Cabezón

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“Cabezón”


En casa de Leandro hay una pareja de gatos, la gata tiene una forma de cuerpo muy desigual.
Es de diversos colores, en donde predomina una especie de amarillo, y  en la mayor parte de su cuerpo una variedad de colores, casi todos desteñidos.
Su cabeza es diminuta comparándola con su cuerpo.
Tiene una forma de andar…Un tanto desconfiada. Es de muy malas pulgas.
Y cuando maúlla…Da escalofríos. Intimida mucho su presencia.
No es nada femenina, mas bien pareciera una guerrera de las que nunca descansa y la cual mantiene siempre un nivel de cólera muy elevado.
Diera la impresión de que está siempre al acecho, con su guardia siempre elevada y dispuesta a enfrentarse a todos. Sea quien sea.
Su carácter es ser violenta, presta siempre a arrebatarle la comida y todo cuanto le apetezca a su pareja.
En contraposición el macho es mas grande, de cuerpo muy parejo, pero su característica mas predominante es su cabeza, es muy grande, y de hecho su dueño ha dado por llamarlo: “Cabezón”
El minino es pacífico. No le gusta pelear. Apacible. Perezoso. Dormilón.
Los niños cuando llegan lo agarran como si fuese un muñeco de trapo.
Lo agarran. Lo someten. Lo utilizan como almohada o cojín.
Lo cargan como si fuese un pelele…Y el pobre se deja hacer todo cuanto les plazca. (Pero en  los gestos que genera su rostro…Es un oasis de impotencia.)
Sin oponer ningún tipo de resistencia.
En días pasados llegó una niña y cuando la vimos, ella lo cargaba como un trapo todo arrugado.
Lo levantaba y lo lanzaba hacia arriba, para luego apretarlo con todas sus fuerzas. 
Y el pobre animalito se deja someter a todos los caprichos de la pequeña.
-      Niña…Tenga cuidado, que el gato la puede arañar… - La previno un asombrado Leandro, al ver la forma como le trataba a su humilde animalito.
-      ¡No él no muerde! – Fue la respuesta instantánea de la niña, mientras lo sujetaba desde el cuello, para luego alzarlo y darle un fuerte abrazo. Leandro estaba asombrado…
Cuando vimos en otra ocasión el nietecito de Leandro, lo arrastraba de la cola  por todo el garaje, y el pobre animalillo lo único que hacía es emitir pequeños sonidos, ahogados por su incapacidad y por su total indefensión.
En fin…Todo lo contrario a su pareja.
Hace poco, estaba charlando con Leandro, cuando escuchamos un alboroto.
Se escuchaba una macro pelea gatuna.
La esposa de Leandro, se acercó y lo previno diciéndole…
-      ¡Corre que están masacrando al pobre cabezón! – Yo que estaba allí mismo, sentí mucha aprehensión.
Y todos volteamos (¡Porque era imposible omitir ese escándalo!)
-      ¿Pero estas segura que es con el cabezón la cosa? – Le preguntó incrédulamente, a lo que ella le respondió…
-      Seguro que fue a ver a sus críos… - Razonó ella en medio del nerviosismo reinante.
-      ¿Suyos? ¡Si él mismo sabe que no son suyos! – Le protestó el marido.
Y es que no hay nada mas escalofriante, que escuchar una guerra entre gatos. ¡Qué impotencia!
Qué temor subyace en uno…Al escuchar esos enfrentamientos
Se escuchan alaridos. Forcejeos. Arañazos…En fin…No es nada agradable.
-      ¿¡¡¡Pero quién lo manda a meterse en casa ajena…Ah!!? – Refunfuñó muy mal humorado el jefe de familia.
Hugo y yo, que estábamos allí, nada dijimos. Aguardamos en suspenso, mientras ese feroz enfrentamiento se efectuaba.
¿Qué otra cosa podíamos hacer? Poco a poco, fue descendiendo ese aquelarre. La violencia fue amainando.
