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“Las narraciones de:
Bernardo”
“La
loquita”
“La loquita” es una perrita y cuando entró en nuestras vidas era apenas una
cachorrita, de color negro con ribetes blanco.
Criolla, no es de raza pura.
De poca alzada, delgada.
Con ese tipo de mirada que presagia que
“alguien mas” habita en ella.
Nos la
entregó su primera dueña, y ¡hasta traía pedigrí”! ya que trajo hasta su plato
de comida, su collarcito y una pequeña historia.
(Hasta su fecha de nacimiento. Evidencia
fiel de que venía de muy “buenas manos”
Pero la regalaba porque según ella: Era muy desordenada.)
Creo que
tendría seis meses cuando entró en nuestras vidas. Pocos días después, vino
otro perrito, macho, raza: Cacri (Criollo) de color marrón con su respectiva
escala de tonalidades de ese mismo color, de trompa negra.
Mas alto
y mas grueso que la loquita, y vino hasta con su nombre de pila: Samuel Felipe.
(¡Hasta me parecía cómico! Pero a pesar
de que su “mama” era otra señora, vino con la misma estirpe. Me refiero a que
trajo su cadena, su collarcito, su fecha de nacimiento… -Mismo seis meses de
edad, con pocos días de diferencia- Y
todas las indicaciones que esta señora nos explicó. Y hasta se comprometió con
mi esposa de que nos ayudaría con la alimentación.)
Ambos
caninos en nuestro dominio se han hecho amiguitos.
Para
evitar descendencia, ambos fueron castrados.
Vacunados
contra todas las enfermedades posibles.
En fin, a
pesar de que son “perritos callejeros” se han criado y se mantienen como si
fuesen de raza pura. Con el cuidado que se les puede dar.
A la
fecha actual, ambos están a casi su primer año y medio.
Pero es
de hacer notar, que ambos poseen su propia identidad.
¿Que los
diferencia?
¿Que los hace
cada uno distinto del otro?
Y sin
lugar a dudas: Ella es la que manda.
Es
manipuladora. Y cuando me toca darle la comida (a ambos) ella es la que se
resiste.
(Yo les he dado
lecciones para que
aprendan a esperar a que
les sirva su comida. Que tengan paciencia. Que esperen a que
les dé la orden en que ya pueden comer.)
No tolera
la disciplina. Se me muestra reacia.
Y al
regañarla, me mira de una forma que yo se la interpreto de la siguiente forma:
- Está
bien. No me gusta, pero tengo hambre. (¡Apúrate!)
Y si eso
es lo que te satisface…”Trataré de complacerte. (¿Cuánto mas tengo que
esperar…Ah?) Aunque no te prometo nada”
Mucha
gente cree -y así lo asume- que estos animalitos no entienden. Que son
brutos, en fin, son unos animales.
¡Qué
lejos están de la realidad!
En mi
experiencia con estos dos, debo decir, que son dos personalidades muy
distintas, pero que se complementan…
El Samuel
Felipe, es holgazán. Perezoso. Parsimonioso en general.
De
andar…No muy resuelto. Por lo que, para ser mas explicito…No toma decisión
alguna.
La
loquita, a pesar de que es mucho mas pequeña, es muy nerviosa. ¡Excelente
guardián!
Siempre
está alerta. Y al abrir la puerta del patio, por lo general es ella la que sale a saludarme.
Y cuando
le hablo, ella pareciese que me entiende… (¿Entenderme…?)
En
contraposición del Samuele, que simplemente me voltea su enorme cabezota y se
dedica a lo que mas le gusta hacer: Nada.
(Entiendo que no le interesa tanta
verborrea de mi parte…Sólo le interesa que le sirva su comida ¡y ya! Entiendo
que son dos tipos de personalidad, aunque ambos no aceptan tanta disciplina,
pero al menos él es mas sincero y me muestra su hastío…Ella “se hace” la
entendida…Pero al igual, lo único que le interesa es: ¡Comer!)
Samuel al
parecer, está “contento” con el espacio
disponible…Pero ella no.
No puede
pasar ningún animal por el frente…A ella no le gusta. Y se vuelve una fiera
indomable.
