Se fueron como vivieron...

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La esposa seguía en su profunda decaída. Su estado físico se le desplomaba…Mientras su familia asistía impávida e impotentes. No sabían la raíz de su mal.

Y su compañero ya tenía dos días enteros a su lado.  Triste ilusión de pasados alegres y cotidianos.

No se había despegado ni un solo instante. En su rostro se reflejaba la gravedad del caso.

La hija acudió a relevarlo. Él se negaba a abandonar el lecho de su amada. Pensaba que eso sería un abandono…Que él no propiciaba. Pero el cansancio y el hastío hicieron su mella, por lo que escuchó la voz de su sangre que le imploraba que él no era ni de hierro, ni de acero por lo que requería su descanso.

- Hazme caso, no seas terco. Siéntate aquí. – Le propuso mientras lograba sacarlo y llevarlo a la sala. Su padre ya agotado accedió.

Se sentó pesadamente y tan solo poner su cabeza en el espaldar…Quedó vencido por el cansancio.

La hija lo acomodó. Una vez cerciorada de que estaba bien, regresó rápidamente al lado de su progenitora. La encontró  rendida. No sollozaba. No se quejaba.

Al pasar unos momentos de espera…Una brisa mañanera se dejó sentir, un triste y alejado canto de alegría se fue acercando…Un diapasón de armonía rompía con esas horas de espanto.

Los allí presentes sintieron que en su corazón algo hermoso y diáfano despertaba en su agonía…Sin entender del todo prestaron la atención debida…

- “Algo ha de acontecer…” - Escucharon un susurro…No supieron definir si era el principio o el fin…

…Comenzó su etapa mas delicada. Se quejó con sumo dolor.

Sus hijos, que ya estaban a su lado, la socorrieron en lo que pudieron.

De repente hizo profundas convulsiones. Su cara denotaba mucha angustia.

Abrió y cerró sus ojos. En silencio. Sonrió. Parecía estar charlando con alguien de su muy preferido círculo. Sus parientes   -allí presentes-   asumieron que se estaba despidiendo de alguien muy querido por ella.

- Llama a papi. – Propuso una de las hijas.

- Déjalo, que está descansando. – Intervino el varón- Lleva muchas horas de desvelo. Dejémoslo dormir. – Estuvieron de acuerdo.

Una sonrisa angelical  mostraba la cara de la doña. Luego se desmoronó su cuerpo. Cayendo flácidos y sin sus signos vitales. Pronto todos quedaron estupefactos.

Le tomaron el pulso…Cero. Consultaron su respiración…Nada.

Un hondo sentimiento de pesar inundó esa familia. Prorrumpieron a llorar. Primero en forma queda, y luego se generalizó. Se abrazaron desconsolados.

- Hay que despertar al padre. – Anunció el varón.

- Ya nada se puede hacer. – Previno otro familiar.

Uno de ellos fue a avisarle…Y regresó espantado.

- ¡El padre se ha marchado! – Gritó escandalizado. Todos corrieron espantados.

- ¡No puede ser! Yo lo dejé en el sillón… - Pero cuando llegaron. En efecto. No estaba.

Revisaron la puerta de salida. Cerrada por dentro.

Las ventanas…Todas cerradas. Chequearon por todos lados…No lo encontraron.

Angustiados regresaron al cuarto…Ya el cuerpo inerte de su madre…Tampoco estaba…

De alguna parte emergieron cantos celestiales…Se dejaron inundar de sus efectos…

- Mami fue a buscar a papi y se lo ha llevado… - Musitó su hija en el mayor de sus letargos.

- Se fueron los dos juntos. No es necesario buscarlos mas. – Concluyó una hermana de la extinta.

“Se fueron como vivieron…

Y en el mayor de los silencios.

Como dos amantes se conocieron.

Y amándose mucho se han marchado.”

© Bernardo Enrique López Baltodano 2016 

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