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“Cosas que no entiendo”
- Lo que les
voy a narrar, no tiene ni pie, ni cabeza… - El anciano se vio interrumpido por
uno de sus nietos que inquieto no le dejó terminar.
Se
encontraban todos en la sala, él y sus cuatro nietos, un varón que su edad
oscilaba entre los cuatro a cinco años, el resto sus edades superaban esa edad,
todas ellas -a excepción del
varoncito- estaban prestas a
escucharlo, pero en vista de la interrupción, al abuelo no le quedó mas remedio
que hacerle señas con sus manos de que esperara y que tuviese la paciencia
necesaria para aguardar.
Una vez
restablecido el orden, el abuelo se quitó sus lentes y los limpió con total
parsimonia, mientras a su alrededor se arremolinaban todos los críos.
Una vez
terminado, les hizo señas de que se mantuviesen callados.
- …Bueno
como les iba diciendo; este es un relato de espanto. De misterio. De cosas que
quizás a ustedes no debería contar -al
menos de que me garanticen que no se lo van a decir a sus madres-
¡Porque si
no se van a enojar conmigo! – Todos ellos le dieron su palabra de que no
divulgarían nada de lo que les iba a contar.
- Tómenlo
como: ¡Un cuento!
- Ok
abuelito.- Le convino la mayor de todos ellos, quien les hizo prometer a sus
primas y a su hermanito mayor de que jamás lo venderían.
- En esta
ocasión, les vengo a contar una historia…
- ¿Y qué es
una historia, abue? – Le interrumpió nuevamente el menorcito, pero fue acallado
por el resto.
- ¿Qué es
una historia…? ¡Bueno, tienes razón! Y te la voy a decir…Una historia es un
hecho que ocurrió, que es algo que pasó y que se puede demostrar que pasó.
¿Contento?
- Si.
Continúa. – Le convino el infante, en medio del reproche del resto.
- En una
casa…Cualquiera. Se comenzaba a oler muy fétidos olores…
- ¿Qué es
fétido? – Volvió a interrumpirlo.
- ¿Fétido?
Mal olor. Pésimo. Como olor a ese “vientecito” que todos nosotros botamos por
detrás… ¿Ya?
- Ah ya… ¡Un
peo! – Resolvió en el acto su nietecito.
- ¡Eso! ¿Me
vas a dejar seguir? ¿Si? …Bueno, el caso
es que pasaron varios días y en vista de que ese mal olor continuaba, se vieron
forzados a llamar a la policía y en vista de que trataron de forzar las
puertas -tanto la delantera como la del
patio- y no pudieron, se vieron
precisados a llamar a los bomberos…
- ¿Y por qué…Acaso
los policías no pudieron…?
- No. No pudo
Cristian. Y por eso llamaron a los bomberos, los cuales llegaron y derribaron
la puerta delantera…
- ¿Y por qué
no entraron por alguna ventana…?
- Porque
estaban cerradas y además tenían una reja, tal como las que tú papa se vio
obligado a colocar acá. ¿O no las has visto? – El chiquitico se levantó y haciéndole
señas se fue a verificar lo que su mayor le afirmaba, una a una las fue inspeccionando
mientras el resto ya molesto lo apuraban. A la final, regresó y comentó…
- Que raro.
- ¿Qué es lo
raro? – Le interrogó su hermana mayor.
- Eso. Que
el mal olor y ninguno de la casa hizo nada ¿y por qué la policía tampoco?
- Bueno cállate
para que el abue continúe con la historia. – Le regañó su hermana mayor ya
molesta.
- ¿Qué por
qué nadie abrió…?
- Si ¿Por qué…?
- Ahora les
vengo a contar.
¿Me prometen
que no se van a asustar…?
- ¡Ay
abuelito esa es otra de “tus historias”! – Le protestó nuevamente el crío,
quien poniendo cara de fastidio le dijo, todos los demás le taparon su boca y
le hicieron señas a su mayor de que no le hiciera caso y de que no lo acusarían
con sus padres.
- Hubo una
carta explicativa. Y la encontraron en medio de todo ese desorden. Estaba
manchada de sangre y de sudor, fue escrita por el único sobreviviente de toda esa
masacre…
- ¿Masacre?
¿Y qué es eso…? – Cristian se zafó de la prisión en que lo mantenían su
hermanita y sus primas mayores que él.
- ¿Me dejas
continuar…? – El chavalito le hizo señas de que si, y el hombre ya entrado en
sus muchos años continuó…
- Cuando
derribaron la puerta. La hicieron añicos. Tuvieron que romper su marco también.
