le puso la música que a él le gusta y lo invitó a bailar.
Bailaron varias piezas, se acariciaban y se besaban,
era mutuo el amor que se sentían entre ellos.
Y de allí…A la camita.
Que mañana tendría que viajar.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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