“Mientras todos dormían…”
Nota muy importante:
Al
parecer en mis publicaciones se están “colando cookies” y esto me está trayendo
este tipo de notificación.
Reconozco
públicamente mi ignorancia sobre este tipo de tema;
Tan
solo soy un escritor que deseo compartir con todos ustedes mis escritos, muy
lejos estoy de violar o incumplir con reglamentos de la Unión Europea.
Por
lo que me veo obligado a publicar este tipo de notificación.
Deseo
informarles que me apego a todo el lineamiento del marco legal, y si esto está
sucediendo; es por mi desconocimiento en esta área.
(Este
aviso me está llegando y quiero hacerlo público para que todos estemos al
tanto.)
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4:58 (hace 3 horas)
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Hola, Bernardo Enrique L:
Hola belbaltodano, échale un ojo a lo que pide la
UE: https://support.google.com/blogger/answer/6253244?hl=es
La ley en septiembre, sino me equivoco cambia, así que mucho ojo.
La ley en septiembre, sino me equivoco cambia, así que mucho ojo.
Mientras todos dormían, y
en la quietud de la madrugada, Ana la esposa de Luis, escuchó unos ruidos muy
extraños.
Asombrada, puso mucha
atención.
- Sí, algo raro debe
estar pasando… - Se dijo entre dientes.
Miró el reloj y vio que
eran apenas la una y cincuenta y un minutos de la madrugada…
Sigilosa se fue
levantando de la cama, mientras su marido seguía rendido en su sueño de lo mas
profundo.
¡Trac…Trac!
En la profundidad de la
noche el menor chasquido se transforma en una bomba de aterradoras
consecuencias.
Ana se deslizó y corrió a
asomarse por la ventana de su sala que daba a la calle.
Miró hacia afuera…Todo se
percibía normal.
Oscuro, no vio ni
siquiera a un perro deambular.
No obstante, ella segura
estaba que algo raro afuera se estaba gestando.
Ese silencio expectante,
la brisa ligera que veía que mecían las ramas de las matas de afuera.
Decidió cambiar de sitio,
no encendió ninguna luz y a tientas se comenzó a desplazar dentro de su casa.
- Me voy al cuarto de mis
hijos…Allá tengo otra ventana… - Se dijo como para tomarse mas fuerza y
determinación.
- ¡Qué extraño, ni los
perros de los vecinos están ladrando! – Se dijo así misma, mientras se ubicaba
lo mas sigilosa detrás de esa ventana.
Con el mayor cuidado,
(temerosa de que la tela que ella misma había colocado para protegerse del sol
y de las miradas insidiosas), la fuese a delatar, tomó una parte la del lado
derecho y la fue levantando con el mayor suspenso de su vida.
Todavía escuchaba a lo
lejos…Ese ruido que la mantenía en zozobra…
Recogió la tela…La echó a
un lado y echó un ojo hacia afuera…
¡Y lo que vio, le
confirmó todas sus terribles sospechas!
…Eran dos elementos que
en medio de las penumbras, se movían con el mayor de los sigilos…
Pero aun así, sus torpes
pisadas chocaban con material de construcción que ellos mismos mantenían en el
patio de su casa.
- ¡Y se quieren saltar la
cerca del vecino! – Se dijo así misma asustada y persignándose una y otra vez.
Pensó: (¿Y ahora qué
puedo hacer…?)
Y se recordó que su
esposo aun dormía plácidamente en su cama.
- ¡Esto tiene que saberlo
Luis! – Y sin pensárselo mas, echó una última mirada…
Vio cuando los ladrones,
chequeaban todo su entorno con la mayor desconfianza del mundo.
Uno de ellos, le indicaba
al otro, que le pasase ladrillo por ladrillo…
- ¡Los muy bandidos, se
quieren saltar la cerca de mi vecino! – Ya al comprobarse la intención de los
cacos, corrió a su habitación y comenzó a despertar a su dormido compañero.
