Iba a ser una cita de Amor...Cuando...


                                         -Plaza Ribas en: La Victoria-edo. Aragua-











“…Y si te dijera…Que no vino…”





En  conversación con un…












Me encontraba sentado cómodamente en la plaza Ribas de La Victoria en el estado Aragua, esperaba en la comodidad de un excelente asiento de madera con listones finamente lijados de madera, con un respaldar muy reconfortante.
Y en ese sitio, en específico, me había citado con mi novia María Isabel.
¡Cuánto la amo!
¡Estaba contentísimo, no podía disimularlo!
Y el simple hecho de que ella me hubiera aceptado esta invitación  ¡me tenía “bailando en una pata”!
Disfrutaba de ese ambiente a montaña, a esa naturaleza tan viva, acompasado con los hermosos canticos de tantas aves de paseo que allí pululan.
¡La vida es bellísima, qué lo afirmo yo!
Me sentía muy bien, y tan solo esperaba a que ella llegase, pero como me gusta llegar antes que ella, pues me había adelantado y le había comprado un hermoso ramillete de flores, ¡muy cuchi!
¡Se va a quedar maravillada!
Me deleitaba con el suave aroma que expedían esa floreciente y siempre viva  manojo  de lindas  y fragantes flores. Había de varios colores y me extasiaba en ellas, imaginándome la cara de asombro de mi linda prometida.
¡Se va a quedar maravillada!
Tan absorto estaba que no me di cuenta, que se me había parado un hombre de avanzada edad, de apariencia pobre, con una barba de varios días.
En cuanto lo vi, pensé: “Viene a pedirme alguna limosna” Y mecánicamente metí mi mano a mi bolsillo en búsqueda de algunas monedas y de billetes, para satisfacer su demanda.
Pero el señor no me prestaba atención alguna ante mi intención, al contrario, escuché que me estaba hablando como si nos conociésemos de mucho tiempo.
La fluidez con que emanaban palabras de su boca, me llamó la atención…Y decidí ponerle atención, resultando que ya tenía un rato hablándome y yo… ¡Ni pendiente!
- Perdone señor… - Me excusé ante esta persona, y fue cuando me di cuenta, que tampoco me prestaba atención…Pero se dirigía a mí, ¡asombrado me volví hacia él!
- Mira chico, tú tienes que entenderme. ¿Te recuerdas la última vez que quedamos en vernos aquí mismo…? – Me asombró que me dijese esas palabras, ya que era la primera vez que lo veía.
Pero ciertamente, se estaba dirigiendo a mí, pero algo me decía: ¡Qué no era a mí a quién miraba!
¡Por favor…Ahora NO! Estoy en espera de la mujer mas bella de este mundo…Y si lo ve…De repente se me espanta  ¡y se va!
Angustiado traté de ver, si había mas personas que se percataban de este fenómeno, pero no pude divisar a nadie que estuviese pendiente de nosotros.
- ¿No te recuerdas, chico? – Me volvió a preguntar, pero esta vez puso uno de sus dedos en mi hombro derecho, asombrado le traté de aclarar que seguramente se había confundido de persona, pero él no me escuchaba. De repente, alzó su cabeza y se puso a contemplar las ramas de los árboles.
(¡Vete de aquí! ¿No ves que estoy esperando a alguien muy importante para mí…?)
Pasados unos instantes, se encaró de nuevo conmigo…
(¡Qué fastidio con este tipo!)
- ¡Qué pésima memoria tienes chico! – Yo no le entendía nada y hasta me pareció que ese ser estaba loco. Pero traté de disimularlo, no fuera a ser, que se me pusiera belicoso. Y yo, para ser sincero, lo que me interesaba era que llegara mi bella damisela. Mas nada.
Pero este señor era muy persistente. Y yo…Me encontraba ¡impotente!
- Mira recuerda que aún es de tarde, y dentro de pocas horas viene la luna, trayéndonos la oscura noche.
Pero debo decirte: ¡Que me has dejado aquí como si yo fuese un tarado!  …Y eso no está bueno.
Pero no te preocupes, yo te entiendo.
Pero a quienes no entiendo son a esa gama de compañeros tuyos  ¡esos que trabajan contigo!
Son una manada de boludos. Insensatos y desmemoriados. Fíjate que sin yo conocerlos, se me acercaron y comenzaron a hablarme mal del gobierno.
