Narraciones de infancia...


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“Las narraciones de:
Bernardo”









“El  fósforo”










Era  un  poco  mas  grande,  de piel  blancuzca,  delgado  y muy  fanfarrón.
En  muchas  ocasiones…
Un busca pleitos.
(Narración  sobre  hechos  de mi  infancia.)












- ¡Estoy metido en tremendo negoción! – Se ufanaba “el fósforo” y nos hacía sentir como si él fuese mucho mejor que el resto.
- ¿Y cuál es…? – Le preguntaba con insistencia “frente de papa”    -otro de los muchachos del barrio-    que lo seguía cual si fuese: “Un Mesías”
El resto de nosotros tan sólo observábamos.
Conscientes como estábamos de que era el mas audaz y astuto que la media de nosotros.
Miguel, se acercó a mi oído y me susurró…
- ¿Será que está robando…? – Yo lo miré de improviso, puesto que nunca se me había ocurrido esa posibilidad. Aunque a decir verdad, el simple hecho de meterse a robar a una residencia era para mi entender…De mucho riesgo. Una locura.
En lo personal, me considero demasiado cobarde como para siquiera intentarlo.
Pero reconozco que eso está muy mal hecho y que no creía que lo estuviese haciendo.
…Pero nunca se sabe…
De una manera imprevista el antes mencionado, haciendo gala de que había acaparado nuestra atención, se hacía de rogar. Pero como yo no le hice el menor caso, comenzó a lanzarme varias indirectas. Y sabiendo cómo podría degenerar esta acción…Preferí retirarme.
En otra ocasión me llegó a mi casa y con su aguda voz me llamó de una forma muy escandalosa. Y yo que me encontraba haciendo mis tareas, tuve que abandonar y acudir a su llamado. (¡Qué escandaloso era ese tipo!)
- ¿Qué paso loco…? – Le inquirí extrañado.
- Mira lo que tengo aquí. – Me dijo señalándome uno de sus bolsillos, pude apreciar que había algo abultado. (¡Pero ni idea, de lo que era!)
Y como veía que no lo acosé a preguntas, me jaló hacia la vereda e hizo que nos ocultáramos en un patio vecino.
Miró a todos lados y con el mayor de los misterios, se metió la mano en el bolsillo ya indicado y lo fue sacando con mucho sigilo.
(¡Hasta que llegué a pensar que era un revolver!)
- Mira… ¿Sabes qué es esto…? – Pues claro que lo sabía, lo que nunca me imaginé era que un chico lo pudiera cargar encima…Era una cajetilla de cigarrillo…Sin filtro. (¡Pero he de reconocer que a mi corta edad…Mis padres nunca me lo hubiesen permitido! ¡Eso nunca, jamás!)
- ¿…Y de dónde lo sacaste…? – Le pregunté muy asustado.
- ¿Te recuerdas del tremendo negoción que tenía…?
- Si.
- ¡Pues aquí lo tienes! – Me enseñó la caja con ese orgullo reflejado en su rostro. – Me imagino que ya sabes fumar… ¿No…? – Yo lo miré como si me estuviese ofendiendo y haciéndome el enojado le riposté en el acto…
- ¡Claro que sé! – Él me miró sonriente y sacando una cajita de fósforos, me invitó…
-  …Entonces…Te voy a invitar a que nos fumemos uno… - Y con el mejor de los sigilos, se cercioró de que nadie estuviese cerca…Y encendió un cerillo y me dijo…
- ¡No lo vayas a aspirar! – Yo lo tomé con mucha resolución y me lo llevé a mis labios…
(De allí en adelante, tan solo me recuerdo que aspiré con todas mis fuerzas…Para prenderlo.
Y en el mismo instante… ¡Perdí noción de todo!
…El mundo comenzó a girar a una velocidad imposible de concebir para mí.
¡Era una locura! ¡Para! ¡Para!  -¡Y nada!-
No podía detener ese mareo ¡tan bestial!
Todo me daba vueltas. Era remolino espantoso.
-¿O era yo el que giraba…?-
Quise asirme a algo…Pero no encontré nada.
Sentí asco y mucha ganas de vomitar.
No pude contenerme…Perdí el conocimiento.
Caí en un sopor imposible de definir… ¡Horrible!
Recuerdo que comencé a descender en un vacío muy oscuro y tenebroso. Yo quise detener todo ese caos. Pero no pude y ¡fracasé!)
…Pasado varios días después…Me echaron el cuento de mi desastrosa experiencia…
Qué pena.
Qué humillación tan grande.
…Quise desaparecer…


















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        












                                     
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