“M i c h e”
Un hombre muy místico…Misterioso…
¡Me han tirado piedras…!
¿Qué más debo esperar?
¿A qué se debe este empecinamiento?
…Me han sometido esos “diminutos” y me han levantado tal como si fuese una hoja de papel…
¡Dios! (Al pronunciar este nombre…El misterioso ser hizo una mueca con la cara y lanzó un adefesio con sus manos. Esta acción descontroló a los amigos, además de todas las personas…Ninguna se quedó tranquila…Hubo un espanto entre ellos…)
José no atinó a mas nada y tan solo soltó la pregunta…
- ¿Qué he hecho…?
El aludido estremeció ostensiblemente su cuerpo y pasados unos segundos, se acomodó y continuó tal como si nada hubiese ocurrido…
- Por partes. Sin apresuramientos…
En primer lugar: Muy pocas veces los he visto tan enojados con alguien…
(¡Y yo los conozco y muy bien, a todos!)
Por lo que me animo a preguntarte: ¿Qué les hiciste?
- ¡Nada! ¡Ni sabía de su existencia! ¿Y qué daño les puedo hacer yo a ellos?
- ¿Los has atacado, acaso?
- NO.
- ¿Los has retado…?
- NO.
- ¿Les has faltado el respeto…?
- Tampoco.
- Vamos por partes, para que podamos entender el entorno. Debemos ser puntuales. No me mientas…
Mira algo has tenido que haberles hecho.
¡Ellos no atacan así por así!
- ¡Nada, absolutamente nada!
- No. No creo eso y me perdonas. Pero no puedo creer que te estén atacando… ¡por nada!
- Perdón por interrumpir, pero en lo único que él ha hecho es que no cree en ellos. ¡Hasta que los vio!
- …Esa no es causal. Algo tuvo que haberles hecho enojar. Porque mucha gente no cree, pero no por eso los atacan. ¡Dime la verdad!
¿Por qué? si no eres sincero conmigo…
¿Cómo te podré salvar de ellos?
- …Bueno en verdad, él se estaba burlando de la magia de Miche…y de ellos…
- ¡Ah….! ¿Con que burlandito…No?  
¿Viste…?
¡Ahora si que nos estamos entendiendo!
¿Viste que no hay más locura que la que se ignora?
¡Yo lo sabia…lo sabia!
¡Si que entiendo todo este entuerto…!
…Ahora si que se montó la gata a la batea…
Y están muy furiosos con este joven…
¡Claro, con razón! ¡Claro que si tienen toda la razón!
- El catedrático husmeaba por los rincones, pero nada sucedía. Era hasta cómico verlo.
Se inclinaba debajo de cada silla…de las mesas…levantaba los materos…
¡Y hasta las botellas las movía, pensando en que se estuvieran escondiendo entre ellas o debajo!
Pero en verdad, estaba muy molesto. Ofendido. Ansiaba descubrir aunque sea a uno solo…pero no lo pudo encontrar…
- ¡Tienen que tener mucho cuidado!
¡No debes darle la espalda nunca!
…Es qué si me llego a encontrar…tan sólo a uno sólo… ¡Uno, nada mas que uno! Lo destri…. ¡Claro, claro…está clarísimo!  …Por mis venas corre la mejor sangre de todo este mundo…
…Y desde que me enamoré de esa… ¡Bellísima y encantadora…Florcita!
¡Tan bella y delicada!
¡Mi vida entera…por ella! -
Y volviendo la cabeza se dio cuenta de que estaban pendientes de todo cuanto él pronunciara, así que carraspeó con fuerza y aclarando su garganta, les dijo…
---Aún sigo enamorado….de tan bella damisela… - Puso cara de verdadera tragedia…Parecía un consumado actor dramático…hasta los enterneció…
- Y por esa razón ando desesperado en encontrarlos…
Ya saben…cuando el corazón está enamorado…
Los chamacos…les costó tragar…era muy fuerte…pero a la final, lo hicieron…   
…Te pueden atacar en bandadas.
Son implacables con los que ellos consideran sus enemigos.
- ¿Pero por esa nimiedad? – Alegó José sumamente preocupado.
- ¡Yo los conozco y muy bien! ¡He guerreado con ellos!
…He vivido entre ellos…
Conozco hasta su manera de caminar…
Los he estudiado hasta el cansancio…
Los conozco mejor a ellos mismos que a mí propia mano…
Son seres simples…insípidos…incoloros e inocuos…
No sé si me explico…bien…
…Y nadie me puede venir a echar “cuentecitos” de ellos, cuando me sé todas sus historias…
¡Jamás aceptaré qué nadie me venga con estupideces!
¡Soy toda una autoridad al respecto! ¿OK?
…Son muy misteriosos… ¡Enigmáticos…Desgraciados!
¡Demasiado para mi gusto! No son como yo, por ejemplo, que lo mío siempre está a la vista de todo el que me requiera… - Y luego volviendo su atención a los “enanitos” dijo apenas en un susurro…
