Entre caninos te veas...

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“Las narraciones de:
Bernardo”









“La  loquita”









“La loquita” es una perrita y cuando  entró en nuestras vidas era apenas una cachorrita, de color negro con ribetes blanco.
Criolla, no es de raza pura.
De poca alzada, delgada.
Con ese tipo de mirada que presagia que “alguien mas” habita en ella.
Nos la entregó su primera dueña, y ¡hasta traía pedigrí”! ya que trajo hasta su plato de comida, su collarcito y una pequeña historia.
(Hasta su fecha de nacimiento. Evidencia fiel de que venía de muy  “buenas manos” Pero la regalaba porque según ella: Era muy desordenada.)
Creo que tendría seis meses cuando entró en nuestras vidas. Pocos días después, vino otro perrito, macho, raza: Cacri (Criollo) de color marrón con su respectiva escala de tonalidades de ese mismo color, de trompa negra.
Mas alto y mas grueso que la loquita, y vino hasta con su nombre de pila: Samuel Felipe.
(¡Hasta me parecía cómico! Pero a pesar de que su “mama” era otra señora, vino con la misma estirpe. Me refiero a que trajo su cadena, su collarcito, su fecha de nacimiento… -Mismo seis meses de edad, con pocos días de diferencia-  Y todas las indicaciones que esta señora nos explicó. Y hasta se comprometió con mi esposa de que nos ayudaría con la alimentación.)
Ambos caninos en nuestro dominio se han hecho amiguitos.
Para evitar descendencia, ambos fueron castrados.
Vacunados contra todas las enfermedades posibles.
En fin, a pesar de que son “perritos callejeros” se han criado y se mantienen como si fuesen de raza pura. Con el cuidado que se les puede dar.
A la fecha actual, ambos están a casi su primer año y medio.
Pero es de hacer notar, que ambos poseen su propia identidad.
¿Que los diferencia?
¿Que los hace cada uno distinto del otro?
Y sin lugar a dudas: Ella es la que manda.
Es manipuladora. Y cuando me toca darle la comida (a ambos) ella es la que se resiste.
(Yo les he dado  lecciones  para  que  aprendan a  esperar  a que  les  sirva  su comida. Que tengan paciencia. Que  esperen a que  les  dé  la orden en que ya pueden comer.)
No tolera la disciplina. Se me muestra reacia.
Y al regañarla, me mira de una forma que yo se la interpreto de la siguiente forma:
- Está bien. No me gusta, pero tengo hambre. (¡Apúrate!)
Y si eso es lo que te satisface…”Trataré de complacerte. (¿Cuánto mas tengo que esperar…Ah?) Aunque no te prometo nada”
Mucha gente cree   -y así lo asume-   que estos animalitos no entienden. Que son brutos, en fin, son unos animales.
¡Qué lejos están de la realidad!
En mi experiencia con estos dos, debo decir, que son dos personalidades muy distintas, pero que se complementan…
El Samuel Felipe, es holgazán. Perezoso. Parsimonioso en general.
De andar…No muy resuelto. Por lo que, para ser mas explicito…No toma decisión alguna.
La loquita, a pesar de que es mucho mas pequeña, es muy nerviosa. ¡Excelente guardián!
Siempre está alerta. Y al abrir la puerta del patio, por lo general es ella la que  sale a saludarme.
Y cuando le hablo, ella pareciese que me entiende… (¿Entenderme…?)
En contraposición del Samuele, que simplemente me voltea su enorme cabezota y se dedica a lo que mas le gusta hacer: Nada.
(Entiendo que no le interesa tanta verborrea de mi parte…Sólo le interesa que le sirva su comida ¡y ya! Entiendo que son dos tipos de personalidad, aunque ambos no aceptan tanta disciplina, pero al menos él es mas sincero y me muestra su hastío…Ella “se hace” la entendida…Pero al igual, lo único que le interesa es: ¡Comer!)
