- Bueno, si esa es tu opción… ¡Escribe entonces! –
Juan le ofreció a su amigo Pedro un lápiz y un cuaderno para que él se pudiera
expresar lo mejor posible, de acuerdo a sus limitaciones.- ¡No sé expresarme con palabras, no es mi fuerza!
Por medio y a través de las letras, me hago entendible…
Pedro tomó los instrumentos, se sentó en una silla
y apoyó el cuaderno sobre la mesa. Antes de escribir, cerró sus ojos. Se tardó
algunos instantes en su silencio. Pedro desvió su atención, detalló todo su
entorno. Y al comprobarse que todo estaba bajo su control. Levantó su mano
izquierda, se recogió la manga de su camisa y una vez que ya lo hizo, acomodó
mejor su reloj de pulsera…le dio la vuelta y una vez que estuvo en su posición…pudo leer bien la
hora. Se quedó meditabundo. Dio media vuelta y se enfiló hacia la puerta de su
oficina. Se quedó parado entre el marco de la puerta. Seguía viendo la hora,
pero en realidad no estaba pendiente ya de la hora, era como su excusa para
retirarse de la presencia de Juan.
En verdad, no le agradaba mucho su amigo cuando
estaba en su “depre” y comprendiendo que este estaba en su pleno apogeo,
pensaba que era mejor dejarlo solo, para que este se sintiera a sus anchas.
Y pensando en esto…salió de su recinto. Caminó sin
rumbo fijo.
A la final, decidió ir al kiosco de periódicos,
para entretenerse un rato y darle tiempo al tiempo.
Estuvo revisando los títulos, saludó al
dependiente. Se quedó varios minutos más. A la final y sin decidirse a comprar
nada, se enfiló nuevamente a su sitio de trabajo. Caminaba lentamente.
Y ya en la puerta de su oficina, se percató de que
ya no estaba su amigo. Atendió el teléfono que en ese momento sonaba con toda
su estridencia.
Una vez que atendió esa llamada, se sentó en su
asiento. Estiró sus piernas, garabateó con nerviosismo todas sus carpetas que
tenía que revisar y en esa faena, descubrió el cuaderno y el lápiz que le había
facilitado a su amigo…atrajo hacía sí mismo el cuaderno. Estaba abierto y leyó
las siguientes líneas…
“Estoy obstinado de estar obstinado! Ya no me
soporto. Mi paciencia tiene su límite… ¡Y ya la sobre pasé!” – Asombrado de
esto, se acomodó mejor. Nuevamente sonó el teléfono, intentó no atenderlo…Pero
no pudo. Así que atendió esa llamada. Era de uno de sus clientes quién le
reclamaba su presencia a la mayor brevedad posible. Se excusó y con la mayor
formalidad, le prometió que en cuanto atendiera un caso muy urgente, se dirigiría
hacia él. Trancó el auricular y se acomodó mejor…volvió a leer desde el
principio nuevamente…
“¡Estoy obstinado de estar obstinado! Ya no me
soporto. Mi paciencia tiene su límite… ¡Y ya la sobre pasé!” - Y pensó para sí mismo: (¿…Qué atormentará a
este loco…ahora? …Seguiré leyendo a ver
si aquí mismo lo dice…) – Tomó nuevamente el cuaderno y volvió a releer, por
tercera vez consecutiva, los mismos primeros párrafos…
“¡Estoy obstinado de estar obstinado! Ya no me
soporto. Mi paciencia tiene su límite… ¡Y ya la sobre pasé!”
…Y me he dado cuenta, que aunque quiera expresarme
con mis labios tal como lo hace todo el mundo… ¡Me enredo en mis palabras! Y no
logro expresar lo que estoy sintiendo en su momento.
Ayer estuve hablando con mi esposa…y lo compliqué
todo. ¡No sé qué es lo que me está pasando!
Quería decirle que no me siento bien. Que quería
estar solo…
¡Pero no me entendió! Asumiendo que yo lo que
quería era dejarla sola. ¡Qué seguramente que tenía a otra! Y que por esa
razón, la quería dejar sola. ¿Dejarla sola? ¿Yo a ella? Si es la única alegría
que tengo al llegar a la casa…
¡Me complace todo lo que hace por mí! Y que el
problema no es ella… ¡Soy yo mismo! ¡La amo más que a nada en este mundo!
No…el problema no es ella, soy yo. No me siento. No
me ubico.
¡No sé qué es lo que me está pasando!
No me entiendo ni a mí mismo…
¿Cómo podría entenderla a ella?
No quise decirle eso…pero ella lo asumió. Así que
ahora aparte de mi desconcierto Tengo que allanar todas sus dudas, con respecto
a mí.
