“En medio de aglomeración…”
En medio de mucha
aglomeración me encontraba, gente sin rostro, sin representación alguna,
envuelta en sus sudores y entre vapores de carnes; hacían cola para entrar a un
supermercado chino -es la nueva
realidad en este país llamado: Venezuela-
pude contemplar infinidad de mujeres (de distintas formas: gordas,
flacas, altas, bajitas, ricas y de trapos hediondos todas ellas se confundían;
aunque no se querían “retratar” en grupos tan disimiles e inverosímiles.) con
mantas, otras en chores, otras con pantalones o faldas, muy escasa la presencia
de hombres allí.
Todos intentaban
entrar para poder comprar productos de “la cesta básica” que ahora se venden en
escasos negocios a un “precio justo” tal como lo determina el gobierno actual.
Cuando diviso a un
personaje muy apreciado por mí, que en cuanto me vio me hizo señas para que me
acercara a él…Era don Carmelo.
Descubrí con su ya
característico sombrerito, el cual lo portaba de lado izquierdo, con sus muy
rústicos lentes y sonriéndome como lo hacen las tortugas…Sin diente alguno.
Me le acerqué en
medio de las miradas de muchos que creyeron que me iría a “colar” y a quitarles
sus puestos.
Él se apartó un
tanto de ese conglomerado amorfo e imperfecto, en medio de unos rayos solares y
envueltos en esa “sensación térmica” que con sólo conocerla descompone nuestros
ánimos; el caso es que subrepticiamente se me acercó -como quién quiere o no quiere- pero con paso vacilante, y presumo que no
quería perder su puesto en esa famosa fila,
con señas en medio de un ataque repentino de alegría, me dijo en mucho
secreto…
- ¡Aquí me
tenéis…Escondiéndome ¡y todos me encuentran! – Vi como su panza brincaba en
medio de unos espasmódicos movimientos mientras sus lentes giraban de un lado a
otro -temí que se le fueran a caer… ¡Y
romper al caer al duro piso!-
¡Ji, ji, ji, ji,
ji! – Le escuché reír. Y me llamó la atención ya que en anteriores ocasiones le
he escuchado cuando se ríe y dice: ¡Ja, ja, ja, ja!
Cómo también le he
escuchado: ¡Je, je, je, je! –Presumo que lo hace de acuerdo a su estado
anímico- Aunque a decir verdad, ¡jamás lo he visto ni triste, ni enojado!
- Mirá que aquí me
tenéis, en medio de esta plebe.
Y estoy tratando de
adquirir…Algunas cosillas.
¡Pero debo hacerte
alguna advertencia: Detesto a estos miserables chinos!
…Y te voy a relatar
el por qué. – De inmediato y antes de que le dijera algo, me tomó por el
antebrazo y apartándose un poco mas, pero en el mismo instante se volvió y le
dijo al que estaba adelante y a la que estaba detrás suyo: ¡Hey qué yo voy
allí! – Y sin esperar respuesta alguna me llevó a una distancia de mas o menos
unos cinco metros, pero siempre pendiente de que no lo fueran a dejar fuera en
el puesto que tanto apreciaba.
- ¡Vos sabéis que
esta situación nos está matando!
Y te cuento que
hace como unos cuatro años, yo vine a este mismo negocio y vi unos de estos
bolígrafos desechables y cuando le pregunté a uno de esos vagabundos chinos ¡de
mierd.!
Le señalé uno y:
¿Cuánto vale uno?
Y él sin mirarme me
respondió: ¡Tles bolívares!
-Yo no le respondí
nada; porque me dije: ¡En el centro de Maracaibo los he visto a dos bolívares!
Bueno el caso es
que me fui y me compré: ¡Tres!
…Y me los puse en
el bolsillo de mi camisa.
¡Y se me olvidó! Y
cuando me vine, me dijo uno…
¡Carmelo están
vendiendo: Arroz, harina pan…Y no me recuerdo qué otra cosa! En el acto me
metí.
¡Y se me olvidó
decirle a uno de “Ellos” que había comprado esos tres bolígrafos en otra parte!
Compré todo lo que
pude. Hice mi cola para pagar y cuando he pagado todo, y me dan el vuelto y la
bolsita con lo que había pagado…Me agarra el cochino chino y me acusa delante
de todo el mundo:
¡¿Y no vas a pagal
los bolígrafos…?! ¡Son tles! – Me
quedé en una sola pieza. No lo podía creer.
