Las narraciones de:
Bernardo”
“MI
TÍA MER”
Era en aquella época en que mi visión era
muy risueña.
En los momentos en que todo me parecía
bello y hermoso.
Instantes que han quedado plasmados…En mis
años posteriores…
Por
aquella fecha…Mis padres habían decidido regresar a su patria…Nicaragua.
En
esos días…El “Tachito”
Somosa, era el “Dueño y Señor” de lo que él (y toda su familia…Y todos
los que en esos días…Así se lo creían.) asumía que era “su propia” hacienda,
toda una comarca, con centenares de miles de habitantes que nacieron y se
criaron en lo que hoy conocemos como: NICARAGUA.
Recién
estábamos llegando a ese pequeño y hermoso país…Tierra de lagos, volcanes y
ríos.
Con
un clima pletórico de frescura y de intenso sol. De gente bregadora y
trabajadora.
Con
su capital, bordeada por hermosas montañas y por su amenazante: MOMOTOMBO.
Recuerdo
que (apenas llegábamos de mí “ya lejana” tierra de nacimiento: Maracaibo –
Venezuela) y todo ese nuevo panorama se me antojaba como una especie de
retroceso, me refiero en cuanto a la estructura elaborada por el hombre…Porque
en cuanto a la naturaleza se me antojaba: ¡Hermoso espectáculo!
Y
por primera vez (en mis días de mozo)
fui testigo de lo hermoso y radiante que es ese gran pueblo…Managua.
Y
llevándonos a conocer un mercado que era
por aquella fecha, (nos dijo que se conocía como): El Mercado Oriental de
Managua, y acudíamos allí porque mi padre en sus remembranzas nos contaba (A mí
y a mis hermanos) que “en sus años” de
estudiante, iba en auxilio de su “ya famosa” para nosotros, de su tía Mer.
Entramos
en sus estrechos pasillos, rodeados por diversos tipos de comerciantes, los
cuales cada uno de ellos exponía sus mercancías y ante la presencia de posibles
clientes, pues los promocionaban con furor, y tratando de llegar al puesto de
mi tía Mer una mujer me dijo con expresiva exclamación…
-
¿Me vas a llevar “Amooooor….? – Y me enseñaba lo que portaba en su mano y con
una mirada muy expresiva y elocuente (Yo asombrado miraba a mi viejo y le
preguntaba, ¿Qué era lo que me quería decir esa mujer?)
Y
mi viejo me dijo con cierta molestia…
-
¡Es para que le compres su mercancía! ¿No entendés…? – Me espetaba en medio de
su molestia.
-
Es lo que vende, el que ella te trata de decir… ¿No lo entendés todavía…?
…Es
como si “El Vigorón” (un plato muy delicioso, muy popular y por demás:
¡Suculento! Que una vez que lo probé….Lo seguí consumiendo. ¡Hum! ¡Qué
delicia!)te estuviese “hablando” ¡Invitando pues a que te lo comás! ¿Ya?
¿Entendiste baboso…? – Fue entonces cuando asumí, que lo entendí.
Y
en “ese” ínterin…Que por fin habíamos llegado al famoso puesto de verduras de
mí tía Mer. Y por primera vez fue cuando conocía vistosas frutas y frutos que
antes no conocía.
Mi
tía nos compró diversos jugos, que con mucho agrado consumimos.
Recuerdo
que sus colegas de puesto, cuando se dirigían a ella, la llamaban: Niña Mer y
yo siempre de imprudente, le pregunté en el acto a mi progenitor…
-
¿Y por qué la llaman “Niña Mer”? Tu tía ya es una mujer…Grandecita… - Mi viejo
me otorgó una mirada que me fulminó
-pero que en ese momento no entendí- y en pocas palabras me hizo señas a
que me callara y en voz baja me dijo en tono amenazante…
-
¡Porque ella es señorita! ¡Y te callas y dejas de ser imprudente! – Y por el
jalón de orejas, entendí que había preguntas que no se debían hacer…Y que esa
era una de ellas…
Era
una mujer que había nacido en la lejana: Chinandega y había emigrado a la
capital, y desde entonces vivía con su hermana, mi abuelita.
Mi
tía Mer, nunca se había casado.
Nunca
conoció hombre alguno, por lo tanto era virgen de nacimiento.
Muy
devota. Muy fervorosa en sus creencias cristiana, católica de nacimiento, murió
en sus creencias.
Siempre
fue muy trabajadora.
Pulcra
y decente. Callada y hacendosa.
No
le gustaba pedir, acostumbrada como siempre a ganarse “el pan diario” nos
enseñaba con su forma de ser a que lo primero que una persona debía hacer es a
sudar y a trabajar siempre lo que uno se iba a consumir.
Y
así fue como la conocí.
Siempre
fue un modelo a seguir.
En
silencio. Dedicada a lo suyo.
Y
en esa ausencia…Se marchó.
Atrás
nos dejó…Que hay que ser siempre: Trabajador. Hacendoso. Laborioso. Decente.
En
mis pensamientos quedaron plasmados aquellas palabras que se fundieron en mí
ser…
-
“Siempre uno tiene que ganarse con el sudor de su frente…Lo que se va a comer.”
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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