Samuel al parecer, está  “contento” con el espacio disponible…Pero ella no.
No puede pasar ningún animal por el frente…A ella no le gusta. Y se vuelve una fiera indomable.
Tampoco le gustan: Los que llevan muletas o los ancianos con su caminar muy lento.
¡Ah y se me olvidaba…Es racista! Pues no le gustan los negros tampoco…
Ella no tolera eso. ¿Y él? Simplemente la complace y la acompaña a ladrarle a todos.
…Pero por indicación de su fémina.  – ¿Porque si fuese por él…?  Viviría tranquilo y dejaría a los demás ser…Como son.- Y como ya, por lo menos para mi entender, ellos son así.
En una de las tantas noches, me despertó el ladrido tan insistente del perrito…Me extrañó que no la oía a ella.
Y eso me pareció muy extraño.
Y me levanté para indagar ese misterio.
Cuando levanto la cortina, para ver hacia el frente…Veo la desesperación del machito, que al parecer regañaba a su pareja… ¡Qué andaba muy tranquila…Por la calle!
¡Se escapó la loquita! Y salgo para tratar de meterla. Ella al verme me movía su cola, su columna, sus cuatro patas y me mostraba su sumisión ante mí…Pero se negaba a entrar.
La regañé. Le hablé.
Traté de hacerla entrar en razón.
Me dio muestras de entenderme todo: Pero se negaba a entrar…Por su propia cuenta.
- ¡Perra loca! – Le grité en medio de la calle.
- ¿Ah te estás portando como la perfecta loca callejera…? – Ella se me deslizaba con su habitual ligereza. No pude sujetarla.
Se tiró al suelo, me mostró su panza. Todas las muestras de obediencia y sumisión. Todas.
¡Pero! Se negaba a entrar.
(Y su compañero, desde adentro, le ladraba. Le espetaba. Le reclamaba. La ofendía. Pero igual: Se negaba a entrar. A la final, su compañero, al verle su determinación…Cambió su lenguaje y comenzó a gemirle. A implorarle. ¡Pero aun así! No aceptaba argumento alguno.)
Tuve que imponerme “!A lo mero MACHO”! Y la obligué a entrar. Entró obligada y sometida por mí. Y cuando su acompañante la recibió, comenzó a gruñirle…Pero ella no le hizo el menor caso. Corrió y se escondió en alguna parte del patio.
…Pensé que ya ella había entendido y que quizás se lo pensaría dos veces mas, antes de volverse a escapar.
¡Qué de ilusiones las mías!
Me cercioré y traté de ponerle mas impedimentos para que no se pudiese escapar de nuevo. Y me fui a acostar.
…Pero a menos de una hora…
¡Otra vez el ladrido sostenido del perruno!
…La loca movió el pesado ladrillo y todo lo que le puse…Todo lo removió. Y sencillamente se volvió a escapar.
¿Otra vez…? Me dije. Ya cansado y con mucho sueño. Salí y afuera, el pobre canino, comenzó a gemirme y a tratar de explicarme en su lenguaje perruno…Que de nuevo…La loquita, se había dado a la fuga.
- ¿Y qué podemos hacer nosotros…? – Le dije acariciando al noble animalito, que gemía y mantenía sus ojos suplicantes.
- Hay cosas en esta vida en la que nosotros, ya nada podemos hacer. Así son ellas…
Entiéndelo y asúmelo como tal.
Y si ella ha decidido huirse…
¿Qué podemos hacer…?
…Debemos asumirlo como tal.
¿No te parece…? – El noble ejemplar, ya no me miraba…Estaba pendiente del lado derecho.
Presumo que por esa dirección…Se le fue su compañera.
Y ya cansado me fui a acostar. Dejé a ese noble ser pendiente de esa esquina.
Como una hora después…Otra vez el escándalo.
- ¡Volvió la insensata! – Me dije. Acudí.
Y en efecto…Allí estaba la negrita. La loquita.
Y por la forma en que me saludaba, parecía que se iba a desarmar.
En esta ocasión…Entró sin chistar.
- Y después dicen que los perros son animales  y que no entienden nada…-Me dije, mientras volvía a los brazos de Morfeo.































