-- “Después de mí… ¡Nadie mas!”
Miércoles…..04

- ¿En dónde está ese desgraciado?
¿Quién me lo está escondiendo?
¡Ese miserable es un engendro del demonio, pero con figura de hombre!
¡Tengo que matarlo!
¡Desaparecer a ese engendro demoniaco es una necesidad y yo  mismo lo voy a descuartizar!
- ¡Señor por el amor a Dios!
¡Ése es el padre de mis hijos!
- ¿Y usted lo defiende?
¿Acaso no ve el daño que me está ocasionando?
- ¡…Es el Padre de mis Hijos!
- ¿Y por eso, cree que lo va a salvar?
- Él es un buen hombre, señor.
¡No me lo mate, por amor a Dios!
- ¿Un buen hombre? ¡Ése es la vergüenza de todos los hombres!
¡Y hay que eliminarlo de la faz de la tierra!
- ¡Por favor!
- ¿Y usted quien es,  de ése?
- Su esposa.
- ¿Y la alcahueta de eso?
- ¡No!
- Eso no tiene el derecho de venir a desgraciarme a mi hija.
¡No señor, debo eliminar todo vestigio de ese mal!
¿Dígame: En dónde se encuentra escondido?
- ¡No lo sé, señor! ¡Piedad!
- ¿Piedad…Para ésa lacra en forma de hombre? ¡Jamás!
¿En dónde carajo se metió?
¡Es mi derecho…Eliminar toda lacra que quiera desgraciar a mi familia!  ¡Y usted…!
¡Deje de ser sinvergüenza! Protegiendo a un desgraciado que intentó manchar la honra de mi familia.
Y yo mismo, acabaré con esa suciedad que empaña nuestra hombría.
- …Señor…Le prometo, que mi marido jamás volverá a su casa…
- ¡Pues debería decirme en dónde se esconde esa rata asquerosa y sucia!
¿En dónde vive?
- ¡Ay señor! Ya hasta se me olvidó.
- ¿Y usted no dice que es su esposa?
- Lo soy. Él es el padre de mis hijos… ¡Piedad!
- ¿Y usted sabia que ésa “Cosa”, vendría a mi casa a ofenderme?
- Me enteré hace poco y por eso nos hemos venido. Seguramente, que ha habido un mal entendido…
¡Se lo juro!
- ¿Y usted avala las fechorías de su “Esposo”?
- Por supuesto que no, pero le puedo garantizar que mi marido es inocente de todo.
- ¿Inocente de engañar a mi  hija?
…Inocente él…Y cómo quedaría yo….
¿Inocente de querer engañarme a mí? 
Bernardo E. López Baltodano.-





“Creíble increíble”


Y que si me atacaba…Sería su víctima.
(…Pero lo que no logro asimilar es…
¿El por qué? Porque algo debí haber hecho. Aunque no logro discernirlo…No entiendo nada de todo esto.)
Sin poder para contrarrestar sus perniciosos efectos.
(¡Qué horrible sensación! Y lo peor: Nada puedo hacer. ¿Quién sería…? 
Y… ¿Por qué los canes lo podían ver…?
Y lo mejor…Ya que pareciese que son conocidos entre ellos.
¿Y yo?
¿Dónde carajo quedo en todo esto?
Sigo sin entender.
¿Y por qué yo…No?
¿¡Por qué!?
¡No es justo!
En verdad no creo que nada de todo cuanto me está pasando, ¡sea justo! )
Estos pensamientos cuajaban y se quedaban helados en mi mente.
¿Qué extraños designios me rodean?
¿Por qué?
¿Por qué?
Siento que mis fuerzas me abandonan.
Tampoco entiendo nada de esto.
¡Qué sensación de impotencia!
- …Pero lo que no me explico que estando en mí propio lar…Me sienta en tanta y atroz desventaja… ¡No lo puedo creer! – Me dije entre dientes. – O sea, que el que ha venido tiene la suficiente impunidad, de hacerlo y de frente.
Puesto que consciente estaba de que: ¡Nada se lo podía impedir…Ni yo mismo!
Volví mi atención instintivamente hacía mis dos mascotas.
(Instintivamente me asía en estas mascotas, con la esperanza necia de que me podían salvar.
…Creía que ellos estaban allí para eso. Bueno es una forma humana de entenderme…)

La perra seguía con esa forma que tienen de “mirar” en ocasiones estos seres…Ladeaba su enorme cabezota. – Cuanta angustia. Qué desesperación. 