Disminuyendo la tensión entre todos nosotros.
Unos minutos de zozobra.
(¿Qué le habría pasado al pobre cabezón…? ¡Ni idea!)
…Y de repente…Vimos emerger desde lo alto de la cerca que divide las dos propiedades…Era el pobre cabezón. Venía todo desecho. Maltrecho.
Con arañazos por toda su deteriorado organismo. Derrotado y oscilante.
Su cuerpo descendió desde lo mas alto, chocó bruscamente sobre el piso.
Un golpe muy seco y potente se sintió…Lo que quedaba del pobre guerrero.
El pobrecillo venía muy golpeado. Cojeaba de las cuatro patas.
Y cuando pisaba, dejaba ver su enorme dolor.
Sus orejas todas mallugadas. Su cola baja. De sus ojitos parecía brotar lágrimas. Toda una desolación. ¡Qué dolor!
¡Qué impotencia nos dio el contemplar ese deshecho! …En fin…
Su hermoso pelaje se le veía todo desteñido. Parecía una bazofia gatuna.
Lentamente comenzó a moverse, se le notaba dolor en todo su frágil cuerpo.
Gateando buscó el cobijo de su dueño, quién lo examinaba perplejo.
Leandro se notaba angustiado, lo detalló y nos dijo…
-      Está muy golpeado. Pero está bien, en líneas generales… - Y mientras tanto el minino se deslizó entre sus pies…
-      ¡Es que eres terco! – Escuché que lo regañaba su dueño y mientras tanto el enorme “come ratones”  se fue empequeñeciendo.
Trataba de ronronearle…Pero sus muchas heridas de guerra, se lo impedían.
-      ¿Qué fuiste a hacer en la casa de tu enemigo, ah?
¿No ves que no te quieren…? – Y en la medida que le hablaba, se metamorfeaba el pequeño animalillo, eso lo noté yo.
-      Además…Tú sabes muy bien que los hijos de esa  ingrata ¡no son tuyo! – Yo me sorprendí, no tanto por sus palabras, si no por la actitud del maullador, que me parecía que le respondía con gestos, pues comenzó a dramatizar aun mas su verdadero estado anímico.
Asombrado contemplé como ese cabezón, gemía de una forma que producía mucha lástima. Bajaba su cabezota, casi rozándole con el piso.
Arrastraba entonces sus dos patas traseras…Un excelente actor dramático.
-      ¡Ya estoy cansado de decírtelo: ¡Esos retoñitos no son tuyos!
¿Además que vas a hacer en casa ajena? ¿Qué, ah? – Y faltándole fuerzas vitales, se fue arrastrando, inspirando un cumulo de sentimientos de tristeza e impotencia, que hasta yo mismo, quise acudir en su auxilio.
-      ¡Es que es necio! – Nos dijo a Hugo y a mí, que observábamos impotentes todo cuanto estaba aconteciendo.
-      ¡Él sabe muy bien, que esos chiquilines   -los hijos de esa pérfida malvada-   no son de él.  Eso lo sabe él.
Y eso lo sabes tú  muy bien. Pero no lo quiere aceptar.
¡Son del vecino! ¡Si son el vecino! ¿Me estás escuchando bien…? Del vecino.
¡Ah, no! Va el pendejo a pelear,  porque no lo quiere aceptar.
¡Él va al lado a pelear su posible paternidad! ¡Qué felino para ser tan baboso!
¿Porqué no quieres aceptarlo, ah?  Porque no,  él no lo tolera…
Porque es un terco. ¡Él es el bobo de la familia! – Exasperado clamaba Leandro, mientras el cuatro patas se hacía cada vez mas pequeño. Acurrucado. Maullando como si fuese un tierno retoño.
Y mientras tanto…Todos contemplábamos impotentes, aquel drama en esa residencia.
…Y pensar que “eso”  de la paternidad, muchos hombres lo quieren omitir.