  

© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        












                                     
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Miraba  y  mientras  se  extasiaba, sus recuerdos  afloraban…
Recordaba  en  el  primer  instante. ¡Qué  fulminado  quedó!
Por  instantes  quedó  desbalanceado…
Mundos  etéreos  se  trasladaban  en un  frenesí  incontrolable.
Ráfaga de suspiros y anhelos  partieron…Hacia  el  infinito inmenso.
Una  muy  tenue  brisa  le  arrulló  su estar y  sintió  una  sensación  pasajera  de  un  rico  frío, acompasado  con  una  especie  de abrazo  que  lo  enterneció…
Su aroma. Aquel  hermoso  influjo.
Efluvio  invisible  de  inagotable poder.
¡Qué  poderoso  estigma!
Qué  de  señales…
Floreciente  vestigio  que  le  ha marcado  el  destino.
Y en  una  sola  pieza, tuvo  que romper ese  influjo… Aunque  su  marca  le  ha  signado.
No  hay  duda  posible…Huellas  le  ha dejado, una  tristeza  milenaria  lo ha  envuelto…
Y esa  ausencia  de  tener.
De  poseer. De  desear y de  ansiar…
Le  han  despojado  de  su  paz.
Hoy  transcurrido  cierto  tiempo  (Poco  en  verdad, ya  que  siempre  se ha de  fundir,  ¡con  ese  magnetismo invisible  pero  de  solidas  fuerzas!) Pero  en  ese  preciso  instante, ya  allí  no  estaba.
Un  rayo  invisible  lo  envolvió,  sintió en  carne  propia  su  fragancia…
Anhelante  miraba  sin  poder  ver  en sus  ojos  terrenales…
Pero  muy  dentro  de  sí  mismo, todo se  metaformeaba…
Extraños  sortilegios  presagiaban estancias  sospechadas…
¡Con  ese  crisol, que  aunque  no  lo une, pero  lo  acaricia!
…Ya  todo  estuvo  hecho…Ya  en  este lar no  ha  de  encontrar el  mayor  de sus  tesoros.
Seguir  en  su  tránsito, en  ese  andar bamboleante.
En  esa  inseguridad  que  nada asegura.
…Así  ha  sido.
Es  en  tiempo  presente…
Y en  un  preludio de  su  gerundio infinito, se  marchita  mientras respira…
En  ese  deambular  por  senderos ocultos  e  indivisibles…
Pero  así  ha  de  ser…












© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        













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¿Somos civilizados...? Negociemos...

