...Un nuevo cuento te vengo a contar... ¿Me dirás si te gustó...?














 “Rosita la pecosita”





Rosita era una chica de quizás unos quince a diez y seis años, cursaba en esa época en la secundaria.
Pequeña de estatura, de color blanco radiante su piel, impregnada de innumerables pecas, que la hacían  mucho mas jovial y alegre.
Por aquellos días, ella se enamoró perdidamente de un jovencito que cursaba dos grados superiores al suyo, pero eso no le importaba.
En general, las muchachas suelen buscar a su pareja que sea mayor que ellas y éste guapo ejemplar llenaba sus aspiraciones.
Joven, se le notaba cierto poder adquisitivo. Elegante. Poseía una sonrisa que solía volver locas a todas sus compañeras. Y además era un aventajado estudiante, el cual no era de los mejores, pero era bueno en sus estudios. Y eso le bastaba.
El joven recibía los halagos de muchas   -además de Rosita-   pero esta no parecía darse cuenta o quizás poco le importaba.
Cuando él la miraba y le sonreía...Ella se derretía.
Se ponía chiquitita, y sus pecas se le notaban mucho mas.
Se inquietaba y no lograba contener su nerviosismo.
Pronto todos se dieron cuenta de este detalle.
Sus compañeras mas cercanas, le llamaban la atención y la acusaban de que “era muy regalada” y que así no lograría atraerlo hacía ella.
Además, este era una pieza muy codiciada por el resto que la veían a ella, como “una mosquita muerta”
En verdad, ella buscaba los encuentros.
Y cada vez que sonaba el timbre del recreo, ella por alguna causa, siempre se lo topaba.
De este extraño proceder, fue apreciado por Ivana “la novia oficial” del joven en cuestión.
Y le montó su propia cacería.
Rosita cándidamente…Caía. Una y otra vez.
- ¡Ay Rosita, si serás  pendeja! – Le recriminaban sus intimas, al ver que era sorprendida in fraganti.
- ¿No te das cuenta que “esa bruja” te odia?  -  Le decían refiriéndose a la dichosa novia oficial.
- ¡Ella no es tu amiga! ¿No te das cuenta?
- Además, ¡tú no tienes por qué estar detrás de un hombre! ¿No te das cuenta…?
¡Ese hombre no te quiere!
- ¡Claro que me quiere! – Esgrimía con fuerza.
- ¿Por qué, porque te sonríe…? ¡Eso lo hace con todas nosotras!    …Y es mas, además de Ivana tiene varias novias mas. ¿Es que no te das cuenta? – Pero ella no escuchaba esos consejos.
Es mas, ella estaba segura de que él rompería con la tal Ivana y pronto caería en sus propios brazos.
…Y esa esperanza, le alegraba su vida.
Le daba ímpetu y seguridad de que estaba por buen camino y que tan solo, debía aguardar.
Una y otra vez él le prometía que pronto rompería con la tal Ivana, y que se dedicaría en cuerpo y alma solamente a ella…
Pero quería “una prueba de amor…”
…Es indispensable… - Le decía una y otra vez.
Pasaron varios días, semanas entre ellas y de pronto se comenzó a sentir un enfriamiento entre esos novios.
…Había un suspenso…No sabían  ¿qué les estaría pasando?
Y pronto Ivana desapareció de escena.
…Su ausencia, despertaba suspicacias…
No volvió a sus clases.
- Esa no vuelve. Está encinta… - Se escuchaba ese susurro por los pasillos y como suele pasar…Nadie se atribuía esa afirmación.
Mientras tanto el galán le afirmaba a la inocente pecosita…Que ya él había terminado con Ivana.
…Reclamaba “su prueba de amor…”
Era muy persistente y ya no la dejaba en paz.
Ahora era él, el que la acosaba.
El caso es que…Por alguna extraña razón  “la pecosita”  comenzaba a desaparecer…
Sus amigas estaban segurísimas, que ella andaba con el “enamorado”  ese.
Sabían y creían   que este tan solo la utilizaba como mujer, para saciar sus instintos y que después…
La dejaría. Eso siempre lo hacía.
Y ya conocían varios casos…
Pero ella estaba enamorada como una tonta.
Y le hacía caso a todo lo que él le susurraba a su oído.
Así transcurrió varias semanas.
Y después…Rosita volvía con sus amigas…
- ¿Qué ya te preñó? – Le preguntaban con insistencia, pero ella prefería guardar silencio.
Y era tal el acoso, que pronto comenzó a alejarse de su grupo de amistades.
Ya Rosita, no reía. Sus pecas estaban apagadas.
Aquella chica risueña y desenvuelta, estaba ahora muy pensativa. Sola se mantenía.
- Ella está así y es por que quedó en estado. – Se decían en secreto sus compañeras de estudios.
Pronto dejó de asistir a clases.
- ¿Y Rosita? – Se preguntaban sus compañeros, ya tenían tiempo que no la veían.
- ¿Y Rosita “la pecosita” – Insistían sus compañeros de grado.
Y cuando la lograban ver, era muy evasiva.
Pasó el tiempo…Y Rosita, dejó de asistir a clases…
Su presencia se transformó en ausencia, esa risa loca y espontanea…Ya se había ido.
- ¡Otra mas que ya cayó!
Y eso que se lo dijimos…Una y otra vez.
Pero cuando una mujer se enamora…No mira a otro lado.




