 - Y para que se enteren…
…Muy cerca de aquí… Muy pero “muy” cerca de por aquí… (Aunque muchos no me lo crean) – Sus ojos no cabían ya en sus cuencas, mirando nerviosamente hacia todos los rincones. Daba la impresión de haber enloquecido.
Intimidando a sus visitantes.
Y luego de un silencio muy largo, con su huesudo dedo, señalaba en señal mas bien de reproche, pero todos sus esfuerzos fueron en vano, por ninguna parte estaban los susodichos.
Guardó silencio y recogiendo su dedo acusador, lo guardó tal como lo haría un hábil espadachín.
El nerviosismo de los juveniles no lo podían  disimular y no hallaban ni dónde poner sus manos, como sus pies.
Metió  su huesudo mano en uno de sus bolsillos, como escondiendo su evidencia.
Carraspeó y volvió su enloquecida mirada hacías sus interlocutores, e instantáneamente la posó en un oscuro rincón.
Se quedó en espera de algo y al pasar unos instantes y no ocurrir nada, entonces les dijo…
- Tienen sus escondites preferidos…
¡Los huelo a kilómetros de distancia…!
¿En dónde estarán sus “guaridas”? 
…Tienen muchas madrigueras…cubil.
Y en ellos guardan con mucho celo…
¡Tesoros inmensos! Oro. (Líquido…Sólido y hasta gaseoso)
Joyas con piedras preciosísimas. Con una cantidad inmensa de kilates… ¡Muchísimos!
Gemas de todos los tamaños y colores. ¡Gigantes!
...Perlas las mas hermosas…  Verdes como el mar.
¡Nunca he podido ver otras iguales!
…Diamantes de la mas fina pureza.
Reliquias de todo tipo…
¡Son los verdaderos dueños de todas estas tierras!
¡Y ningún mortal puede superarlos! ¡Ninguno!
Son Orfebres de la mas Alta Calidad.
¡Pero deben temerles!  …Y mucho…
¡La codicia es su norte! ¡Matan por puro placer!
Porque mas malos que ellos…no conozco a nadie, ni a nada…
Crueles, inhumanos, insensibles.
¡Bestias de fuego! -  Calló bruscamente, se dirigió sigilosamente hacía  un rincón en especifico.
Los amenazaba tanto con sus manos como con sus miradas, no querían ser descubierto y pretendía caerles por sorpresa y destruirlos.
El miedo y la incertidumbre se apoderaron de estos visitantes e inesperadamente…
- ¿Y qué es lo que ha pasado ahora? No los estoy viendo y ya ni me siguen atacando… ¿Pero por qué? – José remiraba hacia todas partes, sin conseguirlos por ningún resquicio.
Sus inquietantes interrogantes
…Quedaron esparcidas en el espacio sideral.
Silencio de muerte… Y hasta los elementos prefirieron guardar prudente silencio.
Y ni una sola hoja se sintió aludido…para nada…
El huesudo ignoró la pregunta, vaciló.
Respiró hondo. Exhaló con mucho desgano.
Nada de lo visto le producía algo en lo que a él, le interesase en forma alguna.
Y llenando sus pulmones de aire, resopló con fuerza.
- ¡Mesonero! – Gritó de repente.
Los amigos se asustaron por el tono imperioso y por lo autoritario que se le veía. Estuvieron a la expectativa.
Esperó a que se apersonara y cuando llegó, le gritó:
- ¡Ya basta! – El sirviente lo miró con angustia y bajando su cabeza asintió en señal de sumisión.
Dio la impresión de ponerse a llorar, estaba apesadumbrado…enajenado…sumido...con mucho decaimiento.
Se mantuvo en esa posición hasta que nuevamente recibió otra orden seca y fuerte…
- ¡Ya basta! – Le volvió a gritar.
Los chamacos se miraban entre sí…
No lograban discernir qué era lo que estaba pasando.
Absortos chequeaban todo, en espera de los acontecimientos…inexplicables para ellos.
El sabio se le notaba muy encolerizado.
Estaba rojo de la cólera. 
Y en sus arrebatos les infundía…temor…
- ¡Trae otras tres mas…y me la pones a mí cuenta! – Giró a obedecer el mandato, sin levantar ni siquiera su mirada.
El hombre alto, lo chequeaba con ojos de águila y sin decir nada más, se despidió haciéndoles una reverencia y volvió a su mesa distante y oculta en uno de los rincones.
Se le escapó de su radio de visión…Se hizo etéreo.
Pero sin que ellos se percataran, apareció en un abrir y cerrar de ojos… ¡Estaba entre los dos!
Pedro pensó velozmente…
(¿…Perooo…no estaba allá en la esquina…?)