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- Nos encontramos en un preámbulo en nuestra “lucha sin cuartel” y enfrente nuestros “enemigos”   (por razones que desconozco ahora mismo nos tenemos mucha desconfianza      -a pesar de ser vecinos y que antes ¡hasta jugábamos de todo!  Pero por razones un tanto mundanas, hoy nos enfrentamos-)       y es que este mundo en ocasiones se deforman en unas pinceladas…Muy preocupantes.
Y como te decía… - Y justo en ese preciso instante se escucharon detonaciones que denunciaban el inicio de un fuego cruzado, mi amigo José  estaba muy nervioso, tanto que sus ojos parecían querer escapárseles de sus cuencas.
Y eso me preocupó mucho. Temí por mi integridad física.
Observé como el poderoso grupo actuaban como si fuesen un comando de ataque. Por lo que me pude dar cuenta, ellos son demasiado poderosos. Una guerra muy desigual.
David contra Goliat.
En un momento en que cesaron sus ataques, me miró de nuevo y me dijo en susurro:
- Ellos quieren que confiemos en ellos. Se tildan y se ufanan de ser muy “democráticos” pero son violentos y despiadados. Buscan nuestros flancos mas débiles y allí nos dan sin piedad y con alevosía. Son unos malvados.
Y gritan a todo pulmón que ellos nos aman, que nos quieren. Y que debemos ajustarnos a su Justicia.  
Sólo que en lo personal, no les creo.
¡Es mas,  nosotros no nos confiamos en ellos!
¡Hablan de Paz, pero nos atacan!
Hablan de Justicia, pero nos agreden.
Gritan y vociferan: ¡Somos civilizados!
Pero nos atacan hasta por la espalda. 
Y pretenden que soltemos nuestras piedras y palos, ¡pero ellos tienen hasta metralletas, armas cortas y largas, tienen hasta granadas fragmentarias!  
…Y no se desprenden de su armamento, al contrario, las esgrimen para demostrarnos que son ellos los que mandan y que nosotros debemos someternos…Así de sencillo.
- …Ustedes deben ser muy locos al enfrentárseles sin armamento alguno… - Razoné yo, él me miró de reojo y fijando su atención al sitio en donde se producían los hechos, me dijo a manera de razonamiento de su parte…
- Nosotros somos el grueso de vecinos. Somos mayoría. Pero no tenemos armas. Ellos son pendencieros.
Nos quieren obligar a que seamos como ellos. Pero nos negamos a eso.
- ¿…Pero alguien está hablando…O negociando…? Es muy peligroso para ustedes. El que no tiene arma y se enfrenta a un enemigo muy poderoso…Tiene y Debe negociar.
La fuerza no está del lado de ustedes.
- Solamente nos asiste la razón… - Me dijo como si estuviese pensando en voz alta. Yo lo miré, y noté que todos los que lo acompañaban estaban en la misma condición.
- Con la razón no tienen Fuerza para repeler esas embestidas. ¿Qué piensan hacer…? – Bajó su cabeza y muy triste me confesó…
- Lo peor de todo, es que hemos pedido ayuda. Pero nuestros gritos de auxilio, suena como un aullido que se dispersa en medio de esos torbellinos de vientos y tempestades.
Nadie nos escucha. Se han quedado sordo. Mudos.
No acuden en nuestro auxilio. Estamos solo en esto.
A pesar de que hemos hasta suplicado a que nos defiendan, pero todo cae en saco roto.
Estamos solos en esta lucha. Pero tendrán que matarnos a todos, ya que no estamos dispuestos a que nos sigan saboteando y robándonos nuestros derechos. – Lo noté muy decidido y pensé para mí mismo…
(¿Derechos? ¡De qué derechos me alude este! Hay que ser muy insensato para inmiscuirse en cosas que no te son pertinentes.
Si vivimos en un mundo en donde el mas fuerte es el que manda. La propia: “Ley de la selva”
¡Y siempre ha sido así!
Nos contentamos con auto calificarnos de: “Seres inteligentes” “Civilizados” pero solamente con el látigo y las cadenas se puede someter a tanta bestia que anda suelta.
¿Derechos a qué…? )   …Pero preferí callarme por aquello de que “en boca cerrada ¡no entran moscas!” el caso es que me despedí de él y me alejé lo mas pronto posible, mi permanencia en ese sitio era muy precaria y las balas no tienen dueño…Era mejor para mí, y eso hice.
Me dio mucho pesar, pero es que ese no es mi problema; bastante tengo con los míos.
En ocasiones quisiera regalar todos mis problemas…El caso es que nadie los quiere…














© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        















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Dicen que hablando se entiende la gente... ¡Eso dicen!












Corto  en  relatos











“¡Es que hay que dialogar!”










Si en este mundo
En donde Dios
-al parecer de “algunos”…-
Se niega a aparecer,
le ocultan o lo tapan,
y cuando habla…Nadie le escucha
¿Qué se puede hacer…?