© Bernardo Enrique López Baltodano 2015



Este relato me parece interesante y espero que sea de tu agrado.












“En un principio…”





César vivía solo en su granja, poseía una casa de tres cuartos, dos baños espaciosos, una sala inmensa copada de muebles.
La granja era de gallinas, las criaba y vendía sus huevos.
Era próspero su negocio.
Pero era soltero. Por alguna extraña razón no había conseguido “a la dama que dominara sus sentimientos” y cuestión extraña, ya que siendo tan rico, las chicas no lo tomaban en cuenta.
En diversas ocasiones pretendió a varias, pero por extraña circunstancia…A la hora decisiva, se disolvía esa unión.
No obstante, él seguía en su empeño.
Se esmeraba siempre en amueblar lo mas acogedoramente su residencia.
Cada cuarto era una joya en cuanto a las comodidades que él, las surtía.
Pero de un tiempo, digamos de unas cuantas semanas para acá, se le estaba notando un cambio extraordinario.
Al principio muy alegre y juguetón.
Ya no se le veía con esa angustia que mantenía y que parecía ser ya una parte muy importante de su personalidad.
Ahora se le notaba muy alegre. Siempre cantando. Sonriente y muy condescendiente con su personal de obreros que trabajaban para él.
Su vecino Iván, comenzaba a percatarse de este cambio tan repentino.
Pero no encontraba la mejor forma de entrarle, de informarse mejor.
Todos los días se proponía a hacerle la pregunta crucial: ¿El por qué estás ahora tan alegre? Y de paso, ya que la intriga lo devoraba, se disponía a hacerle otra pregunta, quizás mas invasiva  que la primera y esta era: ¿Ya conseguiste mujer?
¿Ya estás mas tranquilo, por eso mismo…?
Bueno Iván, sabía que en ocasiones César era muy evasivo y cuando tenía algún secretillo…
Era muy difícil que alguien le sacara algo.
Debía tramar algo…Y con su paciencia de buen trampero…Puso su señuelo y esperó…
Pronto vio que su vecino y amigo, lo llamó aparte y haciéndole señas de que guardara silencio…Se lo llevó a su sala.
Esperó a que estuvieran solos y arrancó “él solito” y sin necesidad de hacerles esas vitales preguntas.
- Mira Iván tengo que contarte algo que me ha estado pasando últimamente… - Ya sabía que su vecino y criador de gallinas, cuando se ponía “misterioso”  ¡nadie le ganaba!
…Así que le siguió su juego…
- Soy todo oído. – Le indicó haciéndole señas con sus dedos, como se cerraba la boca con un candado.
César estaba dubitativo.
Se cercioró que la mujer que le servía dentro de su casa, no estuviera cerca    -ya conocía lo chismosa, que suelen ser ellas-   revisó y se comprobó a sí mismo, que no estaba en la vivienda, quizás estaría limpiando atrás en el patio. Poco le importó en dónde se encontraba, el caso era que deseaba hablar a solas con su amigo y vecino.
- De un tiempo para acá…Me visita una Dama.
Y se me mete dentro de mis cobijas…
Y hacemos nuestras cositas… ¿Me entiendes?
- Claro. Claro. Pero ¿Quién es ella? – Le preguntó muy extrañado ya que nunca había visto a ninguna mujer…Salvo la que le servía de sirvienta…Quedó estupefacto, pero prefirió esperar la respuesta.
César pareció dudar, y le dio la impresión de que éste no le revelaría la identidad, así como así. Y que debía ser mas cuidadoso…Porque si este hombre se calla… 
