Santa Ana de Coro, estado Falcón - Venezuela.


                                     -Santa Ana de Coro, capital del estado Falcón - Venezuela -





















Esto fue lo que me pasó…









Me encontraba dormido. Muy plácidamente. 
Había conducido durante todo ese día. Atravesado zonas muy calientes    -y con el aire acondicionado de mi carro: ¡Dañado!-     así que me tuve que valer de una toalla para secarme el constante sudor durante gran parte de esa travesía. Estaba exhausto y cuando llegué al hotel en esa tan emblemática ciudad de Coro     -capital del estado Falcón, en Venezuela-        me apresuré a dar mis datos y a cancelar, con la intención de darme un soberano baño y proceder a acostarme, pues debería descansar.
Y cuando hube hecho todos estos pasos, tan solo recuerdo que me tiré a la cama.
Y en cuanto pude reposar mi cara sobre la dichosa almohada…Me dormí.
Tan rica experiencia. Reconfortante.
Serían si acaso menos de las seis de esa tarde, me recuerdo que era muy fresca. Las calles se encontraban repletas de transeúntes que iban de un lado a otro.
Pero bueno, es mejor seguir con mi relato.
A cierta hora de la madrugada, me despiertan.
Siento esa sensación tan extraña…De que me encuentro en medio de una procesión.
En ese instante presumí que era un sueño.
Pero sentía el entre pujón de muchos cuerpos, que ansiaban pasar,  ¡pero es que yo me encontraba en el medio! ¿O sea…Qué yo les interrumpía su paso…? ¡Pero si estaba durmiendo en una habitación de un hotel!
¡Estoy abrumado! Me siento como si fuese una hoja de papel en medio de todo ese gentío, que me pasa por todos mis bordes, sintiendo como me empujan. Como me echan de un lado a otro.
¡Qué bárbaro! ¿Y cómo puede ser cierto esto?
En verdad, estoy desconcertado.
Y no es nada agradable que te estén empujando de un lugar a otro.
¡Cómo si fuese un estorbo en el camino!
Angustiado, busco apartarme de ese torrente de cuerpos amorfos.
No reconozco a nadie. Sólo autómatas que marchan sin ton, ni son. Pero que me están atropellando.
Miro hacia un rincón, y empleo todas mis fuerzas para acudir a ese sitio.
Y entre empujones y aguantar golpes, logré llegar.
Me quedo parado, desconcertado. Pues veía como literalmente “corrían” en vez de caminar. Con pasos muy veloces y pendientes siempre de su vía    -la cual, desconozco-    pero era evidente de que era un impedimento en su transitar.
Siento la fricción. Un hálito de alegría y de seguridad se apoderó de mí.
Lo que me recuerdo, es que al salir el sol…Me encontraba tirado en el piso, durmiendo.
Me levanté sobresaltado.
Miré la cama…Y estaba en su sitio.
¡Todo estaba en su lugar…Menos yo!
Me levanté con la terrible sensación de cuanto me había tocado vivir. ¡Me dolía hasta el alma!
Miré a todos lados, como para no obstruir a nadie y cuando me percaté de que no había nadie mas, procedí a ir al baño, bañarme, cosa que hice lo mas veloz posible. Me sequé, me afeité y salí del baño.
Busqué mis cosas y comencé a vestirme y a acomodar mis cosas… ¡Debía partir de allí lo mas rápidamente posible!
…Cosa que hice en cuestión de…Pocos segundos.
¡Y salí raudamente de ese hotel!
Debía continuar con mi viaje.
¡Oh sí, claro que sí!















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016








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