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¡Entra y busca…Seguro lo
encontrarás!
“Este es un Relato que bien pudo
acontecer…
En algún momento y
en un sitio inesperado,
aunque los
personajes no bien –sean- necesariamente
los que en realidad
así lo sean.
Por lo que podemos
asumir que quizás, a lo mejor…
Pudiese ser…No
necesariamente…
Pero se puede dar.
En todo caso…Cada
quién puede asumir
lo que ha de ser.
Érase una vez -algo que
pudo haber sido…O a lo mejor no-
en todo caso, hay indicios
que algo de ello ocurrió, no se sabe en qué tiempo o en qué espacio
-en específico- pero…
“Vivían en cierta comarca muchos seres que por su proximidad y
cercanía, pues se toleraban y hacían su vida mas o menos en común.
El señor Perro -junto a su
familia- coexistía con los del señor
Gato (igualmente con su familia
correspondiente), en otros extremos también convivían con otras especies tales
como: Sr. Ratón, Sr. Gallo, Sr. Pato…Y un largo etc..
La gallina no se encontraba tranquila y esto se debía a que no
podía circular con libertad, ya que el perro la asediaba.
- No tolero su falta de seriedad, para mí que soy una dama, y
además madre de familia… ¡El perro y su “honorable”
familia me hostigan constantemente! – Su carácter era muy adusto. Discutía con
basamento.
- He de llevar este caso a un Alto Tribunal que sea capaz de
imponer el Orden debido. – A todos los presentes les pareció muy lógico esta
determinación y votaron para que así sea.
Y en las deliberaciones, todos estuvieron de acuerdo que el Sr. Búho, -Un Señor en todo el sentido de su
concepto, era el mas indicado, además era el que todo lo sabía (además de verlo
todo)-
Se instaló entonces el Alto Tribunal, al cual todos juraron
obedecer su determinación y resolución respectiva. Y sin dilación alguna, las
partes tomaron su partido. Los que apoyaban a cada quién, ubicaron su
participación al respecto.
- ¡Yo acuso al Sr. Perro, a su esposa e hijos! Y los acuso ya que
todo el tiempo nos agreden: Tanto a mí, como a mis hijos y ¡hasta a mi esposo!
(Pues no lo dejan ser el Gallo del corral, ¡Cómo así debe ser!) –
Hubo un coro de asombro y estupor.
…De repente…Todos se percataron de que el Mayor de todos ellos…Se
acercaba con curiosidad.
¡Todos se sintieron aprehendidos!
…Por el aroma…Supieron quién era. El Rey de la Selva, con su andar
majestuoso a ellos se aproximaba…Seguido por los miembros mas cercanos de su
propia Familia…Muy Real por cierto.
Se ubicó en la Barra Imperial. Su Sitio Ideal. Y a una seña de él…Se
reanudó la sesión.
Ante la señal del Juez quién levantando una de sus alas: Impuso el
orden debido.
- Qué hable el Perro (Pueden hacerlo, tanto el jefe, como la jefa o
alguno de sus descendientes; propuso el Rey León, todos asintieron ante su
rugido…Señal de aprobación)
- Yo tomo la palabra. Y en mi condición de Macho, impongo que Yo
soy ¡el Jefe de todos!
- ¡Un momento: El Rey es el Jefe! Y no permito usurpación alguna… -
Su malestar se sintió y estremeció todo esa comarca.
(El perro bajó su cabeza y en señal clara, anunció su sumisión: La
cual fue aceptada por el mandamás.)
El Juez, se sintió incómodo, pero prefirió callar.
La gallina, y toda su prole…Cacarearon…Pero ante tal determinación…
- …Pienso, y pido la palabra al Venerable sr. Juez… - Quiso
intervenir el Zorro, pero al ver la imperativa actitud del Sr. León…Se sumió en
una especie de letargo. Todos a la una guardaron un muy espeso silencio. El de espesa melena de color oscuro, se erguía
en una posición que no toleraba objeción alguna.
Y todos los allí presentes, lo sabían. Y se sometían.
No se puede cuestionar al que Ejerce tal autoridad, sobre todo
porque…No se puede. Ni debe.
No es nada inteligente. Hay que ceder…
Nadie se atrevía a repeler al Rey al contrario, se ajustaban a su
doctrina -aunque existiendo un ‘un
Alto Magistrado’…Pero sin mando propicio…-
así pues…Son las cosas…
- …En mi Tribunal, las Leyes se obedecen… - Asumía el Juez, sin
tomar en cuenta el Poder allí presente, y moviéndose nerviosamente desde su
Alta Magistratura.
- ¡Y aquí en mi Predio…La última Palabra la digo YO…Siempre!
- Claro. Claro. – Aceptó desde la altura de su rama, el ave rector.
Así pues se fue dilucidando aquel Juicio extremo.
- Si Su Majestad nos da su venia…Y contando con su anuencia… -Dijo
en una forma por demás…Inteligente: El Sr. Perro…
- Quizás pueda yo explicarle ¿el por qué? De mi actuar…
- ¡Tienes mi autorización! – Su rugido repercutió por todos los
lados, una oleada violenta arremetió en todos los asistentes y hasta el
Honorable Alto Magistrado…Estuvo a punto de perder toda su compostura…Recobrando
su posición al pasar estos efectos.
- Hable pues. – Se apresuró
a secundar la moción en cuestión.
Tomando nuevamente su docta posición. (Una vez que se hubo
arreglado todas sus plumas, las cuales por efecto del fenómeno en cuestión,
logró someter)
- Me es licito dominar en mi sector, ya que su Eminencia (Dirigiéndose
al melenudo) ¡Así me lo ha aceptado!
- ¡Correcto! – Afirmó el aludido.
- Pues si tiene la autorización debida: No me toca a mí contradecir
tal determinación. (Aprobó el sabio letrado)
- En mi Reino, mi determinación es que todos vivan en Paz.
Siempre y cuando no se me contradiga. (Aunque pueden acudir al Sr.
Juez Búho…Que su Justicia Impartirá.)
- Aprobado. – La sentencia surgió arriba, en alguna de las ramas.
Un suave aleteo se dejó sentir.
Y para cuando todos miraron, ya allí no estaba.
Por lo que asumieron que el tal Juicio, su Justicia había sido
dado.
Y en un segundo: Todos habían abandonado el espacio ya indicado.
Tan sólo se quedaba la familia gallinácea. Quienes temblaban sin
poder disimular sus efectos.
La gallina quiso cacarear…Pero su marido la sometió. Pronto todos
sus pollitos buscaron protección escondiéndose debajo de sus alas.
Y en su lenguaje…Esto fue lo que él le quiso comunicar…
¡Calla. No exponga la vida de tu familia con semejantes verdugos!
¿Acaso no ves que digas, ni lo que plantees…Nadie nos concederá la razón…? ¿No
entiendes que los que estamos abajo…Allí debemos acomodarnos…? – Pero ella no
aceptaba la tal sumisión. Quiso invocar a todos los principios que se deberían
asumir….Pero el Sr. Gallo la picoteó con suma energía…Y ella tuvo que partir…
Aunque cacareaba sin cesar. Pero ya nadie la quiso escuchar.
…Estaba fuera de orden. Y el orden hay que respetarlo (aunque no lo compartas…La Ley es…La Ley.)
© Bernardo Enrique López Baltodano 2016
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