No disimulaba su aprehensión…
......Este relato continua....... 

Bernardo Enrique López Baltodano (Belbaltodano): “Borrascas”(¡Ay vida para queduraras! Resulta...

Bernardo Enrique López Baltodano (Belbaltodano):



“Borrascas”
(¡Ay vida para queduraras! Resulta...
: “Borrascas” (¡Ay vida para que duraras! Resulta que de un inocente viaje, me estoy encontrando en misterios milenarios. …Monst...





“Borrascas”

(¡Ay vida para que duraras! Resulta que de un inocente viaje, me estoy encontrando en misterios milenarios.
…Monstruos milenarios…Hombre tea…Espíritus burlones…
…Todo un zoo escatológico… Tenebroso…
¿Y a cuántos mas le estará ocurriendo esto…? 
…Y me he metido en tremendo berenjenal…
¡Dios quiera que logremos salir bien de todo este rollo!)
Algo en su ser interior, lo jalaba hacía esos confines inexpugnables y misteriosos.
Pero conscientemente, sentía el peor de todos los rechazos.
Era mas bien “incertidumbre” lo que lo acosaba y no lo dejaba en paz. 
En ese intervalo, volvió la intensidad acuosa. Nuevamente el cielo se volvió negro.
Casi sin visibilidad alguna.
Todo estaba casi congelado.
Adentro comenzaban a titiritar.
No traían abrigo, ni jamás pensaron que se desatara esa helada tan sorpresiva.
Escucharon unos sonidos grotescos.
Parecían urracas, pero con mayor intensidad.
Chequeó por todos lados.
Nada.
Ni aves, ni animales.
Nuevamente la temperatura bajó hasta niveles inconcebibles.
Hasta llegaron a creerse que seguramente nevaría.
¿Pero caer nieve, en un sitio caluroso?
No se atrevían a salir.
A pesar de todo, consideraban que estaban dándose calor unos a otros.
Transcurrió otro lapso de tiempo, muy largo por cierto.
Nuevamente, los volvieron a la realidad, unos golpecitos a la puerta.
Se asomaron y era el mismo joven que los auxilió.
- ¿Qué pasó, conseguiste a la gente?
- No, que va. Y mire que los he buscado por todas partes.
- Ya van a ser las tres de la tarde.
Estoy muy preocupado, ya llevamos casi cuatro horas aquí mismo accidentado.
¿No habrá una grúa que nos pueda auxiliar por aquí? – Apostilló Felipe ya angustiado.
- ¡El mecánico que ando buscando, tiene una grúa y él podrá sacarlos de aquí!
- ¿Pero en dónde está? – Le preguntó María.
- No lo he podido conseguir. Pero ya vengo…
- Pero… - María intentó seguirle hablando.
- ¡Ya vengo! Ya sé en dónde lo podré encontrar. – Y sin decir nada más, desapareció.
- ¿Y cómo cuándo volverá, amor? – Le preguntó María, al ver que desapareció de una forma casi instantánea
- Esto está muy helado. Tendremos que salir de aquí.
Entre tanta agua y este frío que me cala en los huesos. – Les aconsejó ella.
Hicieron calistenia alrededor de su coche.
El silencio era acuciante. Atormentador.
- ¡Papi…Estoy muy asustado! ¡Vamonos de aquí!
- ¡Sí papi! – Salió en su apoyo Esperanza. - ¡Tengo mucho miedo!