“Cachirulo”
Martes…..

…O no me ven…O no me escuchan…O no me sienten…
¿Qué mal he hecho? ¡No lo sé! Y seguramente, que lo habré hecho…
Pero no he logrado descifrarlo. ¡Me es ajeno!
¡Amor, no me dejes! ¡Llévame contigo!  …No logro sentirlo.
No logro asirme ni a él, ni a mis hijas…
¡Estamos como enclaustrados, en nosotros mismos!
Nos vemos, pero no nos miramos…
Nos sentimos…Pero no logro palparlos. Es algo, imposible para mí, describirlos…
No sé  ni cómo decirlo, ni mucho menos  expresarlo.
- ¡Cómo mujer…Te entiendo Esther!  …Y me desespera  porque no consigo la forma, ni el medio, para que tú me puedas entender o asimilar. ¡Sufro mucho, al verlos así!
Mi marido Diego y yo, hemos estados muy quebrantados desde ese entonces.
¡No sé ni qué hacer, ni qué decir!
Estamos como maniatados. ¡Perdónanos…Pero no logro expresarme bien!
- ¡Ayyyyy  María! ¡Dios quiera  qué más nadie tenga que sufrir, lo que he estado sufriendo yo!
- ¡Ayyyyy Esther! Si supieras  que me gustaría, ayudarte a cargar tu carga…
- ¡Ni se te ocurra  pedir esa vaina! Eso no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
¡Nunca había conocido el dolor! Ya hoy, puedo gritarle a todo el mundo y a todo pulmón.
¡Esto no es vida!
Yo soy una andante  pero sin vida, sin dirección y sin puerto de llegada.
Estoy  para que ustedes ya lo sepan de una buena vez, en espera de que mi Ramoncito, entregue sus armas y se despida, no de mí, sino de todos nosotros.
- ¿Cómo? ¿Por qué dices eso, Esther?
- ¡Ay María! No lo hablo por hablar. Todo indica  que ya no puede más.
¡Esto se lo está llevando!
Y lo peor, es que no puedo impedirlo.
¿Qué más puedo hacer? ¡Sí, lo he hecho todo!
¡A mí, a mí es a quién han violado! ¡A mis hijas, las han destrozado!
Y sin embargo…Allí estoy batallando.
¡Sola!
¡Totalmente sola e íngrima! Conmigo han querido hacer los policías, todo lo que les han dado su perra gana. ¿Se extrañan, verdad? Pero si esto es cierto.
¡Son unos sucios, unos puercos!
- ¿Pero qué nos quieres decir amiga?
- Amiga…Esto es muy sucio e indigno…
- ¿Qué ha pasado vecina?
- No  vecino, me da mucha vergüenza. ¡Esto es inconcebible! Imagínate Diego y tú María, que es preferible mil veces, que me violen los malandros, antes que la de esos “Uniformados”
- ¿Amiga…Ellos te han violado?
- ¡Es inaudito! Vecinos, me da mucha vergüenza. ¡No puedo contárselos! ¡Esto es muy feo y claro como me están viendo sola todo el tiempo! ¿Piensan que yo soy qué…Una cualquiera? ¡Prefiero mil veces a esos forajidos sin uniformes, que a ésos uniformados!
- ¡Está bien  amiga, está bien! ¡Cálmate, por lo que más quieras!
Es evidente el deterioro emocional y psíquico de Esther. Sus vecinos y amigos, así lo apreciaron.
No sabiendo ni siquiera  ni qué decir, ni qué hacer.
Como pudieron la ayudaron. María, la consoló lo mejor que pudo.
Del resto  no quedaba más nada, sino que esperar.
Los hijos  se acercaron, pero al ser testigos de que nada podían hacer, silenciosamente se alejaron dejando a sus padres y a su vecina, solos.
El sollozo de una madre, unido al de una esposa y equiparado con el de una mujer.
Se condensaron en un solo cuerpo.
Todos juntos y a la vez separados. Mundos yuxtapuestos, que se sobreponían capa a capa, pero imperando siempre el de la mujer, como sujeto.