Pero ese gato no…Qué de cosas… Sorpresas que te da la vida…












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Andando en estos mundos...


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Mientras caminaba sin cesar, de un lado a otro.  Cada acción repetía sin cesar.   Su andar era zigzagueante. Impreciso. Indeciso.
No parecía encontrar lo que andaba buscando.  
Iba a un sector,       -distante unos diez metros-     para luego correr al otro extremo.  Dando la impresión de andar perdido.
Las señales que de esa forma de actuar generaba, espantaba a las personas que por allí rondaban. Y no parecía percatarse de esto.
Quizás   -tampoco importancia le daba-   el caso es que en su actuar era muy errática.  Al menos esa impresión daba.
-        Algo le pasa a esa señora… - Advirtió Alejandro quién algo de ella le había llamado su atención.  (Curioso cómo era)
A lo mejor era por su forma de mirar.  (Miraba, sin ver)
Quizás la manera en que movía su cabeza. (Giraba y volteaba)
Pues esta giraba en ángulos muy desviados y equis distantes.
Lo cierto es que al detallarla mejor, se percata de su forma de vestir.
-        Tiene pantalones   -a la usanza varonil-   pero tiene cabellos largos… - Razona a su amigo José, quién también pasa a enfocarla con sumo interés y este alega…
-        Bueno, por eso ya no podemos catalogarla como del sexo femenino. Recuerda que hoy en día, hay muchos varones que también se dejan crecer sus cabellos.
-        Pero tiene pantalones de un macho… - Justifica Alejandro.
-        También hay mujeres que utilizan los pantalones nuestros.
Y sin ir muy lejos: Mi mujer se pone mis propios pantalones… (Se los pone sin mi permiso, por cierto)
-        ¿Y para qué…Y por qué…? No entiendo. – Consultó Alejandro muy intrigado a lo que le resolvió José de la siguiente forma…
-        Ella dice, que cómo dice el dicho: “Hay que ponerse en el pantalón de los hombres…Para saber lo que se siente…”
-        ¿No será que el dicho dice…”Hay que ponerse en la suela de alguien…”? – José pareció dudar y como respuesta alegó casi en forma instantánea…
-        Bueno ¡lo que sea! Que a la final…Da el mismo resultado.
Creo yo. Pero en este preciso instante…A lo que nos ocupa. (Divirtámonos un rato, a costilla de “esa o ese” que para nosotros poco o nada debe importarnos. Lo importante es que logremos pasar un rato distinto a costa de…Esa)  ¡Esa persona! Cuyo sexo es indefinido…
-        Cómo es indefinido su forma de actuar… - Pensó en voz alta Alejandro, mientras gozaba a expensas de ese extraño ser.
Y mientras estos dos se ponían de acuerdo   -en su forma de vista-    la persona seguía en medio de sus desaciertos.  O aciertos, todo depende desde el ángulo en que se observen las cosas.
El caso es que de repente (el extraño ser) se detuvo y comenzó a chequear el tiempo. Sus movimientos eran extraños.
Alzó su mano izquierda y la puso a la altura de su pecho y observó.
Luego alzando su otra mano, puso sus dos palmas mirando hacia arriba. Y esperó.  
(Los dos amigos se burlaban, y mofaban muertos de risa)
Unos segundos transcurrieron y al parecer, nada aconteció.
Miraba fijamente y luego se llevaba cada palma a la altura de sus ojos.
Alzó su mirada al cielo. Miró durante un largo rato. Nada.
-        ¿Será que va a llover? Porque quizás en ese su mundo tan raro…A lo mejor eso pueda ser que suceda.
-        ¿Y cómo va a llover…? ¿No ves que los rayos solares están fuertes?  …No sabes que mientras haya sol pleno, jamás lloverá… ¿No lo sabes Alejandro? – El mencionado quiso mirar a la misma dirección, o sea hacia arriba, pero las luces le cegaron y le impidieron ver algo.