- ¡Luis, Luis! – Lo
llamaba mientras lo empujaba una y otra vez, pero era que el condenado hombre,
no se despertaba.
- ¡Luis, despierta!
- ¿…Quééééé pasó…? – Le respondió muy molesto, ya que
deseaba seguir en lo suyo…
- ¡Que se están metiendo
dos hombres!
- ¿Quééééé…? – Le
preguntó mientras se levantaba con la velocidad de un rayo.
- Son dos. Y están en el
patio…Se esconden entre los bloques que tenemos apilados en el patio.
- ¿Estás segura? –
Pregunta tonta, pero es que Luis aún no se despertaba del todo…
- ¡Apúrate! Antes de que ocurra una desgracia… - Le
alertó mientras veía que se estaba quedando otra vez dormido.
Lo removió con fuerza, y
él entendió que debía estar presto.
Se pasó sus manos por sus
ojos, los cuales les costaba mantenerlos abiertos. Pero ya mas consciente,
comenzó a moverse con mas precisión.
- Tráeme la escopeta. –
Le indicó él con la mayor sangre fría posible. Ella le obedeció en el acto y se
la trajo.
Él verificó que estuviese
cargada. Eran dos las balas que se mantenían en su cartucho.
La enfundó y le indicó
por medio de señas de que le indicara en dónde estaban esos sujetos que se
atrevieron a violar su morada.
Ella lo agarraba por las
manos, temerosa de que esa acción se volteara en contra de ellos mismos.
- Mi amor, ten mucho
cuidado. – Le previno, pero ya él había tomado su decisión…
Sea quien sea, lo iba a
pagar bien caro.
- Amor…No vayas a
matarlos…
- ¡Tú no te metas! Dime:
¿En dónde están?
Y déjame que defienda mi
casa. – Ella intentaba agarrarlo, antes de que fuera a hacer una locura, pero
en el fondo sabía que él tendría que hacer…Lo ideal era que solamente les
disparara para asustarlos ¡y que se fueran corriendo!
…Pero conociendo como lo
conocía…Temía lo peor.
Lo llevó hacia el cuarto
de sus hijos.
Ambos comprobaron que
ellos seguían tranquilos durmiendo cada uno en su camita.
Pasaron al lado de cada
uno de ellos.
- Están bien. – Le dijo
ella, en un arranque de nervios. – Mira: ¡Allí están!
- ¿Dónde? – Él no
identificaba el sitio exacto, ya que la oscuridad lo confundía.
- Allí.- Le indicó ella
agarrándole por la cabeza e indicándole con su dedo, la dirección exacta. Él
afinó mejor su mirada, y los pudo ver en medio de esa penumbra tan espesa.
Apuntó con su arma…
- ¿Estás loco? – Le gritó
ella- ¿Vas a despertar a los hijos? – Él bajó su arma larga y comprendió que
era una verdadera locura (¿Dispararle en el cuarto de sus hijos? ¡Estaba loco!),
pero ya su sangre le hervía de la cólera que sentía por ese par de bribones.
Corrió hacia el patio de
su casa.
Ella intentó detenerlo,
pero él la empujó y le gritó que lo dejara quieto.
- ¡Déjame actuar!
- No los vayas a matar. –
Le acondicionó sus temores. Él la miró y por respuesta, le dio la espalda y le
indicó que cerrara la puerta en cuanto él saliera al patio.
Ella se mordía sus uñas.
Estaba terriblemente nerviosa temiendo que su marido fuera a vaciar los dos
tiros y dejara a ese par de trúhanes…Tiesos. Muertos.
Cerró la puerta una vez
que él salió.
Aunque se negaba a
hacerlo, pero era preciso obedecerle. Ya lo conocía, eran muy pocas las veces
en que veía esa resolución reflejada en el rostro de su muy pacifico esposo.
- ¡Ay Dios mío! – Susurró
ella, mientras trataba de espiarlo a través de la puerta ya cerrada. Trató de
seguirle sus pasos.
Pero no podía. Las
paredes se lo impedían.
