Otro de mis relatos... ¡Es nuevo!


                                    -Vista de Los Morros de San Juan - Edo. Guárico - Venezuela-
















“Corto  en  relatos”






“¡Situaciones inexplicables!”








“¿Y qué te hace pensar…?”





Así me preguntó Juancho, mientras su mirada se perdía en el horizonte por esos confines en los cuales se viaja a la velocidad de la luz, traté de seguirle su rastro pero…
Volví mi atención a toda esa hermosa viña y pude ver toda esa salvaje existencia…La cuál estaba plagada  de vigor y de entusiasmo, (Y hasta llegué a pensar: “¡Qué bella es la vida!”) al escuchar el alegre cantar de diversidad de pajarillos con sus aleteos, su forma de disfrutar ese edén.  –Sin lugar a dudas: ¡Disfruté de todo eso!-
Mientras las ramas aleteaban perezosamente de un lado a otro produciendo un sonido que propicia el descanso.
Yo me quedé consternado y desarmado, en realidad     -pensaba yo-    que en medio de tan florido y frondoso follaje que se veía por doquier. En esa suave danzón en que todos tantos animales, como la flora y la fauna, se complementaban de una forma muy armoniosa.
La suave brisa, me impregnó con ese clima tan suave y benigno que se enseñoreaba por ese valle. En lo alto, muy cerca de esas altísimas montañas, contemplé una bandada de pericos, que con su escándalo muy usual, pululaban por esos alrededores.
Y allá en lo mas alto de esa variedad de plantas me di cuenta que también había efervescencia, unos alegres e inquietos monos que chillaban a todo pulmón, mientras jugueteaban entre ellos. Asumí que ante tan bello paisaje, pletórico de relax  y de colorido, el amigo en cuestión no encajaba. Era ambivalente.
Y lo afirmo puesto que él no parecía darse cuenta del entusiasmo, de la espontaneidad de ese medio ambiente que en lo personal, me resultó muy relajante.
Me puse a comparar, y lo vi muy alterado.
Con esa carga negativa con que en ocasiones nos rodeamos. Nos sumerge y agota.
Sus cejas continuaban contraídas.
Su mirada se perdía en lontananza.
Sus pensamientos se ensanchaban de tal forma, que no cabía en esta dicotomía. Y me causó mucho pesar. Entiendo y comprendo que en muchas etapas de nuestras vidas…
Nos encajonamos. En compartimientos herméticos, fríos y desiertos.
Encerrados en medio de nuestros traumas.
De los muchos sinsabores y frustraciones.
Pesares que en ocasiones no nos pertenecen.
En medio de abismos insondables que nos impiden avanzar.
Imbuidos en situaciones insalvables.
Quise hablarle un poco mas, para indagar…Pero no estaba en sus planes. Sigiloso se desplazó lo mas lejos de mí. Me fue difícil seguirle su paso.
Comprendí…Que en ocasiones, es mejor distanciarse. En su soledad, no soy bienvenido.
Alcé mi mirada a lo mas alto, recé porque venciera esa tribulación. Me da pesar contemplar lo que he sido testigo…Pero nada mas puedo hacer. Me entristece esto.
Es mejor apartarme…Su curso no me es pertinente. Cada quien tiene su propio camino.












© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        









Nota:
Internet utiliza cookies para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.
Si continúa utilizando este sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!

Expongo este relato a tu consideración, en espera de tu comentario.


                                                           -Google imágenes-












“Corto  en  relatos”






“¡Situaciones inexplicables!”






“¡Es mi niñito!”






