Esa agua
cae en mis heridas y me producen mucho dolor.
¿Y hasta
cuando me van hacer sufrir…y por qué?
¡Es como
si le echarán kerosene a la candela! ¡Es demasiado para mí solito!
¿Y cómo
podré evitar qué me siga cayendo encima esa endemoniada agua salada?
En
efecto, no contempló tierra alguna.
Aterrado
se comprobó que estaba solo. No pudo ver a nadie más Y lo peor era que no se podía mover mucho por
el terror de caer al agua…sin saber nadar.
Y el
tiempo seguía su recorrido impertérrito a su angustia. No pudo dormirse; era
demasiada angustia. Por un lado sus intensos quejidos, por otro el temor
subyacente de: ¡caerse!
Y estaba
visualizando las aletas de…tiburones… ¿Tiburones también vienen en mí contra?
¡Acaso ya no les basta todo lo que me están jodie…!
Aterrado no perdía
ni un solo instante todo cuánto pasara a su alrededor.
(¡Maldición! La
sangre que estoy derramando… ¡está atrayendo a esos escualos! Para rematar…no
me pudo traer algo bueno.
¿Y ahora; qué
será de mí…? …Y está más que visto…la
tienen agarrada conmigo.
Me tienen como si
fuese un muñequito de esos que llaman “porfiado” Con la gran diferencia que a mí a estas
alturas…creo todo lo que me cuenten.
¡Ya basta de
suplicio…!
¿…Esas aletas son
grandísimas, cierto? Deben ser bestias
inmensas. ¡Con un solo mordisco me comen entero!)
Contemplaba
absorto. Cuidándose de no caer ya que la tabla era muy chica en comparación con
su cuerpo. Lo ondulado de las olas lo mantenía siempre en zozobra. No podía
sentirse ni seguro, ni mucho menos a salvo. Y para colmo…crujía demasiado; la
notaba muy endeble. Pero era lo único que lo separaba del agua.
Contemplando
fijamente a los grandes mamíferos, escuchó una voz muy fuerte y ronca, la cual
le decía:
- No me
temas ya que no soy tu enemigo y he venido en tu auxilio.
Nervioso miraba a
todas partes, sin poder definir con cabalidad de dónde provenía tan potente
vozarrón.
- ¿Quién me
habla? – Alcanzó a balbucear temeroso a todo lo extraño.
- En
realidad, no es uno…ya que somos muchos… - Por más que miraba, sus
sentidos no lograban discriminar su origen. La agradable brisa marina, le traía
y se llevaba el sonido.
- ¿Pero en dónde
están? ¿Por qué no se me presentan ante mí? Yo no les voy a hacer daño alguno;
al contrario soy yo el que está solicitando su ayuda…
- ¡Es que
somos muchos y quizás sea por eso que no puedes vernos! Pero aquí estamos…a tú
lado…
- ¡Esto no está
bien! No es bueno burlarse de un solitario y herido naufrago.
¿Por qué se
ocultan de mí…Me tienen miedo acaso? – Lanzaba sus palabras a todas las direcciones
y por respuesta recibía la agradable brisa.
No pudo ver ni a
nadie como tampoco más que agua, los escualos que pasaban rasantes a su
lado, cielo, pájaros que volaban a altas
alturas y el cielo infinito. Por lo demás era silencio sepulcral.
- Por lo
visto nunca nos podrás ver. Pero todos nosotros estamos viéndote y escuchando.
Trató de
volverse, pero en el movimiento brusco la tabla estuvo a punto de irse a pico.
Con mucho esfuerzo trató de controlar el equilibrio. Sus atacantes se agitaron
nerviosamente en la creencia de que pronto sería su comida.
- ¿Por qué no me
ayudan? – Preguntaba al azar. Ya no miraba para ubicar la extraña voz, más bien
estaba preservando su vida. Y pendiente de sus depredadores los cuales con
seguridad no perderían su oportunidad…si se les llegara a presentar.
- ¿No ven lo
urgido que estoy? ¿Qué están esperando…a qué me caiga? – Sus molestas
interrogaciones no obtuvieron la oportuna respuesta. Al contrario tuvo que
enfocar toda su atención a sus posibles asesinos.
Comenzó a notar
que su número multiplicaba. Y ya eran animales de muy gran tamaño. Hasta llegó
a sospechar que estuviesen las poderosas Orcas…rondándole para tragarse sus
carnes.
- Ellos son
muchos y por lo visto debido al llamado, están llegando más y más…
No pudo contenerse
y comenzó a temblar con movimientos espasmódicos e irreflexibles, ya que temía
su pronto desenlace. Aunado a las constantes ondulaciones, casi pasaba
desprevenido, pero sus atacantes si que lo percibieron.
- Tienes
mucha razón en temerles. Son unos sanguinarios. No entienden de razones.
Él seguía temeroso de que en algún momento, se decidieran a atacarlo y
de esta forma terminaría su triste existencia. Miraba con mucha esperanza, en
su forma de ver las cosas, ansiaba un hecho
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