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¿Será que en época de elecciones se complica el acceso a la Internet...?
¿Por qué...?
Son muchos los espacios en que no he podido entrar a mi blogs, imposibilitando mi labor.
Un nuevo cuento...Te estoy anexando:
“Como te estaba contando”
- Muchas
cosas han pasado en mi vida, y supongo que en la tuya también, pero si me
permites…Me gustaría relatarte como tuve que hacer yo, para poder aprender a
manejar.
Hice mucho
para que mi viejo me prestara su camioneta, ¡pero nunca accedió! – Juan miraba
de frente a su amiga Leonor, quien le escuchaba con sumo interés.
Estaban en un
restaurante de esos que llaman “comida rápida” y se aprestaban a desayunar.
Él visualizó
su entorno, y vio como entraba y salían clientes, mientras ellos apenas se
estaban sentando y el mesonero muy solicito, le extendió el menú del día.
Todo marchaba
al ritmo de esa hora matutina, todos apresurados por comer lo mejor y mas
rápido posible, su deber se lo imponía.
Nerviosamente
tarareaba una canción sin letra, tan solo su melodía y mientras esto hacía
sonaba el menú contra la mesa en forma melodiosa. Su amiga lo notó, y le sujetó
la mano para que no produjese mas ese sonido ronco, él le sonrió y accedió
tranquilamente.
- …Tengo una
leve dolorcito de cabeza – Le dijo a manera de excusa, mientras contemplaba que
su amigo, llamaba con una seña al empleado para que les tomara su pedido.
- ¿Y eso…? –
Quiso saber él el origen de ese leve “dolorcito de cabeza”, que le estaba confesando
ella.
- Es que he
tenido mucha tensión en mi trabajo y para variar en mi casa también.
- ¿Problemas
en tu trabajo…?
- Bueno no
propiamente “problemas” es que se me han acumulado muchas cosas…Sabes que como
está la situación tan delicada, pues personal que se va…No meten sustituto…
Y eso redunda
en que es un factor muy negativo para los que nos quedamos…
Ya sabes los
efectos perniciosos de ese tipo de rotación laboral.
Y me tiran
mas trabajo a mí. Y ya en esta función tengo mucha presión…Además de mis labores
propias…He de hacer varias mas.
Y esto me
está ocasionando mucho estrés.
…Pero nada
grave. Tan solo que me está agotando demasiado.
- ¿Y se lo
hiciste saber a tu jefe…?
- ¿Y para
qué…? Si es él, el que los despide y me reasigna a mi esa tarea.
Ya se lo he
dicho, pero es él el que insiste en que es “temporal" y que cuando mejoren
las cosas, pues me retorna a mi posición original.
- ¿Pero te
están pagando “algo mas”?
- ¿Pagarme
mas…? ¡Ni loco! Al contrario, me dicen que hay que bajar los gastos.
Tú pareces
“iluso”, ¿no ves que quieren reducir sus gastos…?
- Bueno eso
es muy común en las empresas.
Siempre hay
tipos que se aprovechan de la necesidad de su personal. ¿Qué se puede hacer…?
- Pues nada.
Hay que aguantarse. Peor es alzarme y negarme…Porque me botan.
¡Así de
sencillo! O lo tomo o lo dejo. – Él la contempló por un instante, sin darse
cuenta que ya el mesonero se le había acercado y esperaba con su talonario y el
bolígrafo dispuesto a anotar lo que ellos le ordenasen.
Ya al
percatarse de su presencia, le hizo señas a su interlocutora para que pidiese
lo que mas le agradaba. La premura en el tiempo era perentoria.
Él también
hizo lo mismo. Esperó a que el dependiente se retirara y mientras tarareaba la
misma melodía, sonaba con sus dedos sobre la mesa.
- ¡Qué broma
chica! – Le dijo a manera de solidaridad. Ella le hizo una seña de que no era
para tomarle mucha importancia, miró hacia afuera, sin prestarle atención
alguna a nada de lo que allí ocurría, fue como una acción nerviosa, de
impotencia.
- No le hagas
mucho caso a lo de mi problema actual en la empresa, a lo mejor dentro de poco
reponen al personal ausente. Digo yo.
…Porque mejor
no seguimos con tu relato con tu viejo… - Le mostró la mejor de sus sonrisas y
lo invitó a que continuara con su relato. Él la detalló bien, y supo que por
alguna extraña razón ella no prefería seguir en su caso.
- Dale pues
que no tenemos toda la mañana para seguir conversando.
- Bueno. Como
te estaba contando… - Arrancó en su voz gruesa y dejando de tocar la mesa.
Se inspiró y
continuó de esta forma…
- Yo le
suplicaba a mi viejo…”Enséñame a manejar” ¡Pero qué va!
Tan solo me decía la técnica. Que hay tres pedales. Uno para meter el
crochet y hacer los cambios.
Otro para
frenar -el del centro- y a la derecha, el pedal del acelerador.
Me recuerdo
tanto de esos momentos.
¡Nunca pasó
de allí! (¡Claro está! Hoy en día aprecio mucho todo cuanto me aconteció.)
Se limitaba a
la teoría. Como debía hacer los cambios. Que debía escuchar muy bien al motor,
y que debía tener “mucho oído” como para detectarle algún extraño sonido. (Y me
hacía “ver” la forma de cómo debía hacerlo.)