Y yo me pregunté a mi mismo: ¿Y ahora qué les estará pasando a todos estos locos…? – Yo seguía sin entenderle nada.
Pero eso no era lo que me estaba causando estrés, sino el temor de que el amor de mi vida, me viese con este personaje…Que por cierto: ¡No huele bien!
Y pensé: ¡Qué buena broma me está pasando!
¿Y cómo me deshago de este tipo…? – Pero mis pensamientos fueron interrumpidos, cuando nuevamente este personaje en cuestión, volvió a tocarme el hombro, como reclamando mi atención, así que no me quedó mas remedio que ponerle atención…
- Mira hermano querido. Tú sabes que yo soy “un caballero” y que soy incapaz de ser: Mal educado.
Y por esa razón   -y sabiendo que son “tus amiguitos”-   fue que les puse atención.
¡Pero sólo por eso!
Y me decían: ¡Abajo el gobierno!   -Y yo vi que se llevaban una mano a la cintura-   ¡Por cuenta estaban armados!
Y me dije: ¡Mosca, que estos tipos son belicosos!
…Pero yo presentía que eran unos chistositos y me dediqué a seguirles la corriente. ¡Y resulta que uno de tus amiguitos adelantándose me dijo al oído!
No le hagas caso. Ellos están locos.  –Y yo, entendiendo que eso es así-   Le dije: ¡Claro, claro!
Basta que ustedes vienen de parte… - El hombre en cuestión se quedó callado y me dio la impresión de que se estaba devanando sus sesos  -quizás para identificar bien a sus visitantes-   Pero no fue por eso, y volviéndome a tocar mi hombro, me consultó…
- ¿Cómo es que te llamas tú…? ¡Y me perdonas, pero bien sabes que tengo una memoria de elefante!
(En el acto pensé: ¿Elefante…Será de mosquito!)
- Discúlpame, pero es que se me ha olvidado tu nombre… ¡Bien “agarrado” debes ser tú chico!
¿No serás “mala paga” también…? – No le respondí a ninguna de sus inquisiciones.
Me dediqué a “desear con toda mi alma” que ese “señor” me dejara en paz. Miré buscando auxilio entre las personas que por allí transitaban, pero ninguna me prestó la atención debida.
No me quedó mas remedio, que levantarme de mi asiento   -a pesar de que me sentía tan cómodo-   Pero era prioritario salirme de semejante “pegoste” ya que temía que mi chica estuviese por llegar y me viera en semejante predicamento.
- ¡Ah a propósito…Tú te recuerdas de Simón…?
- ¿De Simón…Qué…? – Le respondí ya con cierta incomodidad, pero este personaje no pareció darse cuenta de que ya me estaba comenzando a fastidiar mucho su presencia, y dando un paso hacia adelante, como para cortarme mi vía de escape, me dijo con voz algo chillona…
- ¡No te vayas chico, que aún es muy temprano!
Pero recuerda que en cualquier momento se aparece “la poli” y esa gente sí que son unos locos violentos. Figúrate que ahora me están acusando a mí de: “Guerrillero” ¿Guerrillero…Yo?
¡Están locos de remate!   …Y déjame decirte que se los he dicho en su propia cara
¡Y no me importaría si me llevaran preso!
Aunque yo soy una persona honrada y decente a carta cabal. ¡Pero ellos me hostigan!
…Bueno, mejor es que nos quedemos aquí mismos, calladitos y serenos. Porque así no despertaremos ninguna sospecha. Pero tienes que saber, que la situación desde que se fue Simón, no han estado del todo: ¡Buena!
Esos mal nacidos, me están haciendo la vida “de cuadritos”
¡Pero yo no me dejo manipular por esos tipos!
¿No los has visto por aquí…? – Me preguntó mientras chequeaba a su alrededor, y yo me dije: ¡Esta es mi oportunidad! Así que le dije con mucha seriedad…
- ¡Casualmente estuvieron aquí mismo…Un segundo antes de que tú llegaras! – Él se me quedó mirando con cara de espanto y llevándose su mano a la boca, me dijo bajando su voz al máximo…
- ¿Será qué me han descubierto…?
- ¡Ah eso no lo sé! ¡Pero si me preguntaron por ti!
- ¿Por mí…Y cómo sabes que es a mí…? – No supe responderle acertadamente, cosa que aprovechó para preguntarme…
- ¿Cómo sabes mi nombre…? ¡Si yo no te lo he dicho aún! – Me desarmó su repentina lógica.
