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“Corto en relatos”
“Tú
eres: Poca cosa”
¡No eres “nada” ante mí!
Deberías besar la suela de mis zapatos, puesto que no te mereces
nada mas de mí.
Me importas…Nada
“Poca cosa”
- Cada vez que me decía esa clase de cosas…Me sentía
“pequeñito” insignificante y hasta algo así como si fuese…Una basura.
Detestable y miserable…Ella es muy cruel conmigo. – El
hablante cesó en su relato ya que una bola de inconmensurable tamaño le había
atorado su garganta.
En su forma de narrarme su experiencia pude constatar
el poco amor que él mismo se tiene.
Su voz desfalleció. Unos decibeles casi imperceptibles.
Y yo me quedé como si me hubiesen introducido en una panela gigantesca de
hielo.
En verdad, no encontré argumento disuasorio. Y algo muy
dentro de mi propio ser, sintió cólera. Fue muy visceral.
Ya que me pregunté
-en varias ocasiones, por cierto-
¿cómo es posible que una persona sea capaz de disminuir a
otro…Sencillamente por qué lo ama…?
Y ¿por qué ese deseo irrefrenable de menospreciar a
quién alega amarla…?
Me sentí incendiado, sofocado y hasta asqueado ¡en ese
tipo de odio visceral! ¡Quería abofetear a esa persona que vilipendia a otro
ser humano! Y no es justo.
…Ahora me encuentro en esa mesa, con un ser desfallecido.
Encanecido y jubilado en esa especie de “amor”.
Alguien por allí aseguró: “Hay amores que matan”
…En este momento, le concedo razón.
Criminaliza algo bello. Pero esto va implícito en el
propio ser -que me cuesta creer que
sea “humano”- pero así son las cosas.
Son relaciones tóxicas. Que lo mejor sería dejar,
desechar con la prontitud del rayo.
Pero mi amigo se encuentra en una isla rodeado de:
combustibles sumamente explosivos aunados a agentes muy tóxicos y ácidos que no
le permiten ver ni analizar con realismo en el tremendo foso en que se
encuentra sumido.
Instintivamente conté la cantidad de botellas vacías de
cervezas y pude comprobar que debido a la gran cantidad consumida por él…Que su
estado de ebriedad, era considerable.
- ¿Por qué me trata de esa forma…? ¡Yo tan solo entiendo
que la amo! – Su brazo izquierdo intentaba hacer una pirueta como para
reafirmarme su intención…Pero fue vano su esfuerzo. Realmente estaba muy
embotado mi amigo.
Ahora bien: ¿Cómo lo puedo ayudar en este dificilísimo
trance…?
No le encontré respuesta inmediata.
Tan solo percibí que debía sacarlo de ese sitio en que
se encontraba tan deprimido.
Tomando en cuenta que ese medio ambiente era muy
propicio para esos desfallecimientos. Muy humillante.
- Mira creo que es mejor que nos vayamos…
- ¿A dónde? – Me preguntó mirándome con esa forma tan
peculiar que hacen los hombres cuando ya están muy bebidos.
- …Bueno podemos ir a otra parte. O ir a comer…
- No me apetece nada de comida. – Me dijo en el momento
en que levantaba su brazo y pedía dos cervezas mas. –Sigamos bebiendo y aprovecho para seguirte con mis cuitas
amorosas… - Me sentí muy incómodo.
Ya no quería seguir en ese tipo de conversaciones…Es
que me hacen sentir muy mal. Deseo largarme. Ya no quiero seguir en ese tipo de
charlas que me son muy nocivas e indignante. Y quise decírselo.
Pero en ese preciso instante…Vi cómo se desplomaba
sobre la mesa, causando una estampida…Botellas caían de un lado u otro.
Presuroso intenté evitar ese desastre…Pero no pude
contenerlo…Como tampoco su nivel de descontrol. De sumisión y vasallaje.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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