“Rosita la pecosita”
Rosita era una chica de quizás unos quince a
diez y seis años, cursaba en esa época en la secundaria.
Pequeña de estatura, de color blanco
radiante su piel, impregnada de innumerables pecas, que la hacían mucho mas jovial y alegre.
Por aquellos días, ella se enamoró
perdidamente de un jovencito que cursaba dos grados superiores al suyo, pero
eso no le importaba.
En general, las muchachas suelen buscar a su
pareja que sea mayor que ellas y éste guapo ejemplar llenaba sus aspiraciones.
Joven, se le notaba cierto poder
adquisitivo. Elegante. Poseía una sonrisa que solía volver locas a todas sus
compañeras. Y además era un aventajado estudiante, el cual no era de los
mejores, pero era bueno en sus estudios. Y eso le bastaba.
El joven recibía los halagos de muchas -además de Rosita- pero esta no parecía darse cuenta o quizás
poco le importaba.
Cuando él la miraba y le sonreía...Ella se
derretía.
Se ponía chiquitita, y sus pecas se le
notaban mucho mas.
Se inquietaba y no lograba contener su
nerviosismo.
Pronto todos se dieron cuenta de este
detalle.
Sus compañeras mas cercanas, le llamaban la
atención y la acusaban de que “era muy regalada” y que así no lograría atraerlo
hacía ella.
Además, este era una pieza muy codiciada por
el resto que la veían a ella, como “una mosquita muerta”
En verdad, ella buscaba los encuentros.
Y cada vez que sonaba el timbre del recreo,
ella por alguna causa, siempre se lo topaba.
De este extraño proceder, fue apreciado por
Ivana “la novia oficial” del joven en cuestión.
Y le montó su propia cacería.
Rosita cándidamente…Caía. Una y otra vez.
- ¡Ay Rosita, si serás pendeja! – Le recriminaban sus intimas, al ver
que era sorprendida in fraganti.
- ¿No te das cuenta que “esa bruja” te odia? - Le
decían refiriéndose a la dichosa novia oficial.
- ¡Ella no es tu amiga! ¿No te das cuenta?
- Además, ¡tú no tienes por qué estar detrás
de un hombre! ¿No te das cuenta…?
¡Ese hombre no te quiere!
- ¡Claro que me quiere! – Esgrimía con
fuerza.
- ¿Por qué, porque te sonríe…? ¡Eso lo hace
con todas nosotras! …Y es mas, además
de Ivana tiene varias novias mas. ¿Es que no te das cuenta? – Pero ella no
escuchaba esos consejos.
Es mas, ella estaba segura de que él
rompería con la tal Ivana y pronto caería en sus propios brazos.
…Y esa esperanza, le alegraba su vida.
Le daba ímpetu y seguridad de que estaba por
buen camino y que tan solo, debía aguardar.
Una y otra vez él le prometía que pronto
rompería con la tal Ivana, y que se dedicaría en cuerpo y alma solamente a
ella…
Pero quería “una prueba de amor…”
…Es indispensable… - Le decía una y otra
vez.
Pasaron varios días, semanas entre ellas y
de pronto se comenzó a sentir un enfriamiento entre esos novios.
…Había un suspenso…No sabían ¿qué les estaría pasando?
Y pronto Ivana desapareció de escena.
…Su ausencia, despertaba suspicacias…
No volvió a sus clases.
- Esa no vuelve. Está encinta… - Se
escuchaba ese susurro por los pasillos y como suele pasar…Nadie se atribuía esa
afirmación.
Mientras tanto el galán le afirmaba a la
inocente pecosita…Que ya él había terminado con Ivana.
…Reclamaba “su prueba de amor…”
Era muy persistente y ya no la dejaba en paz.
Ahora era él, el que la acosaba.
El caso es que…Por alguna extraña razón “la pecosita”
comenzaba a desaparecer…
Sus amigas estaban segurísimas, que ella
andaba con el “enamorado” ese.
Sabían y creían que este tan solo la utilizaba como mujer,
para saciar sus instintos y que después…
La dejaría. Eso siempre lo hacía.
Y ya conocían varios casos…
Pero ella estaba enamorada como una tonta.
Y le hacía caso a todo lo que él le
susurraba a su oído.
Así transcurrió varias semanas.
Y después…Rosita volvía con sus amigas…
- ¿Qué ya te preñó? – Le preguntaban con
insistencia, pero ella prefería guardar silencio.
Y era tal el acoso, que pronto comenzó a
alejarse de su grupo de amistades.
Ya Rosita, no reía. Sus pecas estaban
apagadas.
Aquella chica risueña y desenvuelta, estaba
ahora muy pensativa. Sola se mantenía.
- Ella está así y es por que quedó en
estado. – Se decían en secreto sus compañeras de estudios.
Pronto dejó de asistir a clases.
- ¿Y Rosita? – Se preguntaban sus
compañeros, ya tenían tiempo que no la veían.
- ¿Y Rosita “la pecosita” – Insistían sus
compañeros de grado.
Y cuando la lograban ver, era muy evasiva.
Pasó el tiempo…Y Rosita, dejó de asistir a
clases…
Su presencia se transformó en ausencia, esa
risa loca y espontanea…Ya se había ido.
- ¡Otra mas que ya cayó!
Y eso que se lo dijimos…Una y otra vez.
Pero cuando una mujer se enamora…No mira a otro
lado.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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