Sobre todo
cuando se cambia una velocidad.
Que se debía
hacer de esta forma -y me hacía una demostración- o que si no me salía de esa forma…Que
probara con… ¡Pura teoría!
…Y yo se lo
decía…Pero nunca me hizo caso.
¡Lo cierto es
que jamás me dio la llave!
- ¿Jamás…Y
cómo aprendiste entonces…?
- Ya vas a
ver. Pronto me di cuenta, que por su propia cuenta nunca me lo iba a prestar.
Entonces en
una ocasión, tomé mi decisión.
…Y es que él
acostumbraba a “darse su siesta” después de cada comida y en ocasiones se
quedaba dormido.
¡Y allí fue
que vi mi Gran Oportunidad! (Así que fui tramando mi estrategia…)
Y en una
tarde cualquiera…Verifiqué que él estaba roncando…Y le robé su llave.
Salí de la
casa…Caminando en puntillas.
Pues temía
que por algún ruidito se me despertara el hombre.
Abría la
puerta de la calle, con mucho sigilo…Tú sabes, para que no produjese ningún
ruido. ¡Y salí!
- ¿Y la
puerta no hizo ningún ruidito…?
- ¡Pues
fíjate que sí! Pero la abrí lo mas lentamente posible. Pero es que cuando tú
menos quieres que te produzca ruido…
¡Se vuelve
mas escandalosa! – Leonor se llevó su mano a su propia cara, y lo miró con
nerviosismo y le dijo…
- Si, suele
pasar eso. ¿Y qué pasó…?
- Que salí
mas rápido. No le di oportunidad alguna. Y cuando ya estaba afuera…Comencé a
ponerle el oído a la puerta…Para ver, si mi viejo se me había despertado.
¡Silencio…Sepulcral! Y viendo que ya todo lo tenía despejado… ¡Salí!
Y empujé ¡la bicha esa! Por mas de una cuadra. ¡Tú
sabes…! Para que él no escuchara que yo le estaba prendiendo su motor.
…Y ya
sudado…Cansado de empujar ese camastrón…Aproveché que estaba en bajadita… ¡Y
por allí me fui!
- ¿Te
lanzaste así…? ¡Pero esa es una locura!
- Si en
efecto, fue una locura. Pero es que no tenía mas oportunidad. O era así o no
era.
Y como bien
sabes, los carros sincrónicos se pueden encender sin llave…Así que una vez que
ya estaba con el motor en marcha.
¡Salí muy
orondo! ¡Yo estaba feliz!
Y los vecinos
me miraban pasar asombrados y yo les decía…” ¡No le digan nada, por favor!”
- ¿Y no te
dio miedo hacer eso…?
- No. Yo me
sentía ya que sabía manejar, mira cada vez que salíamos yo lo observaba muy
bien. Como hacía cada operación. Cuando le tocaba frenar. Cuando arrancaba.
¡Todo!
Pero a lo que
le puse mas atención fue cuando le tocaba meter el crochet.
¡Y fue lo que
mas me costó! Arrancar sin que corcoveaba o que se me apagase. Plus, tacatá, trácala…Y así fue mi aprendizaje…
¡Eso sí que
me costó! …Pero lo dominé. – Al ver la
presencia del empleado quien se acercaba o bien para traerles algo o para
retirar algún plato, guardó silencio y continuaba una vez este se apartara de
ellos.
- ¿Y él nunca
se dio cuenta…?
- Bueno, si
supieras que yo me hice esa misma pregunta varias veces. Pero yo era muy
cuidadoso. Me fijaba muy bien, en la posición que estaba -antes de que se lo robara- y al llegar procuraba dejárselo igualito a
como él lo estacionó.
…Aunque yo si
que creo, que al principio él se me hizo el desentendido. ¡Jamás me reclamó
nada! Pero yo sí que lo veía como detallaba toda la carrocería…Allí fue cuando
me dije a mí mismo…O le llegaron con el chisme…O está sospechando algo.
- Nunca te
reclamó…
- No. Nunca.
Se hacia el que “nada sabía”, pero yo si me creo que él lo supo desde la
primera vez. O quizás alguien le fue con el chisme. El caso es que eso me vi
precisado a hacer. Una y otra vez. Entonces le ponía mas atención cuando
salíamos y copiaba cada acción que él ejecutaba… ¡Cosas de muchacho!
- ¡Lo
importante es que te saliste con la tuya!
- Así es. ¿Y
dime algo…?
- ¿Qué?
- ¿Vas a
trabajar ahorita mismo…?
- Pues claro.
Terminemos rápido para que me lleves a la empresa, pues no quiero llegar tarde.
– Y diciendo esto apresuró la taza de café y comenzó a llamar nerviosa al
camarero.
Éste al
verle, se les acercó y él le pidió la cuenta.
- Pues si
mija…Las cosas que me vi precisado a hacer…Pero lo logré. – No había terminado
la frase cuando llegó el sirviente y él le pagó en efectivo, y ya para ese
entonces ella, lo apuraba para que procediese a llevarla a su trabajo.
Ambos
salieron corriendo, pues él también debía presentarse a su empleo también,
mientras el empleado limpiaba la mesa, para el siguiente comensal.
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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