Caminaba y ¡de repente...La vi....!


                                           Bernardo Enrique López Baltodano












“Relatos  misteriosos”











“Visiones…”









En ocasiones entramos a una parte…Cualquiera.
¡Y creemos ver a alguien muy conocido y querido por nosotros!
…Es cuando nos deleitamos en nuestras elucubraciones.















Entraba a un mercado muy concurrido y  visitado por mí.
(De la forma mas normal posible.)
Iba a hacer unas compras.
Veo la diversidad de ofertas, en carnes, verduras, frutas…
En eso veo un callejón          -dentro del mismo local-         por el cual veo,  muy poco tránsito. ¡Y elijo seguir por allí!
Paso observando y detallando todo cuanto ofrecen. En eso me percato de que uno de los locales, está en remodelación.
Y por cosas que no entiendo,  se  me ocurrió mirar arriba y me percato de que están fabricando un segundo piso.
¡Pero me llamó poderosamente mi atención!  Una enorme puerta en color blanco intenso, pero dicha puerta             -aunque tenía su cerrojo puesto-      pero lo tenía hacía afuera.
¡Y eso me entretuvo!
Pensé…
¡Qué ociosidad! (Y me quedé extasiado contemplando detalle a detalle.)
¿A quién se le ocurriría colocar esa puerta con salida…Al vacío…?
Sin duda que capturó mi atención.
Pasado unos instantes, proseguí mi marcha. Y contemplo que la vía que había elegido, da con una de las salidas a la calle. Veo el sol radiante que entra por esa arteria.
¡Y de pronto! Veo la cara de mi madre.
- ¡Mama! – grité con un gesto de asombro.
(Mi progenitora ya había muerto… ¡Hace varios años ya!)
Y me quedo estupefacto en medio de ese andar. Diversos recuerdos afloraron a mi mente. Me deleité viéndola a ella…
¡Tan rozagante y hermosa que era ella!
¡Con esa sonrisa a flor de piel!
(Su recuerdo ha quedado grabado en mis pensamientos.)
Con su pelo corto, y lleno de rollitos. Sus canas. Sus lentes.
Su mirada que extasiaba.
- ¡Mama! – La acaricié en mis pensamientos. Mi cansancio se transformó en un alegre resurgir.
¡Tenía tiempo que no la veía!
…Dicha visión me duró quizás por unos dos o tres instantes…Porque luego se me evaporó. Se me diluyó en medio de ese calor tan abrasante. Entre el bullicio de tanta y tanta gente que andaba en su labor de comprar unos y en vender otros.
Quise ver a esa señora que evocó en mí esos gratos recuerdos… ¡Pero ya se me estaba perdiendo entre esos ríos de seres anónimos!
¡Qué bien me hizo el ver a mi madre querida! Sin lugar a dudas que me alegró este día. Y fue tanto…Que ya me siento regenerado.
¡He renacido sólo  con  solo haberla visto!
¡En donde quiera que estés madre mía…Qué Dios te bendiga por siempre!



















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016















Nota:
Internet utiliza cookies para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.

Si continúa utilizando este sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!

Estaba absorto, en su trabajo.

Resultado de imagen para parque henry pittier
                                                         -Google imágenes-  




















“Las narraciones de:
Bernardo”















“No entiendo”













Solo sé que me encontraba trabajando, en mis labores de mecánica.
Apretando y aflojando tuercas.
Chequeando piezas para verificar si servían o no, para proceder a su recambio en caso de que ya estuvieran obsoletas.