¡No vuelve a tratarle el tema nunca mas!
- ¡Ese es el problema!  …Sólo siento cuando comienza a acariciarme. Es muy golosa.
Pero cuando intento buscarle conversación…
Me doy cuenta de que no le gusta. ¡Se va!
- ¿Y por qué sucede eso?
- No lo sé.
- Será que ¿tú la agobias con tus preguntas?
- ¿Y qué le voy a preguntar?
Al principio, cuando ya me descargaba…
Me quedaba rendido y cuando me despertaba…No había nadie.
- ¿Y por dónde entra?
- Ese es un misterio. Que al principio, no me interesaba. Pero ya ahora a estas alturas…
- ¿Revisaste las dos puertas, la del frente y la del patio?
- Cerradas.
- ¿Y todas las ventanas…?
- Todo cerrado.
- ¿Y entonces cómo entra…?
También puede ser “alucinaciones”
- ¡No hombre, que no!
- Pero ¿la has visto?
- No.
- Y tampoco has hablado con ella. Por lo que me has asegurado.
¿Y cuál es el problema ahora?
- Que últimamente me ha dejado agotado.
Es que me cuesta levantarme.
Sufro actualmente de mucha somnolencia.
- Bueno puede ser posible a diversas causas…
- No. En nada ha cambiado.
Hacemos el amor apasionadamente…
Pero es que siento que ya mis fuerzas me están fallando.
Ya no tengo ese vigor que tenía al principio.
Y eso que ella se esmera…Pero cada vez quedo mas y mas agotado…Y eso me está preocupando mucho ahora. – Iván lo observó mejor y pudo notar que su amigo tenía ojeras, y su cansancio iba acompañado de una baja de peso considerable, ya hasta su piel se la estaba notando muy desgastada;  pero cosa curiosa, hasta ese mismo instante fue que hizo ese descubrimiento.
- Hay muchos misterios. En principio…
Ni hablas, ni la ves.
Entra y sale… ¿Pero por dónde?
…Será por el techo… - Soltó esa apreciación, pero cuando miró se dio cuenta de su propio error…Era de concreto.
Pero si era de concreto: ¿Por dónde se cuela esa mujer…?
- Iván cuando le voy a hacer la pregunta… ¡Cómo que me leyera la mente!
Me pasa una de sus manos por los ojos…
Y me quedo rendido.
¡Es increíble, pero me domina!
No lo entiendo. Pero para mí…
Ya esto no me está gustando.
Me está chupando mi energía…Eso es lo que siento ahora.
- Eso te iba a decir César. Hay que tener sumo cuidado…Pero: ¿Quién o qué podrá ser…? – Por respuesta su amigo se persignó en repetidas ocasiones.
Se le notaba el temor subyacente…
Pero que se estaba trasformando en terror.
- No sé qué decirte César…Pero ¡mira! – Y le mostró sus brazos los cuales los cargaba erizados – No sé qué será…Pero lo que sea…
¡No es bueno amigo mío! – Gotas de sudor brotaron por todo su cuerpo.
Sufrió escalofríos y debido a eso, se levantó de su asiento y prefirió salir rápidamente de ese sitio. Lo lamentaba en el alma…
Pero percibió una presencia que lo aterró…
No supo definirla, entró así: ¡de sopetón!
Y lo mantenía atenazado…Tampoco supo en qué…Ni cómo.
Pero lo que sentía le estaba invadiendo toda su humanidad, paralizándolo y estrangulándolo.
¡Así que salió corriendo como un loco, sin mirar mas que hacía la calle!
Atrás quedó su aterrorizado amigo…
Su casa ya se le había transformado en su prisión…
Y quizás en…


   














© Bernardo Enrique López Baltodano 2015


...Así es como suceden las desgracias...













“En verdad: ¡no lo sé!”




