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“Corto en
relatos”
“Esto fue lo que nos pasó…”
Cuando tú te
confías…
- Estábamos saliendo de una fuente de soda,
muy cerca de nuestra residencia. Y fuimos allí porque mi esposo deseaba tomarse
unas cervecitas y yo, con el afán de estar con él, pues lo acompañé.
Nos reíamos y gozábamos de los chistes -mi esposo es muy ocurrente- el taxista nos estaba esperando como a
unos cincuenta metros de la entrada.
No vi nada raro. Nos sentíamos muy alegres,
y no nos disgustó para nada, así que nos dirigimos a su coche.
Nos sentamos y seguimos con nuestra
conversación, cuando de repente ¡un
jovencito se metió en la unidad! -en un
principio pensaba que era un familiar de nuestro chofer- ¡Pero de inmediato sacó una pistola calibre
45 y nos apuntó a todos!
- ¡Esto es un atraco! Y tú… -Se dirigía al
taxista- ¡arranca ya! –Y comenzó a darle
órdenes, indicándole el camino a recorrer.
- ¡Yo me quedé helada! En unos segundos, el
asaltante me apuntó con el arma y me amenazó… ¡Si no te callas te voy a pegar
un tiro en la cara! ¡Cállate ya! –Y me lo decía ya que trataba de calmarlo -y a mi vez, contener a mi esposo, -una nunca sabe cómo puede reaccionar el
hombre en una situación como ésta- Mis
nervios estaban ¡a millón!
Por esos instantes, vi recorrer toda mi
vida.
En cuadritos y a una velocidad de meteoro,
me recordé de mi infancia. De los momentos mas álgidos de mi vida.
Mi matrimonio, mi esposo, mis hijas. ¡Todo
me pasó como si fuese un carrusel, pero a alta velocidad!
¿Cómo es posible que tú vida cambié de un
segundo a otro…? Si unos instantes antes, éramos pura alegría y emoción…Y
resulta que en esos momentos…
¡Nuestra vida colgaba en la mano de ese
delincuente?
Yo estaba nerviosa, temía que se le fuera a
escapar un tiro y quedáramos muertos ambos.
(Pero a decir verdad: ¡Temía mas a una reacción
de mi marido! Él tiene tendencia a enojarse rápidamente. Yo lo sujetaba para
que no se me fuera a desbocar. ¡Qué angustia!) – A decir verdad, -mientras la escuchaba- yo estaba impávido. No me atrevía ni a
respirar.
No encontraba el sentido a todo esto.
Y la contemplaba a ella, una señora que
hacía apenas menos de 24 horas había vivido todo ese drama. Movía sus manos con
el desespero propio de su impotencia. Sus ojos estuvieron a punto de volverse a
inundar de lágrimas… ¡Qué tragedia!
Y en ese momento, en que ella se enjugaba
sus nacientes sollozos, me apresuré a preguntarle…
- ¿Y mientras tanto…Qué hacía el chofer…? –
Ella me miró como si de repente se acordara del dichoso hombre y se quedó
pensando -rememorando esos atribulados
sucesos- y en forma lenta, me respondió
así…
- …Pues. ¿La verdad…? Nada. – Calló y se
hundió en sus pensamientos y luego continuando me dijo…
- Aunque hubo un momento en que lo apuntó y
lo amenazó. Del resto…No recuerdo nada mas.
¡El caso es que le tuve que entregar mi
cartera con todo el dinero que me había traído mi esposo! Con todas mis
pertenencias, mis cosas que guardó tan celosamente…Pues son mías. ¡Qué
inseguridad tan grande estamos viviendo hoy en día! – Ya no pudo seguir narrándome
nada mas. En silencio rememoraba esos atroces acontecimientos.
…Me quedé pensativo… ¿Y qué pasó entonces con
ese dichoso conductor…? ¡Es que me resulta tan extraño!
En primer lugar…No los esperó en frente,
sino como a unos cincuenta metros.
En segundo lugar… ¿Cómo penetró el ladrón a
su vehículo…? Son cosas misteriosas.
El caso es que la buena doña, insiste en que
el pobre hombre estaba amarillo de la impresión y que una vez que los hubo
llevado a su casa…Se bajó de su carro y arrodillándose imploró al Buen Dios.
Que les dio las gracias, porque no lo habían matado.
…Pero a él no le robaron nada. En cambio a
este matrimonio…Lo desplumaron todo.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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