Egdo era de profesión mecánico. No tenía un sitio fijo en donde laborar y se prestaba a hacerlo en donde lo llevaran.
Y en esa función estaba dedicado. Tan solo portaba su caja de herramientas. Y los que lo conocían, lo buscaban. Era muy bien cotizado. Sus clientes ya lo conocían y sabían que con él, serían muy bien atendidos.
De carácter,  era muy solitario. Huraño.
No aceptaba ayudante alguno. Siempre solo.
No tenía horario, ni fecha en el calendario.
En muchas ocasiones lo buscaban hasta en la noche y lo único que necesitaba era luz artificial para poder ver todo lo que hacía.
Y por esa condición suya, se perdía por tiempo indefinido.
En cierta ocasión lo buscaron para trabajar debajo de un carro y en un sitio inhóspito y lejano. Para él no le era extraño.
El lugar era un taller.
En medio de una zona boscosa.
Él se encontraba debajo de un vehículo enorme, fajado en su función. Sus herramientas las mantenía muy cerca, a menos de un metro.
De forma tal, que cuando las requería…Estaban a mano. Estaba concentrado y no se percató de nada cuanto acontecía cuando entró una banda de forajidos, quiénes sometieron a todos los que allí laboraron y como hubo resistencia, comenzaron a eliminar físicamente a todos los que encontraran.
El buen hombre, estaba ajeno a todo.
Ni se percataba de lo que estaba aconteciendo a su alrededor.
Uno a uno fueron masacrando a todos los que fueron encontrando. Y a los pocos que quedaban con vida, los interrogaban para saber quién mas podría estar allí.
(El único que lo conocía, ya lo habían liquidado.)
Y en la confusión, pues nadie reparó en él.
…Pero en algún momento, el ya citado, algo escuchó que lo hizo caer en cuenta de que las cosas no estaban funcionando como él lo suponía. Dejó de hacer lo que estaba haciendo y prestó atención. Logró distinguir esos sonidos tan ensordecedores y los identificó como: Balazos. ¿Balazos? Se preguntaba así mismo.
Se dio cuenta de que su vida corría peligro.
Sigiloso, fue juntando sus escasas pertenencias y se fue agazapando, lo mas que pudo.
No se atrevía ni a respirar. Se desplazaba con ese sigilo, propio de los cazadores. Y aguardó.
Como pudo, trataba de identificar a alguien…
Pero a los sujetos que vio, no reconoció a ninguno. Los vio muy amenazadores, portando armas de fuego y con indumentaria que a simple vista supo que allí no laboraban. Vio a varios.
Cada uno mas fiero que el otro. Y temió.
Eran escasos los momentos que había sentido terror. Y ese, era el primero de ellos.
Su sangre la sentía helada y estática.
Instintivamente trataba de permutarse a su medio ambiente.
¡Gracias a Dios! Que él se encontraba debajo de ese carro. Y que nadie se le había ocurrido agacharse para verlo.
¡Esa era una bendición!  …Pero era cuestión de tiempo. Ellos no querían dejar ningún sobreviviente…Y estaba consciente de ello.
Ya había transcurrido un tiempo en el que no percibía movimiento alguno. Tan solo el aire que se desplazaba con libertad.
Chequeó muy bien. Y cuando se percató de que no había nadie cercano…Se deslizó arrastrándose por el suelo…Hasta que llegó como a unos ocho metros a una zona en donde se erguían árboles y vegetación espesa.
Una vez que hubo llegado allí.
Se fue levantando, mientras seguía en su huida.
Corrió y se internó lo mas lejos posible.
Encontró un árbol de mangos y se trepó.
Llegó hasta lo mas alto que pudo. Y se permutó.
Las hojas y el follaje en su conjunto, lo permeó.
Desde esa distancia pudo distinguir mejor todo lo que en ese sitio, seguía ocurriendo.
Y vio que era casi una docena de tipos.
Buscaban con insistencia a alguien que quedase con vida, mientras removían todos los cadáveres y limpiaban el sector.
Sabía con certeza que a él, específicamente no lo andaban buscando.
Temió por el amigo que lo había contratado.
Y con terror sabía que si lo interrogaban, con toda seguridad que lo hubiese vendido.
…Pero cuando pudo identificarlo…Por la ropa que cargaba puesta…Se dio cuenta que ya lo habían eliminado y que lo arrastraban para luego arrojarlo en una fosa común.
Lo habían eliminado. Y con toda seguridad ya nadie podía reconocerlo, por lo que un halito de alegría se posesionó de él. Pero era consciente de que su vida    -como tal-    seguía pendiente de mucho peligro. Nadie podía verlo.
Ni relacionarlo con ese sitio.
Pasaron las horas y pronto fue oscureciendo.
Ya habían echado la última palada de tierra y la tierra aplanada.
No quedaba evidencia de la masacre.
Todos se habían marchado.
En apariencia. Pero él desconfiaba.
…Sospechaba que los asesinos volverían.
Como suele suceder, los que masacran retornan al lugar de los hechos.
Lo intuía. Su problema era saber en qué momento preciso. Y por eso no se confió.
Agarró varios mangos y los guardó.
Fue comiendo uno a uno.
Pasaron varios días. Ya todo había vuelto a su normalidad. Decidió recoger unos veinte mangos y los  guardó. Comenzó a descender lo mas cauto posible. Llegó al suelo y ya había decidido su ruta de escape. Se dirigió al oeste.
Lo mas que pudo.
Se guarecía en la espesura.
Se conformó con comerse una fruta por día.
Dormía entre las ramas.
Consiguió un rio. Se bañó. Lavó como pudo su ropa. La tendió y esperó a que se le secara.
Se la puso. No quiso botar ninguna de las semillas, porque temía dejar evidencia.
Las cargaba encima.
Caminó siempre en el mayor de los silencios.
Siempre evitando delatar su presencia.
Y se alejó todo lo que pudo.
Un día, se decidió a contar las semillas, sabiendo que si se consumía una por día…Entonces tendría una precisión mas clara del tiempo transcurrido.
Cargaba encima: Veinte. Luego serían igual número de días.
Pensó que podría aparecer en un sitio y enterarse de qué estaría pasando a su alrededor. Y eso hizo.
Con total desconfianza, se fue aclimatando de nuevo a su medio ambiente.
Pocos habían notado su ausencia. Nadie lo había relacionado con el suceso   -como tal-    es mas hasta llegó a temer, ¡qué nadie se había enterado de esa matanza…? 
Pero aun así, él tampoco se daría por enterado.
Pronto su vida volvió a ser “normal” y como todos ya lo conocían…Él aparecía y desaparecía sin que nadie lo notase. ¡Todos lo sabían!
No se preocupó por justificarse. “Su defecto” era su mejor disfraz. Calló. Se enclaustró mas.
Se ensimismó mas en sí mismo. Era su vía de escape.
