- Es que tú me haces unas preguntas… ¡Qué no lo sé! Y abro un paréntesis: No quiero ser grosero.
Pero debes entenderme: No todo lo sé. – José le respondió en forma explosiva ante el acoso de preguntas que Miguel le estaba haciendo.
Se le notaba a leguas que se encontraba sumamente incómodo y que no deseaba seguir en ese vaivén, pero su amigo no deseaba interrumpir, al contrario se le notaba precisado a que fuera mas específico y que le proporcionara una información mas veraz.
Urgido por saber cada vez, mas y mas.
Miguel lo contempló severamente, aunque comprendió que lo estaba forzando demasiado, por lo que optó por cambiar de táctica.
Suavizó un poco, se levantó de su asiento, se registró el bolsillo derecho de su pantalón y sacó un paquete de chicle que le ofreció en el acto.
- Perdóname amigo mío, sé que te estoy presionando demasiado.
Pero…Es que creo que lo que te sucedió fue muy extraordinario, imagínate.
Vas caminando, te paras en la parada y… - Interrumpió su excusa y se acercó a la ventana que daba a la calle.
Contempló que empezaba a llover, en principio en una forma suave y después fue arreciando.
José se metió dos pastillas de chicle a su boca, las estaba humedeciendo con total parsimonia.
Ya se estaba empezando a sentir cómodo.
Se levantó de su asiento, dio unas cuantas vueltas sobre la alfombra espesa en que se encontraba, la detalló por un instante, era un redondo casi perfecto, bueno por lo menos alcanzaba para el juego de sala en donde estaban.
Los muebles se encontraban simétricamente colocados, y pensó para sí mismo…
- …Aquí hace falta una mano femenina… - José se acercó a su amigo, en forma pausada y mirando hacia afuera y sin verlo, continuó con un relato que había perturbado a Miguel, este lo observaba en silencio y esperaba que arrancase de una vez por todas.
- Cuando yo hice acto de presencia…Ya todo estaba consumado.
El cuerpo yacía en el pavimento. A pleno sol.
Muchos, al igual que yo, lo estábamos contemplando.
Y en ese preciso instante ¡sonó un estruendo…!
Al igual que yo…Los que estaban a mi lado, buscamos un sitio en donde guarecernos.
¡Nos estaban cayendo a plomo!   -no estoy afirmando que sea contra mí solo-    pero a uno de los que estaban cerca de mí… ¡Les alcanzó un balazo!
Nunca supe ni dónde, ni quién o por qué…
De inmediato, un chorro de sangre le brotó por la herida abierta.
¡Yo me tiré al suelo, al piso, el cual se encontraba sucio! Pero no me importó.
Y todos corrieron. Gritos. Auxilios.
El despelote se había formado.
Otro que salió corriendo, de repente vi que se arqueó…Le habían dado en la espalda también.
Fue una plomazón…Pero contra los que estábamos cerca del primer muerto.
En verdad, yo nunca he sido testigo de algo tan cruento y violento…Como en esa ocasión.
Los nervios me traicionaron.
A pesar de ese sol tan ardiente…Todo se me oscureció.
Todo era un caos en mí. Y no solamente lo sentí…Los demás que corrían espantados lo pueden certificar.
- ¿Y no llegó la policía?
¡Nadie le respondió al tiroteo! ¿Y contra quién fue ese atentado?
Te repito: ¡No lo sé!
Fui un testigo involuntario. Yo estaba parado en la parada de buses.
¡Un usuario mas, como todos los que estaban allí antes de que todo comenzara…!
Cuando de repente se abrió esa balacera.
Y te afirmo: No es lo mismo verlo en una película o que te lo cuenten.
El ser un testigo presencial de todos esos hechos.
Es simple y llano: ¡Horroroso, espeluznante!
¡No se lo deseo ni al peor de mis enemigos!
No pude ver al difunto, vivo.
No estaba pendiente de nadie, tan solo de que llegara pronto mi bus, para irme.
- ¿Y no viste quién era el muerto?
- No. Y no me dio tiempo. Todo eso fue confusión y terror. Nadie estaba pendiente de nadie.
- ¿Y de dónde disparaban…? 
- …Creo que era en la esquina que estaba a mi derecha…A unos cincuenta metros a lo sumo.
Creo que fue mas de uno el que disparaba…Eran muchos los tiros. Pero no sé precisar si eran de revolver, o de pistola o de una metralleta.
Como tampoco el calibre. No conozco nada de eso.
- Pues te informo José…Era un pran, el muerto.
- ¿Un pran? ¿Y qué es eso?
- Es el nuevo título que le están dando a los cabecillas o jefes de bandas asesinas, roba carros, de asesinos… ¿Entendiste?
El tipo estaba preso en la cárcel…
- ¿Preso? ¡Pero si estaba caminando en plena calle!
- Para que tú veas. El peligro acecha en todas partes. Porque, ¿Cómo podía estar libre…Siendo un convicto preso y confeso?
Y lo peor…Estaba en una cárcel “de máxima seguridad” – José no respondió nada, pero con sus gestos fue mas elocuente.
Se le notaba cara de asombro.
Siguió el río que la lluvia había propiciado. Contempló como se desplazaba esa corriente acuosa, arrastrando a su paso toda clase de hojas y escombros livianos.
El tránsito vehicular se notaba ya con menor velocidad.
- …Y dígame si pasé a su lado, sin darme cuenta ¡claro!
- Dios es grande. – Le respondió su compañero mientras observaba una repentina cola, producto de la lluvia que caía.
 - Pudiste haber caído herido o que te mataran como a un perro…
- ¡Ujum! – Ninguno se miró.
Continuaron con la intensidad de la lluvia,  el pequeño río que se había formado y con la cola de carros que cada vez se hacía mas larga.