- Además… ¡Nadie mas debe saberlo! Recuerda que he venido en calidad de: ¡Espía!
…Y si llegan a saberlo… ¡A los dos nos van a llevar a la cárcel!
- ¿Y yo…Por qué…? – Le reclamé molesto ya por esa intromisión, que ya me estaba pareciendo muy grosera. Miré furtivamente, para ver si mi bella dulcinea, estaba por allí…Presenciando tan nefasto hecho. Pero ¡gracias a Dios…No había llegado!
- ¡Porque tú eres mi contacto! – Me respondió en forma sorpresiva.
- Mira…Hazme el favor. Yo estoy aquí muy tranquilo, esperando a mi chica. No quiero problema. Así que o te vas tú o me voy yo…
- ¡Nos tendremos que ir los dos!
- ¿Yo y por qué? – Le respondí ya muy molesto, a lo que me respondió al instante…
- Porque yo tengo secuestrada a tú mujer… - No puedo negar que me desconcentró esa salida de este orate de plaza. Angustiado, comencé a analizar y por la seriedad con que me lo dijo…Me hizo trastabillar.
- ¿Y por qué hiciste eso…? – Recuerdo que balbuceante le pregunté, ya que me estaba pareciendo raro que mi bella compañera, no llegase aún.
- Porque yo si soy: ¡Guerrillero! Y secuestro a la mujer de mis amigos. ¡Para que no me vayan “a vender con el enemigo”! – Semejante loco me vino a tocar a mí- Me dije a mi mismo. Pero ya esta situación me estaba sonando muy cansona.
Y comprendí que debía o partir o alejar a ese hombre de mi presencia. Y pensar que tanto me había costado en convencer a mi María Isabel, para que ¡este “boborote” me viniese a destruir mi plan!
- ¡Cuidado con meterte con el amor de mi vida! – Lo amenacé ya muy irritado, cosa que este ser, notó en mí, porque sonriéndome me dijo…
- Tranquilo. Que no soy un caníbal. Ni violador. Ni nada de eso.
- ¡Pero chico, ten mucho cuidado…Qué aquí mismo me vino un pelotón de soldados y me preguntaron por ti! ¡Es cierto, no te estoy mintiendo! – “El guerrillero” me miró de una forma muy peculiar, pero al parecer: ¡Me creyó! Porque en el acto, se llevó una mano a su barbilla y meditando en voz alta, me dijo…
- ¡Tendré que huir!  …Y no me quedará mas remedio que dormir con tú mujer…Hoy.
¡Pero no te preocupes…Mañana a esta misma hora te la estoy devolviendo! – Y diciéndome esto, salió corriendo a toda carrera.
Y fue tan rápido que desapareció…Qué emergió un temor muy enorme en mí y me pregunté: ¿Será cierto que ese pedazo de loco, me la secuestró…?
…Una tristeza muy honda embargó mi ser.
¡Y es que no me dio tiempo de perseguirlo!
Ya que se desapareció en el acto.
Tomé nuevamente el ramillete de flores y las llevé a mis labios, las besé tal como deseaba hacerlo con la mujer que me hace suspirar.
La fragancia tan sutiles, me hicieron olvidar por unos segundos tan extraña experiencia.
¡Cuánto anhelé que apareciese ella!
Para comprobarle a ese “elemento” que mi amor  es imperecedero y que él jamás ¡podrá secuestrármela!
…Pero ella  ¡nada que aparecía!
Y ya estaba cayendo la tarde, y los últimos rayos solares…Se estaban menguando.
¿Será que es cierto y ese desgraciado, mal parido me la ha secuestrado…? $#%”@
¡Porque si es cierto…! – Y el tiempo inexorablemente seguía corriendo… ¡Y nada que aparecía ella!
No cabía en ese asiento.
Ya me estaba sintiendo incómodo.
No deseaba nada mas que ella llegara, aunque sea por unos segundos. ¡Pero nada!
Miraba a todos los lados.
Venía mucha gente, pero nada de ella.
Pronto comenzó a sentirse esa oscuridad y ya mis posibilidades se estaban reduciendo a…Cero.
…Y allí me quedé, con el ramo de flores en mis manos. Sentado sólo. Y ya estaba muy triste.
…Una rabia se estaba gestando en lo mas profundo de mi ser…
¡Ese desgraciado! /&%$#q
¡Ese mal parido hombrecito…!
¡A buena hora vino a desgraciarme mi vida!
¡Ya estaba muy enojado! Y con ganas de ver a “ese ratón” Con qué ganas le daría unos puñetazos.
¡Pero el muy…Muy…Ya se me había esfumado!
Refunfuñando me encontraba ya.
Mi alegría había cedido.
Ahora me embargaba el desconcierto y la cólera…Por ese… 











© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









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Es el destino el que nos gobierna.























“Es muy triste la muerte…”




Porque en este tránsito en que nos hemos acostumbrado “a vivir”, no nos dados cuenta que estamos al borde del precipicio que lo hemos llamado:  Muerte, resurrección…Fenecimiento.




Y es que en vida fuimos amigos…
¿Qué seremos en realidad…?




A la memoria de ese ser tan especial que en vida se llamó:
Ciro Morante Zambrano
Paz a sus restos.






Fuiste noble, como el viento que sopla con dulzura para hacerse sentir, pero también para notificar que en algún momento allí estuviste.



- Es muy triste la muerte…- Le dijo Will a su amigo Juan. Suspiró con una sensación de cansancio enorme. Y no era para menos, pues se encontraban en la espera del féretro de su hermano Ciro.
Se encontraban en las puertas de la sala en dónde velarían sus restos fúnebres.
Era aún de día. No llegaban a las cuatro de la tarde. Juntos contemplaban como muchos visitantes entraban a esa institución   -con toda seguridad, iban a velar a sus queridos deudos-   y ellos se encontraban en la espera de que llegasen con el féretro de Ciro.
El ambiente era de mucha desolación.
Puros rostros compungidos.
Velados de emoción alguna que no fuera la pérdida de su ser querido.
Ninguno de los dos ni siquiera se atrevía a respirar.
Ciro era el hermano mayor de Will, el que siempre lo arreaba. Lo apremiaba y lo guiaba por el camino que él consideraba que era el mas correcto.
Ellos provenían de un hogar destruido, ya que su padre los había abandonado siendo ellos apenas unos infantes.
Ciro siendo el mayor, vio siempre de sus dos hermanos menores: Will y Unaldo.
…Y ahora se encontraban los dos amigos en tremenda disyuntiva.
Juan aprovechó su momento mas indicado, y le preguntó…
- ¿Y de qué murió?
- Él ya estaba enfermo.
Le estaban practicando diálisis.
Pero en esta última…No le dieron las fuerzas.
Falleció en su casa, en la compañía de su esposa e hijos. Fue una situación muy triste.
Pero en verdad: ¿Por qué “la muerte” es tan triste…? Y me recuerdo cuando murió tu hermano. ¡Qué tristeza me dio! – Juan calló, en verdad, en años pasados le tocó a él mismo enfrentar los rigores de la muerte.
Y es que la muerte en sí misma, es lóbrega.
Es el momento en el cual, muchas vivencias vuelven a tomar cuerpo.
Recuerdos que parecían ya olvidados, florecen en medio del sufrimiento.
- La muerte es olvido. Desolación. Hastío.
¡No sé el por qué tiene ese efecto tan bestial entre nosotros! – Filosofó a media voz.
Sus ojos estaban clavados literalmente en el suelo. Con su cabeza gacha.
Sin fuerzas como para mantenerla levantada.
Su amigo, así lo comprendió. Se unió a él en ese profundo sentimiento de devastación.
- …Él no quería morirse. Nunca la aceptó como tal. Siempre pujante, lleno de vida.
Y aun cuando estaba sufriendo esos dolores tan espeluznantes…
¡No le faltaba una sonrisa para nosotros!
Mi pobre hermano… - En la pronunciación de esa frase, expelió ese dolor henchido de emoción.
¡Esa impotencia que se le notaba a leguas!
- Si es muy lenta y desfigurante.