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016












                                     
Nota:
        Internet utiliza cookies para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.       

Si continúa utilizando este sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!

¿...Y cómo le digo que la amo...?

Resultado de imagen para niños timido en dibujo


                                                       -Google imágenes-


















Corto  en  relatos













“¡Tienes que decírselo!”











Tengo poca edad, pero me gusta esa chica…Y no sé cómo decírselo.
No tengo valor. (Soy un cobarde)
¡Es que se me puede ofender!
¡No! ¡No se lo puedo confesar!
…Es que la puedo dañar.














Chucho se comía cada una de sus escasas uñas. Ardía en deseos locos de gritarle a Miriam ¡qué ella era el Amor de su vida!
…Pero los nervios lo traicionaban.
Era incapaz de expresarse abiertamente ante ella…No tenía valor.
Temblaba como una lagartija.
Sudaba intensamente.
Sus ojos estaban igual que todas sus extremidades, se movían  intensamente.
No conseguían paz.
No podía mantenerse en calma. Quieto.
Juan su amiguito de clases no encontraba la mejor forma de obligarlo a que siguiera su consejo. (¡Es que es re bruto este chaval!)
- ¡Yo sé que tienes toda la razón! …Pero…
¿Y si la molesto…O se ofende…?
¿Qué hago? – Ya el compañerito estaba muy colérico. No sabía de otra fórmula.
(¡Pero es que este baboso…!?) - Pensaba y mas cólera le daba. No le quería hacer caso. Y ya su paciencia se le había agotado.
- …Vamos a hacer algo… ¡Y esta es la última vez que te ayudo! ¿Ok? – Le advirtió muy serio. Y se lo dijo apuntándole con uno de sus dedos, mientras visualizaba al motivo de tanta angustia…La famosa diva, ajena a todo  (Aparentemente.) estaba charlando con una de sus compañeritas de salón.
(Lo curioso era…Qué de vez en cuando…Volvía su rostro hacía dónde se encontraban los dos…)
- ¿Y qué le vas a decir…? ¡No vayas a meter la pata! ¿Ok? Mira que ella es muy seria. – Le dijo en tono amenazante y sujetándole la mano con que lo apuntaba “su salvador”
- ¡Yo sé lo que le voy a decir! – Le dijo soltándose con furia. Y partió decidido.
Chucho era todo “un melodrama”
No encontraba en dónde meterse. (Casi hasta se orinaba su pantalón…Pobrecillo.)
La ya mencionada, olímpicamente se dio el gusto de voltearle su espalda.
En ese preciso instante decidió enfocar su atención hacia otro sector.
(Y eso le cundió mucha alarma al enamoradizo…)
- …Y ahora va a “meter la pata” ese gafo…Y esto me puede traer mas drama que felicidad… - Se decía entre dientes y tratando de no ser tan visible, caminaba unos pasos adelante y otros tanto para atrás.
Miraba unos pajaritos (invisibles)    -que según él-   habían aparecido de improviso, en el techo del pasillo.
Y “sin querer…Queriendo…” puso toda su atención en el momento justo en que su “colaborador y amiguito” le transmitía su mensaje a tan bella Dulcinea.
- ¿Qué le estará diciendo…? – Se preguntaba, y se tranquilizó un tanto, cuando la indicada  “damisela de sus sueños” se sonreía con satisfacción. Y luego explotó en alegría. (¿Será que le estoy gustando…?) Pensaba tratando de adivinar lo que ellos hablaban entre sí.
Furtivamente su amigo hizo una señal… ¡Lo estaba implicando! (¡Horror!) - ¿Se ofenderá conmigo…?  ¡Espero que ese carajito no me esté delatando…! – Se dijo entre dientes.
Su calma ya no era quieta, se sentía muy convulsionado y agitado.
…Se tranquilizó cuando vio que ya se estaban despidiendo. ¡Se hizo “el duro”!
Cómo si poca importancia le daba.
Pero estaba pendiente. Muy pendiente.