© Bernardo Enrique López Baltodano 2015



...Por los caminos de esta vida.













 “Esta carta que no te llegará”



¡Hola!
Y te digo ¡Hola! Porque mis labios no volverán a pronunciar tu nombre.
Aunque en mi mente vivas y reines en mí.
¡Qué lástima que no pueda revertir mis sentimientos!
Y digo que no te llegará puesto que la estoy escribiendo sobre la arena mojada de esta playa tan bella, hermosa y acogedora que me invita a acostarme a dormir y a no saber nunca mas de ti…Pronto una ola mas grande vendrá y la borrará.
(Ruego que sea así.)
Ya la he ensayado sobre un papel con un lápiz cuya punta está como mi corazón, jamás nadie podrá leerla en su plenitud.
Es mas, la hundiré muy cerca de que la que acabo de hacer sobre la arena. Para cuando el agua que la inunde, la borre.
Y sus nefastos efectos que en mí produjeron no le sea perjudicial a nadie mas.
Como borra el sol todo vestigio de sombra.
Como el viento que borra el calor, y la sombra de los árboles te producen frescura.
Como el buen jabón que borra la mancha rebelde…
Como la luz que corre toda sombra.
Como las ráfagas venturosas que fuerte y veloz se lleva todo lo que en su camino consiga.
Como lo sucio que debe arrojarse a la basura.
Como el excremento que brota de mi  cuerpo.
Así quiero que me pase contigo…Borrarte. Extinguirte.
Anular los efectos nocivos que se anidaron en mí, ya hoy  he tomado esta decisión.
Reconozco que no me ha sido fácil.
Por eso que  tengo y que llamo “orgullo” me he tenido que mantenerme como estoy: Callado.
Ausente hasta de mi mismo, para no caerme a bofetadas por lo tonto y lerdo que he sido.
Me gustaría ser como las olas del mar, que vienen con fuerza, pero cuando regresan la duplican.
Ya no quiero seguir con esto  - y mis sentimientos están en mí contra-  pero he de acallarlos. He de hacerlo.
Hasta que mis sueños me lleven hacia ese mundo bello y hermoso que cuando era un infante soñé…
Ya mi memoria tiene mi encomienda; no deseo saber mas de ti….






              




© Bernardo Enrique López Baltodano 2 O15





...En cacería...













“El tío perro”



