“La opción que asumió la señora María”
La señora María
es una mujer mayor ya, abuela incluso, obesa. De andar muy pesado.
En su rostro
refleja muchas arrugas.
De frente
angosta.
De cabellera que
le llega a sus hombros.
Esta matrona, es
madre de una hija y dos varones.
Esposa de un
hombre que es “esclavo” adicto a su trabajo, al cual se desempeña por
mas de doce horas diarias, y quizás por esta misma razón ella haya tenido que
asumir las riendas de su propio hogar -que
aunque teniendo hombre a la vista-
quizás él no se haya visto afectado a los problemas cotidianos con las
relaciones familiares.
Toda su confianza
la depositaba en ella.
Hasta su propio
dinero, sus hijos, sus negocios…Todo.
También es
posible que él haya asumido su posición intransferible de “ser el único
proveedor familiar” y de que ella, se hubo que hacer cargo de todos los
conflictos entre sus hijos.
El caso es que,
ella hizo eco a las quejas de su hija, la cual -una vez casada- exigía que le dieran la parte de su
herencia -que por ser hija- se creía en
pleno derecho.
El caso es que
nunca tomó en cuenta que ya su hija, había tomado su decisión de unirse en
matrimonio, pero quizás su hombre, como no poseía riqueza material…Pues
recurrió a enguerrillar a los suyos, en
la famosa “herencia familiar”
Su hija alegaba
que ella poseía los mismos derechos que sus hermanos y que ella -su madre-
debía adherirse a ella -en su
condición de mujer- la madre en cuestión creyó conveniente la
pretensión de su hija, ya que esta le aducía que ella también tenía derecho a
tener el dinero suficiente como para poder comprar su propia casa.
Tanto peleó,
gritó, forcejeó…
Que finalmente la
apoyó.
Y comenzó su
guerra con su marido.
Lo instaba a que
en vida, repartiera de una vez por todas su herencia y que la repartición
beneficiara a su hija -que estaba en minusvalía- por estar encinta y próxima a ser madre, en
pocos días.
Fue tal la guerra
a la que sometió al esposo, que al ver que este no reaccionaba a sus
peticiones… ¡Lo botó de su casa!
Quedándose con el
negocio y poniendo al frente a su yerno, el cual ni corto, ni perezoso, asumió.
Pronto toda la
familia emergió de sus cristales individuales y cada uno asumió su cuota de
responsabilidad.
Pero ya el hecho
estaba consumado.
¿El viejo? A la
calle. Eso si, con su ropa -entre sucia
y limpia- pero sin nada de dinero.
La señora María
aupada por su propia hija, lo echó tal si fuese un perro sarnoso.
¡Se vio a si
misma como una ganadora!
Al fin, había
puesto en “su puesto” a ese bruto incapaz. ¡Lo echó para siempre! ¡Qué bien!
Los ¡bravos y hurra”!
que le endilgaba su hija y su yerno, la envalentonaban.
Sus hijos, se
encontraban indecisos.
La paz se
encontraba en desbandada.
Ninguno de los
varones de esa familia, se sentían seguros allí.
Los que no
estaban de acuerdo con ese golpe de estado dado por la madre y su hija…
Debían abandonar
también esa casa.
El pobre hombre
comenzó a deambular de un sitio a otro.
Como ánima en
pena, se le comenzó a ver por esos lares.
A trabajar para
poder comer.
No lograba
asimilar nada. No quiso pelear, ni salir en defensa de nada.
Accedió a todo. Y
callado salió.
Se vio
desplazado, no por otro hombre, sino por su propia hija, quien acompañada por
su marido lo consideraba un estorbo.
- …Pero: ¿Qué fue
lo que pasó en realidad…? – Se preguntaba una y otra vez el defenestrado padre
familiar…Pero nunca obtuvo una respuesta diferente de su “aun esposa”
- Nunca quisiste
ocuparte de nuestros problemas familiares. ¡Siempre trabajando y trabajando!
¿Y mientras
tanto? ¡Tu propia hija pasando calamidades!
- ¿Calamidades…?
Si ella junto a su marido viven a mis costillas, él no compra nada. Y comen y
beben el producto de mi trabajo.
…Pero: ¿Cuál ha
sido mi falla?
Siempre te di
todo el dinero, tú te encargaste de todo.
Ella decidió su
propia vida, yo no la obligué a que se casara con ese hombre. Ella misma lo
eligió. – Pero realmente, ella nunca quiso escucharlo.