Y una vez
adentro fueron testigo de todo cuanto había sucedido…
En un sitio
encontraron a la señora de la casa, toda descuartizada. Todos sus miembros le
fueron cortados.
- ¡Uy qué
horror! – Gritó una de sus nietas mientras se llevaba sus manitos a su boca.
- Uno a uno
fueron encontrados todos. Horriblemente masacrados.
¡Estaban
comidos!
¡Se notaba
que fueron mordidos! Todo estaba en total desorden. Y al único que sobrevivió
fue a uno de sus hijos…EL menor, de apenas unos diez años.
- ¡Uy
abuelito! ¿Y cómo pudo matar a su padre…?
- ¡Eso es
muy feo! – Resolvió otra de sus nietas.
- ¿Y la
carta…? – Le preguntó el nieto mientras sus primas daban muestras de querer
vomitar.
- La carta
apareció en el suelo. Consiguieron al niñito con un cuchillo en la mano,
mientras se mutilaba él mismo…
- ¡Huacales!
¡Yo no quiero oír nada mas! – Gritaban horrorizadas ellas.
Mientras el
varoncito abundaba en sus dudas…E instaba al papa de su papi a que continuase.
- La carta
fue escrita por el menorcito y decía…
“Se está
formando un viento negro, muy oscuro dentro de la sala. No lo entiendo, pero se
está espesando. Luego adquirió forma humana.
Fue al
cuarto de mis padres, los cuales ya estaban dormidos. Y los estranguló.
Luego vino a
mí y entró en mi cuerpo.
Siento que
me quema. No lo puedo soportar.
Se ha
apoderado de mí y me obliga a hacer cosas que no quiero hacer…Pero que las
estoy haciendo.
Yo y
solamente yo…Los maté. Uno a uno.
Ahora me los
estoy comiendo, tengo mucha hambre”
- ¡Ah no
abuelito esos cuentos no nos gustan a nosotras! – Le chillaban ellas, mientras
su nietecito lo instaba a continuar…
- Sigue,
sigue, no les hagas caso.
- El caso es
que se lo llevaron preso y como era un menorcito de edad, no encontraban qué
hacer con el y lo enviaron a un orfanatorio, pero él se hacía daño a su propio
cuerpo, se mordía y se despedazaba a sí mismo…Hasta que decidieron llevárselo a
un hospital para enfermos mentales.
Una vez allí,
le pusieron una camisa de fuerza y lo encerraron en un cuarto encerrado.
- ¿Y por qué?
– Quiso saber él, mientras las hembritas un tanto retiradas, seguían pendientes
del curso del relato.
- Le
tuvieron que tapar su boca, porque profería muchísimas vulgaridades y porque
todo lo miraba con mucho odio. El caso es que fue aislado.
Taparon el
caso, recogieron todo y clausuraron la casa. Las autoridades dictaminaron que
el chiquillo se había vuelto loco y que todo lo había hecho él mismo dentro de
su propia locura.
- ¿Y cómo un
niño de apenas diez años, tuvo la fuerza para matar a personas adultas…? – La pregunta
la hizo el menorcito mientras los demás lo contemplaban atónitos.
- Bueno esa
fue la decisión de las autoridades…
- Y “el
viento negro que se fue formando en hombre” ¿Qué pasó con él…?
- Pues…Nunca
se supo nada mas…
- ¿Y no nos
dijiste que se posesionó del niñito…? – Le preguntó la mayor de sus nietas.
- Eso lo
afirmó él, pero ya nadie mas le creyó. Lo encerraron y cerraron el caso.
- Qué
extraño… - Pensó en voz alta una de sus primas, mientras trataba de razonar
todo lo que les había narrado su mayor.
- ¿Qué te
parece extraño…?
- Todo. No
lo entiendo. Porque ¿cómo se pudo haber formado ese “viento negro” si todo
estaba cerrado?
- ¿Y cómo se
transformó “en hombre”? – Indagó otra de ellas.
- Aquí debe
haber algo extraño… - Razonó la mayor mientras entre ellas comenzaba el debate
del por qué, del porque…
El anciano
sonrió y vio a todos discutiendo cada uno de ellos, mientras unas negaban y el
otro les afirmaba.
…Y ya se
quedó tranquilo…Aprovechó para abrir un libro que estaba leyendo y
tranquilamente continuó en su lectura, mientras toda su prole a su cargo, se debatían
en enfrentamientos de los posibles por qué…
© Bernardo
Enrique López Baltodano 2015
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