(Y me recuerdo: ¡No
se lo dije antes de entrar! Reconozco que fue culpa mía… ¡Pero venirme acusar
delante de todos, ¿que soy un ladrón?)
No chico, eso no se
lo perdono.
…Y me dijo la cajera,
entre dientes: Carmelo te vi entrar con los tres bolígrafos en el bolsillo de
tu camisa…Pero nada puedo decir ¡porque me botan!
…Y yo le dije:
Tranquila mija. Que de esta salgo yo.
Discutí con ese
chino y en el acto salieron varios de ellos, unos traían palos, otros con
escobas, otro se me vino con un cuchillo grandote…
Y yo me pregunté:
¿Será que uno sólo no puede conmigo que soy un viejito…?
¡Bueno para
evitarme mas problemas: Les pagué!
Aunque yo los había
comprado afuera. Pero: ¡¿Cómo podía ganarles en esta discusión?!
Así que avergonzado
y humillado, me dije -muy en mis
adentros- ¡Esta me la voy a cobrar! – Y en ese momento se sacó su famoso
sombrerito y me enseñó su parte interna diciéndome: ¡Vos sabéis que en este
espacio: Ahora es que caben “cositas”! – Y luego metiendo una de sus manos, me
indicaba que había espacio para introducir varias cosas y cuando ya creyó que
había conseguido su objetivo, se lo colocó nuevamente en su cabeza y haciéndome
señas de que lo empujaba bien para que no se le cayera…
- ¡Así hice! ¿Y
sabéis que les hice…? – Y mirando a todos lados y como para confirmarse que
nadie nos miraba, continuó con su relato…
- En sucesivas
ocasiones…Me escondía entre los armarios y de una forma muy “hábil y
cuidadosamente” comencé… ¿No me habían acusado de “ladrón” pues…?
¡Pues ahora sí que
los voy a robar!
Y esta operación la
efectué ¡no una! Sino varias veces… ¡Lo que pudiera introducir aquí en mi
sombrerito…Lo hacía!
…Y luego en cuanto
veía a “su jefe de seguridad” ¡él tipo gordo ese que estáis viendo allí! – Me
dijo señalándome a un tipo alto y de apariencia maligna.
- ¡Entonces corría
hacia él y abrazándole lo saludaba muy efusivamente!
…Y de esa forma,
¡nadie me registraba! Saliendo sin ningún tipo de novedad.
…Pero como que
después ellos se compraron un sistema de grabación y habían colocado varias
cámaras distribuidas en varios de sus pasillos…
¡Y me
grabaron! - ¡Y claro yo no sabía nada!
El caso es que los
chinos le ordenaron al gordo guardián…
- ¡A ese viejito me
lo requisas cada vez que entre y cuando salga! – Y me lo hicieron saber.
Desde ese entonces:
¡No entro a ese antro! – Y yo me le quedé mirando y fue cuando le pregunté:
- ¿Y entonces qué
hace metido en esa cola?
- ¡Ah porque le
estoy guardando el puesto a una amiga que me va a comprar ahora: Tres kilos de
harina pan!
Ella salió porque
se iba a refrescar con algo, o un juguito o un cepillao. Pero ya no tarda en
volver. – De inmediato volvió su atención al sitio que recién había abandonado
y se comprobó a sí mismo que todo seguía igual.
De repente, me
informó…
- ¡Allí viene la
chica! ¿No te dije? Las amiguitas mías no me abandonan. – Me dijo en medio de
un ataque de alegría. En efecto, vi que una dama joven ocupaba su puesto,
mientras le hacía señas de que ya había vuelto.
Luego me apartó un
poco mas y me dijo…
- Es triste ver,
cómo el gobierno nos tiene a nosotros “los pata en el piso” en esta deplorable
situación.
¡Chico el ver a esa
gran aglomeración de mujeres, algunas de ellas: Preñadas!
Y teniendo que estar
haciendo estas diabólicas colas. ¡No es justo! – A continuación hizo un gesto
muy característico en él, se quitó sus gafas las cuales estaban húmedas y es
cuando descubro con mucho asombro y me digo a mí mismo: “¡Caramba! Si este
viejo lo que está es llorando…” Me estremeció esta forma de reaccionar en él.
