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Era de tarde aun. Serían mas o menos las 4 de esa tarde, me
encontraba en la casa de la tía Yoma, y en su patio notaba un enorme solar. Enmontado.
Full de matas de todo tipo, verifiqué que había de guayabas, limones, mangos y
el resto eran de unos frutos que hasta ese entonces: no conocía.
(Hoy en día, tampoco me recuerdo de sus nombres.)
La división de su propiedad, estaba limitada con una antiquísima
cerca compuesta por unas estacas -bien
gruesas de madera- y con unos cinco o
seis hiladas de alambres de púas. Y por lo que pude visualizar, ya estaban con
signos de corrosión muy evidentes.
-
Mirá, haceme el
favor de colocar esos chunches sobre esa cocina. – Me indicó con su acento muy
acentuado de esa Chinandega de aquella época en que mandaba el general:
Anastasio Somoza Debayle en esa: Nicaragua, en centro América.
(Con aquellos recuerdos de un antiquísimo general que se
había alzado al extinto general Anastasio Somoza García “El dictador con guantes de seda” y que este
venciera…Y sus restos jamás serían conseguido. Me refiero al gen. Augusto Cesar
Sandino.)
Época en que los gorilas mandaban en casi toda esta América
salvaje, antañona y apegada a sus costumbres…En aquellos años de 1.97 y pico.
Ella me estaba indicando que le moviera unos corotos de su
propia cocina y que debido al peso, pues me pedía que los colocara sobre una
especie de fogón.
Vi que era una plancha totalmente oxidada, con unos círculos
muy oscuros.
No supe qué era esa cosa. Pero obedecí su mandato.
Mi tía me observaba que yo no perdía de vista esa pieza y
que la detallaba, a lo que me agregó…
-
Era mi cocina. Pero
ya se oxidó y no puedo cocinar allí. Por esa razón cocino ahora sobre leña. – Y
me indicó una esquina en dónde pude divisar mucha ceniza acompasada con restos
de leña quemada.
-
Vos tenés mucha
fuerza. ¿Será que este hijo mío, me puede arreglar mi cocina…? – La tía me
estaba sobornando, con el cuentecito de que yo “tenía mucha fuerza” pero a
decir verdad: ¡Me acarició mi ego!
(Me sentí importante y en el acto, le dije que ¡sí! Con esa
alegría que podía ostentar un chavalo de apenas catorce años de vida)
Y ella al percatarse de que “le salvaría” su tan importante
pieza, comenzó a limpiar toda el área. Buscó una muy obsoleta especie de escoba
y comenzó a barrer…Y en el acto toda esa habitación de sumergió en polvo, en
cenizas que revoloteaban escandalizadas ante cada escobazos que la buena tía
ejecutaba.
Y sin quererlo…Comencé a toser. Mis ojos se hallaban
inundados de lágrimas y de la profunda irritación y ella al percatarse de esto,
comenzó a agitar sus diminutos y escuálidos brazos, tratando de espantar tanto hollín
y polvo, a la final, me sacó a su patio. Ya afuera comencé con mi ataque de
tos, con mis ojos trastabillados e irritados…Sentía unos fuertes golpes que me
daban en la espalda.
Me arquee y hasta estuve a punto de vomitar.
Y en ese instante escuché otra voz femenina, que angustiada
preguntaba…
-
¿Y qué le pasó…? –
No pude verificar quién era.
Hasta transcurridos unos angustiosos minutos. Ya hasta me
estaba acostumbrando a esos rítmicos golpes en mi espalda.
Cuando pude, pude ver a una chavala muy joven.
Extremadamente bella. Hermosa.
Trigueña. Con su cabellera larga, que le caía sobre sus
hermosos hombros.
Recuerdo que vestía un hermosísimo vestido, de falda larga.
La Yoma, trataba de explicarle el por qué de mi ataque de
tos.
Ella sonrió. Se compadeció de mí. Y me siguió dando sus rítmicas
palmadas.
Pero ya para ese momento…Esos golpes, que en un principio me
escandalizaron…Comenzaron a ser -para mí- de
lo mejor…Me quedaba ya…Complacido. Quieto. (¡Ah qué agradable!)
-
Ya está mejor. –
Dijo mi tía, mirándome de reojo, captando que ya lo mío era otra cosa.
-
¿Ya estás mejor? –
Me dijo aquella figura angelical. Yo observé sus grandes ojos de color marrón
oscuro, con tonalidades amarillentas. (Embelesado)
-
Si ya está mejor.
Dejalo quieto ya. – Mi tía se encargaba de mí.
-
Ella se llama:
Carmela. – Me indicó con una seña.
-
Ella junto a su
mama, también viven acá conmigo. – Y volviéndose a la chica, le agregó…
-
Él es mi sobrino,
que viene de Venezuela. Está de vacaciones acá, pues vive en Managua. – Y sin
permitirnos mas me alejó de su presencia.
Me llevó de nuevo a su cocina, y me dotó de martillo y unas
piezas de hierro que me sirvieron para utilizarlos como punzón. Me pidió que
empezara rápidamente para ver si podía hacer comida en ese mismo día.
Me fajé con el mayor ahínco…Y con tan excelsa figura allí. Viéndome
trabajar...
Recuerdo que utilicé todas mis fuerzas. Mi dedicación por
hacer esa tarea, la mejor de las que pudiese haber hecho.
El caso es que transcurrido un par de horas, después de
lijar, golpear y tratar de quitar esas costras metálicas adheridas allí a
través de tantos y tantos años…
Y ya me encontraba agotado. Sudaba copiosamente. Pero no me
di por vencido.
¡Hasta que logré “despellejar” una voluminosa figura
redonda! La saqué a fuerza de golpes y martillazos.
-
¡Ese es mi
chavalote! – Decía muy emocionada mi tía, al ver que ¡al fin! Ella podía volver
a meter allí sus ollas y poder cocinar de la misma forma que en antaño lo
hacía.
Me sentía motivado al verle su rostro de asombro y de satisfacción,
y eso me agradó en grado sumo.
(Aunque mas me emocionaba era la cara de alegría de tan
bella muchacha, vi que disfrutaba al verme cómo derrotaba a tan desvencijado
hierro. Cubierto de tanto y tanto oxido acumulado por tanto tiempo.)
Busqué unos cubos de agua y comencé a limpiar ya mas que
todo para deslastrar cualquier vestigio de oxidación. ¡Y se la dejé: BELLA!
Mi tía encantada me cayó a besos y abrazos…Y detrás veía esa
sonrisa tan amplia y hermosa de tan bella ejemplar femenina…Y acaricié la idea
de recibir de ella…El mismo trato…Mi corazón se debatía a millón.
Pienso que todos escuchaban cada latido de mi agitadísimo corazoncito…
Claro está: Era mi deseo…Muy primario por cierto…
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