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Me encontraba montado en un mini bus. (Acá en Venezuela, la llamamos: Buseta. Carga una veintena de pasajeros sentados y otros tantos de pie. En servicio urbano.)

Comenzó a llenarse de una forma abismal…Miro mi reloj y me percato de que son pasadas las cuatro de la tarde.

En cada parada del servicio colectivo, hay docenas (¡Y mas!) de personas en espera para poder irse a su casa.

Por allá se bajan tres pasajeros…Y se montan: ¡10 mas!

Y para cuando ya llevamos menos de un tercio de su ruta…Contemplo asombrado que ya van mas de ochenta personas parados dentro de esa unidad pasajera. (¡Dios! ¿Y de dónde saldrá tantas personas…?)

En otra esquina, se abalanzan mas de cuarentas personas…Y a pesar de que ya no cabíamos mas…Se encaraman por las ventanas.

-        ¡Horror! – Pensé mientras veo como el colector, cobrando el pasaje, trata de que ya no se monten mas…Pero ya nadie le hace caso. Por allá escuché a una joven que gritaba…

-        ¡Llevamos mas de una hora esperando y nada! Me monto a como de lugar. – Ya el calor es insoportable.

Y contemplo que el que cobraba los pasajes…Ya no le caben la cantidad de billetes y se los va metiendo en todos los bolsillos de su pantalón…Y en los de su camisa. (Cada pasaje es: 400 bolívares)

…Y me pregunto… ¿Quién se beneficia en todo esto…?

Al poco tiempo escucho un griterío y un forcejeo…

Oigo una voz femenina que reclama…

-        ¿Qué le pasa señor…? ¿Qué le pasa…? – Todos los allí presentes tratábamos de indagar mas…Pero es que era virtualmente imposible.

¡Había un tumulto de personas!

Y cada uno se arreguindaba de lo que mejor podía.

-        ¿Por qué insiste…? ¡¡No me esté abrazando!! – Escuchaba la voz ronca de un hombre, pero no lo pude divisar.

-        ¿Es qué nunca ha tocado a una mujer? – Y de inmediato otro repicó…

-        ¡Suéltala para que se defienda! – (Risas)

-        ¡No llévatela para tu casa! – Y mientras otros se divertían a costa de las quejas de esa fémina, seguía escuchando una voz gangosa.

Y mientras esto pasaba, ya eran mas de una docena de jóvenes que se arreguindaban por el marco de las ventanas, mientras el chofer continuaba ajena a todo tipo de quejas y su cobrador, iba repleto con tantos billetes de muchas denominaciones.

Y fue cuando escuché a otro que se quejaba…

-        Esto nos pasa por: “cabezas duras” por estar creyendo en el comandante aquel que gritaba: “¡No importa que anden desnudos! ¡No importan que no coman…Lo importante es la REVOLUCIÓN!” – Muy pocos prestamos atención a esa voz anónima que nos echaba en cara eso de estar creyendo en: “Militares Revolucionarios”

…Pero mientras todo esto acontecía, yo seguía viendo que ya esa unidad…En cualquier momento se iba a caer…Por tanta y tanta gente que se montaba por doquier.

(Y veía como los que no se podían montar, miraban asombrados lo bajo que se veía…Y por sus caras de pesimismo, asumí: ¡Qué en cualquier momento caería al pavimento, por tantas y tantos montados en ella.)

Chequeaba centenares y centenares de personas que saliendo de sus trabajos o de sus centros educativos, trataban de llegar a sus casas. Vano esfuerzo.

(Mujeres que se lanzaban en la multitud, cansadas ya de tanta espera.)

Cada día quedan menos unidades trabajando.

Y la razón es muy sencilla: Si se le rompe una arandela…La tienen que desechar ya que no hay repuesto.

No hay dólares.

¡Hay muchos dolores de un pueblo sediento de Justicia!

No hay comida y la poca que viene, nos la venden a precios exorbitantes.

No hay medicina…Igual y la que se consigue nos las venden a precios imposibles de pagar.

¿Y nosotros…?

-        Pobrecita Venezuela.- Gimió alguien.

-        “Pobrecitos nosotros que habitamos en medio de este aquelarre.

Alguien se estará beneficiando con todo esto…” – Pensé mientras transitaba en esa tarde atestada de pasajeros insatisfechos, de vanas ilusiones.

Andando en medio de la frustración de un pueblo ya caduco, que transita sin dirección fija…

¿Quién…?  …O será: Quienes…Se benefician de todo esto…

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