Cuando me llamaron por teléfono, me informaron de que mi hijito estaba en el hospital. No me dieron mayor información.
Era urgente mi presencia allí.
¡Temí lo peor!
¡No puede ser! ¿Qué le pasó…? ¿Mi hijito? - Me comunicaron        -con toda la amabilidad posible-    que fuera a la brevedad posible.
¡Me partieron el alma en pedacitos!
¡No puede ser! – Gritaba desconsoladamente.
Angustiado corrí con la esperanza vana de que se habían equivocado. Que era todo un error.
¡Qué ese no era mi chavalito!
…Pero en cuanto llegué a esa sala de aquel hospital, me fui acercando, mis piernas se negaban a transportarme. Mi visión se volvió oscura y perversa.
Mi corazón parecía que se me estallaba en millones de partes.
Sentí que viajaba a una galaxia extraña, llena de incógnitas  y de desatinos.
Lúgubre y espantosamente insidiosa.
Me pareció una eternidad.
Antes de entrar, me previnieron para lo peor.
Visiblemente estaba en desesperación total.
Cuando llegué vi un cuerpo tapado con una sábana llena de sangre. La levantaron con aprehensión.
¡Y era mi bebecito! ¿Qué hace allí…? ¿Me lo mataron…Quién…? ¿Por qué…?
Traté de ser lo mas valiente posible,  ¡pero fallé! Mis fuerzas escasearon.
La enfermera me contemplaba con compasión.
- Aquí está su billetera. Y este billete de cien.
Me disculpa, pero a todos nosotros nos ha llamado la atención, la forma como estaba envuelto, dentro de su cartera. – Yo lo contemplé ¡Claro que lo reconocí en el acto! Lo tomé y lo besé con todo mi dolor, y les pregunté…
- ¿Quieren saber el motivo…? – Todos los allí presentes me admitieron su extrañeza.
- Este billete, lo dobló de tal manera para que no se le fuera a perder…Lo tenía destinado para comprarle la leche a su hijito… - No pude continuar. Un silencio se esparció por todos los rincones. Nadie se atrevió ni a pestañear.
Tan solo se limitaron a contemplar el dolor incomparable de ese hombre…Su padre.
- Abracé con todo mi dolor, los restos físicos de quien en vida fuera mi máximo orgullo. Mi satisfacción plena. Nadie sabe el dolor que siente un hombre, al contemplar a su hijo…Inerme.
Sin vida. Todas sus esperanzas…Destruidas.












© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        









Nota:
Internet utiliza cookies para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.
Si continúa utilizando este sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!


Con el amigo Elías.



                                                           -Google imágenes-














Corto  en  relatos






“¡Situaciones inexplicables!”







“Me  encontré con Elías”







Tenía días que no me encontraba con Elías, y hoy fue que sin querer queriendo, nos encontramos.
Y es que comenzamos a dialogar. De cosas pasadas.
Y entre sus comentarios, me llamó poderosamente mi atención...Este:
- Sabes amigo, que en una de estas noches pasadas, trabajando en el tráfico (Sabes que conduzco un carro de los llamados: “por puesto” o sea que cubro una ruta y en ella arrastro con todo el que me mande a parar. ¿Entendiste…?) y en este caso, iba solo.
Era ya de noche, creo que estaba empezando con mi faena. Iba solo y me manda a parar un jovenzuelo, que ni “buenas noches” me dio, y se sentó en el asiento trasero. (Bueno yo sigo cubriendo mi ruta.)
Y en la esquina siguiente, me manda a parar otro jovencito (No tan joven como el anterior.) y yo freno y se me monta, a mi lado (O sea adelante.)
Sigo y en un momento equis, el que viene a mi lado, se inclina y saca una pistola de entre sus medias…
¡Me asusto!  Y fue cuando él me dice, como para tranquilizarme…
- ¡Tranquilo! Que esto no es para ti…Es para el desgraciado este, el que viene detrás… (Y acto seguido se vuelve y lo amenaza con su arma y le dice…)
- ¡Desgraciado! Si se te ocurre: Atracar a mi amigo, el conductor, ¡te busco y te mato!
¿Estamos claro…?    El tipo se puso amarillo y levantó sus brazos.
- ¡Párate aquí mismo! – Me dijo, y en el acto le obedecí. Y le hizo señas al susodicho, el cual se bajó sin chistar.
- Ya estás advertido. – Le dijo amenazante, mientras me ordenaba seguir el camino.
- ¡Ese mal parido te iba a atracar!
- ¿Y cómo lo sabes? – Le pregunté muy extrañado.
- Porque yo lo conozco. – Me dijo mientras se volvía a esconder su armamento. ¡Y me entra ese miedecito a mí! Mientras lo vi guardando esa pistola tan grande.
Capaz que el que me quiera asaltar sea este… - temía.
- Llévame al centro. No agarres pasajeros. – Me indicó mientras se acomodaba su ropa.
Continué, pero estaba ya prevenido.
El caso, es que llegamos al centro, y él me indicaba por donde iba a tomar el camino. Verificó sus cosas y después como que no vio nada interesante y me volvió a ordenar.
- No hay nada por aquí. Déjame donde me encontraste.
Y cóbrate. – Me extendió un billete de los grandes.
- No. No importa. Está bien. – Le dije, y él en forma violenta me increpó…
- O te cobras o voy a ser yo mismo el que vaya a robar…
- Ok. Ok. – Y acto seguido le devolví su vuelto.
En cuanto le hube devuelto su dinero, me indicó que lo dejara en la esquina. Y se bajó.
…Empezaron a temblar mis piernas…Y me dije: ¡Mejor me devuelvo a mí casa…No quiero seguir tentando a mi suerte! (Y me fui a casa…)







© Bernardo Enrique López Baltodano 2016        









Nota:
Internet utiliza cookies para optimizar la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web.
Si continúa utilizando este sitio, asumiremos que está de acuerdo. ¡Gracias por su preferencia!