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¡Entra y busca…Seguro lo
encontrarás!
Me
comenta Joan:
-
En cierta ocasión me tocó hacerle una inspección a una casa, en cierto barrio.
Mi trabajo consistía en chequearle el medidor de electricidad, para verificar
su consumo energético.
En
mis inspecciones por lo regular voy acompañado
pero en esa ocasión, me tocó ir solo
y me costó dar con la dirección, ¡pero a la final, la pude localizar!
Y
cuando yo llego al frente de esa vivienda, veo a una mujer -ya madura- y
la veo sentada y apoyada sobre una mesa.
Sus
dos manos le cubrían la totalidad de su rostro
-y yo me dije: “esa mujer
parece que está llorando o debe tener un problema muy grave”- ¡pero era mí deber entrar para chequearle
el medidor!
Y
me le presenté.
La
mujer no me respondió al primer intento.
Entonces
me dispuse a levantar mas mi voz y a tocarle el portón… (Con el debido respeto:
Era una doña.)
-
¡Señora! ¡Señora! …Por favor… - Y en
esta ocasión noto que va bajando lentamente sus manos y se voltea a
mirarme -fue cuando vi que tenía una cerveza y que se
la estaba tomando- y
entonces me le presenté y le pedí permiso para entrar y verificar su
medidor.
Ella
se me quedó mirando ¡como si yo fuese un marciano o que venía de la luna!
Y
me dijo…
-
¿El medidor? ¡Ni siquiera sé si existe!
…Entra
y averigua tu mismo…
-
¿No sabe si hay medidor…O no sabe dónde está?
-
¿La verdad? No. Entra y verifica tú
mismo. – Y tomando su cerveza se echó un trago bien largo.
Yo
me quedé impávido, no entendí y le pregunté…
-
¿Pero usted es la dueña de esta casa…?
-
Si. Yo soy. Pero no sé lo que me estás preguntando.
Entra
y averigua, por favor… - Yo seguía sin comprenderle el sentido de lo que me
afirmaba y entré.
-
Perdone pero… ¿Cómo es que usted no sabe?
-
Mira hijo… - Y se recogió la manga larga de su camisa y me mostró su brazo…
¡Full de tatuaje! ¡Horror!
Y
un número en su antebrazo y señalándome un tronco de un árbol que estaba cerca,
me señaló para que me acercara y me
sentara en el. Cosa que hice.
Pero
de verdad, quedé estupefacto (En verdad: ¡Sentí mucho terror!) cuando la
detallé: Era una mujer como de unos cincuenta años.
Hermosa -todavía-
pero la veía muy marcada.
De
tez clara. Y al notar que yo la estaba observando, me dijo…
-
Te explico: Hoy me soltaron de la cárcel.
Estuve
presa por 30 largos años. Y para cuando yo salí de esta casa…Bueno, no estaba
tal como hoy en día me la encuentro… - Volteó a ver su casa; la cual se notaba
a leguas, el tremendo abandono en que se encontraba.
-
¿Y eso por qué? …Y perdone mi indiscreción…Pero ¿30 largos años? ¡Esa es toda
una vida! – Se me salió el haberle hecho esa pregunta…Reconozco que fue un
error de mi parte ¡porque eso no es problema mío! Pero la ‘¡curiosidad mató al
gato!’ – Ella se me quedó mirando y me dijo…
-
Siéntate. Necesito hablar con alguien. He pasado muchos años en silencio, y hoy
quisiera desahogar parte de mis amarguras. – Yo le obedecí y me senté a oír lo
que ella me fuese a contar.
-
Mira, yo fui una señora, madre de dos hijos.
Lo
que se llama: Ama de casa.
Pero
mi marido cada vez que bebía, cuando llegaba a esta casa: ¡Me caía a golpes! Me
humillaba.
…Y
bebía demasiado.
Siempre
me castigaba. Me ofendía. Me violaba.
Me
escupía…Hacía conmigo ¡lo que le daba gana!
Y
ya me tenía tan harta: ¡Que ya le había perdido el terror que le tenía!
Y
una noche quiso hacerme todo lo que él quería…
Pero
ya yo tenía todo preparado: Saqué un puyón (¡Ese que se utiliza para picar el
hielo que viene en panela!) y lo tenía guardadito por allí…
¡Ese
desgraciado vino y comenzó a golpearme y a patearme! …Y en uno de sus descuidos, ¡corrí y busqué
esa arma y se lo introduje en todas partes de su pecho y hasta en el
cuello! ¡Una y otra vez, con
desesperación y con la rabia contenida por tantos atropellos en mi humanidad!
