M
“M i c h e”
Un hombre muy místico…Misterioso…
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- Tenemos que tener mucho
cuidado José, mira – Y le señaló al mesero quién abiertamente no los perdía en
ningún segundo. El amigo chequeó la actitud de vigilancia, pero en verdad eran
otras las cosas que lo mantenían muy preocupado.
Algo lo mantenía en
suspenso.
Pedro no le perdía pisada.
- ¿Te sientes bien?
- Si. Aunque ese puentecito
de los “enanitos”…
Las miradas se volvían hacía
ellos.
- Mira José tú veras si me
crees o no…pero mejor baja el tono. Recuerda que estamos en su territorio.
Pero su acompañante no quiso
o no supo disimular y abiertamente se expresó así…
- ¡A mí no me vengan con
esos cuentos de camino! Lo mío es en serio. De frente. Cómo hablamos y tratamos
los hombres.
- ¿Ya te emborrachaste?
- No. Todavía no.
- Bueno he tratado de
cuidarte, pero si tú no colaboras te dejo solo…Yo me voy.
- ¡No te vayas chico! Si
estamos acá muy tranquilamente. ¿No ves qué nada extraño está pasando? ¡Ni
pasará! – No había terminado de expresar sonoramente estas palabras, cuando de
repente vio a un hombrecito de escasamente unos quince centímetros. Es mas,
hasta llegó a pensar que era algún tipo de animal de dos patas. ¿Dos patas?
Reflexionó de repente. Abrió bien sus dos ojos y esperó. Pasaron varios
segundos y nada.
Continuó disimuladamente y
pensó para sí mismo…
(…Ya como que me están
mareando estas cervecitas… ¿Pero si apenas llevo…tres? No puede ser…)
De pronto sintió que algo le
rozó por la sien, y de una forma fortuita no le pegó.
El ruido llamó la atención
de sus vecinos. Chequearon…Era una piedra.
Y fue lanzada con fuerza.
Varios se levantaron y
revisaron. Alguno de ellos exclamó lo siguiente…
- ¡Algún desgraciado que la
tiró de afuera!
- ¿De afuera? – Preguntó con
tufito alcohólico.
- En la puerta está el
Miche…Y esas viejas, ¡no hay nadie mas!
- ¡Zaperoco! – Gritó otro
desde una de las mesas.
Pedro chequeaba a José, en
efecto le pasó rozando…Pero sin efecto en su cabeza.
- ¿Qué estará pasando? –
Aventuró Pedrín. Pero no obtuvo respuesta alguna.
José sintió como si una
fuerza invisible le pegaba en una de sus costillas por el lado derecho. Se
arqueó por el dolor, un gritito involuntario brotó de su boca.
- ¿Qué te pasa Broder…?
- …Me pegaron muy fuerte… -
Buscaron con la mirada.
Se levantaron… ¡Nada!
- ¿Bueno quién me está
molestando?- Pedro no supo qué responderle. Arqueado como estaba, vio en uno de
los rincones a varias figuras… ¡Estaban pintarrajeados como si estuvieran en
pie de guerra! Y lo señalaban con rabia. Los contó…Eran mas de cuatro…Y cuando
le quiso informar a su compinche…Simplemente ya no estaban.
- ¡Allí estaban…! – Se quedó
con el dedo indicando.
Pero tan solo se podía ver
la pared, sucia y roída por el tiempo. Y no había terminado de bajar la mano,
cuando sintió un tremendo punta pie, en plena rótula.
Levantó su pierna con el
tremendo golpe.
Y aún siendo una tarde
soleada…De repente pasó una nube muy densa…Provocando una oscurana
incomprensible. De pronto se hizo noche oscura.
Comenzaron a escucharse
gritos de terror…
- ¡Eso es obra de Satanás!
- ¡Alguien está ofendiendo a
los muertos y por eso nos están castigando!
- ¡Deben esos tipos que trajo
Miche!
Pedro sostenía a José quién
se encontraba privado por el agudo dolor.
Pero los ataques continuaban
aún en la oscuridad.
Y él mismo pudo visualizar
unas luces incandescentes que partiendo de diferentes ángulos se dirigían en su
contra. Las esquivaba con cierta soltura.
Pero eran muchas…Unas
cuantas se estrellaban en su humanidad.
Se encaramó como pudo a la
mesa.
Pedro no entendía el
proceder de su colega.
Tampoco veía, ni percibía
nada extraño aparte de esa inesperada negritud.
- ¡Auxilio me están matando!
– Gritaba como un enajenado mental. Su acompañante trataba de someterlo…Pero su
fuerza superaba con creces a la suya.
Los del local encendieron
rápidamente las luces del local. Pronto todo quedó iluminado.
José se sintió en ridículo. Se
bajo velozmente.
Temblaba. No entendía muy
bien…Pero aseguraba que unos “enanitos” lo estaban cazando.
- ¡Esos son muy certeros! –
Le aseguraban apartándose ostensiblemente de su lado.
Se sentó y se inclinó por
los lados en donde lo habían herido. Se tocó, y no tenía sangre.
- …Esto es un aquelarre…Un
pandemónium…Un conciliábulo de brujos, brujas, de demonios…
- Cálmate Josesito.
- ¿Calmarme? ¡Me están
cazando como si fuera una rata! ¡Esto es nigromancia! Me están masacrando sin
ningún tipo de piedad, ni consideración.
¡Necesito salir de aquí a
toda velocidad!
- ¡Ni se le ocurra salir
huyendo de ellos! – Le gritó aconsejándole el vecino de mesa.
- ¡Esos son
sanguinarios! …Y si huye... ¡Lo van a cazar
con sus arcos y sus flechas!
José se quedó paralizado…
¡Con qué eso era lo que tenían en sus manos! Disimuladamente, inclinó su cabeza
y comenzó a reflexionar de esta forma…
(¿Y cómo hago para salir de
este infierno? ¡Si estos desgraciados se enteran…Se lo chismean a esos
demonios! ¿Qué hago yo aquí?
¡…Ese fue el desgraciado del
Miche…!
¡Claro me trajo para que
fuera carne de cañón para esos asesinos!
…Esto me huele a trampa. Y
yo soy la víctima requerida…Con razón…con razón…)
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