¡Otro relato mas!














 “Eso se comenta…”





- Bueno la verdad es que ése jovencito estaba enamorado de Alicia.
Todas las tardes, se citaban en una esquina y allí escondidos…Hacían sus cuitas de amor.
Y al decir de los que los veían, se querían mucho.
Siempre estaban agarrados de la mano y besándose mucho. Abrazados y acaramelados.
…Pero el papa de Alicia, no lo veía con buenos ojos.
Y siempre andaba detrás de su hija y en cuanto los veía juntos…Los espantaban.
En cierta ocasión, y que lo logró agarrar y le dio una tunda. Lo tiró contra el suelo y si no es porque su hija se mete…Lo hubiera matado allí mismo.
- Comadre… ¿Y por qué ese viejo no quiere aceptar la verdad?
- En verdad, es que no lo sé. Como tampoco sé, el porqué de ese odio que le tiene a ese muchacho.
Yo lo veo un buen partido.
Siempre lo veo bien vestido.
Bien peinado. Huele bien.
- ¿Y por qué entonces…? – No entendía por qué lo rechazaba de esa forma, sin ni siquiera permitirle el acceso a su casa, como debía ser, según ella.
- ¿Y no es mejor dejarlo entrar a la casa?
Así se evitan alguna “locura” que se les atraviese a ambos.
Una nunca sabe cuándo se les mete el diablo a los hombres…
Y es mejor prevenir que lamentar…
Ya sabe comadrita. Esos dos dando ese espectáculo en cualquier esquina.
¡Qué brutalidad! ¿Verdad?
- ¡Yo voy a hablar con ese viejo ridículo!
- ¿Se le va a enfrentar comadrita…?
- ¿Por Alicia…? ¡Me canso!
Lo voy a esperar en su misma casa.
Y lo voy a enfrentar con su propia esposa,    -la cual no debe estar de acuerdo con esa forma de proceder-    estoy segura de eso.
- ¡Ay comadrita, se va a meter en la boca del lobo!
- ¡Qué lobo ni ocho cuartos! Viejo pendejo es que es ¿no darse cuenta del ridículo que está haciendo?
¿Exponiendo a su propia hija a ese bochorno…?
No piensa en el honor y en el buen nombre de su hija…
¡Ya voy a ir a su casa y allá sentadita lo esperaré! –
El caso es que la buena señora se fue a donde dijo que iba, llegó y llamó a su amiga y vecina, le comentó a lo que iba…
- ¿Y tú te le vas a enfrentar…? – Le preguntó asustada la señora de la casa.
- ¡Por supuesto que sí!
Y tú debes apoyarme, ya que tu hija está muy enamorada de ese jovencito. – Las dos mujeres se pusieron de acuerdo.
Y la comadre sugirió que llamaran a su amiga Celia, la cual tampoco estaba de acuerdo. La mama de la joven accedió y la fueron a buscar.
Las tres llegaron a la casa, en donde la dueña les preparó café.
Planificaron como enfrentarse ante semejante ogro.
Y cuando apareció el hombre, que venía cansado de su trabajo…Todas ellas le cayeron encima.
Cada una expuso su razonamiento.
Su forma de ver las cosas.
El hombre se defendía, pero los alegatos eran demasiado contundentes…
Le pelearon. Le insistieron. Expusieron.
A la final: ¡Aceptó!
Puso todas sus condiciones.
Las mujeres aceptaron.
Transcurrieron dos horas y Alicia no aparecía por ninguna parte.
- ¡Eso es culpa de su terquedad, viejo ridículo! – Le recriminó la comadre.
- ¡Y después no te quejes, mira que Alicia es una buena niña! – Le recriminó Celia muy molesta, el hombre bajó su cabeza y no respondía a los ataques.
Siguieron esperando.
A la media hora apareció la jovencita.
Venía toda llorosa, pero muy seria.
- ¿Qué te pasó? – Le preguntaron las tres mujeres, adelantándose al padre e indicándole que se fuera al cuarto o al patio, para darles tiempo a ellas de poder charlar con la joven.
A regañadientes, el viejo gruñón aceptó y se fue al patio….Bien lejos.
- Hija… ¿Qué te pasa, por qué estás llorando?
- Es que. Es que.
- ¿Qué pasó Alicia? – Le preguntó la comadre ya molesta y preocupada. - ¿Dónde está tu novio…?
- Terminamos.
- ¿Cómo que “terminaron”? – Le preguntaron al unísono ambas mujeres.
- …Descubrí que era…
- ¿Qué era qué?
- Un hombre casado y con hijos. – Las tres se quedaron petrificadas. No lo podían creer.
- Me dieron la dirección de su casa…Y escondida fui a verificarlo. Conocí a su esposa y a su hijo.
- …Pero si se veía tan buen partido. Educado…Calladito… - Razonó la comadre sin poder darle crédito a todo lo expuesto por la niña.
- …Eso me pasa por meterme en esta clase de líos… - Pensó en voz alta Celia.
- ¿Y ahora qué le vamos a decir a “ese viejo gruñón”? – Les preguntó la comadre visiblemente nerviosa. - ¡Qué buena vaina!
Y ya que lo teníamos convencido y que aceptó que ése desgraciado, entrara a tu casa: ¡como tu novio que era!
- ¡Yo no me le voy a enfrentar! – Le adelantó la esposa. -  Ése es capaz de que me muele a palos. –
Por andar de “cabrona” - Se quedaron mirando una a otra.
- Pues alguien tendrá que decírselo… - Le apuntó en forma amenazadora a lo que la comadrita les dijo…
- …Analizándolo mejor, de una forma “fría y serena” yo pienso que: ¡Es mejor no decirle nada!
¿Total? Los hombres son brutos para las cosas del corazón.
Mejor le echamos un cuentecito…
Le decimos que Alicia se cansó y que se va a dedicar mejor a sus estudios.
O que el hombrecito…Se asustó…
¡O que lo espantó…!
Cualquier cosa: ¡Menos la verdad!
- …Bueno comadrita, yo me voy al cuarto con mi hija…Y tú verás que cuentecito le echas… - La esposa llevó al cuarto a la llorosa muchacha, mientras ese par de mujeres urdían algún plan para engatusar a ese viejo león que seguramente estaba furioso en el patio, esperando a que lo llamaran.












© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









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