Así que corrió hacia el
cuarto de sus hijos, para presenciar la continuación de esa trama que le había
robado su calma.
Escuchó unas graves
pisadas, provenían de su techo.
- ¡Ese es Luis! – Se dijo
tratándose de calmarse. - ¿Y si lo oyen…? – Se refería a los dos intrusos. Se
asomó y pudo entrever que ya habían apilado una hilera de bloques y que uno de
ellos, trataba de escalar por encima de ellos, como en efecto logró.
Su compinche lo ayudaba.
Pronto fue testigo de
cómo se logró encaramar por encima.
Vio cuando ya uno de
ellos, estaba casi al borde de la cerca, presto a saltarse…
El otro lo prevenía.
Ambos seguían nerviosos y temerosos de que alguien los fuese a descubrir.
Con el mayor de los
cuidados, el que ya estaba arriba, se comenzó a preparar para escalar el metro
y medio que le faltaba para saltarse en la propiedad ajena.
Vio el vehículo que lo
incitaba a robar.
…Le indicó al otro, que
se fuera hacía el frente mientras él se saltaba…
Ana sudaba copiosamente.
Temerosa de que alguno de esos, que ya veía que estaban armados con un revolver
o pistola…No supo precisar qué era…Pero iban armados.
- ¡Dios protege a mi
marido! Él no conoce ni de armas, ni tiene practica… ¡Ayúdalo por favor! – Rezaba copiosamente, mientras intrigada se
preguntaba en qué parte de su techo se encontraba Luis.
El que estaba encaramado
en la ruma de bloques de concretos, ya tenía sus dos manos sobre el borde de la
cerca…Levantaba su pierna derecha…
¡…Cuando de repente se
escuchó una tremenda detonación!
En medio de esa calma…
Todo se volvió un caos.
Los perros comenzaron a ladrar desaforados.
Algunos vecinos corrían y
prendían las luces de sus casas.
Pronto unas linternas
comenzaron a rasgar la oscuridad, en búsqueda del sitio en donde se había
originado aquel balazo.
Ana fue testigo cuando el
hombre, no pudo saltar… ¡Cayendo irremediablemente en la tierra de su propio
patio!
- ¡Lo mató! ¡Lo mató! –
Gritaba frenética mientras sus hijos se despertaban por ese escándalo.
- ¡Quédense quietos,
sigan durmiendo! – Les ordenaba a sus hijos, pero ellos lloraban y gemían por
el temor que sentían al ver a su madre toda temerosa.
- No pasa nada. Quédense
quietos. – Les repetía mientras intentaba seguir averiguando a través de su
ventana.
El menor de sus hijos,
corrió y la abrazó, ella lo consoló, e intentaba seguir el curso de los
acontecimientos que seguían en pleno desarrollo.
- ¡Ayúdame…No me dejes
morir! – Escuchó en medio de esa madrugada tensa.
- ¡No lo mató!
- ¿Quién lo mató, mami? –
Le preguntó su hija mayor mientras intentaba afanosamente asomarse, pero su
madre se lo impedía y les incitaba a que se calmaran.
- Papi está arriba, él
nos está protegiendo.
¡Cállense! – Volvió a
mirar, y fue testigo de cómo el otro seguía indeciso, no sabía si caerle a
tiros, al que cobardemente había herido a su compañero o salir huyendo a toda
carrera.
- ¡Ayúdame desgraciado! –
Le suplicaba el herido.
- ¿En dónde te dieron?
- En la nalga. Ayúdame a
levantarme y huyamos de aquí, ¡antes de
que nos maten como a unos perros! – El otro corrió en su auxilio y lo sujetó lo
mejor que pudo, sin perder de vista…Chequeaba todos los lados.
Nunca pudo precisar de
qué ángulo, ni quién los había descubierto.
Cojeando el mal herido,
logró erguirse, claramente se veía que le costaba mucho caminar. Se apoyó en el
hombro de su compañero y en medio de ese escándalo y aprovechando que la
oscuridad espesa de esa noche seguía a favor de ellos, comenzaron su huida.