Una lágrima equivalía a varios mundos. Varias épocas, pero un solo sentir: Impotencia.
- ¡…Basta de lágrimas! Aunque estoy llorando, ya ni eso me queda. Me estoy quedando vacía.
Seca del  todo. ¡Pero la vida, debe continuar! Y tal como dicen por ahí: “La función debe continuar”
Y mi historia personal, aún no se acaba… ¡Al contrario! ¡De éste pedazo de carne…Fluye un torrente de vida! Y grito a todos los vientos: Sigo viva…Y mientras viva, tengo esperanza”
- ¡Bien dicho amiga mía! ¡Muy sabias tus palabras! ¿Verdad  esposo mío?
- ¡He quedado: En una sola pieza! ¡Qué bien, Esther, qué bien!
- ¿Verdad  que es un caso digno de imitar?
- ¡Por supuesto  que sí mi adorada esposa! Y celebro  ese despertar. ¡Qué bien!
- …Es que la verdad, es la verdad. ¡La vida continúa su ritmo, implacablemente! ¿No es así amiguita?
- ¡Claro que sí  Esther, eres un caso digno de imitar!
- Y cómo dice  mi esposa María… ¡Eres digna de imitar!
- ¡Alcemos pues, nuestros corazones! “Caminante…No hay camino, se hace camino al andar” Y yo, estoy dispuesta a caminar. En honor de mi esposo caído y de mis hijas. Y en su honor…Debo levantarme, limpiarme mi vestido…  ¡Y seguir y seguir!
- ¿Qué bien, verdad mi amado?
- ¡Sí  mi amada!
- Y a lo que vine:   ¿Adónde está ése caballero que los cuida, mientras ustedes descansan?
Ardo en curiosidad y deseo por conocerlo. ¿Me podrás llevar vecinito? ¿Y es verdad qué es una persona de mucho poder? ¿Podemos ir ya?
- …Por supuesto  vecinita…Pero es conveniente, que sepas.
En primer lugar: No es el sitio indicado para que una dama  vaya.
En segundo lugar: Si bien  es cierto, que el Cachirulo es una persona de fiar…Pero: Sus hombres, no me inspiran ninguna confianza.
- ¿Y qué más puedo perder? ¿Qué es una pinta más para esta tigresa herida?
¿Qué me violen  nuevamente…? ¡Ya lo hicieron y varias veces!
¿O que me roben  otra vez…?  ¡Ya me dejaron en la calle!
Diego  mi verdad, la actual es, que ya poco me importa mi persona. Y si me he decidido a ir  es porque en verdad, es muy poco lo que puedo perder ya. ¿Qué más puedo perder?
En contraposición, a lo que pueda ganar… ¡Puedo lograr protección para mí y los míos!
Me explico…Desde que pasó, lo que nos pasó a nosotros – No hemos podido conseguir ningún tipo de descanso.
Los nervios, ya ni los siento. Tengo desde ese entonces, en que no he podido conciliar mi sueño…Por más de dos a tres horas. ¿Un ser humano puede seguir tolerando esto?
¡Estoy hecha una piltrafa humana! Y si he podido dormir, algo. Mi Ramoncito…El pobre, ése sí que no ha podido conciliar ¡Nada de sueño! ¿Me están comprendiendo?
- ¡Eso es muy fuerte  Esther! ¿No han podido conciliar ni siquiera una noche entera? – Asombrado le preguntó. Aunque al detallarla notó grandes ojeras en su rostro demacrado y sin vida.
- ¡Diego…Nada! Ramoncito  mi esposo, está de guardián de noche y de día también.
¡No ha podido dormir! Y él  está peor, ya que él se considera el responsable, de todo cuanto nos ha pasado…
- …Pero no debería…Sentirse así…
- ¿Verdad que no  Diego?  …Eso mismo pensamos todos…Pero él: No.
- ¡Cónchale  qué vaina más grande le han echado, Esther, amiga mía!
- ¡Coincido plenamente contigo  María, mi amiga y vecina! ¿Pero…Qué se le puede hacer a todo esto…? ¡Nada! Ya todo está listo…  ¡Consummatum  est!