Me recuerdo cuando estuvimos veloriando a mi hermano…Las imágenes que me vinieron a mi mente, mientras allí estábamos, era cuando aún éramos unos infantes.
Las veces que le hice cuanta diablura se me ocurría… - No estaba llorando mientras evocaba esos recuerdos, pero era como si lo estuviese haciendo.
Will lo contempló en silencio.
Y en ese mutismo, ambos se dijeron mas que cuando pronunciaban palabra alguna.
- La muerte es fría. – Asumió de repente Will.
- Es desoladora. – Agregó Juan.
- ¿Por qué no aceptamos a la muerte como tal…? – Guardó silencio de repente. Se llevó la mano a su bolsillo trasero de su pantalón y se sacó su pañuelito, el cual lo utilizó para secarse unas lágrimas que emergían espontáneamente.
- ¿Cuándo lo podré volver a ver…? – Lanzó la pregunta sin esperar respuesta alguna.
Sabía qué hacía apenas unos años, su compañero de infortunio, también se había visto en ese peligroso trance.
- ¡Muchas escenas vienen a mi memoria!
…Y es en estos momentos en los cuales, empiezo a sentir esa ausencia.
Y me pongo a pensar… ¿Qué será de nosotros…?
Y me estoy refiriendo a mi madre, que aunque ya somos viejos.
Mi pobre vieja es la mas perjudicada.
¡Todas las mañanas se le aparecía a ella, para tomarse su tacita de café!
Ya era una costumbre entre ellos dos.
¡Claro después aparecíamos Unaldo y yo!
Pero era que Ciro  -que en paz descanse-   era muy madrugador   -al igual que mi madre-   y ya ella estaba presta para esperarlo.
¡Y allí estaban los dos!
Mi madre lo acariciaba siempre, en todo momento nos estaba dando lo que nos hacía falta, y especialmente con el mayor nuestro, ¡era una unión inexorable!
¡Jamás lo hizo esperar! 
Aun no salía el sol, pero ya mi madre y Ciro, estaban tomándose su tacita.
…Y me pregunto… ¿Qué será a partir de mañana…? Ya Ciro no acudirá a la cita.
- Eso crees tú… - Le agregó de repente su acompañante, a lo que de forma inmediata le consultó…
- ¿Tú crees…?
- Con toda seguridad. Tú madre lo sentirá.
Y la acompañará…Ese es un hilo que une por siempre a la madre con su hijo. ¡Jamás lo rompen! Y allí estará siempre, en su presencia, dándole ánimo tanto a ella misma como a ustedes dos.
¡Por mucho tiempo!
…Hasta que le toque a tu mama…
- …Cuando le toque a mi madre… - Y en esa frase su rostro se le transfiguró y su oyente con mucho estupor pudo ver a un niño…
Perdido y extraviado en medio de este tumulto que llamamos: Vida.
Sus ojos se le llenaron de lágrimas.
Sus manitos comenzaron a buscar hacia un infinito, no comprendido por él.
Sí, sus facciones se retrocedieron unas cuantas centurias.
Will se encontraba perdido.
Y como un infante se comportaba, la sola sensación de la pérdida de su progenitora…
Lo desbalanceó de una forma muy drástica.
Sus expresiones fueron muy vagas.
Imprecisas. Como las de un párvulo en desolación.
- …No sé qué haré… - Su mirada se le extravió aún mas.
Ciertamente en la premura de tan triste perdida, no se había detenido a pensar…Para cuando le tocara irse a su vieja.
Y sobre todo él, y su hermano Unaldo, que siempre han sido muy apegados a las faldas de su madre.
Y aun siendo ya un par de hombres viejos…
Una sombra muy oscura se cernió en su mundo. Y no lo había previsto como tal.
