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@Belbaltodano +Bernardo Enrique López Baltodano
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Mientras caminaba
sin cesar, de un lado a otro. Cada
acción repetía sin cesar. Su andar era zigzagueante. Impreciso.
Indeciso.
No parecía
encontrar lo que andaba buscando.
Iba a un
sector, -distante unos diez metros-
para luego correr al otro extremo. Dando la impresión de andar perdido.
Las señales que de
esa forma de actuar generaba, espantaba a las personas que por allí rondaban. Y
no parecía percatarse de esto.
Quizás -tampoco importancia le daba- el caso es que en su actuar era muy
errática. Al menos esa impresión daba.
-
Algo le pasa a esa señora… - Advirtió Alejandro quién algo
de ella le había llamado su atención. (Curioso cómo era)
A lo mejor era por
su forma de mirar. (Miraba, sin ver)
Quizás la manera
en que movía su cabeza. (Giraba y volteaba)
Pues esta giraba
en ángulos muy desviados y equis distantes.
Lo cierto es que
al detallarla mejor, se percata de su forma de vestir.
-
Tiene pantalones -a
la usanza varonil- pero tiene cabellos
largos… - Razona a su amigo José, quién también pasa a enfocarla con sumo
interés y este alega…
-
Bueno, por eso ya no podemos catalogarla como del sexo
femenino. Recuerda que hoy en día, hay muchos varones que también se dejan
crecer sus cabellos.
-
Pero tiene pantalones de un macho… - Justifica Alejandro.
-
También hay mujeres que utilizan los pantalones nuestros.
Y sin ir muy
lejos: Mi mujer se pone mis propios pantalones… (Se los pone sin mi permiso,
por cierto)
-
¿Y para qué…Y por qué…? No entiendo. – Consultó Alejandro
muy intrigado a lo que le resolvió José de la siguiente forma…
-
Ella dice, que cómo dice el dicho: “Hay que ponerse en el
pantalón de los hombres…Para saber lo que se siente…”
-
¿No será que el dicho dice…”Hay que ponerse en la suela de
alguien…”? – José pareció dudar y como respuesta alegó casi en forma
instantánea…
-
Bueno ¡lo que sea! Que a la final…Da el mismo resultado.
Creo yo. Pero en
este preciso instante…A lo que nos ocupa. (Divirtámonos un rato, a costilla de
“esa o ese” que para nosotros poco o nada debe importarnos. Lo importante es
que logremos pasar un rato distinto a costa de…Esa) ¡Esa persona! Cuyo sexo es indefinido…
-
Cómo es indefinido su forma de actuar… - Pensó en voz alta
Alejandro, mientras gozaba a expensas de ese extraño ser.
Y mientras estos
dos se ponían de acuerdo -en su forma
de vista- la persona seguía en medio
de sus desaciertos. O aciertos, todo
depende desde el ángulo en que se observen las cosas.
El caso es que de
repente (el extraño ser) se detuvo y comenzó a chequear el tiempo. Sus
movimientos eran extraños.
Alzó su mano
izquierda y la puso a la altura de su pecho y observó.
Luego alzando su
otra mano, puso sus dos palmas mirando hacia arriba. Y esperó.
(Los dos amigos se
burlaban, y mofaban muertos de risa)
Unos segundos transcurrieron
y al parecer, nada aconteció.
Miraba fijamente y
luego se llevaba cada palma a la altura de sus ojos.
Alzó su mirada al
cielo. Miró durante un largo rato. Nada.
-
¿Será que va a llover? Porque quizás en ese su mundo tan
raro…A lo mejor eso pueda ser que suceda.
-
¿Y cómo va a llover…? ¿No ves que los rayos solares están
fuertes? …No sabes que mientras haya sol
pleno, jamás lloverá… ¿No lo sabes Alejandro? – El mencionado quiso mirar a la
misma dirección, o sea hacia arriba, pero las luces le cegaron y le impidieron
ver algo.
-
…Pero y sin embargo…Esa
persona -varón o hembra- sí puede hacerlo. Ahora me pregunto… ¿Por
qué él o ella, si pueden hacerlo y nosotros…No? ¿Y por qué? ¿Acaso ese mequetrefe
es mejor que nosotros, ah? ¡No lo creo!
-
Misterio. – Respondió mientras se rascaba su calva
Alejandro.
-
¿Misterio? Y de cuando acá el misterio se hizo…O no se
hizo…Hay cosas que no logro captar… - Razonó siempre pendiente de la persona
que ellos vigilaban.
-
…Será violenta o violento…Puede ser un “hombre de
neandertal” o a lo mejor un ser de las
cavernas… ¡O lo que sea, él o ella! –
Razonó ya molesto por no saber qué sexo poseía ese ser.
José sin perder de
vista cada acto que esta persona hacía, adelantó…
-
Mira…Se queda mirando sin pestañear. ¿Cómo lo hará? (Me
estoy refiriendo al sol. ¿No ves…? No le arderán sus ojos…)
-
Será que hay seres que tienen vista que pueda soportar las
penurias solares. – Explicaba Alejandro.
