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- Hubo un tiempo en
el que conocía cada movimiento que tú hacías. Éramos inseparables. Juntas todo
el tiempo.
Época en que dependíamos una de la otra, porque
tanto tú como yo misma, no podíamos tolerar vivir separadas…Mas que minutos, si
acaso. ¿Te recuerdas…Verdad…?
Pero ya en este “hoy” en el que ambas nos hemos
sumergidos en tantas cosas que hemos de aceptar, lo que me cuesta hacerlo…
(¡Ni te imaginas!) No te preocupes por mí, que me la apaño, me
cuesta, pero igual. ¿Qué podemos hacer…?
Debo seguir en este pedregoso camino. Pero para
serte sincera, debo confesarte: ¡Qué me preocupas…Y mucho!
…No sé nada de tus pasos. No sé en qué ambiente
te estás desenvolviendo. Tampoco tengo forma de verlo… - Juana hablaba lo mas
serena posible. Sus ojos aunque vidriosos, no dejaban escapar una sola lágrima.
(De esto se cuidaba mucho…)
- De tus amigas,
poco sé. (Mejor dicho: Nada.) Pero entiendo que piensan mucho en ti, y aunque
no me acompañen, pues pienso que cada una…Hace lo que puede.
Casualmente vi a Carmela hace pocos días.
Y por su forma de mirarme en cuanto se percató
de mí, entendí que piensa mucho en ti…A pesar de que ya no se puedan ver.
(Bueno, mas adelante, podrán verse con mas
detenimiento.)
¡Ah sí! Eso si la noté, que se alegró mucho al
verme, pero para serte sincera…Noté que la pobre aun le duele tu ausencia…
¡Pero es que ella es así! – Escuchó el trinar
de unos inquietos pajarillos, y volteó hacía la dirección en que creía que
andaban.
Se deleitó y señaló hacía una dirección en
especifico, mientras alegremente expresaba…
- ¿Oíste…? ¿No es
hermoso ese trinar…? Es que cada vez que vengo a visitarte me deleito en tan
bellas melodías.
Seguramente que ya debes estar acostumbrada a todas
esas hermosísimas melodías. (Y en el acto, se dio cuenta del error cometido, se
persignó y trató de cambiar de tema…) –
Movió un poco su mano derecha y colocó mejor el ramo de flor que le llevaba…
- ¿Viste lo
hermosas que son? Las traje surtidas.
Unas son del color rojo, ves la diversidad de
tonos… ¡Bellas!
Mira unas son amarillas. ¡Qué divinos colores!
Y son frescas.
Todavía se puede oler ese perfume tan atrayente.
– Mostraba con satisfacción, mientras las esparcía de un lado a otro.
Cerca de donde se encontraba, escuchó el ruido
de motores y un tumulto de personas que venían en procesión.
Vehículos muy lujosos, todos de color negro y
en plateado.
Portaban encima muchas flores, detrás venían
muchas personas, todas vestidas de negro.
Iban compungidas.
Escuchó lamentos y quejos por doquier.
Se entretuvo contemplando todo.
(En su mente revivió…Recuerdos tan frescos,
pero sumamente dolorosos.)
Un dejo de tristeza se posó en ella, pero rápidamente
trató de diseminarla…
Unas lágrimas muy furtivas, intentaban escapársele,
pero ella hizo todo lo posible para retenerlas.
- Sí hija, te
prometí no volver a llorar. Pero es que me cuesta demasiado. No te preocupes. Ya
no lloraré mas.
¡Te lo prometo! – Con su pañuelito, procedió a
secarse sus nacientes lágrimas. Mientras trataba de minimizar todo y para que
su hijita no la viera llorar mas -pues
sabía que eso la hacía sufrir mas-
como pudo se secó de nuevo su cara.
- ¿Ves? Ya pasó.
Tranquila, que me quedaré un rato mas, para seguir haciéndote compañía. – Los nuevos
visitantes pasaban muy cerca de ellas.
La señora prosiguió con su labor de acomodarle
mejor las flores que le traía a su hijita del alma.
El jarrón lo vació y le colocó las nuevas
flores, bellas y frescas.
Pero aunque no quería, tuvo que presenciar el
terrible sufrimiento de aquellas personas. Y nuevamente se le aguaron sus ojos.
En esta ocasión, trató de no hacer ningún
ruido. En silencio.
Y aunque no miraba hacía esa dirección, se
enteró del sitio mas aproximado a donde irían finalmente.
Pronto llegaron otras personas, a visitar a su
familiar, que estaban muy próxima de donde se encontraba la buena señora.
- Si mi amor. Te
estoy escuchando con toda la atención posible.
Tú papi, está mucho mejor. Tiene un poquito de
gripe, está moqueando mucho y un poquito de fiebre. Y por esa razón, no me pudo
acompañar en esta ocasión. Pero en la próxima ocasión, él me prometió que viene
a verte. Si hijita, él también piensa mucho en ti.
¡Cómo también tus hermanitos! Ni te creas que
nos hayamos olvidado de ti. ¡No señor! En ningún instante. – Guardó silencio y
dio la impresión de estar escuchando a su hija.
Con su suave apariencia, ya un poco marchita,
la doña se sumió en sus pensamientos. Recordando cuando todos sus hijos estaban
chicos. Cómo gozaban todos ellos. Jugaban. Peleaban entre ellos.
En ese entonces todo era felicidad. Gozo.
Alegría y hasta ocurrencia de cada uno de ellos.
Pero en este hoy, ya se encontraban muy
separados.
Ellos crecieron. Se enamoraron. Se casaron. Y
se fueron.
Hoy en día, sus nietos le alegran su
existencia. Pero…
La suave brisa mañanera, acondicionó mucho ese
ambiente, muy campestre.
…Pero ya no quiso mirar mas. Intentó
concentrarse en el sitio en donde radica su hija. Su mirar ya era ausente.
Y armándose del valor necesario, procedió a
acomodarse, pues ya habían transcurrido un rato muy largo y se encontraba anímicamente
muy agotada.
- Bueno chiquita
mía. Tengo que irme, tú sabes que tengo que cuidar a papi que se encuentra un
tanto malito…Pero no te preocupes mucho. Dentro de poco tiempo, vuelvo. Mejor
dicho volvemos, pues vendré -por lo
menos- con tú papi.
No te preocupes mucho por mí. Yo mas bien, me
preocupo mucho y es por ti. Por tus cosas.
Por el sitio en donde te encuentras en este
momento.
…En verdad… ¿Te encuentras a gusto allí…?
…Dime…Ya viste a tú abuelita…Y a tú abuelito…
Te recibieron alegremente. ¡Seguro que sí!
Me alegro pues siento que ya están juntitos
todos ustedes…
…Pero quisiera estar contigo. No me encuentro bien, no de salud.
Me gustaría estar contigo…Bueno. Ya sé, ya lo
sé, que tú te preocupas mucho. Ya. Ya. Tranquila, que no voy a llorar.
Puedes estar tranquila. Todo bien. Ya. Ya.
¿Ves que ya me serené? Sí. Sí. Me voy. Me voy.
Dios te Bendiga cada día mas y mas. – Y salió
toda llorosa.
Dejando atrás aquella existencia que desde que
la tuvo, la amó hasta el delirio…
Pero el destino…
Tiene sus propias directrices…
Y todos estamos sujetos a sus designios…
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