Un relato familiar.


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Corto  en  relatos





Nota:   Como todo cuento o relato tiene un dejo de…Misterio, de realidad o de fantasía.
Es mi deseo plasmar en estas líneas…Otro de mis relatos…O quizás sea mejor definirlo como un Cuento.
En todo caso…Espero que sea de su agrado.









“¡No le levantes la mano!”










Cualquier parecido con la realidad o de la fantasía… ¡Es pura coincidencia!






El padre de Enrique, llegó en avanzado estado de embriaguez. Alterando la paz reinante a esa hora de la madrugada, momento en que toda su familia dormía plácidamente.
El ya denominado, se había pasado de tragos.
Llegó torpemente. Con escándalo y en forma muy violenta.
Pateaba toda puerta que se ponía delante de su intolerable proceder. No toleraba nada, venía incorporado por la ira. Se dirigió a su alcoba…
Y en un instante, levantó a su señora la cual dormía plácidamente, después de un agotador día laborable. La golpeaba a mansalva, en medio de sus ofensas sin sentido.
Pronto todo ese núcleo se despertó alarmado.
Los golpes, amenazas e improperios se dispersaron por todos lados. Esa placidez fue ingratamente interrumpida, por la acción de este señor.
Los perros comenzaron a ladrar.
Las hijas angustiadas lanzaban gritos de angustia. 
¡No sabían lo que les estaba ocurriendo!
Y para cuando llegaron al aposento de sus padres, descubrieron con terror de que su propio padre, estaba agrediendo sin piedad a su asustada progenitora.
Todo fue un desorden mayúsculo. Ninguno de esos chavalitos atinaba a  discernir cual era el quid de todo ese embrollo…Tan solo miraban aterrados, como su padre abofeteaba a su indefensa madre.
Como pudieron las hijas, se metieron entre los dos para impedir que siguiera maltratándola.
Lo que el dueño de la casa no se percató era de que su hijo: Enrique   -ya hecho un jovencito de unos 17 años, se estaba transformando en un hombrecito-    y al llegar, se percató de que su propio papa, su héroe…Estaba aplicando toda su potencia como hombre, desatando una andanada de insultos e improperios, acompañado de toda clase de golpes.
Instintivamente, el joven se interpuso.
Obligó con toda su fuerza, a contener esa furia irracional e incomprensible.
El hombre enceguecido, al ver una fuerza superior a la suya, se contuvo instintivamente.
Por instante quedó turbado…
Y al ver que era su propio vástago quien le levantaba su mano para golpearlo…Le exclamó:
- ¡No hijo, no me levantes tu mano! ¡Soy yo tú padre! No cometas el pecado capital de golpear ¡a tu propio padre! – El jovencito se contuvo, con la mano en alto. Su cólera se le estaba aplacando. Pero no permitiría por ninguna circunstancia, que nadie, ni siquiera su propio padre, le mancillara a su madre. ¡Jamás lo permitiría! Todos se quedaron estupefactos.
Era cierto.
El padre       -al parecer-         recuperaba su sindéresis y en medio de todo ese altercado, se deslizó rápidamente. Se escabulló. Desapareciendo de toda esa dantesca escena.
Fueron muy aprehensivos. Temerosos por que no atinaban a saber si ese desastre había concluido o si volvería vuelto una fiera irracional.
En su ausencia, se quedaron todos retratados.
Y el chamaco que había acudido en defensa de su propia madre, fue felicitado por todos.
Respiraba fuerte, sin sentido. Nervioso. Presentía lo peor, ansioso ansiaba que su padre ya los dejara tranquilos.
…Pero en lo mas profundo de su corazón…
Él sabía que había pecado. Le había levantado su mano en contra del autor de sus días.
Y en esa afrenta…Él había salido perdiendo.
…Temía el castigo Divino…No se lo perdonaría jamás. En silencio temblaba. Oscuros presagios se le afincaron en su tierna edad.
¡Jamás pudo superar este impasse!
A pesar de que todos le decían que había actuado en defensa de su propia progenitora.
Estas son cosas de la vida. En que los padres, por ignorancia someten a sus hijos a este tipo de traumas…Que ni los años podrán borrar.














© Bernardo Enrique López Baltodano 2016












                                     
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