“Corto en
relatos”
“¡Ya me operaron
de nuevo!”
Saliendo del hospital en donde había acudido junto a mi
hija y mi nieta -que apenas cuenta con unos seis años de
edad- para su revisión médica -pues
desde hace unos tres años se vio sometida a una operación de corazón
abierto- la llevaba agarradita de su
manita izquierda, cuando en medio del bullicio de tantas personas -unas
que entraban y otras, que como nosotros mismos, estábamos saliendo de esa
institución- se me ocurrió
preguntarle:
- Cuéntame hijita… ¿Cómo te fue con la doctora…Qué te
dijo…? – Ella en ese preciso instante sorteaba un escollo en el camino, pegó un
brinquito que a mí en lo personal, me produjo mucha gracia, y luego me miró con
esa mirada en que reflejaba toda su inocencia y arqueando sus cejas me dijo…
- Abuelito… ¡Ya me operaron de nuevo!- La miré con ese
asombro que me produjeron sus inocentes palabras. Y de inmediato me fui con el
correr de los años anteriores, en que toda mi familia se vio sometida a esa
inquietante operación. Cuando siendo mas bebecita, su corazoncito se le había
achicado y mandaba poca sangre al resto de su cuerpo. Por supuesto que el
tamaño de su cuerpecito era muy escaso. Temíamos en aquella época todo lo que
eso conlleva.
Su cabecita era chiquita, y poco se podía mover. El color
de su rostro era muy opaco.
Y se cansaba rápidamente de todo.
¡Claro en esta ocasión, y años después de esa operación!
Ahora se le nota un crecimiento normal.
Todo en ella respira ese aliento de crecimiento en
perfecta armonía.
Y por supuesto ya todos estamos agradecidos a que los
médicos que la asistieron lograron revertir ese mal tan congénito con que la
pobre había nacido.
Hoy en día, tomándole su tierna manito, le veo en sus
ojos esa pujanza que la infancia te da. Esa ansia de vivir. De sonreír.
De reír ante cualquier cosas.
“Ya me operaron de nuevo” retumba en mis oídos, y
mientras esto me afirmaba, se llevaba las manos a su corazón y me hacía una
especie de símil -seguramente los galenos le habían colocado
algún sofisticado aparato para percibir los latidos de su corazón- y
ella lo interpretó con que era una nueva intervención.
Alcé mi cabeza ya
que estaba oyendo el alegre canto de las aves cantoras que pululaban en medio
de ese follaje, en ese camino de concreto rodeado de árboles de todo tipo.
Aprecié el resurgir de la naturaleza, la cual se expresa a todo dar.
En silencio, le di las gracias a todos esos profesionales
de la medicina y a ese gran Dios que con toda seguridad, guio sus manos y su
entendimiento.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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