“Corto en relatos”
“Fue en un sueño”
En ocasiones nos levantamos creyendo
que seguimos en nuestros sueños, en situaciones que la realidad no comparte. No
acepta.
Son cosas de nuestro diario vivir.
Nos mudamos
a un sector plagado de edificios por apartamentos.
Muy
concurrido. Veía mucha gente caminar de un sitio a otro. Personas que sacaban a
sus animalitos y los paseaban por las aceras.
Tupido de
centros comerciales, una plaza en el centro con cascadas muy atrayentes.
Hacía poco
que nos habíamos mudado a esa zona y recuerdo que me dio por salir caminando.
No quise
sacar mi carro del estacionamiento y cuando salí, pues comencé a ver los
distintos locales.
Subí unos
cuantos peldaños y comencé a chequear su vidriera y en realidad me provocó
entrar, cosa que hice y al entrar comienzo a ver todo lo que exhibían.
- ¿Cuánto
vale esto…? – Le pregunté a una señora que atendía, ella solicita llegó a
atender mi petición.
Y cómo es
lógico pensar, ¡ella no me conocía! Y me trató con el rigor que el caso
ameritaba. El caso es que era algo comestible y en el preciso momento en que
calibrando todo lo referente para comprarlo, comienzo a pensar en la cantidad
que debía llevar a mi apartamento, tomando cuenta de cuantas somos…Y la ración
que nos tocaría a cada uno, cuando siento los pasos desordenados y alborotados
de mi hijo Cris.
¡Yo me quedé
pasmado!
Pues pensaba
que nadie -de los míos- se habían percatado de que había salido a
pie.
- ¡Papi,
papi! Yo te voy a decir lo que nos gusta a nosotros. – Asombrado vi como con la
mayor naturalidad del caso él se estaba comportando. Contemplé asombrado como
todos los dependientes lo saludaban por su nombre y cómo él iba saludando uno a
uno…Primero a la señora, luego a un señor (Que asumo que era el dueño…O el
esposo…Al menos.)
- ¡Cris!
¿Cómo estás hoy…? – Le replicó cambiando la cara y con la
alegría espontanea que la presencia de mi retoño había provocado. Con la
mayor comodidad fue apartando cada uno de los productos que él sabía que le
gustarían a sus hermanitos.
(No me quedó
otra que hacerme a un lado y contemplarlo. ¡Todos lo conocían a él…!
¿Y a mí…?
Por lo visto: Nadie.)
- Cris es
amigo de todos en esta casa. – Me alegó ante mi desconcierto el señor que
cuando entré ni siquiera se había dignado a mirarme y ahora estaba muy
sonriente y ¡hasta emocionado con la presencia de este jovencito, tan amigable!
- Él es un
visitante muy cotidiano. ¡Todos los días viene a comprarnos algo! Nosotros lo
conocemos y lo queremos mucho. Dígame… ¿Usted es su padre? – Me preguntó el
mismo señor, pero en esta ocasión acercándose y dándome su mano en señal muy
amigable. Yo le estrechez muy cordialmente la mano. Y seguía viendo a este
retoño mío.
Una vez que
hubo finalizado todo. Antes de proceder a pagar, mi hijo se me adelantó y les
dijo a ellos, pero mirándome a mí…
- ¿Me lo
puedo llevar…? Después vengo a pagarles. ¿Puedo? – Los dueños muy sonrientes le
dijeron que su crédito estaba abierto y que cuando pudiera fuera a pagarles, él
les respondió muy sonriente…
- Es que en
mí familia…Yo soy el “jefe de compras”…Bueno mi papi es el que siempre me da el
dinero y yo voy a pagar. ¡Bueno mañana vendré a pagarles! - Y dándome su
manito, me invitó a que nos retiráramos.
Tan sólo me
quedó recoger lo comprado por mi “orgullo mas grande”
(Hasta
llegué a pensar… ¡Qué bueno que llegó mi hijito querido! Sin quererlo y sin saberlo…Había dejado mi
cartera y todo mi dinero en otro pantalón…Y ni siquiera me había dado cuenta,
sólo cuando mi bebecito se hizo cargo de todo.
…Se habían
cambiado los roles en esta familia…Je, je, je.je.)
Y en cuanto
salimos comencé a meditar.
¿Y no soy
yo, “el jefe”? …Pero si lo soy… ¡Mi hijo
siempre va un paso adelante mío!
Mi pequeñín
se volvió hacía mí y me consultó…
- Papi
¿Deseas comprar algo mas?
A propósito,
la próxima vez me dices y yo salgo a comprar. Ya sabes, a ti nadie te conoce y
en cambio a mí, -cómo te pudiste dar cuenta- ¡ya
me conocen todos!
Así que
cuando requieras algo…Dime y yo te acompaño y así te puedo informar en los
sitios en donde podemos comprar mas barato. Ya lo sabes. – Me dijo mientras me
daba un abrazo de oso. Tan sólo me quedó agradecerle su sapiencia y prontitud
en la solución a todos mis pedimentos.
(¿Qué otra
cosa podía hacer…? Este pequeñito se las trae…)
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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