“Monterías”
- ¡Cómo les estaba
contando!
Estas hormigas,
están debajo de la tierra.
- (¿Otra vez con
la misma melodía? Me pregunté muy intrigado.)
Pero al parecer a
él, en nada le importaban ni mis pensamientos, ni mi estado de ánimo.
Así que no me
quedó más nada, que seguirlo escuchando con su…
- Ellas tienen su
nido abajo y cuando salen, salen por centenares. Primero salen las
exploradoras, un grupo grande y detrás o encima de ellas, las guerreras, que
son en muchos casos, el doble de tamaño…Yo diría que tienen el tamaño
de…un…perro de esos que las mujeres les gusta mucho…chiquitos… ¿Ya?
Yo más bien diría
que son como cuatro veces su tamaño. (¿Se imaginan esto?)
- ¡Verga! Entonces
no son hormigas. ¡Son conejos! – Abrahán espantado.
- Mucho más
grande. Solamente las exploradoras son más del doble.
¡Cómo serán las
guerreras! – Afirmó muy convencido.
- Esas no son
hormigas. Son unos monstruos. – Abrahán parecía un loco.
- ¡Con razón devoran
todo! ¡Son voraces! ¡Eso es horrible!
- ¡Claro que es
horrible! – Abrahán daba la impresión de que prefería flotar.
- Yo he visto,
como destruyen todo cuanto consiguen a su paso…Y hasta estoy seguro, que si se
encuentran hasta con hierros o acero: ¡Lo destrozan todo!
- ¿Y aquí nos has
traído?
¡Desgraciado! – Me
increpó Abrahán
- ¡Cálmense!
¡Chicos yo no sabía nada!
- ¿Y hasta ahora
se han percatado del peligro?
Yo soy nativo de
estas tierras. Yo trataré de mantenerlos con vida.
(¡Claro está, si a
ustedes les interesa…!)
- ¡Gracias Dago! –
Abrahán estaba agradecido, su problema estaba resuelto.
- ¿Y cómo hacemos
para seguir vivos? – Le consultó Nemesio.
- Tienen que tener
sumo cuidado. En esta selva, los monstruos rondan…
- ¿Y las hormigas?
- ¡También! Todos
a decir verdad estábamos aterrados.
En ese territorio
hostil. Me di cuenta.
Sin embargo Dago,
quería seguir su relato…
- El único enemigo
de esas hormigas. Ya no existe…
- ¿Y quién es?
- Sí, quién es su
único enemigo – Abrahán seguía aterrorizado.
- ¿Quieren saberlo?
- ¡Sí!
- ¡El oso
hormiguero! Es animal que mide como diez metros de alzada…
- ¿El oso
hormiguero? – Preguntó Solís.
- ¿Y por qué no
existe? – Esta vez fue Abrahán.
- Porque la
crueldad del hombre blanco. No tiene límite…
- ¿Hombre blanco?
- ¡Nos salvamos! –
Clamó jubiloso Abrahán.
- ¿Por qué se
salvaron? – Lo atajó Dago.
- ¡Nosotros no
somos blancos! – Celebró jubiloso Abrahán.
- ¡Más bien somos
mestizos! – Aclaró Nemesio.
- ¿Mestizos? ¡Yo
soy un indio!
- No, nosotros
somos los mestizos.
- ¿Y lo sabrán las
hormigas?
¿O los que hacen
vida acá? – Se preguntó Dago.
Nuevamente el
silencio se impuso.
Ciertamente,
ninguno de nosotros somos blancos, somos más bien mestizos.
Pero Dago tenía
razón, en esta circunstancia, pagamos justos por pecadores. ¿Qué podíamos
hacer?
Pasados unos
segundos más, continuó: Y eso sin contarles, qué podemos ser emboscados por los
osos.
-¿Osos también? –
Nemesio estaba alarmado.
- ¡Esto está
inundado de ellos! Son muy crueles, yo no sé qué es más peligroso. ¡He visto
con mis propios ojos a esos hermosos ejemplares! (Porque son hermosos)
¿Los conocen? ¡Los
hay de varios colores!
Desde blancos como
la nieve.
(Son bellísimos,
pero muy nocivos.)
Marrones como el
color de los troncos.
(En el suelo, no lo puedes descubrir)
Negros como la
suerte, de todos los estúpidos que se meten en dónde no los llaman.
Son grandísimos
¡Inmensos! Del
tamaño de un edificio. ¡Y cuándo se paran en dos patas!
- ¿Qué pasa cuando
se paran en dos patas? – Pobrecito Abrahán, por poco le da un sincope en el corazón.
- ¡Es porque están
bravitos, ya que se sienten ofendidos!
¡Son bestiales! Y
las armas que llevan ustedes, no pueden ni siquiera herirlo.
Las balas
rebotan.
- ¿Las balas
rebotan? – Abrahán miraba sus armas, no cabía en su asombro.
- Yo tengo un Fusil
MP 43 y es de uso militar.
¿Y no me sirve
para nada?
- ¡No puedo
creerlo! – Le advirtió Nemesio. – Mi
fusil M16 es Automático.
- ¡Las balas
rebotan! El cuero de esas bestias es durísimo.
¡Imposible de
matar! – Aseguraba Dago totalmente convencido de cuanto afirmaba.
- ¡Me parece
increíble!
- ¡Pues créanlo o
no, así es!
- Entonces, estas
armas, ¿No sirven para nada? – Sollozó Abrahán.
- ¡Me costó una
fortuna! ¿Y no me sirven? – Abrahán estaba consternado.
- Bueno, a decir
verdad, tienen poco valor…Aquí.
- ¿Me la
comprarías Dago?
- Yo soy muy pobre
y no tengo fortuna…
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