“Hoy…Tengo
ganas de hablar…”
- Hoy: Tengo ganas de hablar. De sacar muchos recuerdos
que me están carcomiendo.
En principio, debo decirte: Que lo he perdonado.
Y que todo ese daño que me hizo, pues lo he echado al pipote de la basura…
¡Es mas, le he pedido a mi Dios Santísimo que me saque
de mi corazón todo ese daño!
…Hoy tengo ese deseo inicial de hablar sobre este
tema…Pero por favor: No me interrumpas.
Ni me pidas nombres. Ni fecha. ¡Nada de eso!
Deja que sea de una forma espontánea que yo vaya fluyendo de mis propios labios -que ya están agotados- de tanta y tantas peleas, reyertas.
– Estas últimas palabras las fue pronunciando con mucha
lentitud.
Como si el tiempo, le estuviera deteniendo.
Se contuvo y tomó aire, con parsimonia.
Era una mujer muy hermosa, y en sus ojos se le notaba
ira contenida por muchos sucesos que la hacían sentirse engañada y burlada.
Como si todos aquellos sentimientos de ira y cólera, no
aceptaran ser develados por ella.
Bajó su cabeza. Parecía estar meditando y sopesando
cuanto iría a pronunciar.
Movía su cabeza de un lado a otro.
Su larga cabellera
-de color rojizo- se movía al
son de sus meditaciones.
Alzó sus ojos y los fijó en una imagen de Cristo
Redentor.
Dio la impresión de estar rezando en silencio, quizás
pidiéndole la venia Al Altísimo, por lo que iba a dilucidar.
Su mirada se fundió en sus pensamientos.
Pasaron varios segundos, que dieron la impresión de ser
siglos. Le costaba.
Se veía a leguas, que se libraba una batalla campal en
su interior.
- …Ya han pasado muchos años.
Y no es bueno, reprimir esos hechos, los cuales son muy
nefastos y sucios para mi, y pienso que sacándolos de lo mas profundo de mi
propio ser…Me sentiré libre.
En fin, debo sacar
-o por lo menos, lo intentaré-
eso debe ser positivo.
Diciendo esto, miró a su oyente que en ningún momento
hizo el menor atisbo siquiera de moverse, como comprendiendo que debía
permearse a la voluntad de esa bella mujer.
- En vida de mi madre y de mi padre, pues ellos me
acogieron en su seno, después de mi fracaso matrimonial.
Fueron doce años de feliz matrimonio…Hasta que fui
testigo de que ese señor me era infiel.
…Lo encontré con la mujer de servicio.
Y yo le dije: ¿Cómo te atreves a hacerlo con la mujer
que es nuestra sirvienta?
¿Con la misma que yo después trato como si fuese mi
mano derecha…?
¿Y en mi propia casa…?
¿Qué clase de engendro deforme eres…?
¿A quién se le ocurre semejante porquería?
Guardó silencio.
Sus dos manos cubrieron totalmente su rostro el cual ya
se encontraba lleno de sus propias lágrimas.
El ser testigo de esa monstruosidad… ¡Me mató!
Fue un hecho demasiado bestial.
Caí en estados de histerismos. Creí volverme loca.
Vivía en mi propia burbuja de “amor y felicidad” y
siempre buscando lo mejor para mi “esposo”
Pero la realidad, destrozó ese mundo hermoso, esa
vivencia tan bella y espectacular.
Fueron doce años de engaños. Doce años.
De maniobras que hacía a mis espaldas.
Después me fui enterando de muchas cosas mas y toda clase de marramuncias que hacía ese hombre.
De todas las trampas que estaba acostumbrado a hacerme.
…Y yo inocente…Nunca sospeché nada. En verdad.
De todos sus negocios turbios.
De todo ese bagaje de excremento en que me enlodó. Me
ensució.
Destrozó esa personalidad de mujer enamorada y que
confiaba ciegamente en todo cuanto él me alegaba.
Todas mis esperanzas cayeron. Mi mundo de “cuentos de
hadas” desapareció como por “arte de magia”
Recuerdo en cierta noche, que estábamos durmiendo los
dos, en nuestro cuarto y ¡de repente!
Cayó sobre nuestra cama cantidades inmensas de arena.
¡De tierra! ¡De lodo!
¡Eso es inaudito! ¡Nunca visto por mí!
Mi cara, mis brazos y todo mi cuerpo se encontraba
contagiado con todo eso…
¿Cuándo en mi vida me habían sometido a semejante escarnio?
¡Y no había nadie mas, solo él y yo!
¿Entonces, quién nos tiró esa arena encima…?
Nos asustamos.
Yo estaba temblando.
No entendía nada y era primera vez en mi vida, que eso
me pasaba.
Asustado, él corrió y salió de la habitación, para ver
quién era. Y por supuesto, no consiguió a nadie.
Y ahora que me recuerdo, esa tierra era hedionda.