Siendo aún un joven conocí a Carlos, y este era mayor que yo, quizás dos o tres años, pero es que cuando uno es joven ve, una diferencia abismal.
Me explico, Carlos tenía unos gustos muy diferentes a los míos   -era mayor-   y le interesaban mas los asuntos de la cacería, los carros y otras cosas, que poco me llamaban la atención.
Me hablaba siempre de la cacería   -y a  mí…Poco me interesa  eso, en verdad-    y de tanto hablarme en cierta ocasión me dijo…
- Es que yo voy en cacería con “el tío perro”  - Y a mí en lo personal me causó mucha extrañeza, y pensé casi al instante:
¿Cómo puede decir que su tío es un perro?
¿Será que el perro es su tío? O
¿Cómo se bate esto…?
En lo personal, nunca le diría a mi tío: Perro.
…Será para que me arranque la cabeza de un bofetón…
En fin, no pude soportar y le dije…
- “¿Tío perro?” ¿No te da miedo llamarlo así? – Él me miró extrañado y no dijo nada, fue entonces cuando le dije…
- Si yo le digo a mi tío: “Tío perro” …Es capaz que me desherede…O me caiga a bofetones. – Le dije muy convencido en lo que le decía.
Carlos me siguió mirando y sonriendo me respondió…
- ¡Tienes mucha razón! Tío perro, es un gran amigo de mi papa. Sus amigos lo llaman: Perro.
Pero nosotros   -digo mis hermanos y yo mismo-    lo llamamos: “Tío” porque es muy cercano a nosotros.
Y de tanto llamarlo así…Pues se quedó como: “El tío perro” ¿Ya me entendiste?
- ¡Ah ya entendí! O sea que no es tu tío, realmente.
- ¡Exacto! Pero él es trampero. – Y me lo dijo como la cosa mas natural posible    -posible para él-   pero a  mí me llenó de mas confusión, ya que por “mimetismo” lo confundí con la expresión: Tramposo.
Y comencé a imaginarme que sería un ejemplar del cual uno debía cuidarse.
Creo que Carlos comprendió por la expresión de mi cara, y me añadió…
- Trampero: O sea que hace trampas.
Pero no de las que tú te estás imaginando…
Es un cazador que se vale de: “trampas” para cazar animales. Son unos instrumentos que él mismo se fabrica para atrapar a sus presas. ¿Me entendiste?
- Es que no conozco ese tipo de jerga. – Le respondí tratando de comprender lo que me quería decir.
- Tío perro, es un hábil cazador, trampero es una de sus especialidades, pero además es un: coleador. – Y diciéndome esto se sonrió  y me dijo…
- Es un deporte que él práctica con los toros, en el cual él lo somete con sus propias manos.
- ¿De verdad? – No salía de mi asombro.
Puesto que deseaba imaginarme cómo se podía controlar a una bestia tan descomunal  -como esa-
Solamente con las manos.
- ¿Un deporte…? Esa es una locura.
- Pero lo consideran como tal. Y por eso es que al pobre tío perro, lo vemos después en muletas.
¡Pero esa es su pasión!
- ¿Pasión…?   Hay que ver que muchos como  confunden: Hacer deportes,  por  hacer locuras.
¿Yo enfrentarme a un toro…Solamente con mis manos…?
- Y lo agarra por los cachos…Y lo controla.
Por lo visto nunca has visto este deporte…
- No nunca. En verdad: ¡que no!
He visto el toreo. Nunca lo he presenciado en vivo, pero lo he visto en películas o en la televisión.
¿Pero yo ir a ver esa masacre…?
¡Nunca! Me gusta la elegancia de los pases, el arte y la elegancia del torero…Pero hasta ahí.
- ¡Por eso es que prefiero el coleo! Allí no se maltrata al animal. Y la pelea es justa.
- ¿La pelea es: ¡Justa!?  No creo que lo sea.
Y me perdonas que te lo diga…
Me parece una locura mas. - Él me miró, se sonrió, pero no me ripostó.
No sé qué pensamiento le habrá pasado por su mente, pero por la forma como me miró y se sonrió, pienso que seguramente yo era muy inocente.
Y hasta cierto punto, creo que fue así, puesto que le noté un dejo de compasión…
Quizás  llegó a pensar que mi vida era un tanto monótona y que no contaba con esa vida tan agitada a la cual, creo, él asumía.
…Bueno  -“cada loco con su tema”-   me dije y dejé de prestarle importancia a lo ya hablado.  














© Bernardo Enrique López Baltodano 2015




...Cosas que tiene uno que presenciar...















 “…Iba caminando y…”




