“Es
muy triste la muerte…”
Porque en este tránsito en que nos hemos acostumbrado “a vivir”, no
nos dados cuenta que estamos al borde del precipicio que lo hemos llamado: Muerte, resurrección…Fenecimiento.
Y es que en vida fuimos amigos…
¿Qué seremos en realidad…?
A la memoria de ese ser tan especial que en vida se llamó:
Ciro Morante Zambrano
Paz a sus restos.
Fuiste noble, como el viento que sopla
con dulzura para hacerse sentir, pero también para notificar que en algún
momento allí estuviste.
- Es muy triste la muerte…- Le dijo Will a su amigo Juan. Suspiró con
una sensación de cansancio enorme. Y no era para menos, pues se encontraban en
la espera del féretro de su hermano Ciro.
Se encontraban en las puertas de la sala en dónde velarían sus restos
fúnebres.
Era aún de día. No llegaban a las cuatro de la tarde. Juntos
contemplaban como muchos visitantes entraban a esa institución -con toda seguridad, iban a velar a sus
queridos deudos- y ellos se encontraban
en la espera de que llegasen con el féretro de Ciro.
El ambiente era de mucha desolación.
Puros rostros compungidos.
Velados de emoción alguna que no fuera la pérdida de su ser querido.
Ninguno de los dos ni siquiera se atrevía a respirar.
Ciro era el hermano mayor de Will, el que siempre lo arreaba. Lo
apremiaba y lo guiaba por el camino que él consideraba que era el mas correcto.
Ellos provenían de un hogar destruido, ya que su padre los había
abandonado siendo ellos apenas unos infantes.
Ciro siendo el mayor, vio siempre de sus dos hermanos menores: Will y
Unaldo.
…Y ahora se encontraban los dos amigos en tremenda disyuntiva.
Juan aprovechó su momento mas indicado, y le preguntó…
- ¿Y de qué murió?
- Él ya estaba enfermo.
Le estaban practicando diálisis.
Pero en esta última…No le dieron las fuerzas.
Falleció en su casa, en la compañía de su esposa e hijos. Fue una
situación muy triste.
Pero en verdad: ¿Por qué “la muerte” es tan triste…? Y me recuerdo
cuando murió tu hermano. ¡Qué tristeza me dio! – Juan calló, en verdad, en años
pasados le tocó a él mismo enfrentar los rigores de la muerte.
Y es que la muerte en sí misma, es lóbrega.
Es el momento en el cual, muchas vivencias vuelven a tomar cuerpo.
Recuerdos que parecían ya olvidados, florecen en medio del
sufrimiento.
- La muerte es olvido. Desolación. Hastío.
¡No sé el por qué tiene ese efecto tan bestial entre nosotros! –
Filosofó a media voz.
Sus ojos estaban clavados literalmente en el suelo. Con su cabeza
gacha.
Sin fuerzas como para mantenerla levantada.
Su amigo, así lo comprendió. Se unió a él en ese profundo sentimiento
de devastación.
- …Él no quería morirse. Nunca la aceptó como tal. Siempre pujante,
lleno de vida.
Y aun cuando estaba sufriendo esos dolores tan espeluznantes…
¡No le faltaba una sonrisa para nosotros!
Mi pobre hermano… - En la pronunciación de esa frase, expelió ese
dolor henchido de emoción.
¡Esa impotencia que se le notaba a leguas!
- Si es muy lenta y desfigurante.
Me recuerdo cuando estuvimos veloriando a mi hermano…Las imágenes que
me vinieron a mi mente, mientras allí estábamos, era cuando aún éramos unos
infantes.
Las veces que le hice cuanta diablura se me ocurría… - No estaba
llorando mientras evocaba esos recuerdos, pero era como si lo estuviese
haciendo.
Will lo contempló en silencio.
Y en ese mutismo, ambos se dijeron mas que cuando pronunciaban palabra
alguna.
- La muerte es fría. – Asumió de repente Will.
- Es desoladora. – Agregó Juan.
- ¿Por qué no aceptamos a la muerte como tal…? – Guardó silencio de
repente. Se llevó la mano a su bolsillo trasero de su pantalón y se sacó su
pañuelito, el cual lo utilizó para secarse unas lágrimas que emergían
espontáneamente.
- ¿Cuándo lo podré volver a ver…? – Lanzó la pregunta sin esperar
respuesta alguna.
Sabía qué hacía apenas unos años, su compañero de infortunio, también
se había visto en ese peligroso trance.
- ¡Muchas escenas vienen a mi memoria!
…Y es en estos momentos en los cuales, empiezo a sentir esa ausencia.
Y me pongo a pensar… ¿Qué será de nosotros…?
Y me estoy refiriendo a mi madre, que aunque ya somos viejos.
Mi pobre vieja es la mas perjudicada.
¡Todas las mañanas se le aparecía a ella, para tomarse su tacita de
café!
Ya era una costumbre entre ellos dos.
¡Claro después aparecíamos Unaldo y yo!
Pero era que Ciro -que en paz
descanse- era muy madrugador -al igual que mi madre- y ya ella estaba presta para esperarlo.
¡Y allí estaban los dos!
Mi madre lo acariciaba siempre, en todo momento nos estaba dando lo
que nos hacía falta, y especialmente con el mayor nuestro, ¡era una unión
inexorable!
¡Jamás lo hizo esperar!
