Te invito a que leas este manuscrito.



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“Cuento impredecible”










“Entre ellos andaba”








- Mira sé que lo que te voy a narrar, te parecerá “un tanto” fantasioso   -por no decir que es todo “fantasía”-    pero es que en verdad eso me pasó… - Adrián miraba con insistencia a Iván, como queriéndole transmitir que todo era cierto.
(En su fuero interior, temía ser tomado como un loco. Así que fue de una forma metódica y secuencial, resaltando los puntos que creía que poseían relevancia a su versión.)
Pero su interlocutor, siempre lo ha catalogado como tal.
Era de tarde y ambos se encontraban sentados en uno de los tantos bancos que hay en esa plaza y en la cual todos utilizan como su asiento para contemplar ese espectáculo de las ardillas que graciosamente bajaban a la tierra, para recoger alguna comida que algún vecino les lanzaba, para luego trepar a toda velocidad, temiendo ser cazadas por alguno de los presentes.
Y en la banca en que se encontraban los dos amigos, gozaba de una amplia sombra, producto de los grandes árboles que allí a diario lo mantienen muy bien tratados, por el personal que se encarga de su limpieza y cuido en general.
En términos generales, era muy placentera esa estancia, y la estaban disfrutando, mientras veían gente pasar de un lado a otro.
- ¿Y qué “nueva narración”  me vienes a contar…? – Le insinuó de repente.
- Una que en verdad, me pasó. (Aunque no me lo quieras aceptas…Pero ¡eso me ocurrió!)
Y te voy a decir que eso me pasó, en un barranco que da con el mar…
Estaba yo contemplando la inmensidad de ese
tan bello y majestuoso panorama, la brisa marina me mantenía en un estado de gozo puro.
Veía como circulaban las distintas embarcaciones, algunas estaban varadas y unas cuantas lanchas que estaban haciendo su faena de pesca de arrastre.
¡Qué me quedé embelesado! Alelado.
Y ya en verdad, tenía rato de estar escuchando unos sonidos que al principio me parecieron que provenían del mar.
¡Pero no fue así!
Y se me dio la idea, de mirar abajo…
Había unas honduras de desiguales proporciones. Y me pareció muy precario su descenso…En ese momento.
Había como unos cien a doscientos metros de profundidad. Vi una vegetación abundante en su parte mas profundas y una muy poca entre la amurallada,   -lógico, por las grandes rocas-
…Y de repente me pareció ver movimiento.
Comencé a tratar de ver… ¡Y eran unos seres de tamaño pequeño y de extraños colores!
La curiosidad se me fue acrecentando…
- ¿Pero qué fue lo que viste realmente…?
- En primera instancia: Una reunión de mas o menos unas seis criaturas.
- ¿Criaturas?
- En efecto. Y como me encontraba lejos, comencé a descender…Poco a poco y con mucho cuidado, para no resbalarme.
Lentamente me les fui acercando.
Y ninguno de ellos dio muestras de notar mi presencia.
- ¿Y cómo eran…? – Le preguntó Iván ya que se empezaba a interesar en la medida en que su amigo le iba desarrollando esa aventura.
- No tenían pies. No como los nuestros.
¡Y yo sé que no me lo vas a creer!
…Pero  ¡eran los árboles que hablaban entre sí! ¿Lo habrás visto hablando entre ellos…?
- ¿Y ahora qué nueva barrabasada me vienes a echar a mi…?
- Ninguna. ¡Que lo que te estoy contando es la pura verdad! Déjame seguir con mi relato…
- …Bueno…Dale…
- Ellos conversaban muy entretenidos…
- ¿Pero los oíste hablar…?
- Vi que se comunicaban entre ellos, no tienen rostro como los nuestros, pero los tienen.
No entendí  ¡una papa!   Lo que se decían, pero entre ellos se oían y se respondían.
Para cuando estuve a mas o menos unos diez metros, se percataron de mi presencia, vi que se quedaron asombrados. Y todos a la vez, me miraban sin pronunciar palabra alguna.
¡Y de repente…Corrieron y cada una se clavó en su sitio!
- ¿Se clavó…Y eso qué significa…?
- Sus pies eran en verdad: ¡sus raíces!
Y en cuanto me vieron, corrieron y se hundieron en su sitio. ¡Y fue tan rápido!
Qué me quedé perplejo…Eran matas.
Y conversaban entre ellos.