Tampoco
le gustan: Los que llevan muletas o los ancianos con su caminar muy lento.
¡Ah y se
me olvidaba…Es racista! Pues no le gustan los negros tampoco…
Ella no
tolera eso. ¿Y él? Simplemente la complace y la acompaña a ladrarle a todos.
…Pero por
indicación de su fémina. – ¿Porque si
fuese por él…? Viviría tranquilo y
dejaría a los demás ser…Como son.- Y como ya, por lo menos para mi entender,
ellos son así.
En una de
las tantas noches, me despertó el ladrido tan insistente del perrito…Me extrañó
que no la oía a ella.
Y eso me
pareció muy extraño.
Y me
levanté para indagar ese misterio.
Cuando
levanto la cortina, para ver hacia el frente…Veo la desesperación del machito,
que al parecer regañaba a su pareja… ¡Qué andaba muy tranquila…Por la calle!
¡Se
escapó la loquita! Y salgo para tratar de meterla. Ella al verme me movía su
cola, su columna, sus cuatro patas y me mostraba su sumisión ante mí…Pero se
negaba a entrar.
La regañé.
Le hablé.
Traté de
hacerla entrar en razón.
Me dio
muestras de entenderme todo: Pero se negaba a entrar…Por su propia cuenta.
- ¡Perra
loca! – Le grité en medio de la calle.
- ¿Ah te
estás portando como la perfecta loca callejera…? – Ella se me deslizaba con su
habitual ligereza. No pude sujetarla.
Se tiró
al suelo, me mostró su panza. Todas las muestras de obediencia y sumisión.
Todas.
¡Pero! Se
negaba a entrar.
(Y su compañero, desde adentro, le
ladraba. Le espetaba. Le reclamaba. La ofendía. Pero igual: Se negaba a entrar.
A la final, su compañero, al verle su determinación…Cambió su lenguaje y
comenzó a gemirle. A implorarle. ¡Pero aun así! No aceptaba argumento alguno.)
Tuve que
imponerme “!A lo mero MACHO”! Y la obligué a entrar. Entró obligada y sometida
por mí. Y cuando su acompañante la recibió, comenzó a gruñirle…Pero ella no le
hizo el menor caso. Corrió y se escondió en alguna parte del patio.
…Pensé
que ya ella había entendido y que quizás se lo pensaría dos veces mas, antes de
volverse a escapar.
¡Qué de
ilusiones las mías!
Me
cercioré y traté de ponerle mas impedimentos para que no se pudiese escapar de
nuevo. Y me fui a acostar.
…Pero a
menos de una hora…
¡Otra vez
el ladrido sostenido del perruno!
…La loca
movió el pesado ladrillo y todo lo que le puse…Todo lo removió. Y sencillamente
se volvió a escapar.
¿Otra
vez…? Me dije. Ya cansado y con mucho sueño. Salí y afuera, el pobre canino,
comenzó a gemirme y a tratar de explicarme en su lenguaje perruno…Que de
nuevo…La loquita, se había dado a la fuga.
- ¿Y qué
podemos hacer nosotros…? – Le dije acariciando al noble animalito, que gemía y
mantenía sus ojos suplicantes.
- Hay
cosas en esta vida en la que nosotros, ya nada podemos hacer. Así son ellas…
Entiéndelo
y asúmelo como tal.
Y si ella
ha decidido huirse…
¿Qué
podemos hacer…?
…Debemos
asumirlo como tal.
¿No te
parece…? – El noble ejemplar, ya no me miraba…Estaba pendiente del lado
derecho.
Presumo
que por esa dirección…Se le fue su compañera.
Y ya
cansado me fui a acostar. Dejé a ese noble ser pendiente de esa esquina.
Como una
hora después…Otra vez el escándalo.
- ¡Volvió
la insensata! – Me dije. Acudí.
Y en
efecto…Allí estaba la negrita. La loquita.
Y por la
forma en que me saludaba, parecía que se iba a desarmar.
En esta
ocasión…Entró sin chistar.
- Y
después dicen que los perros son animales
y que no entienden nada…-Me dije, mientras volvía a los brazos de
Morfeo.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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