Esto pasa...Muy a menudo, aunque usted no lo crea.


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“¡En mi casa…!”






- En mi casa, manda mi mujer ¿Verdad amor…? – La señora hizo una mueca que parecía una aprobación, aunque mis dudas despertaba.
El señor de la casa, de ese minúsculo detalle,  algo se percató por lo que le dio un golpe sonoro en la parte por donde la pudo alcanzar, que en este caso fue en su espalda, del contundente porrazo     -traicionero  por cierto-       la hizo reaccionar de una forma muy elocuente, alegando con una sonrisa plena en su rostro…
- ¡Claro mi amor! – El patrón   -que la miraba con ojos destemplados-      se contentó con la afirmación de su esposita. Y mirándome de reojo, me añadió…
- ¿Ya viste…? ¡Aquí se practica la democracia representativa! Y todo está muy bien definido.
Mi esposa me dice lo que hay que hacer, y yo le obedezco en el acto. – Y mirándola fijamente, le preguntó…
- ¿Verdad tú…? – La mencionada   -no hizo ningún ademán de desdén, solo de terror-   movió su cabeza en señal afirmativa, pero su señor no quedó satisfecho y dándole  en esta ocasión,  un puntapié, le ordenó…
(No encontré un sitio donde desperdigarme, pues aquella escena me pareció demasiado dantesca para ser verdad. Pero así fue qué pasó,  por lo que me horror siguió creciendo.) Con ánimo confuso no me quedó nada mas que esperar el ritmo ilógico de esos acontecimientos, que  presencié como con esa forma tan altanera le espetó…
- ¡No seas vulgar! ¿Qué va a pensar el amigo en cuestión…? ¡Pensará que eres una mujerzuela barata que no respeta a su esposo! – Ella recibió estoicamente el golpe y en medio de la mejor de sus sonrisas, se volvió a mí y me agregó…
- ¡Todo está bien! Y lo que afirma mi marido es la verdad. ¡Todos vivimos felices y contentos! – El dueño de casa, quedó satisfecho con esta afirmación y lanzándola al aire, dijo…
- ¡Aquí todo es felicidad! ¡Nada se hace sin el consentimiento de mi mujercita! ¡Yo la amo y la adoro sin cesar! – Y en ese preciso instante, viré para ver la reacción de su costillita, y la vi cuando lanzó una sonrisa torcida, pero de mucho desaliento.
(Fueron momentos muy incomodos. Inestables.)
No agregó nada mas. Tan solo se contentó con darnos la espalda y seguir en lo que estaba haciendo, pero siempre pendiente por si acaso le venía otro golpe…
- Nosotros no necesitamos que nadie venga a destrozar nuestra alegría de vivir juntos.
¡Además nadie tiene que meterse en nuestros problemas! ¿Verdad mi linda? – Ella meneó su cabeza a su derecha y a su izquierda, pero su silencio fue muy evidente. No alzó su mirada. No me miró. Siempre con sus ojos mirando al piso.
- ¿Verdad mi cielo, que no necesitamos que nadie se venga a meter en nuestros problemas…?
- No. – Fue su lacónica respuesta. Pero siempre en el mayor de los mutismo, respondía claramente lo que se le requería…Escapaba a sus dominios, tratando de permutarse entre las frías paredes.
- ¿Ya viste…? – Me consultó en medio de una amplia sonrisa. Pero atrás una sombra oscura se esparció.
Un frío recorrió mi espalda. Me sentí impotente.
…Pero era menester retirarme…
¿Qué podía hacer ante un mundo tan maravilloso que me afirmaba él, y que ella lo certificaba…?

Esas son cosas que te obligan a pensar mal…
¿Será qué las hay que les gustan que las sometan…?
O ¿…Será que el machismo fue creado por ellas mismas…?










© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        






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