- Bueno en verdad, no sabría cómo empezar esta mi experiencia, un tanto extraña…Pero me aconteció
- Creo que por donde debes empezar, es por el principio. – Le puntualizó María mientras observaba a su amigo Jaime un tanto nervioso.
Él se restregó su mano izquierda con nerviosismo sobre su propia boca, como para darse un poco mas de tiempo y a la vez para “arrancar” de una buena vez.
Ya María lo observaba con inquietud.
- Iba caminando hacia mi trabajo   -que como sabes es en el centro-   y debo agarrar una línea de buses que me deja mas o menos a unas cinco cuadras.
Pues bien, ¿hoy es viernes, cierto?
- En efecto. – Le afirmó ella muy resuelta, mientras buscaba una butaca para sentarse.
Él la siguió con su mirada y esperó hasta que estuviese cómoda y le indicara con gestos que ya estaba lista y esperando…
- Creo que fue el martes. Yo me bajé como de costumbre en la parada   -donde siempre debo hacerlo-    y comencé a caminar sin fijarme, mas que en los carros    -cuando me tocaba atravesar una calle-    y me coloqué mis audífonos    -para aislarme del mundo-   seguí sin prestarle atención alguna a nada, ni a nadie.
Me quedaba como una media hora para recorrer esas cinco cuadras,  ¡uff iba sobrado de tiempo!
Cuando de repente siento un tremendo golpe en mi espalda, yo me arquee del dolor.
(¿Quién carajo me golpeó…?) – Pensé mientras me retorcía del dolor.
Porque ese golpe además de traicionero, fue muy certero.
Y de inmediato oigo una voz   -que asumo de mí interior-    que me gritaba…
- ¡Corre! – Y yo aún con ese tremendo dolor que sentía…Procedí a correr, pero en dirección contraria a la de mi empresa.
¡Y corro y corro como un desaforado!
En eso escucho otra vez la misma voz…
- ¡Brinca esa cerca!
- Y yo la brinqué… - La amiga lo miraba sin entenderlo bien y en un intervalo, lo interrumpió…
- Pero ya va Jaime…Y no te detuviste a mirar ¿Quién te había golpeado…?  ¡Eso lo hubiese hecho yo!
- No. – Ella lo miró sin comprenderlo y le preguntó…
- ¿Corriste como un loco, solamente porque oíste “esa voz” que te instaba a hacerlo…?

- Si. – No lo podía creer. Lo miraba y lo miraba. Y le agregó…
- Pero eso no es lógico. Y me perdonas amigo.
Pero eso que hiciste…No tiene sentido.
Porque si fuese en mí caso…
¡Yo me detengo! Pido auxilio. Grito. ¡Algo hago!
- Bueno. Yo corrí.
- Pero sin averiguar…Y a propósito: ¿Quién? o ¿Qué era¿
- No lo sé. La voz me decía: ¡A la derecha! Y yo le obedecía.  
- ¿Así sin mas nada? ¿Y qué mas te decía “esa voz”?
- Lo que debía hacer, y lo hice. Pero de repente, en mi desaforada carrera…Otra voz se apareció y me ordenó: ¡Detente! – Asombrada le volvió a preguntar…
- ¿Y le hiciste caso…?
- Si. Menos mal.
- ¿Por qué?
- Iba directo a chocar contra un autobús, que iba a toda carrera.
¡Me hubiese matado y ni cuenta se hubiese dado!
- O sea que fueron: ¡dos voces!
- ¡Exacto! Y si supieras que cuando le hago caso, me va bien. Aunque a decir verdad, a veces me engañan…
No sé si me comprendes… - María lo miraba sin poder comprender la profundidad de sus creencias.
Pero creyó prudente no emitir opinión, en su lugar seguir indagando…
- ¿Y esas voces te hablan mucho?
- Oh si. – Le respondió mientras de repente le hizo señas con sus manos, mientras parecía estar “conectándose” con alguien a quién ella no veía. Con ojos desorbitados la miraba y remiraba, mientras veía a sus lados y de repente le dijo…
-  Por ejemplo, me están hablando ahora mismo… - Ella le notó un extraño brillo en su forma de mirarla, y ella se fue deslizando de su banqueta de una forma muy lenta…
- ¿Y qué te dicen…?
- Que no te hable mas.
- ¿Y por qué?
- No lo sé. Pero me están ordenando que me vaya: ¡Ya mismo! – Y sin mediar palabra alguna, dio media vuelta y se desplazó a gran velocidad.
María lo observó con extrañeza…Pero con mucho alivio…
- Es en este mundo en donde se ven cosas y personas extrañas… - Respiró profundo mientras miraba la forma tan atropellada que se fugaba de su presencia, de repente él miró para atrás y se comprobó que ella lo seguía con su mirada perpleja y él le gritó…
- ¿Viste? La voz me dijo que me volteara porque ¡tú me estás mirando! ¡Confirmado! – Y diciéndole esto apuró su carrera, pronto lo vio como atravesaba la carretera…Parecía un orate.
- …En este mundo hay de todo… - Se dijo así misma mientras respiraba con alivio una y otra vez. – Las cosas que tengo que ver… - Se decía una y otra vez, mientras trataba de borrar de su mente toda esta escena.