- No nos podemos ir, hasta que no arreglemos el problema de ese caucho.
No podemos hacer más nada. – No estaba del todo convencido el señor de la familia.
- Tranquilicémonos muchachos, hagámosle caso a papi, vamos adentro. – Les dijo su mamá, no muy creída aún, pero consciente de que pronto tendrían que hacer algo y rápido, ya que pronto les caería la tarde y luego la noche.
Y la pernocta en ese sitio, tan alejado de todos.
Glacial y extremadamente extraño.
No, pronto tendrían que abandonar ese sitio y buscar refugio o en un hotel o regresar en grúa.
Así que con esta idea en mente, decidieron esperar.
No estaban muy convencidos, pero cuando más se desesperaban, era cuando caía con intensidad un chubasco, obligándolos a quedarse quietos en la espera de que acampe y salir a ver, que podían hacer.
- ¡Ustedes no se pueden quedar por aquí! – Escucharon una voz fuerte, miraron hacia donde creyeron escuchar, pero no encontraron a nadie.
- ¿Oíste lo que yo oí? – Preguntó María a su marido. 
- ¡Claro y fuerte! ¿Pero quién sería? – Silencio.
Nadie apareció.
¿Habrá sido un pensamiento?
- ¡Era la voz de un señor! – Gritó Esperanza, con los ojos desorbitados.
- ¿Y ahora qué? – Se preguntó el hombre de familia.
Miraba por todos lados, se bajó.
Chequeó por todos lados y nada.
Se quedó contemplando nuevamente la montaña, esa majestuosidad lo obnubilaba.
Se quedó ensimismado, cuando de repente escuchó a los suyos que le gritaban desaforados:
- ¡Métete papi, allí vienen unos lobos! – Asombrado escuchó una jauría que venían a atacarlo a escasos metros, corrió y logró meterse a tiempo.
Cerró su puerta y escuchó como varios de esas bestias chocaron con fuerza, sobre la lata.
- ¿Pero, qué es esto? – No cabía en su asombro.
Una verdadera manada de fieros canes, gigantes y fuertes.
Botaban baba por sus fauces.
Mordían con furia todo.
- ¿De dónde habrán salido? – Se preguntaba la madre.
El ataque duró escasos minutos.
Y así como empezó, desapareció.
Sin dejar huellas.
Sencillamente, ya no estaban.
El silencio por respuesta.
Lógicamente la señora, no le permitía a los suyos a salir de allí.
De repente, cesó el clima húmedo y en su lugar resplandeció un sol brillante, fuerte y poderoso. Aún así, ninguno se atrevió a salir de esa comodidad.
Nuevamente, escucharon:
- ¡Aprovechen ahora y váyanse, que aún están a tiempo! – Miraron hacia todos lados.
Nada. No consiguieron al autor de esa advertencia.
Y en eso estaban, cuando el hijo logró visualizar al ciclista y así se los dijo a sus progenitores.
En esta ocasión, el jefe familiar, salió y lo esperó.
- ¿Qué ha pasado amigo?
- ¡Ya, ya los conseguí! Ya vienen en camino.
- ¿Pero quién va a venir?
- El mecánico y su ayudante. – Le respondió muy resueltamente.
- ¿Vienen con la grúa? – Preguntó la señora muy preocupada.
- Así me dijeron. Ya vienen. Mire, les traje esto de comida. ¿Tienen hambre?