Por supuesto que él trataba de que no me enterase y para ello, me dio la espalda, mientras se
limpiaba ambos ojos y le pasaba su trapo a sus lentes.
Pienso que mas
nadie se dio cuenta y sigo creyendo en esto, ya que a nadie mas vi pendiente de
nuestra charla.
Esperé y respeté su
sentimiento, pero en el fondo me dije: “Esto es lo que se merece este pueblo,
por estar creyendo en “mesías militares” que vienen ofreciendo villas y
castillos, pero que a la final dejan a este pueblo moribundo y en terapia
intensiva”
Me cuidé mucho de
no emitir comentario alguno y tan solo me dediqué a chequear a toda esa
población que bajo el sol inclemente, aguardaban con paciencia de pueblo
sometido, a que les tocara su turno.
“¡Qué paciente es
el pueblo amorfo y sometido!”
Continué en mis
reflexiones mentales, es la única parte en donde nadie puede censurarte ni
mucho menos meterte preso. ¡Cosas de la revolución!
- Las cosas que uno
tiene que soportar. – Me lanzó esa conclusión en medio de mis cavilaciones,
¡pues para nada es agradable ese baño tan soleado!
- Es muy cierto. –
Le musité en medio de esa fragancia tan endemoniadamente calórica, al volverme
a mirarlo ya lo vi con su imagen de siempre, pero en esta ocasión con un dejo
de tristeza.
- Me recuerdo
cuando era un carajito. ¡¿Cómo cambian las cosas, cierto?!
Cuando mi madre me
enviaba a la bodega del barrio, en mis añoranzas evoco aquella época tan
gloriosa en que todos nos mirábamos con cariño y que cualquiera te daba la
mano. No es como ahora.
Hoy en día nos
miramos hasta con desconfianza.
Son cosas que nunca
podré olvidar. Y hasta el clima era mucho mas benigno, ¡claro está!
No había tantos
carros como los hay en la actualidad. Y era muy común el poder ver a los
burreros. ¿No conociste a “los burreros”?
- Muy poco.
- Eran los que
andaban en una especie de carrito y en ella o llevaban cepillaos, o frutas o
cargaban cualquier cosa. ¡Eran muy populares!
Y se les veía con
mucha facilidad.
Claro está, que la
llamada “civilización” nos ha traído cosas muy buenas…Pero no todo es “bueno”
¡Eso pienso yo! Y
no es porque ya esté muy viejo.
Porque en verdad,
debo reconocer que hay muchísimas cosas de las cuales hoy en día nos
beneficiamos todos.
…Pero este cambio
climático…Deja mucho que desear. Bueno no todo es perfecto. ¿Cierto?
Bueno ciertamente
que ya la vejez me está haciendo ver cosas, ¡y no es que viva del pasado, no
señor!
Por cuanto
reconozco lo bueno de esta vida.
¡Porque esta vida
es buena! Yo en lo personal disfruto mucho de esta etapa en que estoy viviendo.
¡Claro está! Me
hubiese gustado tener menos edad, pero con toda la sapiencia con la que hoy en
día cuento. ¿No te parece maravilloso?
…Pero esos
sentimientos, pertenecen a una gama de sensaciones y querencias…De las que
nunca podré llegar a disfrutar. – Y mirando de una forma muy firme, me dijo al
pasar unos minutos…
- Son cosas de
viejo. No me hagas mucho caso.
Quizás los vapores
de los años transcurridos, me hagan delirar en cosas y situaciones que bueno…
¡La vida es
demasiado hermosa para tomarme muy en serio a mí! Así que amigo mío…Sigamos bailando
ese danzón tan hermoso en medio de este calcinante sol. – Y diciéndome esto, se
retiró sin ir a un lugar específico, y entiendo que esa fue la manera para
despedirse de mí.
Por lo que me quedé
en medio de la acera, viéndolo como caminaba sin dirección fija.
Y en ese instante,
me dije: ¿Y no es que le dejó a esa señorita la encomienda para comprar esos
tres kilos de harina pan…?
¡No lo entendí!
Pero ya era mi
tiempo para retirarme…Mañana o pasado me enteraré si a la final recibiría esa
encomienda o no.
©
Bernardo Enrique López Baltodano 2016
Nota:
Internet utiliza cookies
para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.
Si continúa utilizando este
sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!
No hay comentarios:
Publicar un comentario