“Cuando las apariencias engañan”
Lisbeth seguía con
atención las artes de Flavio, veía extasiada como ejecutaba con ese poder que
emanaba de él.
Embelesada veía como
manejaba las serpientes.
Como regañaba las fuerzas
oscuras.
Una y otra vez, veía como
mezclaba esos polvos secretos, ponía todo su empeño para oír sus extrañas
oraciones -las cuales las hacía entre
dientes- asombrada, veía sus efectos (y
se embelesaba de tanto poder.) y muy en su fondo acariciaba la idea de ser ella
la que ejecutara todos esos pases milagrosos.
Mientras el resto
mostraba terror, ella no lo hacía, al contrario…Lo anhelaba.
En cierta ocasión,
contempló en la oscuridad una sesión en la cual él, se dirigía a un montón de
huesos inanimados -ya le habían
prevenido de que ni siquiera se acercase-
pero esas advertencias lejos de amilanarla, la excitaban.
Era de vital importancia,
hacerse de todos esos poderes.
Contempló extasiada como
se fueron uniendo esa cantidad de huesos humanos.
Asombrada los veía como
se juntaban de la manera mas natural.
En pocos segundos, fue
testigo de cómo adquiría vida propia.
Fuera de sí misma,
escuchó las palabras mágicas y ese rito tan misterioso y extraño.
Escondida como estaba,
intentaba permutarse con el medio ambiente.
No se atrevía ni a respirar -para no delatar su presencia- y vio como ese Gran Mago, hacía el mayor
milagro de su vida: Volvió a la vida a un hermano suyo -muerto hace años- fue una sesión larguísima y tediosa.
Pero no perdió ni un solo
micro segundo, e iba grabando en su memoria
-como si fuese una filmadora- nada
se le escapaba.
Minuciosa como era,
detalló todo a la perfección.
No fue descubierta. Jamás
el hechicero detectó su presencia.
Fue un silente testigo de
todo cuanto trataron. De la forma como se abrazaban.
Del aprecio que se
mantenían.
Muchos secretos, dejaron
de serlo, para ella.
Sigilosa, guardó todo en
sus adentros.
Y a pesar de la duración,
todo lo soportó.
Y ya para finalizar, puso
total atención paso a paso de todo.
Vio como el “recién
vuelto a la vida” se fue desintegrándose. Y sus carnes malolientes, se fueron
escaseando hasta que desaparecieron.
Y en un segundo, todo ese
andamiaje cayó al suelo, en la misma posición en que estaban.
Contempló el rostro del
hacedor, y lo vio muy concentrado. Sus labios se movían pero eran casi
imperceptibles…Menos para ella.
Quieta como una estatua,
sin respirar, contempló como el hombre con todo el amor y reverencia que le
tenía, fue agrupando hueso por hueso y los metió en un cofre de apariencia muy
rústica y de bastante uso.
Saco una llave, le puso
el candado y lo cerró.
El hombre temió que lo
estaban viendo, y se volvía de repente, sintiendo la fuerza de una mirada, que
no pudo divisar.
Escondió el cofre. Respiró. Dijo unas palabras en un
lenguaje desconocido.
Lisbeth las guardó en su
memoria.
Esperó a que se fuera.
Espero mas de una hora. No se atrevía a moverse, para no detallar su presencia.
Sigilosa se movía como
una gata al asecho.
Fue hasta la habitación
del nigromante.
…No había llegado. Y lo
esperó afuera.
- ¿Qué haces aquí? –
Escuchó una fuerte y muy ronca voz de hombre. Era él. Y ya ella, lo aguardaba.
Así que sin mirarlo, le bajó su cabeza y le dijo…
- Quiero ser tuya.
- ¿Y para qué? – Le preguntó
con toda la desconfianza que siempre mantenía a toda fémina que se le acercaba,
y ella, siempre lo cortejaba. Solo que lo intrigó su permanencia a esa alta
hora de la noche. Era sin luna y la oscuridad era proverbial.
- Porque te deseo. Y bien
sabes que debo ser tuya. – Él no le respondió nada. La bordeó y sacando un
juego de llave, procedió a buscar la que abriría su aposento.
- Yo sé lo que tú quieres…
- Ser tú mujer, eso es lo
que mas anhelo.
- Quieres “mi secreto”
- A ti es a quién mas
quiero. – Le acarició la espalda, y luego muy melosa se le fue acercando. Y él
se lo permitió.
Esa noche durmieron
juntos.
Él se quedó dormido…Pero
ella no. Miraba todo a su alrededor. Pudo ser testigo de que no estaba sola.
Muchos del otro mundo, la seguían con la mirada, pero ella no se inmutó.
En lo que quedaba de
noche, se le acurrucó a su lado y descansó.
Se despertó antes que él,
se levantó muy cuidadosa y fue a prepararle su desayuno.
Estando en la cocina, lo
escuchó cuando él se despertó. Con su fino oído, le fue siguiendo paso a paso,
todo cuanto hacía.
Parecía que poseía ojos
en su espalda.
- ¿Cuál de mis “secretos”
quieres de mí…?
- Todo lo que tú me
quieras dar. Pero el principal es: ¡ser tuya, para siempre! – La contempló en
silencio. En todos sus años de vigencia que llevaba como Brujo mayor, jamás
nunca había tenido una mujer que le fuera tan persistente…Pero algo en ella,
aún no le cuadraba. Y era ese afán de querer dominarlo todo. De saberlo todo.
De apropiarse de todo.
(…Pero es hermosa ¡la condenada!) Pensaba mientras le
contemplaba ese cuerpo tan hermoso y tan voluptuoso.
- Pienso que quizás…Te de
lo que tanto ansías.
- ¿De verdad mi amor? –
Le preguntó mientras lo enjugaba en su abrazo amoroso, y él se sintió muy
acogedor en sus brazos.
(Quizás me pueda auxiliar
en cosas menores) meditaba mientras comía.
Y ella ya sabiendo que
estaba venciendo sus muchas resistencias, fue aminorando su entusiasmo.
Se mostró un tanto
desinteresada.
Y a sus espaldas, ella lo
seguía.
Anotaba paso a paso.
Y así siguieron sus días.
Y su aprendizaje fue lento -según él
creía- pero en la oscuridad ella iba
capturando paso a paso…Todo.
Pronto comenzó a ejecutar
los pases que en silencio y a escondidas, ella les había pillado.
Y todo esto a sus
espaldas.
El tiempo fue pasando, y
en ese transcurrir él se fue afianzando en ella.
Hasta que decidió que le
podría “suplantar” en el caso de que él por cansancio o hastío…No quisiera.
Pronto se vio que iba dándole
mas y mas.
Llegó el momento en que
ya ella, le hacía “su labor”
Ya todo lo que había sido
consagrado para él solo…Era compartido con ella.
…Tan sólo faltaba una
oración…
Él la guardaba muy
celosamente…
Astutamente, le fue
venciendo su cada vez menos resistencia…
¡Hasta que le llegó su
hora!
Ese anciano practicante,
doctor en muchísimas ciencias ocultas…Creyó muy conveniente…Cederle su puesto a
su “ya costilla”
…Y le dio las últimas
instrucciones…
Ya ella, dominó todo.
Todos le obedecían y su
poder sobre esas fuerzas ocultas, le conocían.
Y ejecutaban sus órdenes
sin chistar.
Cuando sintió que se hizo
de todo el poder…
Ya no quiso mantener “¡a
ese viejo inútil!”
Convocó a todos los
Poderes y así se los dijo.
Era preciso, no solo
desconocerlo, habría que anularlo. Dejarlo sin poder alguno.
…Y eso hizo.
De la noche a la mañana…Ella
era la Reyna.
Y no deseaba a un
inservible a su lado.
Desde ese preciso
instante…Aquel Mago Poderoso, se transformó en un horrendo sapo. Lo desterró.
No quiso verlo mas.
En desgracia cayó…
Logró escapar y salvar su
vida.
Desde entonces Flavio era
tan solo…”Un saco de huesos que caminaba sin dirección segura”
Vacilante y temeroso se
escondía en los rincones. Temía por su vida.
Y ciertamente…Su vida no
valía nada…
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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