-        …Pero y sin embargo…Esa  persona  -varón o hembra-    sí puede hacerlo. Ahora me pregunto… ¿Por qué él o ella, si pueden hacerlo y  nosotros…No? ¿Y por qué? ¿Acaso ese mequetrefe es mejor que nosotros, ah? ¡No lo creo!
-        Misterio. – Respondió mientras se rascaba su calva Alejandro.
-        ¿Misterio? Y de cuando acá el misterio se hizo…O no se hizo…Hay cosas que no logro captar… - Razonó siempre pendiente de la persona que ellos vigilaban.
-        …Será violenta o violento…Puede ser un “hombre de neandertal” o  a lo mejor un ser de las cavernas…  ¡O lo que sea, él o ella! – Razonó ya molesto por no saber qué sexo poseía ese ser.
José sin perder de vista cada acto que esta persona hacía, adelantó…
-        Mira…Se queda mirando sin pestañear. ¿Cómo lo hará? (Me estoy refiriendo al sol. ¿No ves…? No le arderán sus ojos…)
-        Será que hay seres que tienen vista que pueda soportar las penurias solares. – Explicaba Alejandro.
-        …Será… - Dijo Alejandro.
La persona seguía absorta mirando al sol. No daba muestras de enceguecerse, ni en sentir ardor en su vista. Y luego de un rato largo de permanecer en esa posición, Alejandro asomó su opinión…
-        Para mí…No debe ser un humano. ¿Será un extraterrestre…?
-        ¿Ah no? ¿Y entonces qué será?  Un pato, o un Alcaraván…A lo mejor es Súperman…O el bendito ¡No sé qué será!
-        ¡Lo qué sea: Pero humano….No es! No existe un solo ser humano que pueda soportar los candentes y aplastantes rayos solares, sin mostrar aunque sea un halito de dolor. ¡No los hay!
-        …Pero “ese” que está allí mismo, lo está haciendo a nuestros ojos. Y sin poder negarlo. Lo estamos viendo. – Le dijo muy molesto José. Y mientras estos dos discutían   -cada uno-  en su posición.
Ese ser. Dejó de mirar el sol y deslizando su atención se fijó seriamente en estos dos que discutían acaloradamente pues cada uno exigía que mantuviera la razón, mientras el otro se la negaba.
-        Calla… ¿No ves que te está mirando…?  A lo mejor es violento…Y te está mirando y a lo mejor está molesto…Uno nunca sabe.
-        ¿A mí?  ¡Zape! ¡Fuera de acá! ¡Dios protégeme! – Protestó José, mientras el otro escandalizado adelantó lo siguiente…
-        No puede ser. ¡Te está mirando fijamente! …Puede ser que hasta se haya enamorado de ti…Digo.  – Ciertamente. Los estaba mirando de una forma muy fija.  Concentrado  y detallando cada gesto que alguno de ellos hiciera. Dejaron de discutir.
Una ola de intriga se apoderó de ellos. Se asustaron y comenzaron a temblar horrorizados, pues pensaban que de ellos se vengaría…
Y vieron cuando esta persona, alternativamente miraba hacia los rayos solares, para luego enfocarse en cada uno de ellos.
-        ¿Será que nos ve a nosotros? Qué opinas Alex… Y si es violento
-        ¡Qué sí! Y que ya no pierde pisada de nosotros…A lo mejor está molesto con nosotros, que no le hemos perdido ninguna pisada.
-        …No será mejor, que nos vayamos…Un poquito mas lejos.
Quizás a unos cien metros…Por si acaso… - Sugirió Alex un tanto nervioso. A lo que José le respondió…
-        No creo que nos pueda hacer algún mal. Además nosotros no nos estamos metiendo con él…O ella. ¡Ya ni sé cómo llamarla!
Y esa persona, a pesar de la lejanía, daba muestras de estar escuchándolos.