Y lo quería expresarme ante ella, era que
necesitaba, (como en verdad lo necesito) un momento de solaz. No sé, algo que
requiero pero es solamente para mí…
¡Quiero estar solo! ¡Necesito saber que aún tengo
vida! No puede ser que mi vida se base solamente en trabajar más de doce horas
al día, y llegue a mí casa y tenga que atenderla a ella. (Y no es que me pesa…es
qué no sé. Y pienso en este momento lo que dijo el filosofo…pienso y luego existo.
¿Será mí problema…mí propio existencialismo…? ¡Sólo sé que nada sé!)
Ella se queja todo el tiempo de que nunca le presto
atención.
¡Qué siempre está sola. Qué necesita de mí. Que si
los niños, que si los problemas de la casa, la ropa sucia, limpiándole el rabo
a cada uno de los niños… ¡Qué nunca tiene tiempo ni para ella misma!
¿Y yo qué puedo hacer?
¡Yo estoy igual que ella!
Ella se queja de que si no es conmigo… ¿Con quién
puede hacerlo?
¡Qué yo estoy obligado a atenderla siempre a ella!
¿Pero cuándo podré atenderme a mí mismo?
…Y lo peor de todo esto… ¡Es que ahora la tengo atravesada!
Y ahora me está exigiendo el: ¡Divorcio!
Una abogada me está llamando anunciándome que la
está representando y que ni me crea que ella está sola.
¡Qué ahora tiene una abogada que la represente!
Y me está denunciando por: “¡Abandono a mis hijos!”
Y me está demandando por: “¡Daños y perjuicios…de
algo que no sé absolutamente nada!
Creo que me quiso decir a algo parecido a: “¿Daños
sicológicos…y…mentales?”
¡Persecución sicológica! ¿Maltrato marital? ¿Qué la
maltrato…Y cómo…nunca le he levantado mi mano…?
(¿Será que ella está más loca que yo? Que quién
realmente está más necesitada es ella… ¿Qué yo mismo? ¿Y en qué mundo me está
tocando vivir ahora?
Mi esposa siempre ha sido dulce, comprensiva. Atenta
a todas mis necesidades y presta a llenarlas todas.
¿Y ahora esto? ¡No entiendo a las mujeres!)
¡Y esa condenada “Abogada” qué me trató como si yo
fuese el enemigo público número uno…! ¿Qué se estará creyendo de mí?
Y hasta me retó a que me le enfrentara. ¡Qué estaba
activando algo parecido a: Protección a la mujer desamparada, a qué la golpeaba…sicológicamente…
¡En verdad que esto me está llevando a la locura
total!
Imagínate mi buen amigo. Tan sólo quise decirle a
mi costillita linda y bella…qué estaba agotado. ¡Agotado literalmente!
Que me hacía falta…descansar. Alejarme del mundanal
ruido…
¡Y he provocado una estampida!
¿Y ahora qué hago…amigo mío?
Hoy fui a mí trabajo y me consigo con una demanda
de un Juez de Menores…Me está embargando mi sueldo.
Otra de otro Juez de Protección a la Mujer
Desamparada: ¡Otra más! Me está ordenando mi desalojo inmediato de mí…hogar.
Así que ahora me encuentro…
¡Sin sueldo disponible…sin hogar!
Ya no podré ni siquiera acercarme…Puesto que tengo
una Orden de Alejamiento. No puedo acercármele ni a ella ni a mis retoños…a por
lo menos: ¡Un Kilómetro de distancia!
Y para colmo… ¡Hasta mi propia madre! ¡Me está
regañando a todo instante! Y me dijo que mejor no le pisara su casa.
¡Mis hermanas me están repudiando!
¡Las amigas en común…Me retiraron hasta el habla!
Me tienen cercado…El sindicato femenino, se ha
unido en mí contra. ¡Me quieren
liquidar!
¿…Y los esposos de las amigas en común…? ¡Tampoco
me quieren hablar…temen que sus esposas las emprendan con ellos mismos!
¡Les tienen no miedo: Pánico!
Sin ser leproso ni tener sida… ¡Se espantan
conmigo! ¡No me quieren ni hablar…mucho menos acercarse a mí, por temor a las
represalias.
¿Me entiendes ahora amigo mío? ¿Ya entiendes el por
qué he preferido ni hablarte? No quiero que tú propia mujer… ¡Te castigue por
mí propia culpa!
…No sé qué hacer…
…No sé ni qué decir…
(¡Y aún sigo cansado! Mucho más que antes.)
¿…Qué puedo hacer…?
¡Ayúdame…pero en silencio…! No quisiera que mis
males se te contagien. ¡Qué vaina tan seria!
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