- No sé qué será de mi vida, una vez que eso suceda.
No sé qué haré… - En su forma de expresarse emuló para cuando algo malo le ocurría, corría en la búsqueda de la protección materna.
Sabiendo que siempre la encontraría allí, siempre a la espera de prestarle toda la atención debida.
- Sé que ya soy un viejo. Pero es que para mí, mi vieja es vital.
¡Siempre lo ha sido, para Ciro, Unaldo y para mí mismo! – Su voz ya se le sentía muy entrecortada.
No lograba ni precisaba el poder seguir en ese tema.
- Es muy lamentable que todos nos tengamos que ir…Algún día… - Pronunció Juan como tratando de disipar esos funestos pensamientos. – Y pienso… ¿Nos reconoceremos allá en dónde nos toque ir, en donde nos designen…? – Su mirada se le volvió transparente.
- …Si. Algún día tendremos que enfrentarnos con el Ángel de la muerte.
Me dicen que es muy funesto.
¿Cómo será “eso”?
- …Ya llegará nuestro propio turno… - Le dijo como para tranquilizarlo. Pero en el fondo, Juan lo martirizaba esa futura experiencia.
- ¿…Pero cómo será…?
- No tengo ni la mas mínima idea. Pero debe ser un evento muy especial.
Enfrentarse cara a cara, con ese ser…
Qué siempre te llevará.
- ¿Tendrá figura humana…? – Quiso saber Will, mientras observaba el cielo infinito.
- ¿Y adónde nos habrá de llevar…?   …Para arriba en el cielo.
O para abajo: ¡En el infierno!
- Ya lo sabremos. Cuando nos toque el turno.
- Siempre me he hecho esa pregunta.
¿Adónde me llevarán a mí…?
¿Podré re encontrarme con mis muertos…?
¿En dónde estará mi padre…?
¿Adónde llevarán a Ciro, mi hermano ya muerto…? - Como apurado ante una situación no prevista por él mismo, tragó abundante saliva. No conseguía respuesta que le satisficiera o que le calmara su irreductible
angustia. No encontraba la paz que deseaba.
- La vida, la vida ¡para ser tan ingrata!
Qué cuando mas creemos que somos victoriosos…
Cuando mas tranquilos estamos…
¡Nos dan un tanganazo como este!
Me quitaron a mi hermanito…Pronto se irá mi vieja también.
¿Y para cuando me tocará mi turno…?
…Estaré en la espera. No sé cuándo será el momento que me toque. Tan solo me gustaría saber, si para el sitio que me envíen a mí…
Me encontraré con Ciro, con mi padre…
Y con tantos que ya me precedieron.
La vida es engañosa, siempre te tienden trampas…
Por eso uno nunca debería de confiarse.
Tan solo somos pasajeros, y lo peor, es que no sabemos adónde nos habrán de llevar… - Su cara era la evidencia clara de su estado anímico. Y transcurrido unos minutos mas, comenzaron a ver, que ya una carroza fúnebre estaba entrando y en ella, portaban los restos de Ciro.
Ambos se acercaron en silencio.
Esperaron para acompañarlo hasta el sitio en donde por escasas horas, lo acompañarían, en medio de ese silencio tan sepulcral.
En medio de ese luto, que nos hiere este vivir.
Pocos años de vida en felicidad, acompañándolo siempre con los problemas que siempre te acompañan en este tránsito y luego…Fenecer. En la transmutación.
En medio de familiares, amigos y relacionados.
Ciro…Descansa en paz.









© Bernardo Enrique López Baltodano 2016





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