Narración...


                       -Plaza Ribas en: La Victoria - edo. Aragua  VENEZUELA (Por supuesto)-













“Las narraciones de:
Bernardo”











“Era muy reservado”










Poco hablador, tendía mas a ser  un tanto “taciturno”
Se le podía ver por horas en profundo silencio.
¡Cuánto costaba sacar al menos…Una palabra!










- Recuerdo    -tal como si fuese “hoy mismo”-     él llegaba al negocio y se arrinconaba en esa esquina, la que da a la plaza Ribas (en La victoria – edo. Aragua - Venezuela.) Y se pasaba todo el tiempo mirando y detallando a todos los que por allí pasaban. Era su deleite.
Pero cuando llegaba Eusebio o Cuauro, era cuando se explayaba en disertaciones de todo tipo. Y es que daba gusto escucharle. Dominaba muchos temas.
Era una persona con mucho verbo, con ese don de gente   -que a decir verdad, a pocos se lo he apreciado-      y en él  ¡le sobraba!
Don Manuel era de tez oscura, al igual que el Cuauro, pero Eusebio era de origen gallego. Blanco como la leche. Jocoso.
Barrigón, con una panza muy prominente y siempre con un cigarrillo en sus labios.
Cuauro era de un pueblecito de allá del estado Falcón, mientras el don venía de tierras nicaragüenses.
¡Ah qué trío este!
¡Pero tenían cosas en común…!
Les encantaba apostar. ¡De todo!
Desde las carreras de caballos, hasta los terminales de la lotería. Y en eso se la pasaban. No se metían con nadie.
Aunque el gallego era muy popular ya que trabajaba en una arepera. Y todo el mundo se metía con él.
La verdad, siempre lo vi sonriente.
Era un trío con características especiales.
En las mañanas cuando se veían, se comentaban sus datos. Se ponían de acuerdo. Y como el nica trabajaba en una granja, en ocasiones le dejaba el dinero para que Eu le hiciera las apuestas. Se tenían mucha confianza.
Jamás dudaron de la honradez de ninguno de ellos.
…Pero al del pueblito de Falcón (El único de origen venezolano) comenzó a trastabillar. Y la razón era que había conocido a una mujercita oriunda de algún pueblo de la lejana Colombia.
Poco a poco, la dichosa se lo fue llevando.
Y por esa razón, se quedaron los dos solos. El de Nicaragua y el de Galicia.
¡Eran muy cómicos!
Y todos en La Victoria (edo. Aragua) con ellos se metía.
A los pocos meses, volvió a aparecer el falconiano…Se le veía muy risueño…
- ¡Se te ve…”Aliviado”! – Y el Cuauro, hombre menudito y con andar de hombre muy nervioso e inquieto. Sonreía con esa dentadura tan blanquecina, que provocaba verlo por lo emocionado que andaba. ¡Hasta cantaba y silbaba!
¡Ah…Creo que fue la colombiana…!
Que con sus “artes” lo tenía maniatado.
El caso era que así como aparecía…Se desaparecía. ¡Qué romántico se le veía!
Pero así era que esos tres vivían.
Pero después de eso…Como ya te dije, quedaron solamente el centroamericano y el gallego de Galicia.
¡Yo creo que poco ganaban (en sus apuestas.)! 
….Pero se divertían.
Y eso era lo que ellos buscaban.
Y así fueron pasando aquellas jornadas.
Creo que esa amistad duró por espacio de unos cuatro años, a lo sumo…Cinco.
Después me enteré, que Cuauro, había comprado una casa y se había traído a unos hijos de su mujer  y que en un fin de año…Fueron y por insistencia de ella…
¡Se trajeron al ex de ella! (Cosa que nunca pude entender. Pero me dijeron que era porque sus hijos no podían vivir sin su papa) En un principio, alquilaba una habitación…Cerca de donde ellos vivían.
Y ella  convenció a Cuauro de  que le buscara “un trabajito” para que no se le “arrecostara a ellos”
…Después se corrió el rumor, de que el dichoso colombiano, al salir él a su trabajo…A su casa se le metía.
¡Hasta que un día él llegó…Y a los dos encontró! Cuentan que se armó un enfrentamiento. Y que la mujer se puso a favor de su “esposo” (Estaban casados allá en su país de origen.) Y que también todos los hijos a él se le enfrentaron.
El caso es: ¡Que de su casa echaron!
…Y ya pronto se veía al pobre Cuauro, llorando en cada esquina. Sombrío y melancólico lo dejaron. Jamás volvió a ser el mismo.
El gallego se regresó  a su Galicia querida. Y el nica, a alguna parte se mudó. Tan solo quedó el de Falcón, sólo y triste andaba. A todos “su cuento”  narraba.
- No se confíen de mujer alguna. Son unas zorras. – Oía que decía.
…Pero ya poca gente le escuchaba.
Aunque en su pregón continuaba…




















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        









                                     



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