- …Si vecinita…Ya todo está consumado…
- ¿Así  qué otra cosa más podré perder, vecinitos?
- ¡Mucho  vecinita! Pero  viéndolo así como lo estás planteando…Pero aún así, tú representas para nosotros: ¡Mucho! Y por eso, queremos preservar tu integridad.
- …Bueno  siendo así. Te lo acepto, Diego. Pero en verdad, estoy dispuesta a pagar el precio que me pida, con tal de poder lograr: Mi paz.
- Por supuesto…
- Y la paz de mis hijos…Y ojalá que la de mi esposo.
- ¡Seguro que sí, amiga! Deja que Diego  te guie. Él sabrá contactar a ese chaval y te pondrá en su contacto. ¡Cuenta con eso!
- No esperaba menos. Y para eso  he venido.
- Ok. Me pondré en contacto con él, hoy mismo.
- Quédate conmigo  Esther. ¿Quieres un cafecito?
- ¡Gracias amiguita!  …Y perdona mi mala educación…No te ofrecí nada en mi casa… ¡Pero es que tengo esta cabeza loca!
- ¡Tranquila! Ya sé cómo estás. No te preocupes. Vayamos a mi cocina, mientras mi amoroso maridito, va en busca de ése carajito.
Las dos vecinas  se dirigieron a la cocina, mientras Diego salía rápidamente en busca del susodicho. Y en esta ocasión, llegó rápidamente. Ya que hacía poco tiempo, lo consiguió allí.
Al llegar  a la casa, se sintió muy incomodo. De una forma extraña, se sentía muy nervioso.
En el frente, no divisó a nadie. Y aunque llamó y llamó. Nadie salió para atenderlo.
Así, que se armó de valor y continuó llamando. Al rato, escuchó sonidos.
(…Parece que si hay alguien allí. Estoy escuchando ruidos. Esperaré…)
Al rato  alguien se asomó por entre unas cortinas, de un simulacro de ventana.
Diego se identificó y pidió hablar con el jefe.
La cortina, se cerró. Tan sólo pudo distinguir, que la voz era de una fémina.
Pero no pudo divisar su rostro.
Esperó nerviosamente, unos largos minutos.
Se acomodó como pudo en una piedra, que la descubrió, al rato de estar en esa espera.
- ¡Qué pase! – Creyó identificar la misma voz.
Pero más nada. Nadie le abrió puerta alguna. Nervioso, se quedó sin saber qué hacer.
Como cosa curiosa, no vio ese flujo normal de personas. Es más, hasta le dio la impresión, de que al entrar a esa casa, el tiempo como que se detuviera.
Una sensación muy curiosa. No escuchó ni siquiera el cantico de los pajaritos. Miró hacia el suelo…Y ni siquiera pudo ver el tránsito de hormigas. Es más, hasta se le antojó que el libre curso de los vientos…Como que se detuvo.
(¿Serán ideas mías? ¿Será que el miedo, me está atenazando?
¡No, no es posible!
He entrado a un mundo…Sin ruido. Sin movimiento.
¿Será cierto, todo esto? No escucho ni a los pájaros.
Todo está como estático. Sin sentido, sin vida…
¡No, no es posible, son ideas mías! Me está afectando, los dramas de los vecinos.
Pero…Es que…No oigo ni la brisa, ni las ramas se mueven. ¿Dios qué estará pasando aquí?
¿Será…Será…?) – No alcanzó a formularse su pregunta. Escuchó nuevos ruidos. Al parecer, una voz masculina…Y luego un murmullo femenino. Se concentró para poder escuchar mejor, ya que lo que oyó le pareció que se referían a él.
- ¡Qué pase! – Escuchó la misma voz femenina. En esta ocasión  pudo ver, que la puerta se abría.
Diego comenzó caminando, de una forma vacilante. No estaba del todo seguro, en ese ambiente.
Más bien, le ocasionaba mucha expectativa. Mucha tensión.

