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“Corto en relatos”
“No sé qué es la vida”
Desconozco mucho lo que hoy en día, ya conozco.
Lo que antes me parecía bueno…
Ya no lo es.
Lo que antes era oscuro, se me presenta claro y preciso
La vida es un cofre que nadie ni ha abierto, como tampoco
cerrado.
No existe llave alguna en medio de una ausencia de cerrojo, en
medio de esa inercia en un mundo estático y sombrío.
En esos ventarrones que no logran mover ni siquiera una hoja,
pero que sus cimientes son tan profundos que nunca lo hemos percibido.
No hay conciencia pero tampoco inconciencia.
Es una negación o una aprobación.
Su existencia no depende de ninguno.
La muerte puede ser un tránsito o una eternidad. Una
entelequia o una vacuidad.
Una insulsez, una sosería.
Como el tiempo puede o no ser lo que hemos pretendido que sea.
No existe alguien ni físico, como tampoco invisible que
permute nada, que nos indique la falsedad como la certidumbre.
Ni la luz es lo que “conocemos”
Ni la oscuridad es lo que pretende.
Es una sensación en medio de una inercia.
Es un sueño andando despierto en medio de un sol incandescente,
aunque puede ser guiado por la luna. Es ese algo que entiendo, pero que no sé
cómo explicarlo a nadie, ni tampoco a mí mismo.
Es una incapacidad para afirmar o negar algo que no tengo
conciencia si ocurrirá o si ya su efecto sucedió. No encuentro ni palabras, ni
gesto, ni siquiera en pensamientos como para lanzar “una aproximación” a nada.
Es algo que a lo mejor ni siquiera tenga conciencia propia, ni
existencia proverbial.
Es una incapacidad para negar o afirmar.
Lo único cierto es que no hay mas que incertidumbre. Que lo
que nos bordea y reduce, no existe en la verdadera realidad.
Pero tampoco tengo esa conciencia o don como para distinguir
si es cierto o una falsedad.
Que somos una esencia de algo efímero, o a lo mejor es todo lo
contrario.
Que nuestras preocupaciones o anhelos, son tan sonsos como la
no existencia de nuestros empecinamientos. De nuestra terquedad.
De nuestros principios a la brutalidad.
De nuestra incapacidad para aceptar lo que no somos, ni hemos
de ser.
Pero que nos aferramos a la inutilidad.
A la idiotez, a la insensatez. A lo fútil.
A nuestra propia destrucción.
A atomizarnos sin remedio alguno.
La destrucción es nuestro fin, aunque carezcamos de
finalidades.
Somos finitos en medio de lo infinito, y pretendemos medir o
cuantificar lo que no entendemos, ni comprenderemos jamás.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2017
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