Torpemente se
desplazaban.
Un hilo de sangre los
delataba.
Lograron salir de ese
sitio funesto.
Doblaron la esquina
siguiente, y en vez de coger por la calle, se metieron por la espesura del
monte.
Y cuando ya creyeron que
estaban a salvo…
¡Otra detonación se
escuchó!
- ¡Ay me dieron a mí
también! – Gritó desesperado el que iba sano.
Pero ya la adrenalina
estaba en su mayor apogeo…Corriendo se confundieron entre las matas. Iban
heridos ambos.
Alguien lo seguía a
través de la mirilla de su escopeta…Lo siguió hasta que se perdieron en la
espesura del monte.
Pronto salieron varios
vecinos. Envalentonados se veían con armas cortas y largas, con machetes y
hasta con cuchillos de cocina. Las mujeres detrás de sus maridos.
Se veía claramente que
dormían…Pero que ya estaban “al pie del cañón” en defensa cada uno de su
propiedad, de sus bienes y de su propia familia.
- ¿Qué pasó, qué pasó? –
Era la pregunta que neciamente se hacían entre ellos.
- ¡Eran dos ladronzuelos
que intentaron meterse en la casa de Germán! – Les informó otro de los vecinos.
- Si, pero ¡yo escuché dos tiros! Uno primero y a los
minutos: ¡otro! – Clamaba angustiada una de las vecinas, que no atinaba a
comprender con exactitud lo que había ocurrido.
- No sé con exactitud
quién le disparó…Pero yo mismo fui testigo de que uno de ellos iba a saltarse
la cerca, cuando le dispararon en una nalga. ¡Cayó al suelo del patio de Luis!
El otro corrió en su
auxilio. Y cuando viraron la cuadra, en vez de seguir por la vía…
Se metieron por el
monte ¡y fue cuando escuché la otra
detonación!
…Le pegaron un tiro en la
nalga del que iba bien…
¡Y de repente se
perdieron entre la espesura!
Ana seguía adentro,
escondida.
Temerosa salió a su
patio, y vio la incertidumbre reflejada en su rostro, quien temeroso de darse
un mal golpe, buscaba la mejor opción para bajarse.
- ¿No lo mataste verdad? –
Su pregunta no tenía sentido, y ella misma se corrigió cuando le dijo…
- Le diste en una nalga…
- Debí darle en la
cabezota…A esos desgraciados hay que matarlos. – Sentenció gravemente su
esposo, ya satisfecho de haber cumplido con su deber de defender su propia
casa.
- ¿Y quién le habrá dado
al otro…? – Le preguntó Luis.
- ¿Y no fuiste tú mismo,
pues…?
- ¿Y cómo…? Cuando
doblaron por la esquina, salieron de mi campo de visión. – Le explicó él, y fue
cuando ella entendió…
- …Entonces si no fuiste
tú… ¿Quién fue…?
¿Lo habrá matado…?
- Eso lo sabremos mañana,
si vemos los zamuros sobrevolando la zona…
Cuando salga el sol.
Vamos a seguir durmiendo.
– Le dijo él mientras le devolvía la escopeta.
No obstante, ella
verificó…Y si…Había otra bala en el cartucho…Suspiró aliviada.
- Hay que seguir
durmiendo. No vaya a ser, que nos achaquen a nosotros, ¡esos muertos!
- Si es mejor, quedarse
quietos. – Ella levantó suavemente una de las cortinas de otra ventana, y se
comprobó que sus vecinos seguían mirando y mirando, tratando de
encontrarles…Pero ellos prefirieron seguir en su bajo perfil.
Y era lo mas prudente. La
noche esconde con su oscuridad, los mas bajos instintos.
- Mañana será otro día… -
Repitió la consigna de su esposo. Tranquilizó a sus hijos y trató de arrullarlos
con canciones de cuna.
Pronto la calle se
despejó. Hay que darle el curso correcto…De noche…Hay que dormir…
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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