-Google imágenes-
“Corto en
relatos”
“¡Situaciones inexplicables!”
Esto me pasó en una cola
de “bachaqueros” que últimamente se han hecho muy: ¡Común!
“En
mi experiencia muy bachaquera”
No acostumbro a
meterme en esas inmensas colas que hoy día pululan en este país llamado: Venezuela.
…Pero es cierto: “La
necesidad tiene cara de perro” (Y en vista de que en mi alacena ¡no hay nada!) Ya
no tengo nada que comer, ni qué hacer, pues me armé de valor -muy necesario-, me
coloqué una camisa manga larga, una gorra y unos lentes oscuros (Para que nadie
me reconociera… ¡Por si acaso!)
Y como es ya “común”
tuve que colocarme de último en una cola de unas…Dos cuadras. (¡Casi nada!)
El sol -como siempre- estaba incandescente, implacable y en todo
su apogeo.
Delante de mí, había
unas personas de la tercera edad, mujeres y hombres armados de su santa
paciencia. Y es que todos, tuvimos que asumir esta irremediable necesidad:
¡Pues no tengo ni papel para limpiarme…Ni pollo para comer, ni jabón para
bañarme, ni café para tomar…Ni…Ni…! ¡Es que no tengo casi nada!
Ya han pasado dos
horas. Esto se está haciendo insoportable. Ya vino la guardia y nos trata como
“a los pollos en un galpón” nos empujan y nos amenazan con su garrote (Que creo que ya no son de madera…) veo a
unos cuantos con equipos antimotines.
Nos empujan. Nos
gritan. Nos someten.
(¡Cosa mas grande en
la vida chico!)
Ya van mas de tres
horas y media, lo que he avanzado en la cola apenas es…Unos cinco metros. Me
salgo un instante, para ver a cuanto estoy de la puerta de acceso… ¡Y me doy
cuenta que entre empujones, gritos, insolencias y rolazos…La puerta se ha
alejado, como una cuadra mas! (No puede ser. Esto es inaudito. Increíble en un
país petrolero como lo es este.)
Veo a lo lejos a una
fila de funcionarios militares que salen con bolsas repletas… ¡De todo!
Esto es inaudito.
¡Pero es así!
De repente, muchos ven
lo mismo que estoy viendo y se alzan en gritos de protesta, que los muy dignos
defensores del pueblo…Reprimen con toda la eficacia que sus armas se lo
permiten.
Veo un tumulto de
seres anónimos que son sometidos y puesto bajo arrestos.
Mientras sigo
contemplando estupefacto, como la fila de funcionarios siguen en su
labor…Compran todo y se lo llevan muy ufanos delante de todos los que ya
llevamos mas de cinco horas en una ardiente espera. Y sin el aliciente de poder
entrar.
Un anciano ya molesto,
entra en conflicto abierto con los gendarmes del gobierno.
Veo con estupor como
una cuadrilla de esos que andan uniformados con equipos antimotines, le están
cayendo a rolo limpio, patadas, golpes en toda su anciana humanidad.
Por supuesto que lo
someten y se lo llevan encadenado. Preso por resistirse al peso de la Ley.
…Meditándolo bien,
mejor es que me salga.
Ya llevo casi las seis
horas. ¡Y nada! Me siento ya deshidratado. Agotado. Con mucha sed y hambre.
Pero sin poder siquiera acercarme ni a la puerta del supermercado.
…Y me salí. Casi no
podía ver bien. Busco un sitio para tomarme algo líquido. Ya no me siento bien.
Y lo mejor que hice
fue: ¡Salirme!
…Y lo peor que he
hecho: ¡Fue pretender comprar algo a “precios razonables”!
Algo tendré que hacer,
pues sigo en las mismas.
¡Peor! …Pues no pude
comprar nada. Frustración.
Estos son los signos
de una fallida revolución.
¿Revolución de qué…?
¿La del hambre…? ¿La del: “¡No hay!”? ¿La de destruir a toda una nación…?
Eso nos está trayendo
mucha desilusión.
En cambio:
La última que la
historia nos recuerda, fue la que inició aquel Santo que recibió por premio:
Insultos, golpes y su posterior crucifixión.
Y por cierto…Su revolución
sigue en proceso ascendente, y sus resultados se están viendo.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
Nota:
Internet utiliza cookies para
optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.
Si continúa utilizando este sitio,
asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario