En momentos de tribulación...



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“Era muy oscuro…”






Era muy oscuro, como esas noches en que no puedes ver nada, ni siquiera tus propias manos. Momentos en los cuales cual cambio por insignificante que sea, produce esa sensación de estallido incontrolable y que algún efecto causa en el ser.
Y me encontraba en un camino. No divisaba absolutamente nada. Y todo estaba en silencio.
De esa clase de estatismo en que te hace pensar siempre en lo peor.
Yo iba a tientas, y en lo mas profundo de mi ser, temía que se me atravesara una serpiente     -aunque a decir verdad, la ansiaba-   me sentía muy desconsolado.
Me encontraba en medio de un ataque de locura repentina, -la cacofonía imperante as{i me lo indicaba-  y por esa misma razón me lancé así de esa forma, sin mirar ni detallar nada de mi entorno.
Quería en lo mas profundo de mis pensamientos en que de ese camino, no regresara con vida. (Al menos la que he tenido que soportar.)
Estaba desesperado. Agobiado. Atragantado.
Solo, triste y profundamente desairado.
Pateaba con furia loca la vera del camino.
Unos arranques de arrebatos que reposaban en lo mas profundos de mi ser, se mantenían allí escondidos y que lograron emerger.
Recuerdo que caminé a campo traviesa.
Sin tomar ningún tipo de medida precautoria.
Traté de mirar al cielo infinito y recuerdo que comencé a lanzarle toda clase de imprecaciones al Dios en que hasta hace poco creía, veneraba y le decía…
- Tú en quién siempre he confiado…Hoy me estás dejando absolutamente solo.
Tú que desde mi mas tierna edad, he seguido con devoción.
Y en cada hora de esta "mi existencia" sentido lógico lo encuentro ausente.
¿Por qué me castigas dejándome en este abandono…?
...Ha de ser que por mi insignificancia he sido elegido a mi propia autodestrucción, y de ser estoy así...Será porque ya ningún interés demuestro al andar por estos senderos...
Y dime… ¿En qué te he ofendido para que me hagas esto…?
Todos tus mandamientos los he cumplido a cabalidad.
He ayunado y he ayudado al prójimo…
¿Y para qué me ha servido ese sacrificio…?
¿Acaso te estás burlando de este pobre ser…?
Ciertamente   -y bien lo sabes-   todo lo que he hecho es para ayudar a quién de mí requiera.
Pero ¿De qué me ha beneficiado esto…?
Mis propios amigos me dan la espalda.
Se burlan de mí.
Me ofenden y hasta me retan.
¿Y qué les he hecho?
¿Acaso les he quitado algo?
¿Me he aprovechado de ellos…?
Ahora ellos se están uniendo en mi contra, me persiguen. Levantan falsos testimonios en mi contra. ¿Por qué?
Me quieren quitar mis tierras.
¿En qué les perjudico…?
A nadie pan le he pedido, y si de pasar hambre, pues pronto me he de graduar, ya que mis muchas necesidades abundan en mi día.
¿Qué mal les he hecho…?
Nada a nadie le he quitado...A no ser que les debo mi cuota de oxigeno, el cual respiro...
Ahora se unen y me roban mis cosechas.
Ellos se esconden en las sombras y a mis espaldas, buscan alianzas solo con la intención de destruirme…Y yo me pregunto Mi Señor…
Si tú todo lo sabes. Si todo lo oyes.
Si no se mueve una sola hoja de una planta, sin tú permiso… ¿Por qué se los permites?
¿Es que me estás entregando a mis enemigos?
¿Son mas poderosos que tú mismo?
¿O es que sus argumentos tumban mi posición Ante ti...?
Dime mi Buen Dios, porque mi sangre me hierve, mis brazos están inquietos y en lo mas dentro de mi ser: ¡Clama venganza!
¿O es que ya me entregaste a mis enemigos?
Ellos nunca me han querido bien.
Y te consta, que la hipocresía ha sido su manera de acercarse a mí. No han sido nunca de mi agrado y si los he aceptado es porque esgrimen tu Santo Nombre, y sabiendo como lo saben, de esto se han aprovechado.
Pero ya me tienen cansado. No los tolero mas.
O haces algo rápido o mis manos pronto se van a llenar de sangre. Caliente o tibia, fría o helada. Para mí serán igual.
Nunca se han interesado ni por mí, ni por las cosas que con tanto Amor me has dado.
Pero ya mi paciencia tiene su límite.
No los tolero mas. Mi paciencia se ha agotado.
Mi sangre al igual que mi espíritu pide: ¡Venganza!
Y tal como lo instauraste en tu Antiguo Testamento, hoy lo quiero esgrimir: “Ojo por ojo” No hay otra forma como tratar a esa gente.
Se meten en las tierras que tú me has regalado, se roban las frutas de mis plantas.
Me hacen el reguero de sucios.
Malbaratan el fruto de mis tierras.
En la tierra dejan mis plantas mutiladas, la maldad que radica en sus corazones, me dejan sus desperdicios.
¡Señor hazme justicia!
Desbaratan mis matas mas productivas.
Todo el solar me lo dejan desolado.
Mis animales me los asesinan o me los dejan mutilados.
¿Te recuerdas el carnero que me regalaste…?
Se lo han llevado, y para ello todo me lo han destrozado, he sabido que se lo han llevado para sus prácticas satánicas que ejecutan en la sombra de sus tierras, muy bien escondidas, y todo para hacerme el mal.
¿Podrá un ser humano ensañarse salvajemente en unos pobres animalitos?
¿…En dónde yace tu cólera…?
Porque eres tan lento para hacerme justicia.
Me estás obligando a ejecutarlas yo, ya que al paso que van, me están destruyendo todo.
Pronto no me va a quedar ni siquiera una casa para guarecerme.
Me han roto las ventanas.
Las puertas me le han caído a piedra.
¿Qué ha de ser de mí, cuando ya solo esté…?
¿Es que acaso quieren mi vida, y tú se la has dado…?
Házmelo saber. Ya que es preciso para mí.
Desolado como estoy busco mi fin.
Te ruego que acabes con este mi suplicio.
Esto no es vida.
Y si en algo te he ofendido, entonces quítame tú mismo mi diario existir.
Ahoga mi espíritu y no le des alimento a mi cuerpo.
Que mis pulmones no reciban mas de tu oxígeno.
Que mis piernas se nieguen a caminar.
Que mis brazos se sequen.
Que mi mente deje de emitir pensamientos. Que mi alma se espante de mí y vaya a algún sitio en donde sea bienvenida.
Ya no quiero seguir en esto.
Es muy vergonzoso.
Con llagas me llenan mi cuerpo, y aunque no las veo, con ellas me siento.
Presiento que la lepra se ha apoderado de mi cuerpo, poco a poco he de extinguirme.
Mas tu piedad invoco. Acaba de una vez por todos estos suplicios.
Y no me es grato este existir.
Espero ansioso ese momento.
Por ahora me regreso a mi casa, ya que ningún animal o bestia de esta noche sin luna ni siquiera me ha mordido. Aunque los he buscado, no los he podido encontrar.
En tus manos encomiendo nuevamente este existir   -aunque esperanza ya no me queden-   solo tú sabrás por qué sucede…lo que nos pasa.
Y si no ha sido así, no me queda nada mas que acostarme y esperar a tú  Ángel de la muerte, que tarde o temprano habrá de llegar.
Yo me sentaré o me acostaré a esperarlo, y ansío  que cuando mis ojos abran…Ya no esté aquí.









© Bernardo Enrique López Baltodano 2015






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