Contó los pasos que los separaban.
La jovencita se dio vuelta y lo saludó.
- ¡Cáspita! ¿Me está saludando?- Se felicitó muy efusivamente. Estaba claro que no se había molestado. Luego el mensaje que le había enviado…Causó muy buen efecto.
Aunque fueron muy breves instantes, eso le estaba pareciendo ya…Demasiado.
Hasta que al fin…Regresó “su mandadero”
- ¿…Y…?
- …Y ¿Qué  “muchachito”? – Le ripostó muy serio. - ¿No ves que ya le entregué “tú invitación”?
- ¿”Mi invitación…A qué…? ¿En qué problemas me has metido con ella? ¿Estás loco…?
- ¡Ya! ¡Ya “chavalito enamoradizo”!
- ¿Qué le dijiste…?
- Que tú la invitabas a unos heladitos…
- ¿Yo…? ¿Y de dónde voy a sacar dinero…?
¿Te volviste loco! ¡Seguramente que invitaste a sus amiguitas y a ti también…? – Le recriminó ya violento. Pero el “cupido” solamente se reía…
- Solamente van a estar los dos. ¿Ok?
Y te va a esperar a la salida. Ella dice que tú sabes el camino que ella agarra. Qué te va a esperar, mejor dicho, que va a caminar lento para que tú la alcances. Y allí podrás tener la oportunidad de declarártele… ¿Estamos…?
- ¿Le dijiste que me le voy a declarar…? ¿Estás loco…?
- …Eso se lo tendrás que decir tú mismo.
¿O qué,  quieres que me le declare en tu nombre…? – Esta pregunta que le estaba haciendo era un “golpe bajo…Muy bajo” y eso no lo podía tolerar. Así que le respondió lo mas serio posible…
- No claro que no. ¡Yo soy un hombre! …
Y Macho que se respete… ¡Se declara sólo!
- Eso me gusta. – Le concedió el mandadero.
- Y ya sabes…Piensa muy bien lo que le vas a decir…
¿Ok? ¡No vayas a meter la pata! – Y mirándole detenidamente, le gritó- ¡Te mojaste los pantalones? – El aludido presa de pánico le consultó…
- No. No. ¿…Se me nota…?
- ¡Pues claro que se ve a leguas”! - ¡Otro percance a la vista! - ¡Tapate con los cuadernos! – Y le indicaba la forma de hacerlo.
Pero ya el enamorado no lo escuchaba.
Ya que se le estaba abriendo un nuevo y muy dramático frente…
…Que en algún momento este tendría que enfrentarlo, el problemón mas grande era…Que ya no se acordaba de cómo debía hacerlo. ¡Menudo enigma!
Todas las palabras de Amor…Se le habían escapado. Trataba de recordarse de algún verso repleto de palabras hermosas…
¡Pero nada!
Intentó recordarse de alguna canción…Tampoco.
Sólo el eco, se le estrellaba en su rostro.
…Y ya faltaban unas dos horas…
¡Algo tendría que inventar! 
…Pero el problema mas grave era que pronto entrarían  a un examen.
¡Y hasta eso se le había borrado de su mente! ¡Chanfles! Menuda situación…
Su amigo que ya lo conocía, lo jaló de un brazo y se lo fue llevando hasta el salón en donde pronto tendrían que hacerle frente a esa prueba…Que ambos habían estudiado.
Pero que conociéndolo…
Tal como lo conocía…Con seguridad: ¡Todo se le había borrado!
Ambos jovencitos se enfilaron al salón respectivo…Pero es que uno de ellos estaba ¡en trance! …Y estaba bajo sus efectos.
Pero el que lo guiaba…Sonriendo andaba.
…Pero de repente… ¡Se plantó en un instante y tembloroso le confesó…!
- Compa…Me duele mucho la barriga. ¡Pareciera que se me va a salir! Las tripas me suenan y tengo mucho dolor…No puedo. No puedo. ¡En verdad, estoy grave!
- ¿Cómo qué no puedes…Y el examen…?
- Habla con el profe y dile que me estoy muriendo…Que mañana vengo a presentar el dichoso examen. ¡No puedo ir!
- ¿Y la chica…Qué? ¡Te volviste loco de remate! – Pero ya no pudo alcanzarlo…
Tan solo se quedó mirándolo como en un instante…Desaparecía del firmamento.
…Un nuevo problema le estaba ocasionándole su famoso amiguito…
Y cómo dice el refrán… “El que se acuesta con niñitos…”




