Y según ellos veían…Esto les causaba mucha aprehensión.
Y a partir de ese instante, esta persona, ya había bajado sus manos y las bajó. Pero luego, levantando su brazo izquierdo…Señaló algo…
-        Está señalando hacia aquel lado… - Adelantó José.
-        Mira…Ahora te está señalando… ¿Será que nos quiere decir algo?
-        ¿Algo…A mí…? ¡Pero si no la conozco! – Protestó José en el preciso instante en que su rostro cambiaba de color.
Luego levantó su otro brazo y levantando, comenzó a señalar a Alejandro, quién tragando fuerte, no emitió opinión alguna.
-        ¿Y ahora…? – Se preguntaba Alejandro en un sinfín de incógnitas.
-        ¿Será que le gustaste…? Puede ser…Puede ser…Pero no lo sé.
…Será que es un orate… - Definió José, pero visiblemente nervioso (por no decir otro adjetivo calificativo)
-        Lo que sea: ¡Yo me voy! – Anunció Alejandro quién ya no soportaba tanta incertidumbre.
-        ¿Te vas?  ¿Y ahora: Qué hago yo solito…Aquí? – Protestaba insistentemente José, pero ya su amigo había comenzado con su retirada.
En un principio lentamente, pero al cabo de dos metros ya iba en franca carrera de huida. No tardó mucho, quizás unas dos fracciones de segundos para emular la acción de su compañero.
Y mientras el tiempo transcurría, ellos corrían  desaforados, esa persona sin percatarse de la acción de estos dos, seguía absorta en su forma de actuar.
Lentamente volvió a mirar de un lado a otro. Volvió en su errática forma de andar.  De un lado a otro.
Para de repente detenerse y comenzar a contemplar al sol.
Luego de unos minutos mas…Volvía a reproducir cada uno de sus actos. En forma automática y cómo un reflejo sin sentido.
Una y otra vez…Lo mismo.
Pero de esto, no se enteraron ni Alejandro, como tampoco José, quiénes persistían en su loca huida…















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Porque antes de conocerte…Era una brisa en el camino…
Que se esfuma sin rastro dejar…
Y al esto pasar…Su recuerdo deja.
Y al recorrer los senderos…Ni sombra prodiga.
Fui una inspiración a punto de nacer…
Pero ¡es que era necesaria tu existencia!
Y puesto que al fin has hecho tu acto de presencia
Hoy en día puedo…Aspirar…Esperar…Ansiar…
Eres cómo la fragancia que a cada instante inspira mis días.
Eres la pieza fundamental para poder ordenar mis prioridades.
Cómo el aire que sin verlo…Aspiro…
Y a verdad decir…Poco me interesa,
Pues así aspiro.      
Cómo la vida que creía tener…Pero que es ahora que la así mismo la asimilo.
Sin ti; poco he vivido.
…Antes vivía en un sin sentido…
Porque existir es bueno, pero al tenerte…
El vivir me ha sido instituido.
Anteriormente era como un ser en la naturaleza…
Un ser insulso…Que vagaba sin fin.
Por aquí, por aquende y allende.
Pero sin ton, como tampoco son.
Pero ya hoy, la conciencia se ha hecho en mí…
Por lo que ya puedo analizar y pensar.
¡Y todo te lo debo a ti!
Y es que sin ti…Nada soy.
Contigo he descubierto que el vivir tiene sentido.
Alegría ha nacido y florecido en mí ser.
El sentido a la vida he conseguido.
…Y sin ti…Creo que ya he encontrado el sentido del morir…
¿Y de qué me vale existir…?
Si he de poder disfrutar y atemperar sólo con tú presencia.
Y de qué me vale estar…Si ya tú de mí,  te alejas…
De qué vale caminar sin sentido y sin dirección precisa…
No puedo asimilar estar ya sin tú presencia en mí.









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