Bernardo Enrique López Baltodano
“Relatos misteriosos”
“Visiones…”
En ocasiones entramos a una
parte…Cualquiera.
¡Y creemos ver a alguien muy conocido y
querido por nosotros!
…Es cuando nos deleitamos en nuestras
elucubraciones.
Entraba a un mercado
muy concurrido y visitado por mí.
(De la forma mas
normal posible.)
Iba a hacer unas
compras.
Veo la diversidad de
ofertas, en carnes, verduras, frutas…
En eso veo un
callejón -dentro del mismo local- por el cual veo, muy poco tránsito. ¡Y elijo seguir por allí!
Paso observando y
detallando todo cuanto ofrecen. En eso me percato de que uno de los locales,
está en remodelación.
Y por cosas que no
entiendo, se me ocurrió mirar arriba y me percato de que
están fabricando un segundo piso.
¡Pero me llamó
poderosamente mi atención! Una enorme
puerta en color blanco intenso, pero dicha puerta -aunque tenía su cerrojo puesto- pero
lo tenía hacía afuera.
¡Y eso me entretuvo!
Pensé…
¡Qué ociosidad! (Y
me quedé extasiado contemplando detalle a detalle.)
¿A quién se le
ocurriría colocar esa puerta con salida…Al vacío…?
Sin duda que capturó
mi atención.
Pasado unos instantes,
proseguí mi marcha. Y contemplo que la vía que había elegido, da con una de las
salidas a la calle. Veo el sol radiante que entra por esa arteria.
¡Y de pronto! Veo la
cara de mi madre.
- ¡Mama! – grité con
un gesto de asombro.
(Mi progenitora ya
había muerto… ¡Hace varios años ya!)
Y me quedo
estupefacto en medio de ese andar. Diversos recuerdos afloraron a mi mente. Me
deleité viéndola a ella…
¡Tan rozagante y
hermosa que era ella!
¡Con esa sonrisa a
flor de piel!
(Su recuerdo ha
quedado grabado en mis pensamientos.)
Con su pelo corto, y
lleno de rollitos. Sus canas. Sus lentes.
Su mirada que
extasiaba.
- ¡Mama! – La
acaricié en mis pensamientos. Mi cansancio se transformó en un alegre resurgir.
¡Tenía tiempo que no
la veía!
…Dicha visión me
duró quizás por unos dos o tres instantes…Porque luego se me evaporó. Se me
diluyó en medio de ese calor tan abrasante. Entre el bullicio de tanta y tanta
gente que andaba en su labor de comprar unos y en vender otros.
Quise ver a esa
señora que evocó en mí esos gratos recuerdos… ¡Pero ya se me estaba perdiendo
entre esos ríos de seres anónimos!
¡Qué bien me hizo el
ver a mi madre querida! Sin lugar a dudas que me alegró este día. Y fue
tanto…Que ya me siento regenerado.
¡He renacido sólo con solo haberla visto!
¡En donde quiera que
estés madre mía…Qué Dios te bendiga por siempre!
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2016
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