Fue en ese momento en que se percataron de que estaban hambrientos, no habían podido comer nada, con tanto percance.
La doña aceptó el ofrecimiento.
Tomó la bolsa y comenzó a repartir entre sus hijos.
- ¿Tardarán mucho? A propósito: ¿Cuánto te estoy debiendo amigo mío?
- ¡Nada señor, nada!
- Pero…Es que te has tomado la molestia de atendernos.
¡El único de toda esta comarca, que nos ha dado la mano! Quiero recompensarte…
- ¡No señor, me ofende usted! Nosotros por aquí ayudamos sin ninguna intención a todo aquel que lo necesite. ¡Por favor, no faltaba más! – Y diciendo esto, salió a toda velocidad.
Sin darle ningún chance de que lo detuvieran.
Nuevamente estaban ellos cuatro, solos en esa inmensidad.
- Es extraño. – Le dijo preocupado.
- Seguramente que son así. La verdad, es que ha sido el único que nos ha ayudado.
¿Te imaginas cómo hubiese sido sin su ayuda?
- ¡Horrible! Ya este sitio, me está dando mala espina. Estoy desesperado por salir. Ojala lleguen estos mecánicos con su grúa.
- ¿Nos llevarán hasta la casa? Estamos muy lejos. ¿Cómo a cuatro horas, verdad?
- Sí, muy lejos. Ya veremos, quiera Dios que hoy podamos dormir en nuestras camas y salgamos de esta pesadilla.
- Esperemos. Ya no deben tardar en venir. – Aconsejó la madre, convencida.
- Ya son… ¡Cuatro y cuarenta y cinco minutos de la tarde! Ya hemos estados desde las once de la mañana. ¿Cierto? – Dijo como aclarando todo, el señor.
- Ya saldremos pronto de todo esto. – Le ratificaba su señora.
Con la esperanza de que pronto vendrían en su auxilio, se quedaron más tranquilos.
Ya el clima estaba cálido. Y de la manera más natural, observaron una enorme culebra, inmensamente grande y poderosa, de proporciones gigantescas.
Les pasó como a dos metros, atravesó con toda su tranquilidad.
La autopista tiene tres canales por vía, siendo de dos, tendría seis canales en total.
Y aún así, la extensión de ese reptil era muy superior.
Nada ni nadie, perturbó  al ofidio.
Su cabeza mediría más de medio metro, tanto de ancho como de altura.
- ¡Tranquilamente se podría tragar a una vaca! – Pensó en voz alta, el asombrado espectador.
Y así lo dijo, una vez de que se cercioró de que ya se había ido.
- ¡Virgen Santísima, protégenos!- Alcanzó a exclamar ella, aferrándose a sus dos hijos.
- ¿Esto qué es, La Dimensión Desconocida? ¡Tan solo nos falta que aparezcan murciélagos del tamaño de una nube!
O qué comiencen a aparecer ¡Dragones alados o dinosaurios! ¿En dónde hemos venido a caer?
- ¿Pero no chequearon todo en el taller, antes de venirnos? – Preguntó fuera de sí, la doña, sin entender qué era lo que estaba fallando.
- Bueno, tú misma fuiste testigo: Este perol, fue revisado de mecánica, de electricidad, de las luces, de los frenos, de la dirección. ¡De todo!
Una semana entera en ese bendito taller, lo revisaron, lo chequearon de todo.
¿Y entonces?