Imagínate…Estábamos empapados en esa tierra.
Nos costó desnudar la cama y recoger toda esa
porquería. ¿Pero quién nos la había lanzado…?
No lo supe…Y le pregunté…
- ¿Y qué es “eso”? ¡Pues claro que él si sabía que era
arena sucia!, pero ¿cómo llegó a nuestra cama?
Y recuerdo que él estaba muy nervioso y me dijo…
- No te preocupes mi amor…A lo mejor es tierra que se
soltó de la placa…
- ¿De la placa, o sea de la platabanda…? – Y alcé mi
mirada al techo…Nada. Todo se veía normal.
El techo tenía su friso pintado de blanco. Todo se veía
normal.
- No creo que sea del techo.
Y la ventana está cerrada, al igual que la puerta.
…Y me dijo, meditando en voz alta…
- …Esto me huele a brujería… - Y yo me le quedé mirando
sin comprender…
- ¿Brujería…? ¿Brujería y qué es eso…?
- Seguramente hay “alguien” aquí que no quiere ya
nuestra presencia en esta casa…
- ¿…Pero después de tantos años…? – No me respondió.
Buscó la pala y una escoba y comenzó a recoger toda esa
porquería.
Había revuelto además de arena…
Mucho excremento y estaba húmeda.
Y su olor era repugnante.
Corrí a bañarme. Me restregué varias veces.
Y ese mal olor,
lo tenía pegado en mi cuerpo.
Menos mal, que gran parte cayó en mi sabana, la cual
cubría gran parte de mi cuerpo…Menos mi cara y mis brazos.
Cuando salí me eché perfume y mas perfume, pero ese
olor era como de zorrillo.
Demás está
decirte, que esa noche no pudimos dormir.
- …Y si es brujería, tal como me estás diciendo, me
pregunto: ¿A qué viene esto ahora, después de tantos años de estar habitando
esta casa…? – Y él ni corto ni perezoso me dijo…
- Debe ser que alguien mas se ha “enamorado” de esta
casa y nos quieren desalojar…
Porque ¿De qué otra cosa…A qué viene este ataque? – Yo
me le quedé mirando y en ese entonces, me pareció razonable.
Y me quedé tranquila.
…Era pendeja y le creía todo cuanto me decía.
Y me dijo con mucha vehemencia…
- Mañana mismo iré a visitar a una bruja.
¡Ella me ha de decir la verdad de todo esto! – Me dijo
muy serio. Y yo le creí.
En esa época, yo vivía en una burbuja. ¡Estúpida!
Creía ciegamente en todo lo que él me decía: ¿No era mi
esposo? El padre de mis dos hijos.
¿Cómo podía poner en dudas sus palabras?
Al día siguiente, llegó en la tarde de lo mas contento
y yo, le pregunté…
- ¿Fuiste a la bruja?
- ¡Ah sí! Y cómo te había dicho…Hay personas malas que
nos rodean y nos quieren separar.
No toleran ver que nuestro matrimonio es feliz y que
nos amamos con locura.
Y como siempre: ¡Le creí!
El caso es que después de eso se suscitaron muchos
episodios oscuros y misteriosos en esa casa.
Y hasta llegué a pensar que en verdad, nos querían
separar. ¡Y me aferré con mas fuerza a él!
…Un poco tiempo después…Fue cuando sin querer me levanté
para ir al sanitario y noté que él no se encontraba en la cama.
Y eso me extrañó muchísimo.
Pensé: Debe estar en la cocina tomando agua.
O a lo mejor fue a la sala a leer o a ver la
televisión, pensé: Seguramente que como no puede dormir, se levantó a
hurtadillas para no despertarme.
Así que me desplacé por todas esas partes.
La casa seguía a oscuras. ¡Nada!
No lo podía conseguir.
Me asomé al garaje…Y allí seguía el carro.
- Debe estar cerca… - Y seguí en mi búsqueda.
¡Jamás se me atravesó el cuarto del servicio!
¡Esa muchacha debe estar dormida!
Me decía yo y no voy a despertarla para buscar a mi
esposo.
Fui hasta el porche…Con la esperanza de encontrármelo
allí. ¡Y nada!
Solamente me quedaba el patio, pero el cuarto de la
mucama daba con la parte trasera de la casa…
Y allí me dirigí. Y en la medida en que me
acercaba…Escuchaba extraños sonidos, que me indicaban que algo estaba pasando
allí.
Apresuré mi paso y abrí la puerta y encendí la luz…
¡Allí estaban los dos!
Mira el corazón me pareció que se me detuvo y se me
partió en dos. El mundo se me derrumbó.
¿Encontrar a mi propio esposo, el padre de mis hijos,
con “la sirvienta”?
…Yo caí desmayada.
Cuando volví en mi, me encontraba en mi propia cama y
él a mi lado, apuradito y angustiado.