Cuando de repente siento una piedra que me pegaron en mi pierna derecha, y es cuando me pongo a seguirle su rastro, cuando veo a una cuadrilla de seres muy diminutos de colores entre celeste, azules y marrones.
¡Eran hombrecillos o duendes!
Me estaban atacando, porque me creían enemigo de ellos.
Como pude aguanté cualquier cantidad de piedras, que ellos mismos me arrojaban.
Y les dije…
- …Soy gente de paz…No me ataquen… - Pero
hacían caso omiso a mi petición.
De repente cesaron con el ataque y es cuando veo que uno de ellos, se adelanta y se me acerca…Escucho que me habla…Pero no logro entenderle, y es cuando me inclino para poner mi oído lo mas cerca posible y le escucho con una voz muy poco audible   -para mí-   pero para ellos “me estaba gritando”
- ¿Y qué te quería decir…?
- Qué quién era yo y por qué les había invadido su territorio.
- ¿Y qué le respondiste…?
- Le dije: Mi nombre es Adrián y estaba allá arriba viendo el mar, cuando escuché unos extraños sonidos y que por eso había bajado.
Que no les representaba peligro alguno y que venía en son de paz.
- ¿Seguro…? – Me respondió ese duendecillo que iba vestido con pantalón largo  -anchos-  camisa y un saco muy vistoso.
Portaba un sombrerito de lo mas cuchi, y poseía una barba larga y de color blanco.
En ese  instante me pareció que era un ser centenario.
En una de sus manos, mantenía aún una piedra. Me pareció su líder.
Y cuando me percato…
Me encuentro rodeado de centenares de esos seres, de distintas vestimentas y de tamaño muy parecidos.
Algunos me amenazaban con piedras, otros con palos, otros con escobas…Con lo que pudieran.
…Pero en la medida en que les hablaba…
Su espíritu agresivo, fue disminuyendo.
…Pronto la paz volvía a esa pequeña comunidad, y allí me encontraba yo, entre tantos seres diminutos y árboles gigantescos, todos ellos me miraban primero con animosidad, pero luego se fueron suavizando, hasta que llegó el momento, en que me senté y todos me bordearon.
- ¿Y qué hablaban…?
- De nada en específico. El tema primordial para ellos era el clima. El sol. La luna y cosas parecidas.
Y en la medida en que conversábamos comencé a presenciar  -con la boca muy abiertota-   de cómo esos grandes árboles se comenzaban a sacar sus raíces  de la tierra y literalmente hablando…Caminaban de un sitio a otro.
(¡Como de la forma mas común posible!)
Y se saludaban…Como nos saludamos nosotros los humanos.
Y todos los habitantes de esa zona, tanto animalitos, como avecillas, las plantas, los enanitos ¡en fin todos ellos!
Presencié el extraño acontecimiento de cómo se comunicaban entre sí, los conejos junto a otras variedades de seres.
De los diferentes tipos del reino vegetal, charlaban con algunos de esos enanos.
Cómo los mamíferos que se arrastran mantenían comunicación con los de cuatro patas, los vi recorrer en micro segundos distancias largas.
Reanudaban su “charla” ya sin importarles mi presencia.
- ¿De verdad…?
- Al ciento por ciento.
- ¡No te lo puedo creer!
- Pues ni te miento, ni te exagero.
Quizás me esté quedando “corto” con este relato, pero lo que si te puedo afirmar:
¡Es toda una comunidad comunicativa entre ellos mismos!  
…Pero que se cohíben ante la presencia de un ser humano.
- …Pero confiaron en ti…
- En un principio: No. Me agredieron con todo lo que tenían a  la mano, pero después al comprobarse de que no les haría daño…
Ignoraron mi presencia y continuaron en sus cosas.
¡Es increíble ver conversando especie con especie!
Ave con ave. Planta con planta.
¡Fue sin lugar a dudas…Una excelente experiencia!, que estoy muy seguro de que muchos creerán que estoy loco. ¡Allá ellos!
Iván desvió su mirada, y se dedicó a seguir contemplando las ardillas, con sus movimientos tan graciosos.
Las veía correr de un árbol a otro, y luego verlas trepar.
- …Sin lugar a dudas, ese mundo guarda muchos secretos demasiado ocultos para el común de la gente.
- Así es amigo. Hay mas de lo que nosotros mismos creemos que hay…
O que aceptamos que existan…






                       

© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
                                                 






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