- ¡Fallaste como
Padre! ¡Nunca te interesó!
Tú única
preocupación es: ¡Trabajar, trabajar y seguir trabajando!
¿Y a mí...Qué…?
¡Me dejaste la carga de todo!
Siempre te dije
que la aconsejaras… ¡Pero claro: Primero tú negocio! ¿Y ella? – Lo miraba con
rabia ya desatada.
Y él…Se sometió a
la decisión de su compañera.
Ya no era su
amiga, como tampoco su esposa…
Era su ejecutora,
la cual lo estaba echando de la casa, que él mismo se mandó a construir, tanto
para ellos dos, como para sus hijos.
Pero la ceguera y
la vanidad de su hija, poco le importó.
Él lo supo, sus
dos hijos se lo venían advirtiendo, pero nunca creyó que eso se materializaría…
- Padre, tu yerno
quiere quedarse con todo…
- Tu madre no lo
dejará.
- Si lo hará.
Tienes que hablar con ella, sino mami cederá a sus pretensiones y de aquí nos
sacará a todos.
- Tú madre de eso
se encargará. Ella no permitirá que eso suceda. Ten fe, que no nos sacarán de
esta casa.
- Si, mi hermana está luchando para sacarte de allí.
- Tu madre no la
dejará.
- Es necesario
que te impongas. No le des mas oportunidad, ella nos va a sacar.
- Tú madre no se
lo permitirá. Es ambiciosa, pero ya verás que no se lo permitirá. Además eso es cuestión de mujeres. No tengo
nada que hablar con ella. – Y no habló, ni se impuso.
Permitió que
siguiera su curso natural.
En realidad nunca
llegó a creer que su propia esposa, su compañera de toda la vida, su única
amiga fuera a ceder ante la pretensión de su propia hija…
Pero cedió…
Y no contenta con
eso, se quedó con casa, negocio y con todo el dinero también.
La señora María,
obtuvo el beneplácito de su propia hija, quien en el acto asumió las riendas
del negocio y expulsó a sus hermanos, tomándose todo el dinero en cuestión.
Fueron momentos
de mucha tensión, sus hermanos pusieron resistencia, pero ante la ferocidad de
la hija, su progenitora la secundó.
…Los hijos uno a
uno, se tuvieron que marchar.
Hoy en día, ya
han transcurrido varios meses.
La hija progresó
en el negocio.
Pero: ¿Progresó
en verdad…?
Ante los clientes
quienes notaron la ausencia de su
capitán, preguntaban por él y ellas siempre le respondían:
“Él está enfermo.
Cuando se cure volverá”
“En pocos días
volverá.” Y cosas por el estilo.
Pero los días
fueron pasando, las semanas se transformaron en meses…Y nada que aparecía el
hombre.
Poco a poco, esa
inmensa clientela, acostumbrada a que los atendiera aquel hombre afable y fiel…
La calidad, la
atención y los nuevos precios que ellos impusieron…No fueron del agrado de la
clientela.
Se fueron
distanciando. Al ver que nuevas personas se encargaban de ese negocio.
Y ellas por mas
que quisieron e hicieron minimizar esa presencia…No pudieron.
Pronto se vieron
solas.
A los pocos días,
asistía solamente la hija, quien tenía trabajando a su esposo y a nuevo
personal.
Todos la veían,
siempre pendiente de su celular.
Riéndose ruidosamente y sin atender para nada a su
clientela.
¿La señora María?
Ya no se ha visto
mas en el negocio.
Y viviendo en su
propia casa, ha sido relevada por su propia hija, quien le ha quitado su propio
dormitorio matrimonial y la “ha dejado” seguir viviendo allí, pero bajo su
propia tutela.
Si trabaja come.
Y sino…Pues que se vaya.
Ya esa casa cayó
en tinieblas.
La hija muy
feliz, ocupó los cuartos de sus hermanos introduciendo allí a quienes ella ha
querido, y disponiendo de todo como tal.
Nunca se ha
querido interesar por la salud de su propio padre, ni de sus hermanos
deambulantes.
Ella está
satisfecha. Puso a su madre a que le criara a su propia hija, bajo su
supervisión.
Hoy en día ella
es la que hace y deshace.
…En verdad: Nadie
sabe para quién trabaja.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
No hay comentarios:
Publicar un comentario