Chequeó nuevamente, con sus sentidos, todo lo ya descrito. Pero con esto, no más lo que hizo, fue ratificar en su conjunto, todos sus temores.






“Después de mí… ¡Nadie mas!”
Lunes……


- ¡Se lo suplico señor!
¡No deje a mis hijos huérfanos! ¡Por favor!
En ese preciso instante, todo se transformó en ira y confusión.
El señor corría llamando a su hijo, para que le trajera su pistola.
La señora María suplicándole que no fuera a hacer una locura.
Y la presunta novia, que iba a ser pedida por Román, aullaba desconsoladamente.
Román aprovechó aquella confusión y sencillamente desapareció.
En verdad, nadie se percató de que huía.
Sencillamente…Desapareció de aquella escena.
Gersy y los demás continuaban muy angustiados, ya que temían por la vida de éste.
A la final, el señor encontró su pistola y blandiéndola con mucha furia, salió a buscar al elemento que le había injuriado el honor de su hija.
Y en verdad, que lo buscó por todas partes, pero nunca lo logró encontrar.
Y después de tanta búsqueda, se enfrentó a los visitantes y los conminó a presentar las pruebas de semejante afrenta.
Gersy, les presentó foto a foto.
E hizo, que cada una de sus amigas, hablara.
Miguel, se quedó alejado de todo ese embrollo.
Todo estaba inmerso en la furia desatada.
El señor y su esposa, no cabían en su enojo.
Y el precio que él mismo dueño de la casa, exigía…Era la sangre de su agresor.
- ¿En dónde está ese desgraciado?
¿Quién me lo está escondiendo?
¡Ese miserable es un engendro del demonio, pero con figura de hombre! ¡Tengo que matarlo!
¡Desaparecer a ese engendro demoniaco es una necesidad y yo  mismo lo voy a descuartizar!
- ¡Señor por el amor a Dios!
¡Ése es el padre de mis hijos!
- ¿Y usted lo defiende?
¿Acaso no ve el daño que me está ocasionando?
- ¡…Es el Padre de mis Hijos!

- ¿Y por eso, cree que lo va a salvar?