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016









                                     
Nota:
        Internet utiliza cookies para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.       

Si continúa utilizando este sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!

Y mientras cae la lluvia...

Resultado de imagen para lluvia caer
                                                       -Google imágenes-











Corto  en  relatos








“Recuerdos”








Guardo en mi mente, muchas escenas que me reconfortan, de cuando era apenas un párvulo. De mis cosas que de una u otra manera forman hoy en día mi personalidad.






Juan se encontraba en sus remembranzas.
Y a decir verdad, eran pocas las ocasiones en que se inmiscuía en ese tipo de momentos. Y ese, era uno de ellos.
Se encontraba esperando que terminara de llover. En la sala de su casa y desde una de las ventanas que dan con el frente de su residencia, contemplaba como caía por raudales esa intensidad de agua fría y vertiginosa.
Comenzaba a hacer sus propios surcos.
Con esmero seguía el curso de mayor a menor que se estaban forjando a merced de la caída de esa agua tan fría.
Y mientras tanto los rayos y centellas crujían en el firmamento   -aunque él poca importancia parecía darle-  Y en cada uno de sus estruendos, parecía que la tierra misma se abría en pedazos.
Afuera poco se veía. Esa sensación de humedad lo envolvía a cada instante.
En verdad, era copioso ese vendaval.
- En momentos como estos es cuando me viene a la mente, aquellas escenas…
(Y mentalmente se iba en sus añoranzas)
¡Ah qué de recuerdos tan bellos y sutiles fueron los que me tocó vivir!
Yo tenía que ir a la escuela en la mañana.
Y mis padres nos levantaban a eso de las seis de la mañana, para bañarnos, vestirnos, desayunar e irnos.
Nos tocaba caminar unas diez cuadras para llegar al sitio en donde escuchábamos nuestras clases.
Siempre me costaba mucho levantarme.
(¡Uyyy qué pereza!)
¡Necesitaban una grúa para poder levantarme!
Y es qué cuánto me costaba despertarme…
Pero cuando amanecía…Tal como estamos ahora en plena lluvia…Se me pegaban aún mas mis sabanas. Recuerdo aquella cancioncita que cantábamos nosotros…

“¡Qué llueva, qué llueva!
La vieja está en la cueva, los pajaritos cantan,
Los pajaritos cantan, ¡qué si, qué no!
¡Qué caiga un chaparrón!”