- Esta lucha es sin cuartel   -aunque “algunos”  así lo quieran dibujar o al menos pretenden deformarla, dándole ribetes de una cierta igualdad, y solamente al resguardo de la oscuridad así sea percibida, pero luego al darle los primeros rayos solares…Todo se desvanece y comienzan a vérsele sus costuras.
En un principio es casi imperceptible, pero luego…Se le ven esos grandes vacíos.
¡Es que no se le puede disimular!
Huele mal. Fétido. Podrido. Nauseabundo.
Y luego…Ves lo deplorable que es.
Sin duda alguna…Malo. Perverso. – Tal es la expresión de la hermana de la esposa que trata por sobre todo disimular lo mal que está su matrimonio, pero que controlada por su esposo, ella trata por sobre todo, de no “alborotar” mas el avispero y lograr con esto que el mismo…No la ataque o la vuelva a golpear.
- No hermanita…No es así… - Intervino la agraviada, pero en su forma de hablar demostraba su temor. Al lado tenía a su marido.
Y     -según los que lo conocían-      la pellizcaba y sus golpes le daba   -disimuladamente-     para que interviniera a su favor.
Y ya viéndose descubierto en su faena, decidió asumir él mismo su defensa…
- No cuñadita. Tú estás errada. No es así como son las cosas…
Y recuerden todos ustedes
…Y no es que se los esté sacando a relucir…Pero… - Los miraba con esa mirada que suele hacer el águila ante su posible victima…
(Los aludidos, los familiares de su esposa, ya lo conocían. Y sabían que muchos de ellos dependían de “las ayuditas económicas” que con frecuencia él les suministraba.  Y es que en cuanto sintieron en “carne propia”  el significado que escondía esas arteras miradas…Algunos de ellos, se movían con cierto disimulo. ¡Era cierto! Debían ir con delicadeza puesto que muchos de ellos tenían “rabo de paja”…La amenaza surtió el efecto deseado.)
- …Y como son… ¿Cómo tú mismo dices que se debe hacer…Y cómo ha de ser entonces…? – El hombre sintió en lo mas profundo de su ser que la animosidad ya estaba manifiesta y sonrió con ese tipo de sonrisa que produce una hiena…
- …Bueno. Recuerden. No somos enemigos. Y yo siempre que puedo…Me les aparezco con algo de comida. Ya me entienden. ¿Cierto? 
…Y no es una amenaza. ¿Ok?
Además entiendo que estoy en minoría. Y que ya todos los aquí presentes ya tomaron su partido…
- ¿Minoría…? Estamos los que estamos.
¿Acaso estamos en una elección…? – Él vaciló y comenzó a analizar la posición de cada uno de los presentes.
Y en verdad, no estaba en el mejor de los terrenos. Era claro, había un cambio entre ellos.
Lo sabía, por lo que era menester ser lo mas cauto posible. Una indiscreción de su parte y se le vendría todo en su contra.
Presionaba a su costillita de la forma mas tímida posible. Era preciso pasar este vendaval.
Temía ser descubierto. Por lo que debía dar la impresión generalizada de que era “un buenazo” y de que los que lo acusaban de “tirano y déspota”  debían ser vencidos. Era preciso.
Ya había alertado a su señora. Le había indicado lo que podía decir y en qué momento.
- Pienso y después de tanto analizarlo…Que lo único prudente de todo esto es que: Dialoguemos. Que nos digamos las verdades acá. De frente. Como me gustan a mí las cosas.
- Bueno. Empecemos. – Lo invitó su suegra.
- Pido la palabra. – Dijo en forma imperiosa, cortándole la intervención de la abuela de sus hijos.
- Y empiezo por preguntarle a mi queridita esposita…Aquí presente. – Y en vista de que todos aprobaron su petición, arrancó de la siguiente forma…
- Diles a todos los aquí presentes: ¿Yo te pego?
- No. – Respondió en forma automática.
- ¿Te regaño acaso…?
- No.
- ¿Te he maltratado en alguna forma…?
- No.
- ¿En algún momento…?
- No.
- ¿Vieron…? – Les preguntó a todos los presentes. Su cuñada que estaba allí le espetó…
- ¿Y por qué no la sueltas…? ¡Siempre le estás indicando qué es lo que debe decir!
- No la tengo agarrada. Y mi amada esposita dice lo que ella le apetece. ¿Verdad tú?
- Si mi amor. – Le asintió bajando su cabeza ante todos.
- ¿Vieron? Ya todo está consumado. Mi misma esposa ha aclarado todo este entuerto.
¡Ya nadie puede venir a achacarnos nada malo!
Además nosotros hemos resuelto siempre todas nuestras diferencias así.
Hablando entre nosotros mismos.
Sin presencia de nadie.
Nosotros no necesitamos que nadie nos venga a resolver nuestras propias diferencias.
¡Es cierto! Por supuesto que entre nosotros tengamos nuestras diferencias. ¿Acaso hay algún matrimonio perfecto…Qué digamos eso?
No salimos a contar a nadie nuestras diferencias.
No andamos chismeando nada de nuestras cositas. ¿Verdad mi amadísima y muy queridísima esposita…? ¡Diles a ellos que no tenemos diferencias entre nosotros! ¡Díselo ya!
- No. – Respondió en forma mecánica.
- ¿No…Qué…? – Le recriminó en forma amenazante, a lo que ella respondió en el acto.
- ¡Ay perdón! Perdóname mi amor. No había escuchado bien.
- Siempre en la luna. – Le respondió en forma tajante y luego volviéndose a ella, la encaró de esta forma…
- Le decía a toda tu amabilísima familia aquí reunida. Porque creen que yo te pego.
- ¡No, jamás! – Casi chilló en forma alarmante.
- Diles en tu lenguaje, ¿cómo somos nosotros?
- Nosotros vivimos muy felices. Claro en algunos momentos tenemos nuestras pequeñas desavenencias. Pequeñas.
Pero mi maridito, me adora y las resuelve.
Bueno generalmente soy yo la que mete la pata. Pero gracias a él, todo se resuelve rapidito. ¡Hasta me trae flores y mariachi!
¡Él me ama muchísimo!
¡Y también a mis hijos…Nuestros hijitos!
- ¿Ya la escucharon? ¿Ya están satisfechos?
Porque si no le creen a ella… ¿Le creerán a mis
Hijitos, acaso…? – (Él se quedó auscultado uno a uno, la impresión que habían tenido. Y calló al ver las expresiones.) Los presentes se revolvieron entre ellos. Muchos entendieron.
Pero lo disimularon. Era el momento de retirarse.
…Y así lo hicieron. (Él soltó todo el aire que había retenido, esperando que esas palabras fueran definitivas. Y que él pudiese volver a su normalidad.)




























