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“Corto en relatos”
“Era
un viernes, de noche…”
Recuerdo ¡cómo si fuese anoche
mismo! Era un viernes y ya faltaban
quizás unos minutos para la media noche. Y se me antojó salir de la comodidad
de mi casa e ir hasta el portón de la entrada.
Son cosas que hoy en día, no me lo puedo explicar, pero así fue. En mi
mente pulula esa brisa acogedora, y en ese momento me invitaba a “pensar, a
analizar.”
Una vez en el frente de esa casa, miré a la derecha, y a la
izquierda…Nadie. La calle estaba desolada.
Las luces internas de los vecinos…Apagadas.
Por lo que deduje…Que están dormidos.
Alcé mi cara y me entretuve mirando el cielo.
- ¡Qué reconfortante paisaje! – Pensé en ese momento.
Era una noche un tanto rara, puesto que de repente y por cosas del
destino…Se oscureció todo.
¡Tan bonita que estaba viendo las estrellas y esa luna que se me antojaba
que ansiaba ocultarse!
- ¿Qué ironías trae la oscuridad? – Me pregunté.
Por allá oí la melodía de un búho. Que pienso que andaba en sus andanzas.
Escuché un aletear, y presumí que era de alguna gallina o gallo -aunque reconozco, que nunca supe si era de
esas aves o no, porque cerca nadie tenía nada de eso- Me pareció curioso.
Pero en ese instante, no le di importancia alguna.
La brisa era un tanto fría, pero no escandalizaba en nada.
¡Silencio nocturnal! A excepción de algún que otro animal nocturno. Lo
cierto es que no vi nada.
Y mientras estaba admirando las estrellas, pasó una inmensa nube negra y
oscureció todo a mí alrededor.
Un vacío se me hizo patente. Me sentí impotente.
De repente, siento que me invade un pánico espantoso.
Un frío se me alojó en las sienes.
Todo se me presentaba de una forma seca.
Mi cabeza en ese momento…La sentía como adormecida.
Trato de moverme…Y no logro hacerlo.
Un viento raro me erizó el brazo izquierdo.
Algo muy evidente y macabro recorrió toda mi espalda.
Mis hombros comenzaron a endurecerse, me comenzó un dolor como si me
estuviese atenazando por allí.
Mis ojos no quieren mirar a ninguna parte.
¡Entré en pánico generalizado!
Siento como el viento se torna impetuoso.
¡No puede ser! ¡Y yo como un zoquete…Afuera y a merced de las “cosas y
alimañas nocturnas”!
Y en ese ínterin…Escucho una voz muy fuerte, potente y determinante que me
ordena:
¡Sal! ¡Corre! ¡Vete de aquí ya!
…Y fue cuando escucho como el cántico de ánimas y espíritus de la
noche…Venían en procesión.
¡No sé cómo! Pero lo vi.
¡No supe de qué forma reaccionar!
Mi respiración se vuelve jadeante. Entrecortada.
Mi corazón: ¡Pum! ¡Pum!
Mis pulmones se niegan a suministrarme el aire necesario.
- ¡Corre! ¡Sálvate! – Escuché ese grito en mi oído izquierdo. E
inmediatamente siento que me empujan.
¡Esa era la fuerza que estaba urgido en recibir!
¡Y corrí desaforado! Y los quince metros que me separan de la puerta de mi
casa…Lo recorrí…
¡Y ni cuenta me di!
Cuando estoy forcejeando para abrir la puerta…
¡Siento un fuerte correazo en mi espalda!
¡Gracias a Dios que logré abrir el cerrojo!
Entré como un rayo y trataba de trancar…
Una ráfaga de viento se coló y me impedía cerrar esa puerta.
Pero a pesar de esa fuerza imperiosa, ¡la logré cerrar!
Adentro y ya a salvo, me retorcí del fuerte dolor que me había ocasionado.
Pero ya me encontraba a salvo.
No pude dormir esa noche. El dolor era muy acuciante.
Al día siguiente, tuve que ir al hospital…Una fuerte herida cruzaba toda
mi espalda.
Los médicos se cansaron de preguntarme el origen de eso…Pero me encontré
impedido de decirles la verdad.
¿Acaso me creerían…? No lo creo.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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