¿Cómo diantre se le salió esa rueda? 

Bernardo Enrique López Baltodano (Belbaltodano): Bernardo Enrique López Baltodano (Belbaltodano): A...

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Bernardo Enrique López Baltodano (Belbaltodano): Asechanzasmásestuvo a punto de caerse. Sucuerpo es...

Bernardo Enrique López Baltodano (Belbaltodano): Asechanzasmásestuvo a punto de caerse. Sucuerpo es...: Asechanzas más estuvo a punto de caerse. Su cuerpo estaba lleno de heridas de todo tipo.  Sangre coagulada y espesa le colgaba de ...

Asechanzas
más estuvo a punto de caerse.
Su cuerpo estaba lleno de heridas de todo tipo. 
Sangre coagulada y espesa le colgaba de sus carnes.
Estaba amoratado. Y con heridas abiertas.
No se sentía con muchas fuerzas. 
Más bien estaba muy débil.
(¡Diosssssssssssssssss por lo menos dame fuerzas para poder seguir! Pareciera que se divierten con todas mis desgracias… ¿Pero quién se beneficia con todas mis desgracias?)
Por lo que pudo apreciar; era profundo el fondo. 
No quiso indagar, todo tembloroso comenzó a pedir ayuda…
- ¡Socorro…Socorro! ¡Auxilio que alguien se conduele de este pobre cristiano!
Que la vida me está llevando a mundos, sub-mundos y quién sabe a dónde más…
Intentó ponerse en pié, pero el vaivén era demasiado y temió caerse.
- ¡Dios Santo!
¿Qué mal he hecho para merecerme semejantes castigos? – Se preguntaba a sí mismo, pero sin bajar la voz.
Las olas eran de agua salada, la cual al caerle en sus heridas le producían intensos dolores.
- ¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy mamacita linda!
Esa agua cae en mis heridas y me producen mucho dolor.
¿Y hasta cuando me van hacer sufrir…y por qué?
¡Es como si le echarán kerosén a la candela!
¡Es demasiado para mí solito!
¿Y cómo podré evitar qué me siga cayendo encima esa endemoniada agua salada?
En efecto, no contempló tierra alguna.
Aterrado se comprobó que estaba solo.
No pudo ver a nadie más 
Y lo peor era que no se podía mover mucho por el terror de caer al agua…sin saber nadar.
Y el tiempo seguía su recorrido impertérrito a su angustia. 
No pudo dormirse; era demasiada angustia.
Por un lado sus intensos quejidos, por otro el temor subyacente de: ¡caerse!
Y estaba visualizando las aletas de…tiburones…
¿Tiburones también vienen en mí contra?
¡Acaso ya no les basta todo lo que me están jodie…!
Aterrado no perdía ni un solo instante todo cuánto pasara a su alrededor.
(¡Maldición! La sangre que estoy derramando… 
¡Está atrayendo a esos escualos!
Para rematar…no me pudo traer algo bueno.
¿Y ahora; qué será de mí…? 
…Y está más que visto…la tienen agarrada conmigo.
Me tienen como si fuese un muñequito de esos que llaman “porfiado”  Con la gran diferencia que a mí a estas alturas…creo todo lo que me cuenten.
¡Ya basta de suplicio…!
¿…Esas aletas son grandísimas, cierto? 
Deben ser bestias inmensas.
¡Con un solo mordisco me comen entero!)
Contemplaba absorto.
Cuidándose de no caer ya que la tabla era muy chica en comparación con su cuerpo.
Lo ondulado de las olas lo mantenía siempre en zozobra.
No podía sentirse ni seguro, ni mucho menos a salvo.
Y para colmo…crujía demasiado; la notaba muy endeble.
Pero era lo único que lo separaba del agua.
Contemplando fijamente a los grandes mamíferos, escuchó una voz muy fuerte y ronca, la cual le decía:
- No me temas ya que no soy tu enemigo y he venido en tu auxilio

Bernardo Enrique López Baltodano (Belbaltodano): “Borrascas”- ¡Tanta belleza en tanta paz…! ¿Cuá...

Bernardo Enrique López Baltodano (Belbaltodano):


“Borrascas”- ¡Tanta belleza en tanta paz…! ¿Cuá...
: “Borrascas” - ¡Tanta belleza en tanta paz…! ¿Cuántos misterios atesoras en tus entrañas…? …Misterios ante los cuales; no e...