Y me repetía una y otra vez, que lo que había visto no
era cierto y que eso formaba parte de la brujería que nos habían echado.
Yo no pude responderle. Me encontraba destrozada.
¿Cómo tiene el guáramo suficiente para decirme que eso
que vi, no fue cierto?
Me agarraba, me besaba, me abrazaba.
Yo lo rechazaba una y otra vez.
No le dije nada mas.
Pero él entendió que ya todo se había acabado.
Me juró. Lloró. Me prometió.
Me dijo que si yo me iba: ¡Él se mataría de un tiro y
que esa sangre caería sobre mi conciencia!
No lo escuché. Tampoco discutí con él.
Juró por su propia madre viva, que eso ya se había
acabado.
Hizo como todos los animales, para que yo le hiciese
caso.
Pero ya mi decisión estaba tomada.
Llamé a mi padre y a mi madre y les conté vía
telefónica.
A pesar de que vivíamos muy lejos.
Al día siguiente llegaron: mi madre, mis hermanos y mi
primo.
Ya todo lo tenía recogido. La ropa de mis hijos, sus
juguetes y mi ropa. ¡Nada mas!
Mi ex esposo se opuso a que me llevaran y mis hermanos
y mi primo, lo amenazaron:
- ¡Si sigues en tu cómica! Nos vas a obligar a utilizar
la pistola… ¡Y van a haber muertos!
Mejor te apartas y deja que nos vayamos.
Los abogados se entenderán después.
Y luego de
tantas discusiones, me sacaron a mis hijos y a mi de esa casa.
El viaje duró varias horas. Pero yo me encontraba en
shock. Al llegar a casa de mis padres, mi papa me esperaba con un médico y de
inmediato comenzaron con el tratamiento médico.
Psicólogos y psiquiatras me trataban.
Me hicieron cura
de sueños.
Mi cerebro, borró varios meses de sufrimiento.
Yo dejé de comer. Me alimentaron vía suero.
No podía dormir. No conseguía paz a mi espíritu.
Para mí, mi vida estaba llegando a su fin.
Pasaron varios años en que me sometieron a todo tipo de
tratamiento médico.
Me sostuve por esas dos criaturas, que eran muy niñitos
todavía. Por ellos es que me sostuve.
Fueron años en los que mi memoria es muy débil.
Tan solo recuerdo, que yo le pedía al Espíritu Santo,
¡Señor saca de raíz este sufrimiento que me está
matando!
…A los años, comenzaron a llegarme a mis oídos todas
las vagabunderías que hizo ese hombre.
Y que aquella vez que nos echaron tierra en la cama,
era un embrujo de una de esas mujeres con las que él se revolcaba y después
llegaba a mi cama a poseerme…Ensuciándome también con esas porquerías.
“Tierra de muertos” me aseguraron, y esa barbaridad me
la echaron a mi también, que ninguna culpa tenía, ni tengo tampoco de que él
haya hecho lo que hizo…Y que continuó haciendo.
Y tantas…Y tantas cochinadas.
Después ya en proceso de divorcio, envenenaba a mi
pobre hijo -de apenas nueve años- para que me vigilara y tomara la placa de
los amigos que frecuentaban la casa de mis padres.
Eso fue una etapa muy espeluznante y sucia.
Nunca llegué a pensar de la clase de “hombre” que era
ese señor.
Pero sin embargo, nunca envenené a mis hijos en contra
de su padre.
¿Y qué culpa tienen ellos…?
¿Y qué culpa tuve yo…? – Detuvo su hablar.
Se levantó. En jugó sus lágrimas.
Miró de nuevo el Cristo Redentor y se volvió a fundir
en sus pensamientos.
Pasados unos minutos, me dijo…
Mi vida no ha concluido. Después de eso, una nueva
etapa de sin sabores, resquemores y desaciertos…Se han estado dando.
Desgracia mas tragedias. Pleitos y desengaños.
Cuestiones familiares. Diferencias entre nosotros.
Pero eso ya tendrá que ser en otro momento.
Mi vida no ha sido fácil.
…Por hoy está mas que suficiente, después con mas calma
continuaré… - Y apareció de nuevo la majestuosidad en el sufrimiento de esa
mujer, quien decidió callar.
Con seguridad, tenía muchas cosas mas que narrar, pero
sus sentimientos no se lo permitieron.
Y por eso calló. Sin botar una sola lágrima.
Se levantó de esa silla en la cual se encontraba
sentada y sencillamente se marchó.
Sin decir adiós, ni siquiera un “hasta pronto” y
entendí que su dolor era demasiado fuerte, por esa razón preferí quedarme
estático.
Ya vendrá un nuevo momento. Una nueva oportunidad y
quizás…Me narre eso que prefirió callar.
A veces las mujeres se vuelven muy misteriosas y es
cuando es preferible…Quedarse quietecito.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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