¿Cómo puedo creer, que sea él mismo quién decrete mi desgracia?
¿Cómo en mi sano juicio…Puedo aceptarlo?
¡Es imposible para mí, aceptar esta dicotomía!
Esto es inaceptable.
Y tan es así, que es como si yo pudiese aceptar la maldad dentro del amor.
O dentro del amor, que exista la maldad.
¿O eso es así?
¿Podré estar equivocada?
Y de ser cierto esto… ¿Quién podrá tener la verdad?
O podré lavarme las manos como lo hizo: Pilatos.
Hay muchas cosas  que para mí son una incógnita.
Pero de lo que sí es cierto  y de ello, yo  misma puedo dar fe…
Es de que una vez, tuve una familia bella.
Un marido  afectuoso y dedicado a mí y a mis hijos.
Un hombre excepcional.  Pero hoy en día, debo declarar que: Fue en un pasado.
¿Hoy? Ya no existe.
Lo que existe de mi marido, es una piltrafa humana.
Todo derruido. En ruinas.
Ya no tiene esa fuerza.
¿Para mí?
Ya no tengo futuro, solamente me acompaña: Mi pasado.
Soy una mujer  en la flor de mi vida. Pero sin futuro.
¿Mi futuro? Mi pasado.
¿Qué podré esperar ya de esta vida?
¿Qué podré aspirar? ¡Nada!
He sido violada, hasta la saciedad, al igual que mis hijas.
¿Puedo tener futuro?
Sí. Quizás salga preñada.
O tal vez, mis hijas.
¿Qué podremos parir?
¡Bestias deformes!
¡Engendros, piltrafas y remedos humanos!
¿Qué más puedo aspirar?
¿Ser la madre de semejantes engendros, que ni siquiera son de la naturaleza, sino de la bajeza humana?
¿Qué maravilla, saldrán de nuestros vientres?
…Perdónenme mis vecinos queridos…Perdónenme… ¡Me he extralimitado!
¿Los he ofendidos? ¿En verdad…?
¡Lo lamento muchísimo! Se y me consta, que de nada son culpables…
¡Al contrario…Han intentado ayudarnos…Perdónenme!
Soy un ser femenino, que anteriormente, gozaba de mi vida.
Hoy, sigo siendo femenina, pero con mucho dolor a cuesta.
La vida me ha llevado a una encrucijada, muy solitaria.
¿Mi marido?  …No sé, si logrará sobrevivir.
¡El pobre! Aunque, no fue violado…Actúa como tal.
Asume todo el dolor, todo el desgarro mío y de mis hijas.
…Y se siente culpable. ¿Culpable él, de qué?
Se lo he dicho una y mil veces  pero él, no lo acepta como tal.
¿Y cómo hacerle ver a alguien, que no acepta más nada, que lo que él mismo cree?
Es cierto, que no hay peor ciego, que el que no quiere ver.
Ramoncito fue todo para mí. Y hoy, que más lo necesito…Se me está hundiendo en el fango.
¿Y yo qué puedo hacer por él?
¿En qué más lo puedo ayudar?
¡Me estoy desgarrando, en trizas, en cintas! Estoy perdiendo mi esencia de mujer.
¿Y lo peor? Qué he intentado por sobre todo, ayudar a los míos.
…Pero, por primera vez en mi vida… ¡No he podido lograrlo!
A pesar de que los tengo tan cerquita de mí… 
¡Están muy alejados!
Y por más que les grito: ¡Aquí estoy! ¡A tú lado!
…O no me ven…O no me escuchan…O no me sienten…
¿Qué mal he hecho? ¡No lo sé! Y seguramente, que lo habré hecho…
Pero no he logrado descifrarlo. ¡Me es ajeno!
¡Amor, no me dejes! ¡Llévame contigo!  …No logro sentirlo.
No logro asirme ni a él, ni a mis hijas…
¡Estamos como enclaustrados, en nosotros mismos!
Nos vemos, pero no nos miramos…
Nos sentimos…Pero no logro palparlos. Es algo, imposible para mí, describirlos…
No sé  ni cómo decirlo, ni mucho menos  expresarlo.
- ¡Cómo mujer…Te entiendo Esther!  …Y me desespera  porque no consigo la forma, ni el medio, para que tú me puedas entender o asimilar. ¡Sufro mucho, al verlos así!
Mi marido Diego y yo, hemos estados muy quebrantados desde ese entonces.

¡No sé ni qué hacer, ni qué decir!





“Creíble increíble”
Domingo….