© Bernardo Enrique López Baltodano 2016














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"¡Qué fue Besnaldo!"

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Corto  en  relatos








“¡Qué fue Besnaldo?”







Caminando a lo lejos
veo una figura muy familiar,
con su andar muy impreciso,
agarrándose de la cerca
vi que venía…Don Carmelo










Sentí la emoción de un párvulo, al verlo de lejos,
mi gran amigo que con su paso añejo se iba acercando con el fervor de un crío.
Noté su sonrisa   -muy añeja por cierto-    sentí su espontanea alegría al verme.
Nos saludamos con la efusión correspondida.
Lo invité a entrar. Se apoyaba de las paredes.
Se sentó con ese cansancio que producen sus añejos  años de existencia, y nomás al hacerlo me espetó su desagrado…
- ¡Me cargan loco! – Lo miré con extrañeza, y él por respuesta me regaló otra de sus   -carencia de dientes-    y moviendo toda su caja torácica.
- Ya ni caso me hagas. Sabes que ya estoy desvariando mucho. Pero es que me cargan loco.
Dicen que será mañana o quizás después, ¡el caso es que no sé cuándo me pagaran mi pensión de vejez!
Y yo necesito saberlo…Para poder hacer mis gastos.
Ya sabes que aunque sea muy viejito, todavía tengo mis gustitos. – Se sonrió, mientras se reía a batiente limpia. Tomó su sombrerito, lo acomodó y luego se me quedó esperando mis comentarios. Los cuales se los di en cuanto hubo acabado su ataque de risa espontaneo.
- ¿Y cómo está su hijo, el que vive cerca? – El colocó su mano sobre su oído y afinando su mirada me dijo…
- ¿Mi hijo? ¡Ese está muy bien, Gracias a Dios! – Y quedándose pensativo, me dijo pasado unos segundos…
- Mirá Besnaldo…Yo te voy a narrar otro pedazo de mi larga existencia. Tengo: 88 años y para el 14 de marzo del 2. 017 cumplo mis primeros: 89 añitos de vida. Y me dirijo entonces después para mis: 90 años de existencia. Y debo decirte que mi vida no ha sido fácil que digamos.
¡Yo he llevado leña! ¡Leña de la pura! Te voy a contar uno o dos capítulos mas de mi vida (para que lo incluyas en tus escribideras…Ji, ji, ji.)
Yo me divorcié de mi primera señora, ¡después de haber vivido 35 años con ella! Y me fui a vivir a Caracas. ¡Nunca dejé de depositarle para mis hijos!
Mes a mes. Y cuando llegaba algún amigo, le enviaba en efectivo a la señora  (porque yo me separé de ella, ¡pero nunca de mis hijos!) Bueno y así fue pasando el tiempo. Me encontré una mujercita y nos metimos a vivir juntos. ¡Chico y cuál fue mi sorpresa! cuando un amigo que recién estaba llegando a Caracas me dijo… “¡Mirá Carmelo…Tú mujer está preñadita… (Yo me quedé…Con los ojos nublados. ¿Y ya me había olvidado “mi señora”?) ¡Resulta que apenas saliendo yo…Y ya tenía “mi sustituto”…Ji, ji, ji, ¡estas cosas solo me pasan a mí! El caso es que eso no me importó ¿total?
¡Yo también tenía “mi resuelve”! Ji, ji, ji, ji…Qué risa me da todo esto.
Para no hacerte mas largo el cuentecito…En cuanto ella le confesó a “su hombre” que ella estaba embarazada… ¡Se le voló! ¡Abandonó su nido!