¡Y esa cobija!  …Es que se me pegaba a mi cuerpo y  ¡no me dejaba suelto! – Juan gozaba mientras rememoraba esos hechos, disfrutaba en cada instante y hacía con gestos la forma como se acobijaba en su camita de aquel entonces.
Sonreía de puro placer. (¡Y es qué sería de esta vida…Sin esos bellos recuerdos?)
Se sentía satisfecho de aquella vivencia, que en ese preciso momento lo traía a colación.
Suspiró de mera satisfacción y carraspeando emprendió de nuevo su evocación de esta forma…
- ¡Y era que el frío se me pegaba hasta en los tuétanos! No me podía levantar. Y todos nosotros nos uníamos en coro, y era cuando mi papa se nos acercaba y nos conminaba, mientras vociferaba…
- ¡Ah, pero si están bien despiertos…Será mejor que se vayan a la escuela! – Y se quedaba esperando nuestra reacción.
Me imagino que disfrutaba viéndonos.
Y de repente, como convenciéndose de que tal propuesta era demasiado pesada para nosotros, daba media vuelta y nos decía…Ya retirándose…
- ¡Bueno, por hoy es mejor que se queden durmiendo! – Y salía de la casa.
…Mis hermanos y yo, estábamos esperando que saliera…Y cuando alguno comprobaba de que ya había salido… ¡Nos levantábamos alegremente a jugar y a cantar!
¡Se nos quitaba el sueño, cómo por “arte de magia”!
Y era la única forma en que me despertara y no me diera mas sueño. Entonces nos poníamos a jugar y a cantar entre nosotros.
Y la señora de servicio, se ponía brava con nosotros y nos amenazaba con llamar a nuestros padres y  acusarnos…Pero todos sabíamos que era pura balandronadas.
¡Qué nunca se atrevería a hacer eso!
Qué bello es observar como cae la lluvia de los techos. Gotas espesas repletas de vida y de mucho frío.
Yo salía de la casa y me ponía a vagar en compañía de los muchachos compañeros míos. Nos poníamos a caminar y a disfrutar de la lluvia. Y me recuerdo que me la pasaba mirando el piso, porque estaba seguro que encontraría cualquier cantidad de monedas ¡Y era cierto!
Siempre encontraba centavos, que después guardaba para cuando fuera al colegio y poder gastármelo en la tiendita, compraba refrescos, galletas o golosinas. Lo que me alcanzara.
¡Ah qué de momentos tan agradables tuve en mi infancia!
Me reconforta el recordarme de todas esas experiencias, que este aguacero me está retornando a ello. – Calló.
Pero en su mente pululaban múltiples experiencias y todas ellas hacían renovar sus deseos de seguir viviendo ese tipo de experiencia y mientras tanto, ese temporal estaba cediendo.
Ya no se escuchaban los truenos caer, ni rasgar el firmamento.
…Era el momento de reanudar su labor.
Suspirando y en plenitud de ese tipo de felicidad que solamente lo siente, quién lo vivió…En sus remembranzas.
Lo cierto es que tenía que seguir en su faena diaria…Y así lo hizo.
Pero con una sonrisa de oreja a oreja.










© Bernardo Enrique López Baltodano 2016






                                     
Nota:
        Internet utiliza cookies para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.       

Si continúa utilizando este sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!




...En esos momentos...


 Resultado de imagen para tempestades                                                                           -Google imágenes-












                                       

“Las narraciones de:
Bernardo”


“En  la  tempestad”










Cuando  las  marismas  amenazan  con  azotar  tus  limitaciones.
Cuando  te  desborda  lo  que  nunca  debería.
Circunstancias  que  te  son ajenas…Pero  que  te  pisotean.










