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Las narraciones de:
Bernardo”
“Me
encontraba…”
“Porque cuando ha de suceder…
Cuando menos pensar puedas,
Algo te pasará…
A tú lado o cerca de ti…
Y nadie, ni nada
Lo ha de detener…”
Me encontraba en mi cuerpo…Pero
ausente en pensamientos. Cómo un autómata procedía.
Sabía que tenía que alimentar a
los perros y en eso estaba abocado.
Sin tomar en cuenta nada lo
concerniente a lo que me rodeaba.
Tan ensimismado me encontraba,
que todo cuanto hacía ya formaba parte a un patrón muchas veces efectuado.
Son dos los caninos, uno macho
cuyo nombre es: Sebastián Felipe y la hembra, de nombre: Mía.
Ya ellos hacen mecánicamente
todos los protocolos. Ellos saben que tienen que echarse, con su cabeza pegada
al suelo y esperar a que pase a su lado y les sirva su alimento.
A ella, en la casa de ellos.
Y a él: En el muro del patio de
la casa.
Una vez que yo termine de
servirles, deben esperar a que salga del patio, entre a la casa y cuando lo
crea pertinente, les de la señal para que ellos corran cada uno a comer.
(Puede hasta oírse algo estrambótico, pero es la fórmula que he
encontrado para que al servirles su alimento cotidiano, no me estén encima todo
el tiempo.)
Pero esa noche, algo subrepticio
está aconteciendo…Y no me di cuenta.
Y para cuando ya tuve conciencia:
¡Fue muy tarde…Para mí!
No sé precisar muy bien, cómo fue
que sucedió.
Lo que me recuerdo fue esto:
Cuando yo estoy pasando -ya después de haberles servidos a los
dos- rumbo a la casa, se me apareció
algo deforme e inmensamente grande, grotesco y brusco.
En principio me di cuenta, cuando
ya lo tenía encima mío.
¡Yo me defendí con todas mis
fuerzas!
Me sujetó y me lanzó por los aires.
(Entendí que era muy alto, porque el par de caninos levantaron todo
lo que pudieron sus cabezas para seguirme viendo.)
Y estando en lo alto, pude
visualizar a mas de quinientos metros a la redonda.
¡Hasta pude detallar los que
caminaban por la avenida que queda cerca de la casa!
Una oleada fría me sacudió -será debido a la velocidad en que me
desplazaba- y sentí una especie de
mareo, producto a la alta velocidad en que me había lanzado “esa cosa”
El caso es que cuando temí que
pronto caería traté de asirme a algo para no caer de semejante altura.
En ese preciso instante
transitaba una bandada de pericos, de esos que son muy chillones, y les pedí
que me ayudaran…Pero ninguno me hizo el menor de los casos. (¡Es que son unos…Granujas!)
Desesperado logré alcanzar a
uno…Por la cola.
¡Pero con la astucia inherente a
ese pajarraco me esquivó con destreza!
Y tan solo me pude quedar con una
de sus plumas. (¡Malayo mil veces!)
Caí en “caída libre”, el silbar
producido por mi cuerpo al descender…Me crispaba mis nervios.
Mis vísceras se arremolinaban
impetuosas…
El caso es que sin comprender y
sin entender…
¡Me vi en cuerpo entero,
aterrizando dentro de la casa!
Afuera los dos guardianes,
miraban arriba y luego hacia donde me encontraba.
(Y me observaban ¡cómo si yo fuese un extraterrestre!)
Entiendo que nunca pudieron
comprender tan extraño fenómeno. Pero seguían pendiente de la orden mía, para
proceder a comer.
(Comprendí y asimilé…Qué solo les interesaba: ¡Su comida!)
Así que levanté mi mano y les
indiqué:
¡Coman!
Ambos corrieron veloces a devorar
cada uno su ración. (¡Qué tiernos!)
No les importaba mi perplejidad,
¡para nada!
Mientras yo, trataba de
explicarme a mí mismo, que fue lo que me ocurrió…
Y hasta el sol de hoy, sigo:
¡Boludo!
© Bernardo Enrique López Baltodano 2017
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