Se echó para rascarse de sus muchas pulgas o garrapatas o quizás algún otro bichito.
(Pero ¿Por qué? No logro entender la psicología perruna. Y esto me irrita.)
Él consideró que era mas importante (rascarse…) que seguir vigilando al extraño visitante.
(Malayo desgraciado…Cumple con tu deber: ¡Vigilame y protegeme!
…Deberías justificar tu sueldo… ¡Perro idiota!)
 De inmediato fijo mi atención en la hembra…Que no ceja en seguir los pasos.
De forma casi involuntaria, se fija en mí, y casi de inmediato se volvió hacia un punto algo distante…No entendí para nada esta forma de actuar.
(Pero quién podrá entender esta reacción… ¿Quién? ¡Que alguien me explique! ¡Plis!)
En un principio a lo mejor me quiso hacer saber, que allí en un punto de a menos de uno o dos metros detrás de mi, había alguien a quién ella misma ya conocía.
(…Y esto se lo agradezco. Pero ¿Mas nada? ¡Exijo una explicación!)
En ningún instante intentó desconocerlo.
Mas bien la intrigaba y de allí que no le perdía ni un solo instante.
Siguiéndolo de un lado a otro.
Es justo reconocerlo: ¡Sentí muchísimo temor! Y no lo pude evitar.
Y de allí, esa forma tan extraña de mí actuar.
No se si esto que pueda agregar, espero que sirva para minimizar en algo mi terror, pero sencillamente me deje llevar.
Y lo reconozco sin ambages.
¿Qué si estaba temblando? ¡Pues si que sí!
¿Qué le temía? ¡No me avergüenzo el tener que reconocerlo, sí!
Me contenté con decirme a mi mismo, que obedecía instrucciones.
…Aunque no se a ciencia cierta de quién…
Aunque ciertamente toda mi espalda…Arrancando de la parte mas alta de mi cerebro lo seguía sintiendo como “electrocutado” y ese cosquilleo tan feo y deleznable, que impedía que pudiese mover con libertad mi cabeza.
(Me daba la impresión de estar dentro de un tubo de acero, que me impedía moverme en libertad.)
Y ese algo que me hacía “visible” –aunque no pudiese verlo- que un poder de origen maligno me estaba siguiendo.
No pude cuantificarlo…
Pero por su intensidad.
Comprendí que algo a mí alrededor me podría atacar.
Y que jamás sería visible a mi sentido de la vista.
Y que si me atacaba…Sería su víctima.
Sin poder para contrarrestar sus perniciosos efectos.
(¡Qué horrible sensación! Y lo peor: Nada puedo hacer. ¿Quién sería…? 
Y… ¿Por qué los canes lo podían ver…?
¿Y por qué yo…No?
¿¡Por qué!? ¡No es justo!)
Estos pensamientos cuajaban y se quedaban helados en mi mente.
¿Qué extraños designios me rodean?
- …Pero lo que no me explico que estando en mí propio lar…Me sienta en tanta y atroz desventaja… ¡No lo puedo creer! – Me dije entre dientes. – O sea, que el que ha venido tiene la suficiente impunidad, de hacerlo y de frente. Puesto que consciente estaba de que: ¡Nada se lo podía impedir…

Ni yo mismo!





“Después de mí… ¡Nadie mas!”
Domingo; 01 de Junio…..2.014.-

- …La verdad, es que no entiendo para nada, la presencia de un acto tan sublime y de tanta trascendencia para nosotros.
Mi hija María Concepción está siendo pedida de mano por Román…Ustedes, han llegado de improviso. Adentro está mi esposo, esperándome para iniciar éste acto.
Y él en ningún momento, nos ha indicado en que vendrían con él.
La verdad, es que no entiendo nada. ¿Qué es lo que está pasando, en realidad?
- La verdad, señora María, es que yo soy su esposa y madre de sus dos hijos…
Y éste que tengo en mi vientre…
La señora María, pareció tambalearse. Se sujetó con súbita fuerza al portón de su casa.
Fue notablemente visible la profunda impresión que dicha información le causó. Detrás de ella, esta su hijo mayor: Emiro.
- ¡Mamá…Tranquila…Tranquila!
- …Por favor…Discúlpennos. ¡Pero tenemos que impedir ese acto!
A la señora, la tuvieron que sentar en una de las sillas del porche. Su hijo, comenzó a echarle aire y a pedir ayuda.
- ¡…Llama a tu padre, Emiro! ¡Corre! – Atinó a exclamar la señora. El hijo corrió y empezó a clamar por la presencia de su progenitor.
A los escasos minutos, apareció muy angustiado ante la noticia.
Gersy, con la mayor determinación le informó de quién era y de el objeto de su presencia.
- ¿Cómo es eso? – El señor Emiro, comenzó a vociferar y a inferir malas palabras.
- ¡Emiro…Tráeme mi pistola!
- ¡No señor…No mate a mi marido! ¡Por el amor a Dios!
- ¡Tráeme mi pistola! ¡Yo mismo voy a liquidar con esa escoria!
- ¡Se lo suplico señor! ¡No deje a mis hijos huérfanos! ¡Por favor!
En ese preciso instante, todo se transformó en ira y confusión.
El señor corría llamando a su hijo, para que le trajera su pistola.
La señora María suplicándole que no fuera a hacer una locura.
Y la presunta novia, que iba a ser pedida por Román, aullaba desconsoladamente.
Román aprovechó aquella confusión y sencillamente desapareció.
En verdad, nadie se percató de que huía.
Sencillamente…Desapareció de aquella escena.

Gersy y los demás continuaban muy angustiados, ya que temían por la vida de éste.