Aun no salía el sol, pero ya mi madre y Ciro, estaban tomándose su
tacita.
…Y me pregunto… ¿Qué será a partir de mañana…? Ya Ciro no acudirá a la
cita.
- Eso crees tú… - Le agregó de repente su acompañante, a lo que de
forma inmediata le consultó…
- ¿Tú crees…?
- Con toda seguridad. Tú madre lo sentirá.
Y la acompañará…Ese es un hilo que une por siempre a la madre con su
hijo. ¡Jamás lo rompen! Y allí estará siempre, en su presencia, dándole ánimo
tanto a ella misma como a ustedes dos.
¡Por mucho tiempo!
…Hasta que le toque a tu mama…
- …Cuando le toque a mi madre… - Y en esa frase su rostro se le
transfiguró y su oyente con mucho estupor pudo ver a un niño…
Perdido y extraviado en medio de este tumulto que llamamos: Vida.
Sus ojos se le llenaron de lágrimas.
Sus manitos comenzaron a buscar hacia un infinito, no comprendido por
él.
Sí, sus facciones se retrocedieron unas cuantas centurias.
Will se encontraba perdido.
Y como un infante se comportaba, la sola sensación de la pérdida de su
progenitora…
Lo desbalanceó de una forma muy drástica.
Sus expresiones fueron muy vagas.
Imprecisas. Como las de un párvulo en desolación.
- …No sé qué haré… - Su mirada se le extravió aún mas.
Ciertamente en la premura de tan triste perdida, no se había detenido
a pensar…Para cuando le tocara irse a su vieja.
Y sobre todo él, y su hermano Unaldo, que siempre han sido muy
apegados a las faldas de su madre.
Y aun siendo ya un par de hombres viejos…
Una sombra muy oscura se cernió en su mundo. Y no lo había previsto
como tal.
- No sé qué será de mi vida, una vez que eso suceda.
No sé qué haré… - En su forma de expresarse emuló para cuando algo
malo le ocurría, corría en la búsqueda de la protección materna.
Sabiendo que siempre la encontraría allí, siempre a la espera de prestarle
toda la atención debida.
- Sé que ya soy un viejo. Pero es que para mí, mi vieja es vital.
¡Siempre lo ha sido, para Ciro, Unaldo y para mí mismo! – Su voz ya se
le sentía muy entrecortada.
No lograba ni precisaba el poder seguir en ese tema.
- Es muy lamentable que todos nos tengamos que ir…Algún día… -
Pronunció Juan como tratando de disipar esos funestos pensamientos. – Y pienso…
¿Nos reconoceremos allá en dónde nos toque ir, en donde nos designen…? – Su
mirada se le volvió transparente.
- …Si. Algún día tendremos que enfrentarnos con el Ángel de la muerte.
Me dicen que es muy funesto.
¿Cómo será “eso”?
- …Ya llegará nuestro propio turno… - Le dijo como para
tranquilizarlo. Pero en el fondo, Juan lo martirizaba esa futura experiencia.
- ¿…Pero cómo será…?
- No tengo ni la mas mínima idea. Pero debe ser un evento muy
especial.
Enfrentarse cara a cara, con ese ser…
Qué siempre te llevará.
- ¿Tendrá figura humana…? – Quiso saber Will, mientras observaba el
cielo infinito.
- ¿Y adónde nos habrá de llevar…?
…Para arriba en el cielo.
O para abajo: ¡En el infierno!
- Ya lo sabremos. Cuando nos toque el turno.
- Siempre me he hecho esa pregunta.
¿Adónde me llevarán a mí…?
¿Podré re encontrarme con mis muertos…?
¿En dónde estará mi padre…?
¿Adónde llevarán a Ciro, mi hermano ya muerto…? - Como apurado ante
una situación no prevista por él mismo, tragó abundante saliva. No conseguía
respuesta que le satisficiera o que le calmara su irreductible
angustia. No encontraba la paz que deseaba.
- La vida, la vida ¡para ser tan ingrata!
Qué cuando mas creemos que somos victoriosos…
Cuando mas tranquilos estamos…
¡Nos dan un tanganazo como este!
Me quitaron a mi hermanito…Pronto se irá mi vieja también.
¿Y para cuando me tocará mi turno…?
…Estaré en la espera. No sé cuándo será el momento que me toque. Tan
solo me gustaría saber, si para el sitio que me envíen a mí…
Me encontraré con Ciro, con mi padre…
Y con tantos que ya me precedieron.
La vida es engañosa, siempre te tienden trampas…
Por eso uno nunca debería de confiarse.
Tan solo somos pasajeros, y lo peor, es que no sabemos adónde nos
habrán de llevar… - Su cara era la evidencia clara de su estado anímico. Y
transcurrido unos minutos mas, comenzaron a ver, que ya una carroza fúnebre
estaba entrando y en ella, portaban los restos de Ciro.
Ambos se acercaron en silencio.
Esperaron para acompañarlo hasta el sitio en donde por escasas horas,
lo acompañarían, en medio de ese silencio tan sepulcral.
En medio de ese luto, que nos hiere este vivir.
Pocos años de vida en felicidad, acompañándolo siempre con los
problemas que siempre te acompañan en este tránsito y luego…Fenecer. En la
transmutación.
En medio de familiares, amigos y relacionados.
Ciro…Descansa en paz.
©
Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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