…Me
desquité…
¡Lo
maté porque ya me tenía harta!
Porque
ya no estaba dispuesta a que hiciera conmigo lo que a él le daba gana. – Hizo
una pausa y se quedó pensativa y con esa tristeza que mantenía en su rostro,
continuó…
-
¡Ves esa mata que está allí…? – Me señalaba un sitio en el que en efecto, había
un árbol allí.
-
Si. – Le dije (No te oculto que sentí mucho miedo…)
-
Allí lo maté. Y después de eso, agarré a mis dos hijos y se los llevé a mi
madre y le conté lo que había hecho.
Y
de allí, fui a un destacamento de la policía y…Les dije lo que había hecho y me
entregué.
¡Bueno!
Me condenaron a: 29 años, 10 meses y 6 horas de cárcel.
¡Nadie
acudió en mi defensa!
Y
pagué mi condena.
Ni
idea tienes todo lo que he tenido que padecer.
¡Y
hoy me soltaron!
Y
vuelvo a esta casa, en busca de mis hijos y me encuentro que:
Mi
hijo…Es un ladrón, violador y me cuentan que está huido de la Justicia.
Y
mi hija: Es una cualquiera. Ha tenido
¡sopotocientos maridos! Que tiene
varias escalerillas de hijitos.
Y
que el último que tiene es: Un vago. Un maldito.
Y
que ella tiene que trabajar para mantenerlo a él y a todos sus hijos.
¿Y
yo…? ¿…Qué puedo hacer…?
Unos
vienen para ser estrellas y otros: ¡para ser estrellados!
Y
aquí me ves, pasando por ‘este rosario’ de desgracias que siempre me han acompañado en
esta vida.
¿Qué
te parece…? – Yo quedé anonadado.
No
sabía qué responderle. ¿Qué podía decirle…?
Ella
se levantó y fue a buscar mas cervezas y me trajo una a mí, pero yo le indiqué
que no podía beber. Insistió, pero fui firme, le dije que no podía beber y que
si llegaba con el tufo del licor ¡me botaban de una vez!
Ella
no insistió mas.
Y
se tomó la que me traía a mí de un solo trago.
Puso
la botella sobre la mesa y se volvió a sentar, en el mismo sitio en donde la
encontré.
Pasó
un rato sin hablarme.
Vagaba
en sus pensamientos.
Y
después mirándome fijamente me dijo…
-
¿Conoces a… (Y me dijo el nombre de un compañero mío que labora en la misma
empresa)?
-
Si lo conozco. – Le respondí.
-
¡Ese es un desgraciado!
-
¿Y cómo lo conoce a él? – Me intrigó porque, que yo sepa el amigo en cuestión
no había caído preso ¡que yo supiese! Y
me aseguró…
-
¡Ése! Iba a la cárcel y se hizo amigo de varias presas…
Y
lograba el favor con varias. ¡Y como nosotras estábamos años de años, sin ver a
un hombre!
…Él
se aparecía con regalitos: Con toallas sanitarias, con cigarrillos, con prendas
íntimas y se las regalaba a varias… ¡Eso es un tesoro para las presidiarias!
¡Y
cuando él llegaba: Era un Rey!
¿Te
imaginas eso…?
-
¿Y usted fue mujer de él?
-
¿Yo? ¡No!
Cuando
yo caí presa, una mujer me sometió y a punta de golpes…Me hizo suya. Yo fui de
ella. Me lesbianizó.
…Me
sometió a punta de mandarria, arañazos…
Mi
marida, salió unos años antes que yo.
¡Y
bueno: continué siendo una lesbiana!
…Me
quedó gustando…Ya sabes.
Tengo
mas de 30 años que ¡no me ha tocado
hombre alguno! – Y se me quedó mirando fijamente y me preguntó…
-
¿Quieres estar conmigo, ya mismo? – Y un frio intenso me recorrió la espalda., mis
piernas comenzaron a tiritar…
Mi
corazón latía a millón.
¡Yo
creo que hasta la tensión se me disparó!
…Debo
reconocer que me inundó el terror y en el acto me levanté y le dije…
-
¡No si a mí también me violaron!
También
son un lesbiano.
Y
me gustan los hombres. No me gustan las mujeres. – Y salí corriendo de su casa…
Nota del autor:
En ocasiones tengo el agrado de escuchar los
relatos de forma oral de algunas personas que se acercan a mí y me cuentan
pasajes en su vivencia muy cotidiana, en estos casos les solicito su
autorización para poder publicarlas.
¡Gracias por la contribución de cada
persona! que acude a estas páginas para
poder leer estos mis:
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Atte;
Bernardo E. López B.
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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