-
…Será… - Dijo Alejandro.
La persona seguía
absorta mirando al sol. No daba muestras de enceguecerse, ni en sentir ardor en
su vista. Y luego de un rato largo de permanecer en esa posición, Alejandro
asomó su opinión…
-
Para mí…No debe ser un humano. ¿Será un extraterrestre…?
-
¿Ah no? ¿Y entonces qué será? Un pato, o un Alcaraván…A lo mejor es
Súperman…O el bendito ¡No sé qué será!
-
¡Lo qué sea: Pero humano….No es! No existe un solo ser
humano que pueda soportar los candentes y aplastantes rayos solares, sin
mostrar aunque sea un halito de dolor. ¡No los hay!
-
…Pero “ese” que está allí mismo, lo está haciendo a
nuestros ojos. Y sin poder negarlo. Lo estamos viendo. – Le dijo muy molesto
José. Y mientras estos dos discutían
-cada uno- en su posición.
Ese ser. Dejó de
mirar el sol y deslizando su atención se fijó seriamente en estos dos que
discutían acaloradamente pues cada uno exigía que mantuviera la razón, mientras
el otro se la negaba.
-
Calla… ¿No ves que te está mirando…? A lo mejor es violento…Y te está mirando y a
lo mejor está molesto…Uno nunca sabe.
-
¿A mí? ¡Zape! ¡Fuera
de acá! ¡Dios protégeme! – Protestó José, mientras el otro escandalizado
adelantó lo siguiente…
-
No puede ser. ¡Te está mirando fijamente! …Puede ser que
hasta se haya enamorado de ti…Digo. –
Ciertamente. Los estaba mirando de una forma muy fija. Concentrado
y detallando cada gesto que alguno de ellos hiciera. Dejaron de
discutir.
Una ola de intriga
se apoderó de ellos. Se asustaron y comenzaron a temblar horrorizados, pues
pensaban que de ellos se vengaría…
Y vieron cuando
esta persona, alternativamente miraba hacia los rayos solares, para luego
enfocarse en cada uno de ellos.
-
¿Será que nos ve a nosotros? Qué opinas Alex… Y si es
violento
-
¡Qué sí! Y que ya no pierde pisada de nosotros…A lo mejor
está molesto con nosotros, que no le hemos perdido ninguna pisada.
-
…No será mejor, que nos vayamos…Un poquito mas lejos.
Quizás a unos cien
metros…Por si acaso… - Sugirió Alex un tanto nervioso. A lo que José le
respondió…
-
No creo que nos pueda hacer algún mal. Además nosotros no
nos estamos metiendo con él…O ella. ¡Ya ni sé cómo llamarla!
Y esa persona, a
pesar de la lejanía, daba muestras de estar escuchándolos.
Y según ellos
veían…Esto les causaba mucha aprehensión.
Y a partir de ese
instante, esta persona, ya había bajado sus manos y las bajó. Pero luego,
levantando su brazo izquierdo…Señaló algo…
-
Está señalando hacia aquel lado… - Adelantó José.
-
Mira…Ahora te está señalando… ¿Será que nos quiere decir
algo?
-
¿Algo…A mí…? ¡Pero si no la conozco! – Protestó José en el
preciso instante en que su rostro cambiaba de color.
Luego levantó su
otro brazo y levantando, comenzó a señalar a Alejandro, quién tragando fuerte,
no emitió opinión alguna.
-
¿Y ahora…? – Se preguntaba Alejandro en un sinfín de incógnitas.
-
¿Será que le gustaste…? Puede ser…Puede ser…Pero no lo sé.
…Será que es un
orate… - Definió José, pero visiblemente nervioso (por no decir otro adjetivo
calificativo)
-
Lo que sea: ¡Yo me voy! – Anunció Alejandro quién ya no
soportaba tanta incertidumbre.
-
¿Te vas? ¿Y ahora:
Qué hago yo solito…Aquí? – Protestaba insistentemente José, pero ya su amigo
había comenzado con su retirada.
En un principio
lentamente, pero al cabo de dos metros ya iba en franca carrera de huida. No
tardó mucho, quizás unas dos fracciones de segundos para emular la acción de su
compañero.
Y mientras el
tiempo transcurría, ellos corrían desaforados, esa persona sin percatarse de la
acción de estos dos, seguía absorta en su forma de actuar.
Lentamente volvió
a mirar de un lado a otro. Volvió en su errática forma de andar. De un lado a otro.
Para de repente
detenerse y comenzar a contemplar al sol.
Luego de unos
minutos mas…Volvía a reproducir cada uno de sus actos. En forma automática y
cómo un reflejo sin sentido.
Una y otra vez…Lo
mismo.
Pero de esto, no
se enteraron ni Alejandro, como tampoco José, quiénes persistían en su loca
huida…
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