Me encuentro en una situación a la que en verdad, no se la deseo a nadie. En principio estoy en una zona  que no es la llamada “zona de confort” es mas bien una especie de “arena de conflictos” de esas en las que   -aunque lo intentes-    jamás logras el sosiego requerido como para “sentirte a gusto”
Estoy en la casa de mi actual esposa y es en momentos que como este en especial…Que me gustaría mas estar…Pescando o escalando cerros o vagando por las inmensidades de mis pensamientos copiosos.
Escucho     -porque no lo puedo obviar-    cómo me está despellejando, pieza por pieza, tramo a tramo.
¡Qué certeras cuchilladas! …Conque precisión me está trasquilando. Y en mi propio presencia…
¿Cómo me desgarra, con ¡qué precisión!?
Qué frialdad muestra en esta trituración.
¡Estoy pasmado…Inmundo me siento!
…Esto es horrendo. No parece tener fin.
Desglosando en mi presencia, situaciones que para mí me cuesta recordar    -pero que ella las mantiene viva…Demasiado para mi entender-    mi mente viajera se embelese  en cuadros vividos, pero que en alguna vez los disfruté.
Y mi imaginación se soslaya en esa pléyade de sucesos, concatenándolos con esa ansia mía de desperdigarme de mi momento actual.
¡Cuánto no daría… ¿Por no asistir a este festín?!
¿…Me es lícito huir de esta masacre…?
No obstante, en ocasiones sus destemplados y atropellantes verbos y epítetos, me arrastran al momento y al sitio que ansío borrar.
Vuelve el ímpetu avasallante a sustraerme a otros momentos que he disfrutado a rabiar.
Me entretengo en ese tipo de veleidades, que satisfacen a mí entender.
Y cuando mas atraído y absorto me encuentro, siento como silban a mi alrededor aquellas exclamaciones que aruñan mis sentidos. Trato de aparentar que estoy escuchando toda esa horrible retahíla…Pero es que no me da oportunidad cierta.
Entro en agitación expectativa, ya que pretendo mostrar una actitud que no es la mía…
…Pero no sé por qué razón…Me encuentra dislocado.
Me llevan a una sucesión de escenas que en un principio me enfadan, puesto que pretendo mantenerme en este presente tan agresivo y agreste, en el que en verdad… ¡Ansío apartar! 
…Pero en mi actual connotación…Debo estar.
Me incita entrar en esta barbarie…Pero es que las veces en que he participado, ¡todo se ha agravado!
Y consciente como me encuentro   -si soy inteligente-   lo mejor que debo hacer, es “poner mi otra mejilla”   aunque para ser honesto…No está en mí el soportarlo.
Esto es una mezcla entremezclada con humillación, con desmembramiento de mi personalidad, como con mi forma de ser, con la imagen que pretendía tener…Pero que esta señora mancilla a placer.
Me encuentro con una sensación de haber sido violado, con la semejanza de haber sido reducido a cenizas cuyo olor es nauseabundo y que hiere mi ser.
Esto no es humano. Mas bien parece ser Masoquismo, morboso, con semejanza a destrucción masiva. Extemporánea. Algo que carece de la civilidad requerida.
Por lo que es mejor tratar de mantener mi atención en una especie de “piloto automático”   solamente para disipar las pasiones, pero he de reconocerlo… ¡Cómo me cuesta!
Es prudente mantenerme alerta.
Chequeo mentalmente mis recursos.
¡Algo debo hacer!
…Pero con consternación e imbuido en mi propia angustia debo reconocer ¡lo que no quiero aceptar!
 Con el horror e ignominia…Vuelvo a caer en cuenta…Que mis finanzas en nada me resuelve.
¡No puede ser!  …Pero es.
Contabilizo con estupor…Que nuevamente estoy en desventaja.
¿Qué he de hacer ahora…?
No tengo fuerza para poder partir de tan ominoso escenario. Tengo demasiadas cosas que impiden que vuele a mejores escenarios.
He de morir allí. Como si fuese una planta vegetal.
Por lo que con el estupor necesario he de someterme.
(¿He de bajar mi cabeza…? Qué sumisión. Repulsión, aberración, repudio. ¿Qué cartas mantengo en mi poder aun…?)
¿He de negociar o re-negociar lo que nunca he querido ni siquiera aceptar…?
Y mientras me encuentro sumido en mis elucubraciones…La tempestad continúa impertérrita.
Y me pregunto: ¿Cómo una persona puede albergar tanto este tipo de…Cosas…En su propio ser…?
No lo entiendo. Es mas no deseo hacerlo.
Pienso en mi futuro. En lo inmediato.
En mi situación actual, y no le encuentro la salida ideal.
He de hacer, que algo estoy haciendo, pero sin saber con certeza el camino que he de tomar.
…En algún momento, circunstancia o razón, habrá de aparecer mi sendero ideal. Pero mientras tanto…
No sé qué he de hacer.
(¡Qué de atajos tiene este vivir…Qué cuando ansío ha de aparecer…En mundos complacientes, pero que no toleran mi vivir.)


























© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        







                                                                                                                                     




                                     
Nota:
        Internet utiliza cookies para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.       

Si continúa utilizando este sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!