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“CUANDO LA VIDA ES…Existir…”
Hay seres que caminan, miran, y hasta alimentan sus
cuerpos…Pero la esencia en algún momento de sus existencias…Se derrapa en la
lejanía…
La mera verdad es que: Eduardo tenía mas de treinta
años que no los veía, y ni siquiera se
habían comunicado con sus antiguos amigos de la infancia: Chucho y Enio.
Y la razón había sido porque las rutas vividas por
cada uno de ellos, los había alejados.
Hoy: Treinta años han transcurridos y por esas cosas
que existen en esta vivencia, tenían esta oportunidad de oro.
Se habían comunicado y se disponían a reunirse en ese
sitio tan emblemático para estos tres seres…En la misma esquina en donde
transcurrieron tantos y tantos encuentros. Pero el tiempo era limitativo para
dos de ellos, apenas disponían de unas cuatro horas.
Suficiente. Pensaron. Y con alegría se dispusieron a
su reencuentro.
Eduardo fue muy puntual. Seguido por Chucho y ya de
último, Enio.
Se abrazaron en forma grupal. Y no se sintieron
intimidados -ya que había
testigos- se expresaron el cariño y
los afectos que en antaño se tenían.
Y luego de tantos y tantos recordatorios, procedieron
a ubicarse y sentarse serenamente.
- ¿Qué ha sido de tu vida? – Le consultó Chucho a
Eduardo y este comenzó a narrar en escasos segundos su vivencia de tantos y
tantos años…
- Bueno, me casé. Pasé muy hermosos momentos. Extintos
hoy en día. Viví unos veinte y tantos años en tan agradable contubernio. Tuve
junto a mi ex, cinco hijos. Que ya me hicieron abuelo…
- ¿Tú ex…Se separaron…? – Quiso saber Enio.
- En efecto.
- ¿Y qué pasó? – Indagó Chucho.
- Tuvimos muchos problemas. Diferencias en los
caracteres, en la forma de ver y existir. ¡Cosas de esta vida!
Logramos amasar una pequeña fortuna, varias casas y
una ferretería. Vivimos como ricos. No les negaba nada. ¡Ah que época! ¡En
verdad que la pasamos requetebién! ¡Pero! ¡Todo lo perdí! Esa mujer me dejó en
la carra plana. Me arruinó. ¡Claro ella es abogada! – Dijo mientras sus amigos
lo escuchaban asombrados, pero se sentía intimidado y un tanto avergonzado y a
manera de cortar su intervención le preguntó a Eduardo…
- ¿Y tú vida…Cómo te ha ido…? – Él se le quedó mirando
por un largo rato. Y luego arrancó de una forma muy parsimoniosa…
- Igual. Casi idéntica. El caso es que hoy en día vivo
como un paria. Hoy duermo en casa de un hijo…Mañana en casa de una de mis
hijas… ¿Y luego…otro día? ¡No sé en donde! – Hubo un silencio sepulcral.
Aquella magia inicial, esa alegría por tan excelso
encuentro…Comenzaba a fenecer. Cosas de estilo. Por primera vez, comenzaban
esos huecos repletos de ecos opacos y contaminados que se estaban formando en
medio de esa tan fervorosa comunicación.
Se dedicaron por unos instantes a mirar en su entorno.
Vieron los carros pasar. La gente que por allí caminaba. Unos iban a un lado y
otros a otro lar. La incomodidad se estaba haciendo patente.
Instante seguido, en silencio retornaron al
cuestionario de sus vidas. Enio mantenía un silencio muy seco.
Su rostro era muy grave y arrancó de esta manera…
- Pareciera que los tres hemos sido cortados por la
misma tijera. Y en mi caso, debo decirle amigos míos, que quizás lo único -que me diferencia al de ustedes- es que me he casado en…Seis veces distintas. Y
en cada ocasión ha sido con mucho ruido y estruendo. He dejado posesiones.
Hijos. Carros. Casas. Dinero. ¡Todo! En un tiempo pensé que quizás era mejor
vivir en concubinato, unos disimulados y otros abiertos. Pero el resultado ha
sido el mismo. (¡Claro en esos casos no hubo hijos de por medio!) Pero igual:
¡Cada separación ha sido como un proceso de parto! He amado y odiado por igual.
He estado con hermosas divas y quizás la única que hoy me acompaña es: ¡La soledad! Pienso que es
la única que no me ha quitado nada mas
que: ¡Mi felicidad!
¿Qué mas puedo hacer…? ¿Y cuál es “mi cosecha”? ¡Ninguna! Vivo al día. Trabajo para poder
vivir. Para poder comer. Y para pagar la pensión de ¡unas cuantas de ellas! He
construido…Varias casas. ¿Y hoy? Vivo en la calle. No tengo cama propia. No
tengo techo fijo. Hoy duermo aquí. Mañana…Ya veré. – El ambiente se les había
tornado muy pesado y lúgubre. Sintieron un rechazo mutuo al tema. Fue una
especie de acuerdo, pero sin concertación hablada, algo instintivo les indicó
que ya esa concertación era mas de lo mismo, muy funesto, por lo que decidieron ponerse a
dialogar…De cualquier tema. Obviando este.
Pero el hastío se apoderó de todos ellos y ya les signó su destino, ¡qué distinción
les marcaba su sendero! en comparación al inicio de tan festivo ágape que tenían, que ansiaban obtener. Y de una forma casual,
comenzaron a chequear sus relojes. El tiempo los apremiaba ya…Así que de la forma
mas amena posible, continuaron a
despedirse. Aunque en sus rostros se les dibujaba ese pesar que los mantenía
solitarios.
Y se comenzaron a esfumarse.
A permutarse en la fragancia de los vientos escasos.
Y partieron con la luz de ese sol que en nada deja
sombras.
En algunos casos
hay masculinos
que se deforman
en Machos.
Analizan que su
existencia ha de ser
a la fuerza
de su género.
Dejan onerosos rastros
que en su
pasar se diluyen
en feos y
desagradables efectos
tanto en
su aroma
como en su ausencia.
En otros se
transforman en hermosos
ejemplares que se
concretan en hombres,
aunque hay algunos que
ascienden
a su bella
condición de
Padres,
asimilando la belleza de su
entorno y
transformándolo
todo en un sin
igual
Edén.
¡Qué de grandeza
dejan los que
nunca dejan de ser: Hijos, Hermanos,
Amigos , Esposos y
hasta Dignos: Humanos
seres…!
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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