                                                       
© Bernardo Enrique López Baltodano 2015





...En clases...















“Aconteció en plena clase”



Luis fue un compañero de estudios en el liceo en donde estudiaba, y siempre me hablaba de su familia, entre ellos de su hermana Martha y de su hermano mayor: Carlos.
En cierta ocasión fuimos a su casa y me presentó a los suyos, digo a su madre, a su padre y a sus dos hermanos.
Él era el del medio  -Carlos el mayor y Martha la última-   él (me refiero a Luis.) tenía un oído muy  fino (Porque es músico), y lo digo porque en cierta ocasión estando en una clase   -no me recuerdo de cuál-  Antonio  -otro de mis compañeros y muy afín a Luis-   me dijo muy en secreto.
- ¿Tú ves esto que tengo en mi mano? – Y me enseñó algo que se me asemejó a un pito, pero es que yo lo veía muy chico, y eso me causó extrañeza y le pregunté casi al instante…
- ¿Y qué es eso…? – Antonio se sonrió y me dijo muy bajito.
- Es un pito que se utiliza para entrenar a los perros.
Tú sabes, ellos tienen un oído sumamente agudo, es decir este instrumento lo utilizan para darle órdenes a los canes.
¿Me entendiste? – Me pareció muy interesante lo que me estaba revelando.
Y digo revelando, puesto que me pareció muy novedoso.
Quería insistir en que me hablara mas sobre el asunto, pero estábamos en medio de una clase.
Y el profesor ya nos había pillado…Y nos estaba mirando mucho.
Por otro lado Antonio, no tenía interés de ahondar sobre el asunto, lo que quería era otra cosa, que en pocos segundos   -el momento en que el profesor se puso a escribir sobre el pizarrón-  me confesó…
- Ya vas a ver a Luis… - Me hizo señas de que me aguardara, ya el profe lo miraba como queriendo saber qué era lo que hablábamos los dos.
Antonio se guardó muy bien ese instrumento en su mano, mientras agarraba su cuaderno “y hacía” que escribía   -como para despistar al profe, que ya estaba alerta-   por mi parte, también hice lo mismo.
Transcurrido unos minutos y aprovechando que el  profesor se había concentrado en su clase, vuelvo a sentir a Antonio, el cuál tocando mi brazo me indicó lo siguiente…
- Vamos a ver si Luis, tiene oído musical. – Y diciéndome esto se llevó el pito a su boca y silbó con toda su fuerza.
Luis se levantó de su asiento   -distante de nosotros como cinco hileras de pupitres mas adelante-   de una forma pocas veces vista por mí.
Se llevó ambas manos a sus oídos y se las tapó con desesperación.
La clase se suspendió por instantes, y el profe se volvió ante el escandaloso gesto de mi compañero   -el cual era inocente de la jugarreta de Antonio-  fue un momento de confusión para todos, menos para nosotros  -bueno yo en verdad-   era inocente, pero fui su cómplice…
Antonio inmediatamente se hizo el que estaba escribiendo y se hizo “el inocente”
- ¿Qué pasó?  - Preguntó molesto el profesor mientras miraba acusadoramente a Antonio y a mí   -será que sospechaba de nosotros-  pero se consiguió con que a Antonio y a mí, lo que nos faltaba era una aureola de santidad.
Quedó desarmado. No supo que acción tomar. Así que jugó con la tiza que aún tenía en su mano derecha, y al comprobar que nada “extraordinario” había pasado  
-mas que la forma tan escandalosa con la que se había levantado Luis-   se volvió hacía él mismo y lo increpó…
- ¿Qué te pasa Luis?  -  El pobre compañero se hizo el desentendido y le respondió…
- Perdóneme profe…Es que  algo se me metió en los oídos. – El profe le dijo, mirándolo muy molesto…
- Ve a la enfermería para que te revisen tus oídos…Seguramente que no me has oído muy bien o no te interesa esta clase. – Luis obedeció y se dirigió al sitio indicado.
Miré a Antonio, y este estaba conteniendo su risa…
Pero es que no aguantaba…
Pero sabía que tenía que contenerse.









© Bernardo Enrique López Baltodano 2015