¡Pero eso a mí no me importó!
 Yo le seguí depositando religiosamente. Mes a mes.
Pasaron varios años     -y yo siempre le daba “una vueltica”-    para ver cómo estaban mis hijos. Y en unas de esas, le propuse…
- ¿Ese muchachito tuyo…No tiene padre, cierto? – Ella me confesó, lo que ya sabía, entonces le dije…
- ¿Aceptarías que yo reconozca a ese hijo tuyo, como mío…Qué te parece…? – Ella se alegró   -pero trató de que no me diera cuenta  ¡pero ya la conocía!-
- Bueno…Si es su decisión… - Me dijo bajándome su cabeza.
- Si. Para que nadie vaya a decir que ese carricito es de padre desconocido… - Y fuimos a la prefectura y lo reconocí como si fuese hijo mío.
El caso es que hace poco, ¡ya ese carajito es todo un hombre! Y ya le apareció su verdadero padre. Y él anda(ba)  detrás suyo…Y digo: “andaba” porque te voy a contar esto… - Tomó aire, meditó por unos instantes y arrancó de nuevo…
- Su padre tenía un camioncito ¡viejo y todo destartalado!  Y yo le decía a su madre (que fue mi señora, la que te dije que vivimos 35 años de vida matrimonial) ¡Cuidadito con ese camioncito…Que lo veo muy extraño! Y ella me respondió…
- Tranquilo Carmelo, que lo van a vender. Pero antes quieren  sacarle unos centavitos y se va a poner como “transporte colectivo” es decir, van a transportar pasajeros y el hijo, le va a servir de colector.
Yo le dije… ¿Y no es peligroso? Ese muchacho atrás, guindado de la cerca…Se puede caer y dar un mal golpe.- Pero su madre me ripostó: ¡No que va! Ese carajo es “¡muy vivo y despierto!” – Bueno, no me convenció mucho ¡pero ellos son ya grandecitos!
¡Chico, cuál es mi sorpresa! Andaba arreguindado y en una de esas…Se zafó…
¡Y se cayó! Y al parecer un camión ¡se lo llevó por delante!  …Y lo mató en el acto.
…Hoy lo están veloriando. Está muerto el hijo.
¿Qué te parece chico…? – En su rostro se le confundieron sus arrugas con su dolor. Y por lo visto, a pesar de que no era suyo…Lo quería.
Guardó unos momentos un silencio póstumo.
De vez en cuando notaba que luchaba para no caerse en lágrimas. Sacó  su pañuelito y sacando sus lentes, hizo que los limpiaba, mientras con disimulo se lo pasó por sus parpados…Caídos y roídos por los tiempos que no perdonan y que no lo disimulan.
- Y lo peor es que no sé en donde tienen el cuerpo para ir a hacerle los honores.
Ya ni para eso, me toman en cuenta.
No les importa Carmelo.
No piensan que   -aunque no haya sido mi hijo-    pero a mi manera siempre lo quise.
Pero ya Carmelo está viejo.
Chocho. Obsoleto. Ya nadie me hace caso… - Y mirándome de frente me dijo…
- Sólo vos… - Y se levantó de su asiento y comenzó a despedirse, sin esperar mi respuesta. Y salió como brota el viento repentino…Se escabulló entre el bullicio de ese día…Su esquelética imagen se bamboleaba de un lado a otro y se tapaba sus ojos con sus escuálidas manitos…Ya son: 88 añitos…






















© Bernardo Enrique López Baltodano 2016













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